Acerca De Un Arte De Genero En La Argentina Contemporanea

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ACERCA DE UN ARTE DE GÉNERO EN LA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA Prof. A. Mabel CARRAL FBA - UNLP Las artes contemporáneas, en su complejización, no escapan del contexto de globalización económica–cultural y multiculturalismo del mundo actual, por el contrario, éste las estimula en un ascendente proceso de sociologización y antropologización del arte exaltando la politización de los contenidos, que recurren al arte para denunciar cuestiones de desigualdad, invisibilidad y reconfiguración de identidades sin descuidar las cuestiones formales y discursivas del lenguaje artístico. Por consiguiente, cuando hacemos un paneo del arte de fines del Siglo XX y principios del Siglo XXI, nos encontramos con un prisma que se deconstruye constantemente; múltiples fragmentaciones operan y exploran nuevas sensibilidades. Esta ponencia realiza una aproximación a manifestaciones estéticas producidas por artistas mujeres en la Argentina contemporánea desde una perspectiva de género. Su intención no es otra que comprender cómo estas mujeres artistas reflejan en sus obras subjetividades relacionadas a su identidad produciendo diversos sentidos. Esta labor de investigación que presento se desprende de trabajos anteriores vinculados tanto con los contenidos del Proyecto de Investigación acreditado por el Programa de Incentivos a Docentes Investigadores del Ministerio de Educación de la Nación: B – 184, denominado:’’ Mujer, Distintas lecturas desde la construcción de la imagen femenina a través de la perspectiva de género en diversos soportes discursivos en la Argentina de Siglo XX’’, dirigido por la Lic. Martha Lombardelli, como otras investigaciones independientes que he realizado en relación al Doctorado de Arte Contemporáneo Latinoamericano y en la Cátedra de Fundamentos de Estética de la Lic. Silvia García. La mujer ha desarrollado a lo largo del Siglo XX una presencia socialmente activa, por consiguiente es inevitable que se actualice la trayectoria femenina y queden reflejados los vínculos de la mujer con la sociedad y consigo misma. Como mujer protagonista de la historia me ha tocado vivir un tiempo en que el sujeto moderno ha sido puesto en la mira para su deconstrucción. Así, con una mirada aguda acerca de esta temática, intento bucear en las diferentes construcciones estéticas reflejadas en el Arte Argentino Contemporáneo por artistas mujeres, desde una perspectiva de género. En esta ponencia me abocaré en un anclaje que yace en la producción artística de mujeres en la sociedad argentina contemporánea, tomando como referentes a artistas como Diana Dowek, Liliana Parra, Laura Villasol, Grupo Nexo, Grupo Pan y Rosas (con sus esténciles sobre el aborto), etc. No se trata de desconocer el espacio desde dónde emergió la tradición crítica en relación al eje feminismo y arte, la sociedad norteamericana, sino de enfatizar, como plantea Gutiérrez, ‘’la tradición que entablan las mujeres artistas durante fines de los años ’60 y principios de los ’70, sus acciones públicas en torno a la Institución Arte y sus escritos y reflexiones históricas, y sus producciones artísticas especificas, que ponen de manifiesto ciertos signos de transformaciones y críticas sociales y culturales que exceden las referencias empíricas de su lugar de producción’ ’(GUTIÉRREZ, María Laura; 2008:2) La crítica e historiadora del arte Griselda Pollock, en su ensayo ‘’Historia y Política, ¿Puede el Arte Sobrevivir al Feminismo?’’, reflexiona en torno a los modos de producción, circulación y recepción del arte en la cultura occidental patriarcal, como así también en qué medida la irrupción de las mujeres en el arte moderno modificó la Institución Arte vigente. Por consiguiente ‘’Analizar el lugar de las mujeres en la cultura exige una deconstrucción radical del discurso la historia del arte; ‘’(...)la historia del arte moderno es profesional, en tanto que la institución oficial establecida en las universidades, la prensa y los museos, ha hecho desaparecer a las mujeres del discurso dominante. Esto no ocurre ni por olvido ni por negligencia, pero sí por un esfuerzo sistemático, político, queriendo afirmar la dominación masculina en el dominio del arte y de la cultura. Ha creado así una identidad casi absoluta entre creatividad, cultura, belleza, verdad,

2 y masculinidad. No es necesario decir ; sabemos bien, en efecto, que el arte es de los hombres’’(POLLOCK, Griselda; S/D:3) El advenimiento de las mujeres tanto en el campo teórico como en la praxis del arte, durante la década del ’60-’70 modifico la Institución Arte vigente de la modernidad. Diversos caminos en la actividad pública del Movimiento Feminista actualizó un clima artístico de reflexión, ya sea del lugar de las mujeres en el arte como de las formas, los contenidos y la circulación de las producciones que habían legitimado la praxis artística hasta el momento. 1

Vale la pena destacar que las imágenes, producciones estéticas , son portadoras de una dimensión significante, ya que como fenómeno artístico inserto en una cultura conforma como tal parte del sistema cognitivo-valorativo que le da sentido. De esta manera lo que primero nos acercan es aquello que uno está dispuesto culturalmente a ver de ella. Asimismo, como se ha dicho tantas veces –no hay mirada inocente-, siempre se mira desde un lugar, y éste es atravesado por la cultura en la que está enclavado. En consecuencia, en la realidad significativa del fenómeno artístico que nunca se haya preestablecido, confluye la concurrencia del productor como de los distintos receptores, en el anclaje de su contextualidad. Como es obvio y dicho a la manera de Bourdieu, ‘’en tanto no hay registro perfectamente neutral no hay pregunta neutral’’(BOURDIEU; 1998:63), y la mía no lo es, ya que al encarar una investigación, valga la redundancia, el investigador se para desde un lugar, y mi punto de vista está sesgado por el supuesto de la existencia de una desigualdad de distribución de poder entre varones y mujeres que atraviesa todos los ámbitos y clases sociales, por ende, esto también se va a ver reflejado en el arte. DESDE LO LOCAL Y LO INTERNACIONAL Entre los antecedentes y la contextualización socio-histórica de la mujer ocupando espacios, podemos citar, en referente a lo local, la ley 5291, de principios de Siglo XX, mas precisamente de 1907 que dignificaba el trabajo de las mujeres y los menores en lo relacionado con las condiciones laborales; pero todavía, a la mujer le costaba integrarse en este nuevo rol, el laboral, siendo pocos los trabajos socialmente aceptables. Más tarde, la Constitución Nacional Argentina introducirá una reforma que dará lugar a contemplar la igualdad de condiciones de trabajo y salarios; posteriormente se sancionara la Ley de Contratos de Trabajo, que prohibirá la discriminación por razones de género. De a poco, la mujer va resolviendo muchas de las limitaciones que interrumpían su superación, pero aún quedan muchos escollos que allanar, mucho camino por recorrer. El marco legal sin dudas incidió en otros ámbitos. En los ’50 la mujer argentina vota por primera vez, en los ’60 se vuelca masivamente al ámbito laboral. En los ’80 se sanciona la Ley de Separación Civil y Patria Potestad Compartida; luego se sancionará el divorcio vincular y la Ley de Cupo Femenino, que le dará mayor participación política en los cargos representativos legislativos. Mas recientes son la Ley de Acoso Sexual, el Debate Sobre Aborto, y la Ley de Planificación Reproductiva. En lo que respecta al ámbito internacional, la Revolución Cultural de los ’60 (HOBSBAWN, 1995) aportó lo suyo e influenció en lo local, modifico uno de los más grandes pilares del mundo occidental y cristiano: la familia (entendida como institución burguesa, fue movilizada por la legalización del divorcio, el fin de la supremacía marido sobre esposa, la liberación femenina y la revolución sexual), al mismo tiempo que se sucedían rebeliones políticas e ideológicas estudiantiles y procesos políticos o guerras de liberación tercermundistas. Los ’60 dieron mucha tela para cortar y Argentina no se mantuvo al margen, fue una época bisagra entre el auge del modelo de la domesticidad y la consolidación de pautas de organización familiar sobre nuevos

1 Cfr. López Blanco, Manuel: Notas para la Introducción a la Estética, Editorial de la U.N.L.P.- 1995; pág. 19 y ss. El autor destaca la necesidad de entender al arte como una realidad que comprende al artista, la obra, y el público.

3 presupuestos (como por ejemplo, el divorcio, la integración masiva de la mujer al mercado laboral, la difusión de las uniones consensuales y la natalidad extramatrimonial) En los ’70 surge el lema del Feminismo: lo personal es político. Así podemos entender al arte contemporáneo realizado por las mujeres desde una perspectiva de género, hundiendo sus raíces en esta premisa, en consecuencia entenderíamos estas manifestaciones como prácticas estético-políticas que apuntan en la escena de las artes contemporáneas a trabajar con lo múltiple, lo heterogéneo, a modo de abrir y complejizar la cuestión del cruce entre lo artístico y lo político, entre lo poético y lo insignificante, con diversidad de artistas y propuestas, como así también diferentes circuitos, ya sea de producción como se viene planteando, tanto como de circulación y exhibición de las obras y/o acciones estéticas de diferentes formas narrativas2. 3

En la era del capitalismo cultural , lo visual cobra relevante importancia. José Luis Brea sostiene que ‘’el dominio de la visualidad parece, en nuestra época, llamado a reemplazar cada vez más decisivamente al dominio de los relatos en su principalidad en cuanto a la generación de efectos investidotes de identidad, de socialización e individualización’’(BREA, José Luis; 2004:31). BREVES REFLEXIONES SOBRE GÉNERO. MARCO CONCEPTUAL Joan Scott, historiadora, manifiesta que el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y es una forma primaria de relaciones significantes de poder. Asimismo, distingue que el género4 comprende cuatro elementos interrelacionados: símbolos culturales, conceptos normativos, instituciones (por ejemplo, las relaciones de parentesco), e identidad subjetiva. El concepto de género con el que trabajamos en esta ponencia, al negar el determinismo biológico, procura hacer foco en las características sociales asignadas a la diferencia sexual. En esta línea, Marta Lamas sostendrá, que no es la biología la que moldea al género, sino la acción simbólica colectiva: ‘’...el entramado de la simbolización se hace a partir de lo anatómico y lo reproductivo, ...todos los aspectos económicos, sociales y políticos de dominación masculina heterosexual se justifican en razón del lugar distinto que ocupa cada sexo en el proceso de reproducción sexual’’ (LAMAS, Marta; 1994:19) En este arco encontramos en un principio, que el género fue definido en contraposición a sexo en el marco de una posición binaria (sexo y género), refiriendo la segunda a los aspectos psico-socioculturales asignados a varones y mujeres por su medio social y restringiendo el sexo a las características anatómicas y fisiológicas que distinguen al macho y a la hembra en la especie humana. Craig Owen sostiene que ‘’el feminismo, como critica radical de los discursos dominantes del hombre moderno es un acontecimiento político y epistemológico. Político porque desafía el orden de la sociedad patriarcal, epistemológico porque pone en tela de juicio la estructura de sus representaciones’’ (FOSTER, Hal; 1985:14). De esta manera artistas y críticas reflexionan a través de sus trabajos en relación a las representaciones que circularon históricamente en el arte en cuanto a la intervención de las mujeres en el mundo artístico.

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Tomando la conceptualización hecha por Paul Ricoeur , entiendo a las narrativas como un proceso discursivo de puesta en sentido, como lugares privilegiados de construcción de la temporalidad y la experiencia, donde se establecen posiciones de sujeto, subjetividades e identificaciones. 3 José Luis Brea realiza una periodización con el objetivo de indagar el desarrollo del arte contemporáneo en relación a las esferas del trabajo y la producción. El artista se encuentra inserto en estos ámbitos tanto como en la trama histórica; entendiendo que el primer estadío de dicha periodización es la era del capitalismo industrial, el segundo está signado por el capitalismo de consumo, mientras que el tercero que se encuentra en su etapa inicial, lo denomina capitalismo cultural. 4 ‘’El termino género forma parte de un esfuerzo de las feministas contemporáneas por reivindicar un territorio específico, de insistir en la insuficiencia de los cuerpos teóricos existentes para explicar la persistente desigualdad entre mujeres y varones’’ (SCOTT, Joan; 1999:59)

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ARTE Y GÉNERO Me llamó la atención en las producciones realizadas por artistas mujeres, como Isabel Mozzoni, Carolina Ibáñez, Alejandra Rotonda, Luz Darriba y Mabel Carral (o sea la mía), sin tener ninguna vinculación entre ellas, un especial énfasis en la utilización de íconos como la telaraña en sus representaciones devolviéndole al sistema aquello que desde lo artístico y de las significaciones patriarcales hubiera querido silenciar. El foco puesto en estos elementos ‘’degradados’’ que eran asociados histórica y culturalmente, como los tejidos, pone la mira ‘’allí donde el patriarcado no hubiera querido indagar: la cultura de masas, ;utilizaba los términos de su opresión como modo de establecer y visibilizar nuevas autorrepresentaciones públicas, nuevos debates, en torno al lugar de la mujer en el arte y de las significaciones culturales del cuerpo femenino’’(GUTIÉRREZ, María Laura; 2008:9) ALGUNAS REFLEXIONES EN EL ESCENARIO DEL ARTE CONTEMPORÁNEO Traigo la postura del pensador francés Raincière al plantear que ‘’ la estética no es un nuevo nombre para designar el terreno del ; es una configuración específica de ese terreno. No es una nueva rúbrica bajo la cual se ordena lo que anteriormente provenía del concepto general de poética (...), es un nuevo régimen de pensamiento del arte entendiendo por ello un modo específico de conexión entre prácticas y un modo de visibilidad y de pensabilidad de esas prácticas, es decir, en definitiva, una idea del pensamiento mismo’’ (RAINCIÈRE; 2001:2461). En consonancia en esta escena y análisis de lo estético, no sólo aparece en el tapete una sensibilidad acerca de los sujetos, lo ‘’bello’’, lo ‘’sensible’’, sino que permite reflexionar en cuanto a lo que ocurre en una comunidad en general y repensar las relaciones entre lo decible y lo visible. Así pues, entiendo que en las obras o manifestaciones realizadas por mujeres, que participan de los circuitos del Arte Argentino Contemporáneo y que tomo a manera de ilustración en esta ponencia, expresan de diversos modos acciones y relaciones de visibilidad en relación al género. ARTISTAS MUJERES CON PERSPECTIVA DE GÉNERO EN SUS PRODUCCIONES El corpus que he seleccionado para la realización de este trabajo está conformado por artistas mujeres que producen sus obras desde una particular mirada, en el campo del Arte Argentino Contemporáneo. •







CARRO, Andrea: Fotógrafa que muestra desde su obra cierta vorágine social y algunas relaciones de poder enlazadas con el consumismo, los diferentes ´´fachadas’’ que socialmente se nos imponen a las mujeres, que debemos asumir para cumplir con ciertos estereotipos femeninos y la opresión de los mandatos culturales. DARRIBA, Luz: Fotógrafa que con su intervención de carácter artístico y efímero ‘’Arakné’’, busca hacer tomar conciencia en el marco del espacio público acerca de lo que significa la tan mentada igualdad de género. ‘’Arakné’’, la tela de araña, intenta expresar simbólicamente la red contenedora que sirve para atrapar la igualdad, el tejido social que debe construirse entre todas y todos, y que debe ser resistente y dúctil como la tela de una araña, haciendo visible mediante esta representación simbólica la concientización de las equidades en la disparidad entre los sexos. DOWEK, Diana: Artista plástica. Mediante sus producciones pone en evidencia su mirada con conciencia de clase y género. Sus obras, que toman como protagonista a una trabajadora mujer de la industria alimenticia, marcan la soledad y la alineación de ese ser mujer en un mundo en el que cada día somos más explotados y superados por la tecnología. GRUPO NEXO: Colectivo interdisciplinario de artistas mujeres cuyos discursos apuntan a una reflexión crítica sobre lo cotidiano, el consumo, los mandatos y la violencia entre otras cuestiones que atraviesan nuestra sensibilidad.

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IBÁÑEZ, Carolina y MOZZONI, Isabel: Artistas plásticas que a través de la fotoperformance hacen foco en temáticas como la virginidad, los mandatos, costumbres, conductas y valores sociales; así como los modelos femeninos que refuerzan la desigualdad entre varones y mujeres y la utilización del cuerpo para provocar la reflexión en el público. PAN Y ROSAS: Agrupación de mujeres trotskistas que realizan graffitis y esténciles en los espacios públicos que apuntan al establishment con contenidos explícitamente políticos desde una mirada de género como son aquellos esténciles sobre la legalización del aborto que pueblan las paredes de la ciudad de La Plata. PARRA, Liliana: Artista plástica y fotógrafa que trabaja con la visibilidad/invisibilidad del cuerpo, de las relaciones de poder, y de lo solapado. ROTONDA, Alejandra: Artista plástica que aborda la temática de las culpas explorando y reflexionando en algunos espacios feministas. Su dibujo ‘’Penélope Tejepalabras’’ tiene que ver con reflexiones acerca de lo cotidiano. VILLANUEVA, Claudia: Artista plástica que aborda la condición social de la mujer y su representación a través de lo visual: el culto al cuerpo, la belleza artificial, los tabúes, la culpa, el poder de la seducción, el erotismo y el signo del deseo, es decir, la mujer en la vivencia de su propia sexualidad y sensualidad. VILLASOL, Laura: Fotógrafa que trabaja con lo cotidiano y con las historias que de ello se desprenden. Sus imágenes, como por ejemplo manos de empleadas domésticas connotan sus huellas y cicatrices de vida atravesadas por la mirada de la artista. CARRAL, Mabel: O sea, yo, artista plástica que vengo trabajando desde hace más de veinte años en problemáticas de género, formando parte de la ONG ‘’Nuestros Derechos – Igualdad de Oportunidades’’. Hoy puedo decir que a través de mis investigaciones teóricas encontré que no estoy tan sola en este camino. Mi última muestra ‘’Cosas de Mujeres...-Y de Todos-‘’ intenta concientizar en la problemática de la violencia y lograr la participación conjunta y activa contra los malos tratos hacia las mujeres en diversos ámbitos y formas; de la cual diría el semanario ‘’La Ciudad’’, del 1° de agosto de 2008: ‘’(...)en sus obras (...) aborda cada tópico a través de mensajes y discursos que encierran críticas sociales de manera directa o velada tras la política del significado, y la poética del significante, sugiriendo la desprotección de la mujer en una sociedad injusta: la contemporánea. Sus imágenes dan cabida a las emergentes narrativas de la diversidad(...)’’

ARTE Y GÉNERO: CONTEMPORÁNEO

ALGUNAS

CONSIDERACIONES

EN

LA

ESCENA

DEL

ARTE

En este marco, considero apropiado recordar que la representación de la mujer es una de las temáticas más importantes en las diversas épocas del arte. De acuerdo con lo expuesto, la mujer esta presente en el arte argentino como objeto preferentemente, abriéndose esta perspectiva durante el Siglo XX, donde también asume el lugar de sujeto de la producción artística, desde este lugar también va a llegar al momento donde produzca su obra desde una perspectiva de género. A partir de la mitad del Siglo XX se comienza a poner en juego nuevas relaciones de acción (producción), visibilidad, y sensibilidad en la praxis artística. A tono con esto, la producción de artistas mujeres, en la década del ’60, marca la visibilidad y la participación del movimiento 5 feminista en la escena estética y/o de artistas feministas con cierta conciencia de género, que denunciaban mediante sus producciones las significaciones patriarcales vigentes en la cultura contemporánea. Desde el orden teórico, Lucy Lippard, en 1977, cuestionaba la existencia de artistas mujeres en la historia del arte. En ese sentido, podemos apreciar, no porque no las hubiera, sino como las mujeres fueron históricamente silenciadas de las instituciones y de las practicas artísticas, relegándolas al plano de musas que revoloteaban circundando al ‘’genio 5 Entiendo por ‘‘Movimiento Feminista’’ a aquel movimiento político-cultural que pone en cuestión el orden patriarcal existente

6 creador’’masculino, o dándoles el pasivo plano del modelaje, a fin de ser representadas. ‘’El arte de las mujeres siempre fue , y eso no era la contracara de , sino del en sí. En este sentido el denominado puso en discusión los silencios que se dibujaron en torno a la escena estética en particular, y en la cultura general.´´ (GUTIÉRREZ, María Laura; 2008:5). Sobre todo se puso en tela de juicio la noción de ‘’genio creador’’ asociada a lo masculino, ya que esta representación simbólica, en concordancia con su vinculación socio-histórica, asociaba al arte, era relacionado casi exclusivamente con una práctica masculina. La mujer era relegada al rol de musa inspiradora, genio excepcional de la regla, modelo, pero nunca artista. Al igual que en el plano institucional, en lo local, muchas artistas mujeres pusieron en tela de juicio los parámetros culturales de género mediante la actividad artística y política, en relación a la necesidad de reafirmar la identidad de lo femenino, o sea, de una nueva forma de autorrepresentar lo femenino, enfocado en relación al cuerpo, la sexualidad, el deseo, los derechos, la utilización y reivindicación en los modos de producción de aquellas prácticas consideradas por la ideología patriarcal como ‘’femeninas’’, entre ellas los tejidos, las artesanías, el trabajo con la materia-tierra y la cultura de masas. De esta manera el advenimiento de la mujer en la escena artística y en la Institución Arte6 rearticulan el espacio artístico reconfigurando nuevos cruces en las producciones y recepciones estéticas, delineándose ejes como la autorrepresentación de la mujer (afirmación de lo ‘’femenino’’, o su puesta en discusión), o la ruptura con aquellos modelos de producción artística que se asocian con ciertas prácticas de lo ‘’degradado’’. Cabe aclarar que no voy a hacer un análisis formal específico de las obras/manifestaciones de arte de las artistas mencionadas, sino un paneo general de sus producciones, debido a que me extendería demasiado, dejando esta labor para, en otra oportunidad, analizar artista por artista detenidamente. Retomo desde las manifestaciones artísticas de estas mujeres: aquello que marca una ruptura con los cánones vigentes, ya sea desde la emergencia y exploración de diversos modos de producción y recepción como desde sus discursos y debates críticos y culturales en torno con las construcciones sociales del sexo/género, de los estereotipos de mujer, de su relación con el cuerpo, el deseo, la sexualidad, la violencia, el entorno general, etc. La teórica Hal Foster(1985), con sus planteos, abre un espacio para reflexionar acerca de la escena del arte contemporáneo, sus transformaciones socioculturales, críticas y debates de las últimas décadas, entendiéndose que ‘’las prácticas culturales de fines del Siglo XX pueden ser leídas como profundos cambios culturales, y como una contrapráctica tanto de la cultura oficial del modernismo como de la de un postmodernismo reaccionario’’ (GUTIÉRREZ, María Laura; 2008:3). En esta línea de pensamiento se sitúa Andreas Huyssen, al sostener que el posmodernismo es ‘’la tentativa de negociar formas de arte elevado, con ciertas formas y géneros de la cultura de masas y la cultura de la vida cotidiana’’ . (HUYSSEN; 2002:115). Estas cuestiones, sin lugar a dudas se ven reflejadas en las producciones de las artistas mujeres tomadas para el presente trabajo, dada en una relación no sólo dialéctica sino también crítica, surgida de una nueva sensibilidad estética-cultural deudora de los nuevos enfoques políticos y subjetivos que se fueron produciendo a partir de la década del ’60 aproximadamente. EN CUANTO AL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN Este trabajo parte de la experiencia personal de la acción y observación de registros representados a través de diversas manifestaciones estéticas como imágenes estimulantes relevadas mediante el discurso de , cuyo anclaje entabla construcción de sentido.

6 Tomo de Peter Burguer (1997) la caracterización de la Institución Arte como el aparato de producción distribución del arte, que determina esencialmente la recepción de la obra en una época histórica dada.

7 En cuanto a lo que refiere a la labor investigativa, ésta se encuentra en la etapa de relevamiento, indagación y análisis de datos. Por consiguiente, estoy transitando distintos recorridos simultáneos que refieren al marco conceptual y se orienta a seleccionar y fundamentar las producciones simbólicas. A sus efectos, es necesario tomar contacto con el despliegue histórico-social del lugar de la mujer en la cultura de Occidente y específicamente de Argentina de Siglo XX, y así llegar a previsualizar aquella identidad que se manifiesta. Entendiendo que no hay identidad sin alteridad, que lo mismo necesita de lo otro. Es interesante distinguir, a través de estas representaciones estéticas (que son producidas y que producen) una construcción identitaria, la construcción de la imagen de mujer en cada momento espacio temporal. Al punto que estas imágenes nos remiten a otras identidades, que pasan a ser percibidas como alteridades, debido a la diferenciación de alteridades. A la mujer se la ha definido históricamente como lo otro: ‘’la humanidad es macho, y el hombre define a la mujer no en sí misma, sino en relación a él(...)’’ (DE BEAUVOIR, Simone; 2005:18) El análisis que promuevo mediante estas representaciones es la reflexión en cuanto a qué imagen de mujer provocan, y si estas imágenes femeninas realizadas en diversos soportes de la creación visual contribuyen a generar y divulgar estereotipos de género, así como si aparece una reivindicación de lo femenino y de su puesta en visibilidad política y estética en las artes contemporáneas realizadas por artistas mujeres argentinas. Con el propósito anteriormente enunciado, llevo adelante el relevamiento del corpus, asimismo como la recolección del material visual y la búsqueda de bibliografía en relación a la imagen femenina de la Argentina de Siglo XX y sus representaciones en el arte. Con tal finalidad, esta labor, que se encuentra en sus primeros meses de trabajo, transita la selección de unidades de observación. A referencia, en la selección de imágenes pretendo incluir sólo aqullas realizadas por mujeres, estas últimas porque me parece interesante estudiar cómo se afronta la problemática de abordar su propia imagen. Estas representaciones nos pueden decir tanto más que su discurso verbal. Particularmente, para la constitución de la unidad de análisis tomé como universo a la sociedad argentina de finales de Siglo XX y principios de Siglo XXI, seleccionaré de ella la producción de artistas plásticas, cuyas representaciones intenten poner de manifiesto la racionalidad de una construcción social. De esta manera, estoy transitado un período de exploración y registro del cual resultara una muestra tanto de productores como de obras no tan conocidas, para tratar el tema expuesto. No pretendo recoger todas las imágenes existentes sino trazar un panorama eligiendo aquellas significativas para nuestra cultura. Entre estas representaciones simbólicas que, a través del arte elijo para analizar, unas focalizan en cuanto al recorrido significativo y subjetivo de la percepción del cuerpo femenino, posibilitando reflexionar acerca de la sociedad que les dio sentido y su contexto, mientra que otras se enfocan en otras cuestiones de genero. La intención del trabajo es llevar adelante el análisis e interpretación visual de las imágenes seleccionadas para tratar de rastrear la metamorfosis en la construcción de la imagen femenina que el arte representa y cómo los cambios de los cánones estéticos reflejan una postura social. La posibilidad de liberarse del corsé significó algo más que liberarse de una atadura física para la mujer, presuponiendo que esto se reflejo en su imagen. Abordar la lectura focalizada de estos discursos de producción plástica, pretende un acercamiento a una de las formas posibles de componer, exteriorizar y comunicar la construcción de la imagen de la mujer argentina en los diversos momentos del Siglo XXI. CONSIDERACIONES FINALES En líneas generales, las mujeres, victimas invisibles, sufren las consecuencias de las decisiones de aquellos que manipulan el poder, por lo habitual, hombres, ya que el ámbito privado

8 es manejado por el jefe del hogar, ya sea padre o esposo; y el público es un espacio preponderantemente masculino por tradición. Las mujeres en situaciones de conflicto que visualizan el problema, intentan encontrar soluciones, se convierten en agentes de cambio, y sacan adelante situaciones y crisis mediante estrategias derivadas de su rol de género. Estos conflictos, narrados en primera persona, historias de vida, como las producciones fotográficas de la artista Laura Villasol, pegan en la sensibilidad del receptor y lo involucra en una toma de posición, de la cual ya no le es posible hacerse el distraído teniendo que, en el mejor de los casos, tomar partido en la lucha hacia la igualdad y los derechos humanos. Las artistas mujeres mencionadas, a través de sus producciones, descentralizan el canon tradicional del arte hegemónico vinculado a lo masculino, occidental, blanco y burgués, dando lugar a discursos visuales no canónicos e indeseables por la concepción de un arte único y universal. O sea que ellas intentan sacar a la luz, mediante sus obras, ‘’narrativas de la otredad’’, tan valoradas desde las políticas de la identidad y que rompen con la universidad del arte dando lugar a una democratización del mismo, dando cuenta de la discursividad de lo y de la subjetividad de ese (la mujer). El rol que estas artistas asumen es el de analista cultural, actuando como mediadoras de la realidad al reinterpretarla acercándola de una manera más metafórica y/o poética (si se le puede decir), que nos va llevando a nosotros, como espectadores, a tomar una actitud crítica; estas imágenes desocultan tabúes, discriminación, y denuncias de la situación de la mujer en diversos ámbitos. Por ello, es interesante que desde el arte se puedan dar pautas para visualizar las cuestiones de desigualdad, a fin de asumir las mujeres muestras problemáticas, entender que nos concierne a todas y todos, ya que desde esta perspectivas nos aproximamos a entender quiénes somos. BIBLIOGRAFÍA AAVV (2001)Pintura Argentina – Panorama de Período 1810-2000, Buenos Aires, E.P.A.E.F.L.A. S.A. BARTHES, Roland (1968). Sistemas de la Moda. Barcelona. Gustavo Gilli S.A. BREA, José Luis (2004). El Tercer Umbral. Estatuto de las Prácticas artísticas en la Era del Capitalismo Cultural. Murcia. Ad Hoc BOURDIEU, Pierre (1995). Las Reglas del Arte. Barcelona. Anagrama. CHADWICK, William (1992). Mujer, Arte y Sociedad. Barcelona. Destino. DE BEAUVOIR, Simone (2005). El Segundo Sexo. Buenos Aires. Sudamericana. ECO, Humberto (2004). Historia de Belleza. Barcelona. Lumen. ERGAS, Yasmine (1993). El Sujeto Mujer: el Feminismo de los Años setenta-ochenta. En: Duby, George y Michel Perrot (editoras) Historia de las Mujeres. Tomo 10. Madrid. Taurus. FOSTER, Hal (comps)(1985). La Posmodernidad. Barcelona. Kairós. GARCÍA CANCLINI, Néstor (1995). Consumidores y Ciudadanos. México. Grijalbo. GIL, Calvo (2000). Medias Miradas. Un Análisis Cultural de la Imagen Femenina. Anagrama.

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Aportes del pensamiento de Beatriz Preciado al Trabajo Social: género, sexualidad, cuerpo y tecnología Francisco Gulino Área de Género y Diversidad Sexual, FTS, UNLP Eje Temático: Marcas de género en lo familiar y el trabajo [email protected] Palabras claves: Trabajo Social-género-sexualidad-cuerpo-tecnología i. Presentación Con este trabajo se pretende realizar una introductoria delimitación de aportes del pensamiento de Beatriz Preciado, referente de la denominada Teoría Queer entre las corrientes del pensamiento feminista, al Trabajo Social a partir de sus obras Manifiesto contra-sexual (2002) y Testo Yonqui1 (2014). Entre ambos escritos, Preciado demarca una serie de conceptualizaciones alrededor del género, la sexualidad, el cuerpo y la tecnología que adquieren relevancia al momento de establecer sus contribuciones al Trabajo Social. Esta presentación se propone examinar algunas de ellas y dos de sus nudos problemáticos de relevancia para esta disciplina. En primer lugar, se encuentra en las obras nombradas de Preciado un desplazamiento desde un constructivismo de género (Preciado, 2002) y social a una producción sociogenérica-sexual (Preciado, 2014) en tanto condición biopolítica (Hardt y Negri, 2006). Por medio de este pasaje, la filósofa española desmonta la operación de escisión entre naturaleza y cultura y su demarcación de un zócalo natural, sexual, prediscursivo, individual o presocial sobre el cual se inscribiría la cultura, el género, el discurso o la colectividad social. Dicho movimiento conceptual abre para el Trabajo Social una vía de problematización sobre su circunscripción a las Ciencias Sociales desde ciertos supuestos constructivistas de segmentación -y secuenciación histórica disciplinar- entre elementos biológicos y sociales, cuerpos y representaciones2, individuo y sociedad.

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Este texto fue editado por primera vez en España en el año 2008 por Espasa Calpe con el nombre Testo Yonqui. Su edición en Argentina por Paidós en el año 2014 se subtitula -¿en virtud de instalar alguna referencia para sus potenciales lectores criollos?- Sexo, drogas y biopolítica. 2 Michel Foucault nos propone en el primer volumen de su Historia de la sexualidad, “nada, pues, de una historia de las mentalidades que sólo tendría en cuenta los cuerpos según el modo de percibirlos y de darles sentido y valor, sino, en cambio, una historia de los cuerpos y de la manera en que se invadió lo que tienen de más material y viviente” (Foucault, 2006, p. 184).

En segundo lugar, la yuxtaposición entre cuerpo, subjetividad y tecnologías sociales planteada por Preciado (2002; 2014) permite revisar la condición del Trabajo Social en tanto actividad laboral operando entre tecnologías blandas y procesos subjetivos contemporáneos a través de una producción inmaterial (Hardt y Negri, 2004). Desde ambas tramas conceptuales, se hace posible interrogar al Trabajo Social en tanto profesión feminizada entre saberes y quehaceres en un régimen biocapitalista tecnológico (Preciado, 2014). ii. Producción social, genérica y sexual Beatriz Preciado (2002) señala como uno de los problemas irresueltos teórica y prácticamente por el feminismo del siglo XX, la reducción del cuerpo a “un grado cero o una verdad última, una materia biológica (el código genético, los órganos sexuales, las funciones reproductivas) ” (Preciado, 2002, p. 126). Las consecuencias que se derivan de esta posición son, según Preciado, la naturalización del cuerpo (sea femenino, sea masculino) y, por ende, la evasión de su producción social. Al mismo tiempo, para esta filósofa española, este feminismo constructivista (tanto como su oponente esencialista) se detiene en las distinciones naturaleza/cultura o discurso, sexo/género, individuo/sociedad desestimando o desatendiendo ciertas cuestiones. En primer lugar, este constructivismo elude tanto que la propia naturaleza humana está puesta en entredicho en “la producción de la vida social” contemporánea (Hardt y Negri, 2006, p. 13) como su imposible reducción al lenguaje (Murillo, 2006) o, en términos de Beatriz Preciado (2002), a una condición performativa lingüística y cultural. Por el contrario, las transformaciones antropológicas involucradas en la producción biopolítica, es decir, económica, política y cultural (Hardt y Negri, 2004) no se sustraen a las corporalidades, las emociones y los afectos sino que ellas son sus soportes dinamizadores en tanto componentes de la “fuerza orgásmica” del capitalismo farmacopornográfico (Preciado, 2014, p. 41)3. En segundo lugar, menosprecia las consecuencias de “una distinción entre sexo y género que viene a hacer efectiva la oposición tradicional entre cultura y naturaleza, y por extensión entre tecnología y naturaleza” (Preciado, 2002, p. 75), soslayando la producción técnica del sexo y del género y el emplazamiento de la tecnología en experiencias de resistencia. 3

Según Preciado la fuerza de trabajo en el capitalismo farmacopornográfico “es la potencia (actual o virtual) de excitación (total) de un cuerpo” (Preciado, 2014, p. 41).

En tercer lugar, obvia que es en la retroalimentación mutua entre las singularidades y lo común (Hardt y Negri, 2004) donde es necesario ubicar la producción genérica y sexual, porque si en la cooperación se produce subjetividad, a su vez esta producción subjetiva determina la actividad compartida en un movimiento que no cesa en tanto “composición abierta y plural” (Hardt y Negri, 2004, p. 225). Frente a cualquier solipsismo o esencialismo individualista, Preciado advierte en su “ensayo corporal” Testo Yonqui, “no me interesan aquí mis sentimientos, en tanto que míos, perteneciéndome a mí y a nadie más que a mí. No me interesa lo que de individual hay en ellos. Sino cómo son atravesados por lo que no es mío” (Preciado, 2014 p. 15). Estos desplazamientos conceptuales efectuados por Beatriz Preciado, aunados alrededor de su crítica al constructivismo de género (y, por ende, social), posibilitan perforar, desde tres ángulos, ciertos procedimientos disciplinares de autocontrol discursivo (Foucault, 2005) predominantes en el Trabajo Social. Por un lado, admiten suspender y revisar la secuencia histórica y epistemológica del Trabajo Social condensada en la demarcación de un pasaje ocurrido a mediados del siglo XX desde las Ciencias Médicas y Jurídicas a las Ciencias Sociales. Esta matriz diacrónica y teleológica de la profesión soslaya las variaciones tecnocientíficas ocurridas entre mediados del siglo XX y principios del XXI. Por otro lado, invitan a sortear la apreciación de los procesos de formación académica e intervención profesional en Trabajo Social desde un artificio de “depuración discursiva” (Preciado, 2002, p. 75) por el cual ambas instancias quedan reducidas a coordenadas lingüísticas y su “interpelación performativa” (Preciado, 2002, p. 105) sin considerar que “sus efectos son prostéticos: hace[n] cuerpos” (Preciado, 2002, p. 105). Por último, invocando la reciprocidad entre las singularidades y lo común, se enfrentan a la operación teórico-práctica del Trabajo Social de localizar un centro esencial en el individuo y su decisión como su prelación o autonomía en relación a la sociedad. Frente al supuesto de una reducción de las individualidades por parte de la acción compartida, Preciado, parafraseando a Michel Hardt y Antonio Negri, escribe “mi cuerpo: el cuerpo de la multitud” (2014, p. 102) apostando al aumento de las potencias singulares a partir de lo común (Hardt y Negri, 2004).

iii. Cuerpo, subjetividad y tecnologías sociales El cuerpo para Beatriz Preciado (2002) es plástico, es decir, no “tiene sus límites en la envoltura carnal que la piel bordea” (Preciado, 2014, p. 42) y cualquier artefacto prostético configura y reconfigura su producción irreductible a su condición orgánica o prediscursiva. “Ni organismo, ni máquina: tecnocuerpo” (Preciado, 2014, p. 42) escribe Preciado en Testo Yonqui porque, tal como ella misma experimenta, no hay cuerpo natural pero tampoco uso natural de las tecnologías. Desde aquí, y dialogando con la concepción foucaultiana de técnica en tanto “sistema de poder productivo” no represivo ni coercitivo (Preciado, 2002, p. 125), concibe a la tecnología no como factor ajeno al cuerpo y la subjetividad sino como medio de su producción. Coherentemente, sus nociones de sexualidad y género presumen esta cualidad tecnológica de producir cuerpos sexuados y generizados, respectivamente. Por un lado, una producción técnica de deseos y placeres que simulando su origen natural se ciñen en identidades sexuales (tecnosexualidad). Por otro, producción técnica del género a partir de ideales reguladores, o un “bioplatonicismo político-científico” (Preciado, 2014, p. 103), de las corporalidades femeninas y masculinas (tecnogénero). De esta manera, considerando al sexo y al género en tanto tecnologías o “formas de incorporación prostética” (Preciado, 2002, p. 134), Preciado reconstruye las configuraciones sociales que las incluyen diferencialmente desde fines del siglo XIX a principios del XXI, desde sus formas duras y externas a las blandas e incorporadas. Este segundo armado conceptual entre cuerpo, tecnología y subjetividad presente en las obras de referencia de Beatriz Preciado, permite examinar el emplazamiento tecnológico del Trabajo Social y su condición de profesión feminizada. Por un lado, partiendo de la cualidad inmaterial (Hardt y Negri, 2004) del proceso laboral desarrollado por las trabajadoras sociales, es posible señalar que sus procedimientos técnicos de producción de relaciones sociales, comunicativas, corporales y afectivas, son, principalmente, blandos, flexibles e incorporados. Por otro lado, frente a la consensuada asociación entre el desarrollo de ciertas cualidades laborales (quehaceres y saberes) en los agentes profesionales de Trabajo Social y su condición femenina, los postulados teórico-prácticos propuestos por Beatriz Preciado, exigen examinar la hipótesis de que es este tipo de actividad -eminentemente productiva y política (Hardt y Negri, 2004; 2006)- la que hegemoniza los procesos socio-productivos contemporáneos en un régimen biocapitalista tecnológico (Preciado, 2014).

iv. Bibliografía - Foucault, M. (2005). El orden del discurso. Trad. Alberto González Troyano. Buenos Aires: Tusquets. -Foucault, M. (2006). Historia de la sexualidad: la voluntad del saber. Trad. Ulises Guiñazú. Buenos Aires: Siglo XXI. -Hardt, M. y Negri, A. (2004). Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio. Trad. Juan Antonio Bravo. Buenos Aires: Debate. -Hardt, M. y Negri, A. (2006). Imperio. Trad. Alcira Bixio. Buenos Aires: Paidós. -Murillo, S. (2006). Introducción. En Murillo, S. (coord.), Banco Mundial. Estado, mercado y sujetos en las nuevas estrategias frente a la cuestión social (pp. 7-9). Buenos Aires: Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. -Preciado, B. (2002). Manifiesto contra-sexual. Trad. (del francés al español) Julio Díaz y Carolina Meloni. Madrid: Opera Prima. -Preciado, B. (2014). Testo Yonqui. Sexo, drogas y biopolítica. Buenos Aires: Paidós.

El camino ascendente y pedregoso de las sikuris peregrinas: a 20 años de la fundación de la banda femenina Nuestra Señora de Fátima María Alejandra Vega .IUNA/CAEA1. [email protected]. Palabras clave: feminismo, mercado laboral, Jujuy. Introducción San Francisco de Tilcara, capital del departamento homónimo de la provincia de Jujuy, se encuentra en la Quebrada de Humahuaca. Tilcara era el nombre de uno de los grupos étnicos que habitaban la región. Si bien la región estuvo bajo el dominio incaico sólo durante unos 50 años antes de la llegada de los españoles, a fines del S XVI, los registros de actividad humana en la zona superan los diez mil años de antigüedad. La resistencia que opusieron los grupos étnicos que poblaban la Quebrada de Humahuaca no pudo evitar la ocupación española, impulsada por la necesidad de abastecer a las minas de plata del Potosí. En poco tiempo los conquistadores impusieron sus instituciones, lengua y religión, aun cuando esta última no haya tomado siempre el camino que los evangelizadores pretendieron marcarle. Los procesos históricos que sucedieron a la creación del Virreinato del Río de la Plata y el agotamiento de las minas de Potosí, sumados a características vinculadas a su geografía, determinaron un progresivo aislamiento regional que hizo del noroeste argentino una zona conservativa. En épocas más recientes, los recursos mineros y la producción azucarera y tabacalera se constituyeron como las principales actividades económicas de la provincia, alrededor de las cuales se articuló la industria. A estos recursos se sumó la explotación de hidrocarburos, ubicados en otras zonas de Jujuy. En esta etapa la actividad industrial regional se ha basado principalmente sobre la explotación de recursos naturales y en la agricultura intensiva. Esta última aporta las materias primas para las industrias azucarera y tabacalera y se ubica en el 1

Instituto Universitario Nacional del Arte/Centro Argentino de Etnología Americana.

sur de la provincia, en zonas que poseen condiciones agroecológicas para estos cultivos. En los últimos tiempos los cítricos han reemplazado en algunas zonas a la caña de azúcar, debido al declive de los precios internacionales del azúcar. La Quebrada de Humahuaca, que quedó fuera de estos desarrollos industriales, conservó las características del llamado “paisaje cultural” de raigambre colonial. Este hecho, aunado a la existencia de sus bellezas naturales, propició el impulso oficial que se le otorgó a la explotación turística. Las gestiones de promoción se concretaron con la designación de la Quebrada de Humahuaca como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003. El impacto de la actividad turística produjo numerosos cambios en la vida de los habitantes de la Quebrada, los que afectaron no sólo la economía regional, sino también la vida social y la cultura del lugar. Para las jóvenes tilcareñas, el turismo presenta aspectos positivos, particularmente en relación a la interacción con mujeres que ocupan roles novedosos y diversos comparados con los de la sociedad tilcareña, así como oportunidades de empleo. En esta oportunidad nos focalizaremos en el impacto que ha producido la afluencia turística en el mercado laboral, analizando los cambios y continuidades que han tenido lugar en las vidas de las integrantes de la primera banda femenina de sikus, Nuestra Señora de Fátima.

Las bandas de sikus de Tilcara y los roles de género El siku es un aerófono de origen prehispánico de soplo directo al tubo, formado por una serie de tubos cerrados atados en forma de balsa, y que puede contar con más de una hilera. Se ejecuta tradicionalmente en bandas conformadas por varios pares de integrantes -grupos que incluyen membranófonos como el bombo, la huancara o el redoblante-, y forma parte de agrupaciones más reducidas, donde es ejecutado por un solo intérprete. El siku es hoy el emblema musical de los movimientos indianistas1 de la región andina de Bolivia y Perú debido a su origen prehispánico y a su modo de ejecución. Distintas 1

Los líderes indígenas denominan indianismo y movimientos indianos a la ideología y a las organizaciones que luchan por los derechos de los Pueblos Originarios, contraponiendo indianismo a lo que historiadores e investigadores en ciencias sociales han llamado indigenismo, corriente de pensamiento de fines del S XIX y principios del S XX surgida del seno de los intelectuales criollos, al que le cuestionan su deseo de “asimilar al indio”, reificándolo en una versión idealizada y estática que se ajusta a los moldes de los románticos mitos de origen de las naciones latinoamericanas de la modernidad. Utilizaremos la misma distinción.

variantes de flautas pánicas forman parte de los hallazgos arqueológicos de la región, el más antiguo hasta hoy descubierto, en Chilca, Perú, tiene una antigüedad de seis milenios, pero los descubrimientos se extienden a territorio argentino, donde se han encontrado ejemplares de arcilla cocida, madera y piedra en toda la zona del noroeste, de mayor sencillez que los hallados en Perú y Bolivia. En cuanto al modo de ejecución complementario que se practica en las bandas, los indianistas lo vinculan a su modo de vida tradicional (sumaj causay en quechua o suma qamaña en aymara3), y constituiría una metáfora de las relaciones entre los individuos y el entorno propias de la cosmovisión andina, organizada en torno a la reciprocidad (Vega 2011, 2012, 2013). Aunque los movimientos indianistas y los procesos de reetnización hayan cobrado relevancia en otros aspectos, la tradición regional de las bandas de sikus está ligada al catolicismo: en Tilcara se produce, en Semana Santa, la reunión de bandas de sikus más importante del país. Se trata de la peregrinación al Abra de Punta Corral. Hacia allí se lleva la imagen de Nuestra señora de Copacabana, patrona de Bolivia. Las primeras bandas estaban conformadas por inmigrantes bolivianos, y su origen se remonta a las cofradías y fraternidades de Santos y de advocaciones de la Virgen que surgen en la región andina hacia fines del S XIX. En el presente, las bandas forman parte de la identidad religiosa de Tilcara y de la Quebrada. El siku es considerado un instrumento masculino, tal como ocurre con numerosos instrumentos musicales en diferentes culturas, a los que se les atribuye una sexualidad determinada. Asimismo, el instrumento es tradicionalmente interpretado solamente por los hombres. Estos atributos tienen una estrecha relación con el calendario andino y la fertilidad, que tomaba como eje la producción agrícola. Del antiguo uso ritual de los instrumentos han pervivido los rasgos que asocian al siku al tiempo seco y lo masculino. La violación de la norma (esto es, la ejecución del siku por parte de una mujer) tendría como consecuencias tanto la esterilidad femenina como peligrosos desequilibrios de orden climático, asociados a los vientos y al régimen pluvial. Excluidas de la participación en las bandas (o, mejor dicho, relegadas al papel de servidoras, como cocineras o de encargadas del botiquín, y reflejando la subordinación femenina), algunas jóvenes supieron aprovechar la coyuntura favorable para organizar su

propio espacio de protagonismo, la primera banda femenina de sikus. Buscaron apoyo de las autoridades municipales -apelando a la importancia de promover actividades tendientes a la recuperación de la cultura indígena- y de la iglesia, que favoreció la incorporación de las mujeres en actividades de mayor relevancia a partir de la organización de las Comunidades Eclesiales de Base1. Luego de enfrentar el antagonismo que suscitó la iniciativa, finalmente se fundó, en 1997, la Banda Femenina Nuestra Señora de Fátima. La oposición a la formación de la banda femenina fundamentaba sus argumentos en las interdicciones de raigambre prehispánica mencionadas: “…sí, los viejos sobre todo todavía creen que si una mujer toca el siku no puede tener hijos, eso ya se tienen que dar cuenta que no va, con mirarnos a todas nosotras (risas)… lo que también se dice es que el siku atrae los vientos, por eso también se toca en una época del año, y la mujer no tiene que tocarlo. Ahora también tendrían que darse cuenta que, por ejemplo, ahora se toca el siku todo el año, no las bandas, pero en las actuaciones de los grupos folklóricos siempre hay alguien tocando sikus y no cambia por eso el tiempo… por eso cada vez menos se creen estas cosas…”

Quienes se oponían a la participación de las mujeres en las bandas o la creación de una banda femenina también encontraban argumentos vinculados al abandono del rol de género y el peligro potencial para la familia y los niños: “… lo que también decían algunos, y otros no lo decían pero lo pensaban, es quién va a cuidar a los hijos cuando las mujeres se van al cerro…”

Cabe señalar que las fundadoras de la banda aún no tenían hijos en aquel tiempo, pero el rol de cuidadora de la familia aparecía modelando la identidad femenina. Las obligaciones familiares, asimismo, interferirían no sólo durante los tres días que dura la peregrinación al Abra de Punta Corral, sino en la dificultad de disponer de tiempo para los ensayos. Este hecho es continuamente señalado por las integrantes de la banda, quienes manifiestan la dificultad que enfrentan para repartir las obligaciones domésticas con sus compañeros. “…la crianza de los hijos y todo lo de la casa le dejan [los hombres] a las mujeres, aunque no toquen y no suban ellos tampoco, es la mujer la que se tiene que quedar en la casa cuidando a los chicos. Para ensayar es lo mismo. Preguntan: ¿y quién cuida a los chicos?, aunque estén ellos en la casa sin hacer nada… así son los hombres…”

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Las CEBs y los Claretianos alentaron la participación de mujeres, campesinos e indígenas en la Iglesia, comprometiéndose con las necesidades de los sectores más humildes, siguiendo los lineamientos del Concilio Vaticano II. Las mujeres ganaron espacios de representación social, a partir de actividades que las jerarquizaron socialmente, tales como la labor de catequizadoras.

Trabajo, maternidad y emancipación La maternidad y la familia modelan y condicionan las actividades y la vida de las mujeres y niñas, quienes luego de cumplir con sus obligaciones laborales y/o de estudio deben abocarse a las tareas del hogar, dejando de lado el tiempo dedicado al ocio y al desarrollo personal para cumplir con la “doble jornada”. Sin embargo, este “deber ser” que condiciona las elecciones y los comportamientos de mujeres y niñas, y que presenta un modelo de maternidad sacrificial en el arquetipo de la Virgen María, legitima, a su vez, conductas cuestionables para una sociedad de estructuras patriarcales que asignan a los varones los roles de proveedores económicos vinculados al trabajo asalariado y extra-doméstico: “…yo me sacrifico por mi hija, para darle una vida mejor. Por eso trabajo y estudio, hago un gran esfuerzo, pero con el título, aunque no sea propiamente mi vocación, voy a conseguir un mejor empleo, estable… quiero tener una casa para mí y para mi nena, ahora vivo con mis papás, mi mamá me la cuida cuando no está en la escuela…”

Los hogares monoparentales, en muchas ocasiones compartiendo la vivienda familiar, son cada vez más comunes. Las situaciones de violencia doméstica1, para las cuales no hay respuesta de la policía ni políticas por parte del gobierno, eran frecuentemente soportadas por razones económicas: abandonar el hogar significaba no contar con el aporte del varón para sostener a la familia, razón por la cual muchas veces las esposas y madres permanecían al lado del abusador. En este sentido, la creación de puestos de trabajo ligados a la industria del turismo ha sido y sigue siendo un factor que favorece la emancipación de las mujeres, aunque no haya sido el único. La obligación de mantener la unidad familiar, condición deseable en la percepción de la sociedad sobre el lugar de las mujeres aún hoy, se ha debilitado en favor del rol de cuidadora de los hijos, y la posibilidad de manutención de éstos se combinó con la búsqueda de un entorno favorable para su crianza. Asimismo, las mujeres impulsaron cambios producidos en el seno de la iglesia católica, que cuenta en el presente con iniciativas institucionales en contra de la violencia de género. Los empleos que ofrece el turismo a las tilcareñas, sin embargo, reproducen los roles de género que imperan en la región. Las mujeres trabajan en hoteles como empleadas, sirviendo a los turistas, por lo general, en tareas de limpieza. La gastronomía también 1

El Mapa de la Violencia de Género en la Argentina (2011) confirma los relatos recogidos entre las informantes. De acuerdo a este y otros informes estadísticos, las provincias del norte argentino poseen los índices de violencia de género más altos del país.

utiliza mano de obra femenina, pero sólo una de las integrantes de la banda ha logrado abrir su propio restorán. En los emprendimientos hoteleros, cuyo capital pertenece a empresarios foráneos, uno de los puestos gerenciales está cubierto por una integrante de la banda, pero se trata de una persona de Buenos Aires con estudios universitarios afines al turismo. El resto de las integrantes se dedica a la docencia -replicando roles de género tradicionales-, o tiene un empleo público. El empleo público, como en el resto del interior de la Argentina, ha cubierto la retracción de la oferta laboral en el sector privado. En ningún caso las jóvenes de la banda tienen puestos con responsabilidad en la toma de decisiones. Debido a la edad, muchas de las integrantes son estudiantes, mayormente del colegio secundario. Dos de las integrantes, de la clase acomodada de Tilcara, estudian medicina en la ciudad de Córdoba, uno de los destinos de preferencia de los jóvenes en el interior del país. El ejercicio de la medicina también está vinculado al rol femenino de los cuidados, y, en este sentido presenta concordancia con las tareas que se espera realice una mujer. Ninguna de las integrantes de la Banda realiza artesanías para la venta, actividad económica que creció debido a la demanda de los turistas. Estas labores, que permiten a las mujeres llevarlas a cabo en el espacio doméstico junto a los hijos, representan de un modo más evidente la continuidad entre las tareas tradicionales realizadas por las mujeres y la generación de ingresos. Dicha actividad es muy poco atractiva frente a otras opciones de mayores ingresos y con perspectivas de progreso.

Trabajo y género en Tilcara: conclusiones Las actividades laborales de las integrantes de la Banda Femenina Nuestra Señora de Fátima representan las adaptaciones frente al cambio y el aprovechamiento de las oportunidades de empleo generadas a partir de la explosión turística producida en los últimos años, en especial a la década que transcurrió desde la patrimonialización de la Quebrada de Humahuaca. Los empleos generados en la actividad privada demandan personal principalmente en el área de servicios, ofreciendo estabilidad y un ingreso mensual fijo. Frente a la situación de precariedad laboral que ofrecían los trabajos en los que las mujeres se desempeñaban tradicionalmente, algunos de los empleos y profesiones

del sector servicios en los que hoy se desempeñan ofrecen aspectos positivos en relación a la independencia económica a la que pueden acceder. Más allá de la falta de acceso a la capacitación y al capital que afectan a los emprendimientos de los tilcareños y tilcareñas por igual, las estructuras de impronta patriarcal en las que está inmersa la sociedad jujeña obstaculizan el acceso de las mujeres a nuevos espacios en el ámbito laboral. Nos referimos a la posibilidad de acceder a puestos de mayor jerarquía o a la de llevar adelante proyectos propios. De este modo, y a pesar de las nuevas oportunidades y de las mejoras en sus ingresos y sus derechos como trabajadoras, las mujeres tienden a reproducir los roles tradicionales asignados al género. El turismo, que podría ofrecer oportunidades de emprendimientos en hotelería, gastronomía y comercio, encuentra a las tilcareñas en el rol de empleadas, no sólo por falta de capital y capacitación, sino principalmente por la dificultad de ubicarse en posiciones de liderazgo. Así, gran parte de las jóvenes de la Banda terminan realizando tareas de limpieza o gastronomía en relación de dependencia en hoteles o restoranes. Por otra parte, los empleos surgidos de la industria turística, que alcanza su mayor actividad en Semana Santa, se contraponen con espacios de representación social que fueron ganados con el esfuerzo colectivo en años anteriores a la patrimonialización de la Quebrada. Fuera del área del turismo, los profesorados y la carrera docente en general brindan posibilidades de un empleo estable, obra social y aportes jubilatorios, así como una perspectiva de ascenso social y mejora en el nivel de ingresos relacionada a los años de servicio y la capacitación. En este sentido, la elección de la carrera docente constituye una opción tradicional que mantiene su vigencia. En cuanto al comercio, las mujeres de Tilcara siguen administrando o colaborando en los negocios familiares orientados al consumo de los habitantes del lugar, aunque el movimiento comercial en general haya aumentado debido a la expansión del turismo. El trabajo artesanal local tradicional ocupa un lugar marginal en la actividad comercial. Las tejedoras locales no pueden competir con la invasión de los productos textiles de los países vecinos, producidos industrial y semi-industrialmente en Perú y Bolivia, que, con diseños coloridos inspirados en la iconografía andina y más económicos que las artesanías locales, atraen la atención del turista en busca de exotismo. La sobriedad del diseño local de las

tejedoras de la Quebrada se refugia en los locales del Instituto de Desarrollo Indígena o en los que administra la Pastoral Católica. La cadena de comercialización en general contribuye a la degradación del trabajo artesanal, ya que las ganancias quedan en manos de los dueños de los comercios y generando situaciones de explotación. Para las jóvenes, que tienen acceso a otras fuentes de ingreso, la producción de artesanías no constituye una opción viable. Los condicionamientos sociales y culturales de la sociedad tilcareña –en cuya conformación incide fuertemente la religiosidad católica- orientan a las mujeres desde pequeñas hacia un destino muy preciso, el de ser madres. La maternidad es el eje alrededor del cual se construye la identidad femenina, por ello no debe sorprender que sea, en muchos casos, el factor decisivo que orienta sus elecciones en lo concerniente a lo laboral. La historia infantil de las niñas es muy diferente de la de los varones, y está relacionada con cuidar y servir a los demás, un “ser para otros”, especialmente para sus hijos. La orientación hacia las actividades laborales relacionadas a estos roles atraviesa todas las clases sociales; inclusive quienes tienen la posibilidad de estudiar una carrera universitaria fuera de Jujuy eligen la medicina o actividades auxiliares a ésta. Las jóvenes de familias de menores recursos continúan sus estudios en Tilcara (o Humahuaca), lugares donde la oferta de formación es escasa. En estos casos, la carrera preferida es la docente, que brinda, más allá de una perspectiva de estabilidad económica y de ascenso social, la posibilidad de tener un empleo de media jornada, lo cual permite que las mujeres no abandonen el rol de cuidado del hogar y los hijos que la sociedad les demanda. El desarrollo del turismo también ha movilizado el sector de la construcción. En este último caso, se trata de una actividad masculina (con excepción de la construcción comunitaria de viviendas organizada por ONGs). Los servicios de mantenimiento de instalaciones eléctricas, así como los de traslados de pasajeros, son territorio masculino, por su relación con la tecnología, cuya experticia se fomenta en los varones desde la infancia. En el caso del manejo de vehículos y el desplazamiento de un sitio a otro se suma el alejamiento del hogar con rumbos y horarios imprecisos, lo que compromete el rol femenino de atención de la familia, y, además atenta contra las posibilidades de control sobre las mujeres.

Las aparentemente modestas oportunidades de empleo propiciadas por el turismo (así como la oferta educativa regional) -aunque reproduzcan la condición femenina de subalternidad, ligada al servicio y los cuidados-, en combinación con la potente carga simbólica de la maternidad, presentan una faceta que ha permitido a las jóvenes deshacerse de relaciones matrimoniales abusivas, ya que se posibilitan una ruptura con la dependencia económica del esposo, contribuyendo a que muchas de ellas puedan llevar adelante acciones concretas para poner fin a relaciones de sometimiento y maltrato, ya que pueden que abandonar la relación manteniendo a los hijos a su lado. Es frecuente el regreso a la casa de los padres luego de estas rupturas, ya que por lo general los ingresos no son suficientes para afrontar los gastos de una vivienda. Aun en estos casos, las mujeres pueden hacerse cargo de mantener a sus hijos, y hasta contribuir con la economía en la casa paterna. De este modo, las mujeres se encuentran liberadas del estigma del abandono de su familia, manteniendo la identidad de género mujer-madre y la valoración positiva por parte de la sociedad. La pelea que las jóvenes tilcareñas han dado para conformar la Banda de Sikus Nuestra Señora de Fátima determinó el acceso a espacios y roles vedados a las mujeres y constituyó un extraordinario proceso de empoderamiento que rompió barreras que las mantenían en el lugar de acompañantes o servidoras de los hombres instrumentistas. La trascendencia de este cambio sólo puede entenderse teniendo en cuenta la relevancia de la Semana Santa en el NOA en general y en Tilcara en particular, donde las mujeres han ganado un espacio de representación social que les había sido negado. Finalmente, los empleos generados por el turismo, coincidentes con la época de mayor actividad en Tilcara, constituye un factor más, que impide a las integrantes de las bandas sumarse a la peregrinación al Abra de Punta Corral, celebración que motivó la iniciativa de generar un espacio con un rol protagónico, una paradoja para la que la banda no tiene respuesta. La apuesta, intuitiva y angustiosa, es incorporar a un buen número de niñas y jóvenes sin obligaciones familiares o laborales. No sólo porque nadie quiere renunciar al trabajo que permite acceder a una independencia económica, sino porque nadie, en la actual generación, alienta la esperanza de un cambio para lograr distribuir equitativamente las obligaciones domésticas y el cuidado de los hijos, al que no pueden permitirse renunciar. Bibliografía

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Familia y heteronormatividad 1 Luciana Guerra Profesora de Filosofía, Becaria del CONICET, miembro del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CINIG), FAHCE, UNLP.

Desde diferentes disciplinas y perspectivas es estudiada una institución tan compleja y dinámica como la familia. Abordajes estadísticos, antropológicos, sociológicos, históricos, intentan comprender y analizar la diversidad de estructuras familiares. Incluso, estos estudios, cambiaron la noción de “familia” por el de “organizaciones familiares” para evitar caer en definiciones ahistóricas y monolíticas que pretenden instalar como “natural” una única manera de agrupamiento familiar. Sin embargo, la feminista marxista Heidi Hartmann, considera que estas investigaciones históricas, sociológicas y antropológicas, abordan las organizaciones familiares como unidades cuyos miembros comparten intereses, minimizando la conflictividad que pueda darse entre los mismos. Este punto de partida teórico no es favorable para visibilizar y comprender la situación concreta de las mujeres en el seno familiar. A partir de los aportes de los Estudios de Género y de la teoría feminista, la familia va a ser cuestionada y denunciada como ámbito de dominación masculina por excelencia dónde el mandato patriarcal de ser madre opera como eje organizador de la vida de las mujeres. Las relaciones de poder, las jerarquías por edad y sexo, la Heterosexualidad Obligatoria, la división sexual del trabajo, el trabajo doméstico no remunerado, la transmisión de valores patriarcales, la producción del binarismo sexual y la reproducción de los estereotipos de género en el proceso de socialización, son algunas de las categorías producidas por la teoría feminista para visibilizar los mecanismos de subordinación de las mujeres. Lejos de considerar a la familia como una unidad armónica con intereses comunes, esta perspectiva pone de manifiesto los conflictos y las tensiones existentes en la misma. Teniendo en cuenta los cambios económicos y políticos de los últimos tiempos y el impacto que los mismos han tenido en la estructuración de las familias, intentaré analizar, en qué medida, la familia continúa siendo o no una institución medular del sistema patriarcal, reproductora 1

La palabra familia deriva del Hosco “famulus” que significa ‘sirviente’; que deriva de “famel”, ‘esclavo’. En el sentido primitivo familia aludía al conjunto de esclavos y sirvientes que se hallaban bajo la autoridad del “pater familias”

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del orden heteronormativo. Con esto, nos referimos a un orden construido a partir de un sistema sexual binario y jerárquico: mujeres / femeninas / inferiores y varones / masculinos / superiores, reforzado, a su vez, por la esencialización de la sexualidad a través de la imposición de la Heterosexualidad Obligatoria. En definitiva, este sistema sexo-género como lo denominó Gayle Rubin, no sólo limita la definición de lo humano a dos categorías genéricas, varones y mujeres, sino que también disciplina el deseo sexual para que los sexos opuestos se atraigan mutuamente. Resulta de suma importancia para nuestro análisis, señalar que la heteronormatividad del patriarcado conduce a la discriminación e inferiorización tanto de toda orientación sexual disidente, como de cualquier identidad genérica que no respete la dicotomía varón-mujer –léase: travestis, transexuales, intersexuales, transgéneros, lesbianas, bisexuales, gays. Un recorrido por la realidad cotidiana de éstos colectivos humanos, nos permitirá analizar en qué sentido la “crisis de la familia” de la que tanto se habla tiene que ver con una apertura ideológica respetuosa de las múltiples maneras de vivir, construir y habitar las comunidades denominadas familias, o responde al alarmismo nostálgico de mentes conservadoras que perderían muchos privilegios si la “familia tradicional” deja de ser modelo y ejemplo de vida para las futuras generaciones.

El contrato sexual y la Heterosexualidad Obligatoria

Carol Pateman en su obra El contrato sexual desarrolla un lúcido análisis respecto al medio a través del cual se constituye y legitima el patriarcado moderno. La historia política más influyente de la modernidad es la del contrato social. Pateman revisa críticamente las tesis de los teóricos clásicos del contrato social moderno -Hobbes Locke y Rousseau- para visibilizar un sesgo genérico en el llamado “contrato original” que da nacimiento a la sociedad civil legitimando la autoridad de los Estados modernos. En sus palabras: “El contrato original es un pacto sexual-social, pero la historia del contrato sexual ha sido reprimida.” (Pateman, 1995, p.9) Según la autora, la historia del contrato social es la historia de la génesis de la esfera pública propia de los fráteres ciudadanos e iguales, ámbito de la libertad y el poder masculino. Por su parte, la historia del pacto o contrato sexual es la historia invisibilizada de la sujeción y dominación de las mujeres, relegadas a la esfera privada, considerada como poco relevante para la vida política del conjunto social. Los sujetos del contrato original son los varones, únicos dotados según los clásicos de los

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atributos para la realización del mismo (racionalidad, neutralidad, etc). Por el contrario, las mujeres son lo pactado, el objeto que sella el pacto. Como se sabe, la ficción política parte de un supuesto estado de naturaleza que encuentra su fin con el tránsito a través del contrato originario a la sociedad civil. Es importante destacar que aunque las mujeres no forman parte de este contrato originario no permanecen en el estado de naturaleza. La antinomia natural / civil se va a reflejar entonces, en la oposición público / privado. La esfera privada va a ser el lugar asignado para las mujeres, una esfera que es parte de la sociedad civil, pero está separada de ella. Esto se evidencia en que luego de llevarse a cabo el pacto originario el término “civil” va a ser asociado no a la totalidad de la “sociedad civil” sino, curiosamente, sólo a su esfera pública. Pero tanto una esfera como la otra van a adquirir significado en la interrelación que las une y opone al mismo tiempo. Como Pateman señala

La esfera (natural) privada y de las mujeres y las esfera (civil) pública y masculina se oponen pero adquieren su significado una de la otra, y el significado de la libertad civil de la vida pública se pone de relieve cuando se lo contrapone a la sujeción natural que caracteriza al reino privado.(...)

Lo que significa ser un

, un hacedor de contratos y cívicamente libre, queda de manifiesto por medio de la sujeción de las mujeres en la esfera privada.” (Pateman, 2005, p.22)

Esta conceptualización que Pateman elabora del contrato social / sexual como vehículo mediante el cual los varones legitiman el acceso, uso y abuso del cuerpo de las mujeres tiene importantes puntos en común con la noción de “ley del derecho sexual masculino” formulada por Adrienne Rich. La autora explica la existencia de dicha ley patriarcal a través de lo que denominó la institución política de la Heterosexualidad Obligatoria. Desde una perspectiva construccionista de la sexualidad, y posicionada ideológicamente en el feminismo lésbico, Adrienne Rich sostiene que la Heterosexualidad Obligatoria necesita ser reconocida y estudiada como una institución política. Con dicho planteo la autora ataca dos prejuicios persistentes relacionados con la sexualidad de las mujeres: en primer lugar, que éstas se hallan orientadas sexualmente hacia los varones de manera innata; y, en segundo lugar, que el lesbianismo es una representación de recelo hacia los hombres. Postular el carácter innato de la heterosexualidad elimina la posibilidad de pensar la orientación sexual como una elección. A su vez esencializa la sexualidad ya que, desde este

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punto de vista, la heterosexualidad sería una suerte de “naturaleza” y quienes no la respetan, aparecen como antinaturales, anormales, enfermas/os, etc. En su análisis, Rich, pone de manifiesto la incoherencia de semejante argumentación esencializante, ya que si la heterosexualidad fuera realmente innata, ¿por qué, [se pregunta], son necesarias restricciones tan violentas para asegurar la lealtad y sumisión emocional y erótica de las mujeres respecto a los varones? (Rich, 1985, p.11) Los mecanismos de disciplinamiento y sometimiento para la instauración de dicha institución son múltiples y todos se anclan en la violencia contra las mujeres que va desde lo físico hasta lo psíquico pasando por lo simbólico. Rich enumera un amplio número de prácticas en las cuales se expresa la manera en que opera la Heterosexualidad Obligatoria. La primera de ellas es negar a las mujeres el desarrollo de su sexualidad, y se refleja en prácticas tales como la ablación de clítoris o su negación psicoanalítica; la negación de la existencia lesbiana a través de asesinatos, persecuciones, expulsión de la historia; restricciones contra la masturbación, entre otras. La segunda práctica que disciplina y somete a las mujeres es la imposición de la sexualidad de los varones, reflejado en prácticas tales como las violaciones (incluida la marital) y maltratos a las esposas; en el incesto padre-hija, la prostitución, el harén, la ideología del idilio heterosexual; en representaciones pornográficas de mujeres respondiendo positivamente a la violencia sexual y a la humillación, cuyo fundamento es la noción de que el impulso sexual masculino equivale a un derecho inviolable que, una vez desatado, no admite un “no” por respuesta. Otra práctica es la de disponer y utilizar el trabajo de las mujeres para controlar su producción que tiene lugar en el matrimonio y la maternidad en tanto producción no remunerada, el control masculino del aborto, la contracepción y el parto. Podría decirse que la Heterosexualidad Obligatoria como medio de asegurar el derecho masculino de acceso físico, económico y emocional sobre las mujeres es habilitada por el contrato sexual desarrollado por Pateman. Ambas autoras comparten que la dominación masculina no se da solamente en la esfera privada, sino que el poder patriarcal gobierna en toda la sociedad civil.

División sexual del trabajo.

Asociar la esfera pública al género masculino y la privada al género femenino trae aparejada una división de tareas y roles claramente demarcados. La división sexual del 4

trabajo es configurada por el sistema capitalista y patriarcal que estructura nuestras sociedades. El trabajo en el hogar, el cuidado de los hijos y los servicios personales y domésticos al esposo van a ser considerados como las actividades “naturales” y propias de las mujeres. Por el contrario, los varones van a ser los encargados del trabajo asalariado por tanto los proveedores del sustento familiar. De la misma manera que Pateman sostiene que el espacio público encuentra su significado pleno en relación a la definición del espacio privado, encontramos que la supremacía o superioridad de los varones sólo puede comprenderse a la luz de la inferiorización de las mujeres. La construcción binaria masculino superior / femenino inferior engloba una serie de características jerarquizadas donde lo positivo esta del lado masculino y lo negativo del femenino. Para ellos, los trabajos que sólo seres activos, racionales y fuertes son capaces de realizar. Para ellas, los trabajos propios de cuerpos débiles y almas emotivas siempre preocupadas por el bienestar de los otros pero nunca de sí mismas. Con el mito del instinto maternal, la ideología patriarcal presenta a la maternidad como el sentido de la existencia de las mujeres. Pero la maternidad sólo es legítima en el marco de la Heterosexualidad Obligatoria. Si una mujer decide tener un hijo/a sola, es mirada con malos ojos por una sociedad empapada de valores judeo-cristianos. Si una lesbiana desea tener un hijo con su pareja corre igual suerte. Como las activistas de Lesmadres enuncian:

Cuando las lesbianas queremos ser mamás, enfrentamos discriminación en cada etapa del proceso: amig@s y familiares que se preguntan y nos preguntan si no es malo para l@s chic@s tener dos mamás, médic@s dedicad@s a la fertilización asistida que ignoran todo sobre las lesbianas y nos tratan como si tuviéramos problemas de fertilidad o directamente se niegan a atendernos, obstetras que nunca pensaron que embarazo no es equivalente a heterosexualidad, clínicas y hospitales donde parimos que no están preparados para recibirnos como pareja, leyes (o ausencia de ellas) e instituciones vinculadas a la adopción que nos excluyen como lesbianas de la posibilidad de adoptar (a menos que estemos dispuestas a casi negar que lo somos). Cuando nuestras hijas e hijos ya están con nosotras, tenemos que enfrentar la discriminación en la figura de pediatras y de las instituciones educativas. Pero la mayor discriminación es la exclusión del discurso, el destierro de aquello que puede ser dicho: de nosotras, lesbianas mamás, no se habla; de nuestras panzas embarazadas no se habla; de nuestr@s bebés no se 5

habla; de nuestras hijas e hijos no se habla. Por eso es necesario recuperar la palabra. Por eso quisimos compartir lo que aprendimos en nuestras búsquedas en medio de tantos silencios, con la esperanza de facilitar un poco las búsquedas de otras .(Lesmadres, 2009, p. 3)

Como vemos maternidad implica una familia nuclear heterosexual y una gran cantidad de tareas no remuneradas que las mujeres deben realizar. Si bien estos últimos años las mujeres lograron avanzar sobre el espacio público realizando trabajos que años atrás eran impensados para las mujeres, el trabajo en el hogar sigue estando a cargo del género femenino. Como bien señala María Antonia Carbonero Gamundi:

Numerosos estudios muestran que el significado del trabajo remunerado es todavía distinto para maridos y esposas en la mayoría de las familias. En general, el hombre parece más propenso a mantener el trabajo remunerado y la familia como esferas separadas en su vida, mientras la mujer en parte condiciona su participación en el mercado de trabajo a las necesidades de la familia. Todos los resultados muestran una resistencia notable al cambio en la división del trabajo en el hogar y en el exterior, atravesada por la línea de género. Cuando hay un incremento en las responsabilidades

familiares,

las

mujeres,

y

no

los

maridos,

responden

mayoritariamente reduciendo la cantidad de tiempo gastado en el trabajo remunerado. La situación más característica es cuando hay niños pequeños en el hogar, entonces las mujeres casadas son las que tienden a dejar los empleos o bien, en algunos países, a reducir el tiempo de empleo remunerado.” (Gamundi, 2007, p. 83)

Otro aspecto para destacar es que los cargos asignados a las mujeres en el ámbito público parecen ser, en su mayoría, una extensión de las tareas realizadas en el hogar. Maestras, enfermeras, secretarias, empleadas domésticas, obreras textiles, lavanderas, etc., son algunas de las ramas del mercado laboral consideradas femeninas. Hace más de 2000 años que Aristóteles sentenció que ...el macho es superior por naturaleza y la hembra inferior; uno gobierna y la otra es gobernada; este principio de necesidad se extiende a toda la humanidad. (Aristóteles, ,1254 b 13-15) . Esta naturalización de la inferiorización de la mujer desarrollada elocuentemente por la tradición 6

filosófica androcéntrica legitima la desigualdad de posibilidades laborales entre los sexos. La capacidad de mando, considerada virtud masculina, reserva a los varones cargos jerárquicos y directivos que implican toma de decisiones. Si bien esto tiene que ver con relaciones de poder, dominación y explotación impuestas históricamente, se pretende deducir semejante estado de cosas de esencias metafísicas que definen las capacidades de lo femenino y lo masculino. Esta desvalorización compulsiva de las mujeres hace incluso que por el mismo trabajo reciban un salario menor al que se le paga a un varón. 2 Si tenemos en cuenta que las mujeres realizan las dos terceras partes de la jornada mundial de trabajo y perciben un 10% de las remuneraciones totales, tienen un 1% de la propiedad mundial y son el 80 % de los 1500 millones de pobres que hay en el mundo, es evidente que no sólo factores de clase pueden explicar por qué son las mujeres las más pobres entre los pobres. Desde mi punto de vista, la variable de género resulta indispensable para comprender la situación de opresión y explotación de las mujeres. Federico Engels en el prefacio a la primera edición del El origen de la familia la propiedad privada y el Estado escribe

Según la teoría materialista del Estado, el factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la producción y reproducción de la vida inmediata. Pero esta producción y reproducción son de dos clases. De una parte, la producción de medios de existencia de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie. El orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados, está condicionado por esas dos especies de producción: por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra. (Engels, 1976, p.3)

Si bien esta cita plantea que tanto la producción de bienes como la producción de personas son centrales y determinantes en la historia, la tradición marxista sólo ha puesto esmero en comprender el modo de producción de objetos. Resulta indispensable, a mi modo de ver, analizar con mismo esmero y seriedad el modo de producción y reproducción de los sujetos históricos. Cómo se moldean y disciplinan los cuerpos, el deseo y las subjetividades desde 2

El 17 de agosto de 1907, en la ciudad alemana de Stuttgart, se celebró la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas organizada por Clara Zetkin. En la misma se resolvió exigir, bajo la consigna “salario igual para trabajo igual” igualdad de oportunidades laborales para las mujeres. Fueron Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin las encargadas de redactar la resolución de la Conferencia.

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un sistema que convierte en inteligible solamente los cuerpos normativizados por el dimorfismo sexual.

El sistema sexo-género y la insolencia de lxs anormales

El sueño que me parece más atractivo es el de una sociedad andrógina y sin género (aunque no sin sexo), en que la anatomía sexual no tenga ninguna importancia para lo que uno es, lo que hace y con quien hace el amor. Gayle Rubin

Gayle Rubin define al sistema sexo / género como el ...conjunto de disposiciones por el cual la materia prima biológica del sexo y la procreación humanas son conformadas por la intervención humana y social y satisfechas en una forma convencional... (Rubin, 1986, p. 11) El feminismo radical de los 70 desarrolló el concepto de patriarcado para dar cuenta de un sistema de dominación sexual, con el fin de distinguirlo del modo de producción como sistema económico de dominación. Pero Rubin prefiere utilizar el término sistema sexo / género ya que lo considera un término abstracto que puede ser aplicado para analizar las distintas formas en que las sociedades humanas han tratado el sexo, el género y la procreación. Así como el marxismo habla de modos de producción y el capitalismo es uno de ellos, el concepto patriarcado 3 , según Rubin, podría generar confusión debido a que no permite distinguir la capacidad y la necesidad humana de crear un mundo sexual y los modos empíricamente opresivos en que se han organizado los mundos sexuales” (Rubin, 1986, p. 14) Lo que le interesa resaltar con esta distinción terminológica es que si bien casi todas las sociedades, por no decir todas, han organizado la sexualidad y producido el sexo con la violencia propia de

las jerarquizaciones genéricas, es posible construir una sociedad

sexualmente igualitaria.

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Gayle Rubin considera al patriarcado como una forma específica y concreta de dominación masculina de pastores nómades cuyo poder absoluto sobre esposas, hijos y rebaños estaba en manos del patriarca familiar que fundaba su poder en la institución paternidad.

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El sistema sexo-género disciplina los cuerpos y el deseo a través de la heteronorma. La conceptualización de lo humano sólo va a ser inteligible dentro del dimorfismo sexual. Varones y mujeres agotan el universo de lo humano desde esta perspectiva binaria. Los mecanismos de disciplinamiento y control genérico operan incluso antes del nacimiento de lxs niñxs. Se suele preguntar a las embarazadas con panza de varios mesas ¿ya sabés qué es? ¿es nena o nene? La genitalidad observada por el médico determina el sexo. Sexo masculino o sexo femenino son los protagonistas del orden heteronormativo. Todo cuerpo que no se ajuste a estos códigos jerárquicos y binarios va a sentir sobre su existencia la despiadada y muchas veces bendecida violencia de género. Cuando la niña no juega a la muñeca sino que se trepa a los árboles, cuando rechaza los vestidos y el color rosa, en definitiva cuando no se comporta como una señorita los estigmas aparecen como mecanismos de adoctrinamiento. Marimacho, machona, varonera, india y mal educada son las primeras agresiones que demarcan los límites que no deben ser trasgredidos. Por su parte, el niño también tiene juegos en los que debe ensayar su futura masculinidad hegemónica. No llorar, ni usar el color rosa, no vestirse de princesita ni pintarse los labios, ejercitar su fuerza jugando a la lucha. Autos, camiones, aviones y barcos, son juguetes ideales para los niños. Los roles genéricos son aprehendidos en la más tierna edad y el sexismo estridente de los juguetes reprime y limita la libertad en la infancia. La familia, la escuela, y los medios de comunicación están sincronizados para afianzar los estereotipos de género. La diversidad de identidades genéricas o bien es invisibilizada o estigmatizada y patologizada. Una violencia que ni siquiera se la reconoce como tal sino que se la considera una practica “curativa” y/o “sanadora” es la mutilación infantil intersex. La supuesta ambigüedad sexual de las niñas y niños intersexuales es condenada por el poder médico. La “normalización” a través de intervenciones quirúrgicas de “reconstrucción” genital en los primeros años de vida es la manera en que la violencia médica opera apoyada en el diagnóstico heteronormativo de “ambigüedad sexual”. Esta brutalidad es combatida por el activismo intersex cuyas demandas fundamentales son el reconocimiento de ...la intersexualidad como posición identitaria particular, (...) el respeto por la integridad corporal de los niños y niñas intersex, a partir de dos reconocimientos: en primer término, la propiedad individual del propio cuerpo; en segundo término, el carácter histórico, construido y contingente de la relación entre corporalidad y género, incluyendo la definición de genitales femenina o masculinamente “adecuados”. (Cabral, 2007, p.181) 9

La identidad travesti también es altamente violentada. En un informe sobre la situación de la comunidad travesti en la Argentina coordinado por Lohana Berkins y Josefina Fernández se detallan datos que muestran las constantes violaciones a los derechos humanos de las travestis. De cada 100 travestis, 86 fueron agredidas por la policial. En la calle, en las instituciones de salud, educativas y en la familia la travestofobia es generadora de múltiples formas de violencia, tanto psíquica y simbólica como física. El desorden genérico que implica el travestismo es atacado por padres, madres, hermanos/as, compeñeras/os del colegio y todos/as los/as que representan “otros significativos” en los procesos de socialización. 4

El vestirse como mujer, maquillarse y probarse medias y tacos es un recorrido solitario, a escondidas de la mirada de los otros. Hay algo de ese juego solitario que los demás perciben pero callan o nominan de modos que resuenan. Y así, durante mucho tiempo, quizá toda la adolescencia [y también la infancia] , el tema permanece silenciado. ¿Qué es ser travesti? ¿Vestirse como tal, transformar el cuerpo, sentirse de una determinada manera?¿Desde cuándo se es travesti? ¿Siempre? (...) La escuela, como la familia, no aparece como un lugar en donde poder plantear estos interrogantes. Las dificultades de transitar el travestismo en estos espacios conducen, en muchos casos, a optar por migrar a grandes ciudades en las cuales el anonimato y el contacto con otras travestis permiten, tal vez, dar una respuesta a aquellos interrogantes. (Berkins y Fernández, 2005, p.101)

La rebeldía genérica de las identidades travesti, transexual, intersexual y transgénero es una amenaza para el poderoso binarismo sexual del que venimos hablando. Pero la sexualidad también es un campo minado de violencias. La Heterosexualidad Obligatoria, como vimos, es una institución central del poder patriarcal. Que una mujer desee a otra mujer sexual, erótica y afectivamente implica un acto de independencia respecto de la sexualidad masculina. La consecuencia política del deseo lésbico es la pérdida de privilegios de los varones sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres. Esto debilita el consenso que habilita el heterosexismo, necesario para perpetuar la dominación sobre el grupo oprimido. A su vez los ámbitos de dominación creados para avalar el heteropatriarcado – el Estado y demás instituciones: escuela, familia, entre otras- se resquebrajan, ya que estos parten del 4

Una película que refleja muy bien la violencia transfóbica en la familia y en la sociedad en general ejercida sobre niñas y niños es “Mi vida en Rosa” de Alain Berliner (1997).

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supuesto imperativo de la heterosexualidad obligatoria. El lesbianismo, entonces, amenaza la raíz de la dominación masculina que utiliza la erotización para someter a las mujeres. Si éstas desean a su amo- marido/ novio/ amante -alias príncipe azul-, facilitan la subordinación al patriarca. La invisibilización es el mecanismo característico de violencia contra las lesbianas. Cuando la lesbiana pronuncia su deseo dentro de la esfera familiar las manifestaciones de violencia son múltiples. Desde la expulsión de la casa, hasta la negación sistemática a través del silencio, o incluso en la discriminación implícita de la tolerancia. Como lo femenino es considerado inferior todo cuerpo que exhiba significantes femeninos ocupa un lugar de subalternidad. La estigmatización de los gays es un elemento constitutivo de la socialización masculina hegemónica. Determina los límites que no deben ser transgredidos si se quiere se un verdadero “macho”. Ser varón, ser poseedor de virilidad, significa no ser puto y no ser mujer. Mientras más marcas femeninas presente en su cuerpo, mayor la discriminación. Incluso el hecho de ocupar un rol “pasivo” en la práctica sexual es visto con mayor desprecio que los gays “activos”. Desde ya que esta oposición activo/pasivo responde a construcciones estereotipadas esencializantes y pensar que hay gays activos y pasivos es consecuencia de los prejuicios genéricos heterosexistas. Hace solamente 19 años que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció que la homosexualidad no era una enfermedad. Si bien esto fue un avance en el plano formal, la realidad es que esta construcción histórica que identifica la homosexualidad como una perversión aún se hace eco en la sociedad. Teniendo en cuenta este marco de violencia heteronormativa, intentaremos analizar en qué sentido, y en qué medida, puede decirse que la familia tradicional está en crisis.

Cambios y permanencias en la familia argentina.

Pero igual hay algo primordial que es defender y amar nuestra familia Argentina. Preservar la fe y la moral, rezar y promover parejas bien constituidas. (Viudas e hijas de Roque Enroll) 11

En los últimos años se registran cambios en las estructuraciones familiares de nuestro país. Alicia Itatí Palermo sintetiza las variaciones que considera más significativas de la siguiente manera:

a) incremento de las uniones de hecho y disminución de las uniones legales. (...) b) aumento de la edad en la que se accede a la unión, sea de hecho o legal. c) incremento de los hijos nacidos fuera del matrimonio. d) aumento de las separaciones. (...)e) aumento de las familias reconstituidas, las familias sin hijos y las familias con jefaturas femeninas.; f) aumento de los hogares unipersonales. (...); g) las familias nucleares, si bien ha descendido, siguen siendo las más frecuentes. Sin embargo, sus características han cambiado, ya que muchas de ellas son uniones de hecho o familias reconstituidas. 5 (Palermo, 2007, p.138)

La familia occidental se instituye en un sistema capitalista y patriarcal. La crisis que atraviesa el capitalismo actualmente llega a todas las instituciones que lo conforman incluida, entre ellas, la familia. Los factores económicos y su impacto en las estructuraciones familiares son fundamentales para poder entender estos cambios. La desocupación y precarización laboral en aumento es un elemento que influye en la decisión de constituir parejas de hecho 6 . Lo mismo puede decirse del cambio de edad en la consecución de las uniones por parte de las mujeres que paso de los 20 años promedio a principios del siglo XX, a los 29 años promedio en la actualidad. La desocupación y bajos salarios también hace que los varones no puedan ocupar el lugar de proveedores y único sustento familiar, característica esencial del estereotipo masculino (macho proveedor). Esta situación también empuja a las mujeres a trabajar fuera del hogar. Pero aunque las mujeres se van incorporando cada vez más en puestos de trabajo remunerado, como vimos anteriormente, el mito del “instinto maternal” sigue operando. El cuidado de los hijos y las tareas domésticas siguen estando, en su mayoría, en manos de las mujeres estableciéndose de esta forma la doble jornada laboral femenina.

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El censo de 1991 concibe a la familia nuclear completa a una pareja conviviendo con o sin hijos y a la incompleta es la constituida por uno de los padres con hijos. 6 Un dato relevante del último censo es que el 42, 7 por ciento del total de mujeres de 25 a 29 conviven con su pareja sin haberse casado.

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Algo que me interesa resaltar es que si bien estos análisis muestran que el matrimonio como contrato fundacional de las familias disminuye, seguimos hablando de la realidad familiar heterosexuales. Porque las familias del colectivo LGTTTBI siempre fueron familias de hecho debido a la ilegalidad del matrimonio gay en la Argentina. 7 Por tanto, el relativo debilitamiento de la institución matrimonial, a mi modo de ver, no es paralelo al debilitamiento de la Heterosexualidad Obligatoria. Y esto se ve reflejado en situaciones tales como el incremento del embarazo adolescente y la penalización del aborto. La ley de educación sexual sancionada recién en el 2006 es una política que intenta, en cierta medida, abordar estas problemáticas para que las/os jóvenes puedan informarse, reflexionar y debatir sobre la sexualidad y el sexo. Igualmente sabemos que la educación sexual en las escuelas no se inicia con esta ley, ya que la heterosexualidad obligatoria fue y es transmitida de manera implícita como contenido del denominado “currículum oculto”. También hay que tener en cuenta las lastimosas condiciones en que se encuentran las escuelas públicas y los bajos salarios que perciben maestras/os y profesor/as influye directamente en que baje el nivel educativo. Aún así, esta ley es un gran avance y una herramienta política importantísima que abre la posibilidad de cambiar el rumbo de la educación sexual implícita que siempre ha transmitido la escuela: heterosexualidad obligatoria y supremacía masculina. Este “peligro” libertario fue muy bien percibido por el arzobispo de la ciudad de La Plata, Monseñor Héctor Aguer quien hizo declaraciones que merecen el más amplio y profundo repudio. Fueron muy difundidas sus palabras por los medios en relación a los contenidos del “Manual sobre Educación Sexual y Prevención del VIH/SIDA” elaborado por el Ministerio de Salud de la Nación. El padre Alberto Bochatey, director del Instituto de Bioética de la Universidad Católica Argentina adhirió fervientemente a los comentarios de Aguer afirmando que el manual “tiene una línea neomarxista”, de tono “feminista” que plantea en algunos casos “un empujón a la homosexualidad”. En declaraciones al canal TN (Todo Noticias) sentenció que la instrucción oficial introduce “no ya la dialéctica de las clases sociales sino de clases sexuales, algo de lo que Marx no habló, por lo que es neomarxista”; “Como se presenta el tema de la homosexualidad, pareciera que se da un empujón. Dice [el manual] que la heterosexualidad es alentada por el capitalismo. Y afirma que la sexualidad no es natural sino cultural”

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Sólo en la ciudad autónoma de Buenos Aires es legal la unión civil para personas del mismo sexo desde el año 2002.

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Éstos comentarios demuestran que “la familia” como dice Heidi Hartmann, es un terreno de lucha política de género y de clase. Y en esa disputa ideológica la Iglesia Católica se pronuncia nuevamente contra el derecho a decidir sobre el propio cuerpo y la propia sexualidad. Derecho indispensable si pretendemos construir lazos, relaciones, familias y sociedades que respeten los derechos humanos de todas y todos.

Conclusiones: Lo personal es político

Desde los años sesentas se viene advirtiendo sobre la “crisis de la familia”. La realización de charlas de debate informativas difundían la “mala nueva”. Sacerdotes, médicos y docentes (“decentes”) eran los protagonistas de las tertulias. Las conclusiones coincidían en la falta o caída de la autoridad, prioritariamente la paterna, la pérdida de valores y la juventud (o adolescencia) insolente y descarriada. (Giberti, 2007, p. 217). Fue también en los 60 que las feministas radicales de Estados Unidos declararon la disruptiva consigna de que “Lo personal es político. Con esto, las fronteras demarcadas por la dicotomía público / privado fueron cuestionadas por un movimiento que desde sus orígenes cuestionó la subordinación de las mujeres respecto de los varones. La violencia sexista ya no era considerada una cuestión particular o aislada que alguna mujer padecía. Era una cuestión política. Las violencias vivenciadas cotidianamente por las mujeres en el ámbito “privado” eran, y siguen siendo, sistemáticas. El Contrato Sexual, como vimos, habilita estas situaciones opresivas. Pero los cuerpos violentados por el poder heteronormativo se fueron organizando. El movimiento feminista de fines de los `60 y `70 (la denominada segunda ola), el feminismo lésbico, el movimiento lgtttbi y el movimiento queer desarrollaron teorías y políticas que permitieron visibilizar los mecanismos de disciplinamiento del sistema sexo / género. La legalización de la unión civil para personas del mismo sexo en ciudad de Buenos Aires en el 2002, la Ley de protección integral para prevenir, sancionar, y erradicar la violencia contra las mujeres sancionada en el 2009, son algunos de los logros conquistados. Pero todavía hay mucho que transformar. Cuando los curas de la Iglesia Católica se escandalizan y gritan al cielo que la familia está en crisis, están queriendo decir que la “gran familia de anormales e inferiores” está incrementando sus derechos y libertades. Pero lejos está de entrar en crisis la familia en un sentido feminista. Para que esto ocurra primero tendría que darse una crisis en el sistema sexo-género. Mientras sigan siendo los varones heterosexuales los representantes de lo 14

humano, las mujeres heterosexuales su complemento y el resto “diferentes” a quienes en el mejor de los casos se los tolera, la crisis del sistema capitalista y patriarcal va a seguir siendo un horizonte lejano. Para que la familia entre en crisis en el mejor de los sentidos, ( como apertura ideológica respetuosa de las múltiples maneras de vivir, construir y habitar las comunidades denominadas familias) en nuestra sociedad no tendría que haber desigualdades de género, etnia, clase, orientación sexual, nacionalidad y edad. Para deshacernos de un orden heteronormativo que violenta nuestros cuerpos resulta indispensable y urgente sebvertir nuestra realidad cotidiana. Por último, quiero citar estas palabras de Lesmadres porque son expresión de una búsqueda política y humana en la que se inscribe un proyecto de familia que pone como centro la libertad y el respeto de los derechos humanos de todas y todos.

Nuestros reclamos están orientados al reconocimiento político, social, cultural y legal de los derechos de nuestr@s niñ@s, de nuestras familias y de nosotras como lesbianas. Trabajamos para lograr el respeto de todas las diversidades con la intención de promover una sociedad sin desigualdades de género ni de clases. Como activistas deseamos crear familias sin autoritarismos ni violencia desde una concepción de izquierdas que nos permita imaginar la utopía cercana de construir un mundo en libertad. (Lesmadres, 2009, p.2)

Bibliografía.

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II JORNADAS CINIG DE ADSCRIPTAS/OS y BECARIAS/OS FaHCE-IdIHCS-UNLP “Filosofía, etología y problemáticas urbano-ambientales, ¿la teoría de género puede aportar el debate?” Micaela Anzoátegui (CINIG-IdIHCS-UNLP) RESUMEN En este trabajo describiré los lineamientos de investigación de este año, en relación a los temas que fuí abordando de áreas tan disímiles como la filosofía, etología, problemáticas urbano ambientales y género. Sostendré que es relevante a su vez, contextualizar la filosofía en relación a nuestra propia situación urbano-ambiental en Buenos Aires y a la serie de problemáticas específicas de la región del Rio de La Plata, y que para ello, es necesario realizar observaciones de campo que enriquezcan el bagaje conceptual. Finalmente analizaré la posibilidad de que la perspectiva de género pueda realizar un aporte crítico a estos temas. PONENCIA Este trabajo es el producto de una pasantía de investigación en el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDYPCA) en la Universidad Nacional de Rio Negro; de la visitas a la Reserva Natural de Ribera Norte (San Isidro), la Reserva Natural de la Isla Martín García y el conocimiento de la problemática de dos espacios de reserva natural que hoy se encuentran en disputa: Reserva Natural Laguna de Rocha (Monte Grande) y la Reserva Natural Quilmeña (ubicada en la costa de Bernal y Don Bosco). En el IIDYPCA realicé, con la guía de la Dra. Paula Nuñez, un trabajo de campo, recorriendo distintos lugares de la Línea Sur de Río Negro y hablando con distintas personas vinculadas al Mercado de la Estepa y a la Asociación Surcos Patagónicos. A su vez, conté con nuevas lecturas de ecología crítica y feminismo ecológico para poder enriquecer la relación entre teoría y práctica. En las reservas naturales mencionadas, realicé recorridos con los guardaparques y/o encargados del lugar (las reservas que se encuentran en disputa no cuentan con guardaparques ni personal institucional, sino con grupos de vecinos o interesados que se encargan de mantener el espacio y evitar su urbanización y/o deterioro). Sumado a estas actividades cursé la materia optativa para varias carreras brindada por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, “Etología” a cargo de los profesores H. Lahitte y H. Ferrari. Consideré pertinente esta materia, para poder relacionarla con la materia Antropología Filosófica de la cual soy adscrita alumna, en relación a la temática de las diferencias/similitudes entre los

animales humanos y no-humanos (en torno a tópicos como conciencia, autoconciencia, entorno, ambiente, comportamiento, trato ético, bienestar animal, subjetividad, evolución, etc). Desde la Filosofía, mi disciplina, comencé a reflexionar sobre los modos de abordar el saber filosófico y la indagación filosófica, ya que es muy usual que se considere propiamente filosófico las especulaciones teóricas o los análisis meramente teóricos (por ejemplo concentrados en distinciones conceptuales) y de menor valor filosófico la filosofía dedicada a cuestiones prácticas. A la vez que en filosofía se sigue sosteniendo una dicotomía muy cuestionada como que la diferencia entre humanos y animales es la racioanlidad de unos y la irracionalidad de los otros, y relegando el comportamiento de unos al área de la libertad y la moral y el de otros al de mero instinto. Lo cual, esta fuertemente cuestionado actualmente. O bien, dentro de las cuestiones practicas, solo se aborda al ética, cuado las posibilidades y desarrollos son mas amplios. Por lo cual me pareció un trabajo interesante, tratar de aplicar algunos desarrollos teóricos como los de Peter Singer y Vandana Shiva a nuestro contexto cultural-socialambiental y por sobre todo económico y geográfico (Economía agro exportadora, país periférico latinoamericano, la provincia de Buenos Aires). Y a partir de allí, ver los alcances y límites de textos escritos para contextos que no son específicamente los nuestros. Por lo cual me pareció de vital importancia observar in situ, digamos, cual es al situación de algunas reservas en Buenos Aires, y poder definir cuales son los problemas ecológicos concretos de acá. Así, descubrí la serie de problemas que atraviesan las reservas naturales ya constituidas, y por qué están en peligro las reservas que son “territorio de disputa”. Y, especialmente durante la pasantía en Rio Negro, descubrí en acción las tensiones entre dos modelos de desarrollo, a los que entendí de manera más o menos antagónica como “mega-emprendimientos” y “micro-emprendimientos”. En este segundo caso, el nombre no se debe a que sean emprendimientos pequeños o aislados o de un grupo reducido de individuos, sino que son emprendimientos que, funcionan a la manera de red, considerando las bases sociales concretas, buscan la activación económica a largo plazo de una región a partir de sus características propias (clima, suelo, servicios ambientales, etc), de manera inclusiva, privilegiando la acción autogestiva de sujetos tradicionalmente excluidos. Mientras que los otros, los “mega” refieren al modo de producir del modelo agroexportador sojero y de feed-lot, la megaminería a cielo abierto y los emprendimientos inmobiliarios a gran escala, con una lógica totalmente opuesta. A grandes rasgos, podríamos decir, estos emprendimientos, a su vez, responden a dos tipos de economías distintas, el primero, a la economía de mercado, el segundo, a la economía social. Los megaemprendimientos pueden caracterizarse de la siguiente manera: -Son impulsados por empresas transnacionales con apoyo de agentes del gobierno, financiados con una mezcla de capitales privados y públicos (en distinta proporción).

-Son presentados como las soluciones a problemáticas como la pobreza, el desempleo, el “aislamiento y atraso” de ciertas regiones del país y la falta de ingresos al Estado, que después podría redistribuirse en educación, salud y obras públicas. -Requieren grandes extensiones de tierra y grandes cantidades de recursos. Los

casos más claros, además del monocultivo de soja, son los megaemprendimientos

inmobiliarios y los mega-emprendimientos mineros. En ambos se requieren grandes extensiones de tierra para explotar: en uno, para instalar grandes complejos urbanos cerrados, sobre áreas de alto valor estético-ambiental silvestres;1 en otro para desarrollar la actividad minera de manera intensiva y extensiva y para depositar los residuos de las explosiones y sustracción de metales, como los diques de cola.2 Pero, justamente, el problema de Buenos Aires es la hiper-urbanización o la urbanización descontrolada de áreas verdes, y de los centros de manzana, en los que ahora está permitido construir, entre otras cuestiones. Este no es un problema ecológico que sea tan notorio a nivel de medios masivos de comunicación, por lo cual aún no esta completamente instalado. Las reservas que mencioné como territorios en disputa, lo están por la especulación inmobiliaria, que pretende urbanizar áreas silvestres. Un dato alarmante en Buenos Aires es justamente que tenemos un %2 escaso de bosques nativos, especialmente en áreas que hasta el momento no se pensaban para desarrollo inmobiliario, como la costa del Rio de la Plata o márgenes de arroyos o lagunas. Junto con otros datos alarmantes que son las inundaciones que se producen por relleno de zonas bajas y destrucción de humedales costeros, y los niveles de contaminación del mismo Río de La Plata, etc que no puedo tratar específicamente aquí. Por otro lado, considero que la característica principal de los emprendimientos enmarcados en la economía social como los mercados autogestivos basados en la pequeña producción, es un distanciamiento tanto del ámbito de la economía estatal del sector público, como de la economía privada de tipo capitalista. Esto le da, justamente, su carácter autogestivo, y en cierta manera, crítico, tanto en la teoría como en la práctica, ya que visibiliza que es posible otra manera de producir que no responda a la economía de mercado y a sus parámetros, y que no excluya a los “sujetos tradicionalmente excluidos”. Distintos mercados autogestivos de Argentina responden a la idea de comercio justo o economía 1

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Proyectos de mega-emprendimientos inmobiliarios encontramos en toda la costa de Buenos Aires y en márgenes de ríos y arroyos, por ej. el Nueva Costa del Plata que pretende emplazarse en un área de 270 hectáreas previamente declarada Reserva Ecológica en los partidos de Quilmes y Avellaneda, que recibió la resistencia de distintas organizaciones vecinales y sociales. En Villa Gessell, el Proyecto Mandalay, que recibió un amparo judicial de la asamblea ciudadana y otras organizaciones para impedir que comenzaran las obras sobre el frente costero. En el margen del Rio Lujan, se prevee el Proyectos Puertos del Lago, de 1500 hectáreas sobre una zona de humedal y cobertura boscosa. También hay proyectos similares en Córdoba y Rosario.

social, entre ellos están El Mercado de la Estepa organizado por la Asociación Surcos Patagónicos, 3 que voy a desarrolar en este trabajo. Otros mercados autogestivos son organziados por la Fundación Silataj4 y la Fundación Niwok.5 Suele funcionar mediante microcréditos, prestamos que un productor puede solicitar, de neceitarlo. Se trata de una suma pequeña pero suficiente para comenzar una inversión, recuperar el dinero con excedente y poder devolverlo, y si fuera necesario, pedir un nuevo microcrédito. Se otorgan a personas a las cuales los créditos tradicionales excluirían, por “falta de rentabilidad”. La cuestión de género aplicada La línea sur de Rio Negro- El mercado de la Estepa En los pueblos y parajes de la línea Sur de Rio Negro, prácticas y políticas paternalistas se suceden una tras otra como forma de relación entre Estado y comunidades indígenas, claramente feminizadas. La operación ideológica de feminización se realizó post Conquista del Desierto, cuando los sobrevivientes fueron expulsadas de los lugares productivos hacia tierras más agrestes.6 La mirada paternalista del Estado se proyecta mediante las políticas de “desarrollo social” que sólo contemplan la esfera asistencialista, considerando que el otro “carece”, se encuentra “disminuido” para actuar o decidir, por lo cual el Estado decide qué es lo mejor para él. Bajo esta manera de posicionar al otro, des-sujetivarlo, prosigue la violentación y dominación de los descendientes de los pueblos originarios por otros medios. También puede verse el asistencialismo en el envío de objetos, en camapñas solidadarias, cuando las comunidades (como la reserva indígena de Anecón) sufren una exclusión de carácter estructural que debe ser remediada de manera estructural a largo plazo, pero sin implicar nuevos revestimientos para la violencia. El “Mercado de la Estepa”, lleva una década funcionando y agrupa cerca de 300 familias de pequeños productores, que mediante técnicas de hilado, tejido, tallado y otros tipos de producciones artesanales realizadas con elementos autóctonos no intervenidos industrialmente. Los circuitos de venta que se generan son auto-sustentables en sentido ecológico y económico 3

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El Mercado de la Estepa reúne a 250 familias de la estepa de Río Negro (Valcheta, Sierra Paileman, Corralito Panquehuau, Pilcaniyeu, Dina Huapi, Pichi Leufu, Río Chico, Ñirihuau, Las Bayas, Ing. Jaccobacci, Comallo, Anecón, Sierra Colorada, Ñorquinco y San Antonio Oeste). La actividad de la Fundación se desarrolla en la zona chaqueña de Salta y Formosa con grupos Wichi, Chorote, Toba, Chané y Pilagá y en Jujuy con grupos Kolla. 26 comunidades aborígenes de Salta, Formosa y Jujuy (Campo Durán, Tuyunti, Santa Victoria Este, Misión La Paz, La Merced, San Luis, Pozo El Tigre, El Cañaveral, El Potrillo, Ingeniero Juárez, Las Lomitas, La Quiaca, Cerro Negro y Abra Pampa, entre otras) Agrupa 280 artesanas aborígenes de 16 comunidades Wichi del área de El Potrillo, departamento de Ramón Lista, en Formosa.

Mailhe, Alejandra; “Hacer el desierto. Ensayo y fotografía en la percepción del 'otro' en la Campaña del Desierto” en Representaciones, Córdoba, UNC, 2009.

las practicas que se incentivan son, por ej., para hacer dulce de sauco, se compra la fruta a quien tiene el arbusto en su casa o es un pequeño productor local, en lugar de abaratar costos comprando a un gran productor; para hacer tejidos, la lana es comprada a quienes esquilan sus ovejas, o a quienes la limpian o la hilan, siempre buscando conservar y valorar el componente artesanal y el pequeño circuito de intercambio; las tinturas se realizan con raíces, hojas, etc; para el dulce de leche, se compra leche al natural a quien tiene vacas. A la vez, el Mercado, junto a un sector del INTA impulsa la conservación de la oveja linka (aún no reconocidas como raza) y la gallina araucana, líneas de cría seleccionadas por las mujeres mapuches, actualmente al borde de la extinción. Justamente, la perspectiva de genero, como análisis crítico, lleva a revalorizar practicas de las comunidades indígenas que son particularmente sostenidas por mujeres, yq ue actualmente dentro de un mercado autogestivo de pequeña producción les puede permitir una independencia material y mayor libertad física. Además de generar empoderamiento y un reconocimiento de aquellos saberes condenados tradicionalmente por ser manuales, realizados en el ámbito doméstico y “femeninos”. A la vez, estas mujeres, se encuentran en un lugar de triple violentación, al ser mujeres, al provenir de entornos rurales y, a su vez, tener marcas étnicas que -podríamos decir- refieren tácitamente a una fuerte historia de subordinación y opresión histórico-estructral. Perspectiva de género al abordar teorías etológicas y biológicas Justamente, la teoría de género advierte el sesgo sexista en la ciencia, por lo cual poder leer de manera transversal e interdisciplinaria es útil para detectar este tipo de cuestiones. Algunas teorías como el conocido darwinismo social se han descartado en gran parte, en base a análisis provenientes del feminismo y la teoría de género, delatando su carácter no solo parcial, sino heteronormativo, heterosexista y patriarcal. En la teorías acerca del comportamiento de animales no humanos, pueden detectarse proyecciones desde la concepción de inferiorización de las mujeres aplicadas a las hembras de otras especies. Por ej., explicar que el macho de una especie desarrolló cierta característica fenotípica a partir de la selección sexual como consecuencia de la predilección “desviada” de la hembra en la selección de machos con esa determinada característica (ej. color rojo del buche). Claramente este tipo de argumentos son fácilmente detectables desde la perspectiva de género y descartables. Género y movimientos socio-ambientales Los movimientos socio-ambientales suelen estar compuestos en su mayor parte por mujeres. Y esto no es casual, dado que somos las que tradicionalmente recibimos el mandato de cuidado de los seres desvalidos, como niños, ancianos y animales domésticos, y las que nos encargamos en

mayor proporción de tener un jardín y “cuidar” las plantas. Parece un dato trivial, anecdótico, pero no menor. Justamente por esto, ha habido un interés en el tema del feminismo ecológico y como desmantelar los supuestos sexistas que se esconden en la manera de abordar, desarrollar y, también legitimar/deslegitimar la lucha por la preservación del medio-ambiente, los recursos naturales, las especies de flora y fauna nativa, y el equilibrio de los ecosistemas. Si la lucha es definida desde dentro o desde fuera meramente como de “cuidado” , puede ser deslegitimada, dado que no se visibiliza el problema de fondo, que no es justamente proteger tal o cual espacio verde/ecosistema/animal/planta/etc por una cuestión de mera afectividad o cuidado (identificada con lo maternal y con la tierra como Madre o Mujer Fértil), sino por cuestiones más profundas. Aunque, en el inicio de la lucha o el interés particular puede existir esta motivación de cuidado. Así, se vuelve interesante el análisis de género para profundizar muchas cuestiones, usando sus herramientas críticas, metodológicas y conceptuales, enriqueciendo la reflexión y el abordaje práctico en temas no pensados específicamente desde los inicios del movimiento feminista.

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en Representaciones, Córdoba, UNC, 2009.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. Género y ciudadanía de mujeres. Medidas especiales y ejercicio de derechos políticos. Aproximaciones a un estudio de casos. Daniela Zaikoski .

Resumen: En este artículo abordaremos brevemente el concepto de género para relacionarlo con la construcción de derechos de ciudadanía femenina. En tanto las mujeres han tenido dificultades históricas que persisten en la actualidad para el ejercicio de sus derechos políticos trabajaremos el concepto de medidas especiales consagradas en el derecho internacional y constitucional teniendo en cuenta el impacto de una de ellas: el cupo femenino en la representación política. Revisamos someramente si la mayor presencia de mujeres conlleva un cambio en la agenda pública de los órganos políticos concentrándonos en la Legislatura de la provincia de La Pampa.

Abstract: This article discuss briefly the concept of gender to relate to the construction of females citizenship rights. In addition and as women had historical difficulties that persist today for exercise of political work the concept of special measures enshrined in international and constitutional law taking into account the impact of one: the female quota in the political representation. We review briefly whether the greater presence of women leads to a change in the public agenda of the political bodies focusing on the Legislature of the province of La Pampa, Argentine.

1) Introducción. En este artículo abordamos brevemente el concepto de género para relacionarlo con la construcción de derechos de ciudadanía femenina. Revisamos algunas tensiones y disputas en torno al uso del término y damos cuenta de la conflictiva construcción de derechos de la ciudadanía de mujeres. Asimismo y en tanto las mujeres han debido sortear obstáculos en el pasado y actualmente para el ejercicio de sus derechos políticos, trabajamos el concepto de medidas especiales consagradas en el derecho internacional de derechos humanos como mecanismo para asegurar y garantizar la igualdad entre mujeres y varones. En este aspecto, en Argentina el cupo femenino consagrado a nivel constitucional ha logrado modificar los resultados Abogada UNLP y Especialista en Derecho Público UNC. Docente Adjunta de Sociología Jurídica y Auxiliar de Introducción a la Sociología de la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la UNLPam. Alumna de la Maestría en Sociología Jurídica de la UNLP.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. cuantitativos de las elecciones. En La Pampa se lograron mayores niveles de presencia de mujeres en la Legislatura a partir de 1995 debido a la modificación de la ley electoral n° 1593. Teniendo en cuenta este hecho, nos aproximamos al análisis del cambio en la agenda pública como consecuencia de la mayor presencia de mujeres. Desde nuestro punto de vista, creemos que no es posible explicar el fenómeno legal en relación a las mujeres desde una perspectiva exclusivamente jurídica, sino que se requiere la confluencia de distintos enfoques. Resulta necesario compatibilizar, articular y coordinar los aportes que hacen la teoría política, los estudios de género, el derecho constitucional y la sociología jurídica al mejor entendimiento de la situación social de las mujeres, ya que problemas como la igualdad, la distribución de bienes materiales y simbólicos tanto como el reconocimiento de la diversidad de mujeres entre sí y respecto de los varones es un aspecto más de lo social. Se ha dicho que: (Bodelón, 1998). Esta misma autora afirma que: …la sociología jurídica permite abordar las cuestiones de subordinación de las mujeres teniendo en cuenta algunos elementos que han caracterizado la tradición feminista como: la crítica de una noción esencialista y universalista del derecho, y el rechazo a un análisis que establezca principios generales basados en abstracciones opuestas a la experiencia de hombres y mujeres. La experiencia ha sido siempre el punto central para el análisis feminista y puede ser recuperado a través del análisis socio-jurídico.

Para construir todo este cuerpo de conocimientos, es necesario recurrir a la sociología jurídica como disciplina que contribuye al análisis y crítica del derecho como fenómeno social, tomándolo en su sentido más amplio. Según Ferrari la sociología jurídica se ocupa: 1) De todo sistema jurídico, de sus nexos estructurales, sus orígenes, sus funciones, sus relaciones con otros elementos del sistema social en su conjunto y con otros sistemas jurídicos. 2) De la relación entre previsiones normativas jurídicas, acciones y comportamientos, así como de los procesos decisorios que conducen a definir socialmente acciones y comportamientos lícitos o ilícitos. 3) De las diferentes instituciones jurídicas vistas en su contexto social, es decir en relación con los fundamentos culturales, las exigencias, los movimientos, los intereses y las relaciones sociales que les conciernen e influyen en su nacimiento, su eficacia, sus funciones específicas, su transformación y desaparición. 4) De los roles socio- profesionales de formación y aplicación del derecho, como legisladores, jueces, juristas, abogados etc y de las respectivas organizaciones. 5) Del conocimiento de y las opiniones del público sobre el contenido de las normas jurídicas, sobre sus raíces culturales y los valores subyacentes en ellas (2004:46)

Según lo expuesto, creemos que este concepto de la disciplina se ajusta a las aproximaciones que aquí vertimos, dado que estudiamos la participación de mujeres en una institución como la Legislatura y de qué manera a partir de nuevas leyes sobre representación política cambian o no sus roles como operadores en la creación de derecho.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. 2) Género. Un concepto polisémico. El género como categoría conceptual surgió en los años ´60 pero en Latinoamérica se popularizó en los años ´80 (Lamas, 2000 y Tarres, 2001). Para Scott (1993) el término feminismo produce estridencias, y agrega que para los gobiernos y en la academia género resulta más aceptable y menos polémico. Debido a la polisemia que encierra el concepto género, sus usos, limitaciones y alcances son cuestionados y resignificados permanentemente por las feministas y movimientos de mujeres. En este acápite pasamos breve revista a algunas de las principales construcciones teóricas elaboradas al respecto. Podríamos situar la disputa por los usos del género, en lo que Bourdieu (2008) llamó el campo científico, que como espacio social contiene y supone una serie de intereses más allá de los estrictamente científicos y que en el feminismo se combinan, consensúan o entran en conflicto con los intereses políticos de otros grupos sociales. Están las feministas del campo científico y las del campo social, las que se institucionalizaron1 o fueron cooptadas (Valcárcel, 1997), las que trabajan desde las bases, las que son autónomas y las que lo hacen en y desde las burocracias científicas (Bourdieu, 2008: 11 a 57). En tal diversidad de contextos hasta es lógico que surjan cuestionamientos por el uso, alcances y limitaciones del concepto, ya que cada grupo disputa un interés especial en la forma de optimizar su capital y de articular (o no) las teorías con las prácticas. Por otro lado, si es verdad que el campo científico está jerarquizado, la discusión sobre los usos del género como categoría analítica no tiene visos de resolverse tan fácilmente: El campo científico está altamente jerarquizado: la delimitación entre aquello que se considera y lo que no se considera ciencia es producto de la lucha por la autoridad científica; los vencedores de esta confrontación determinan qué es ciencia y que no es, qué métodos y teorías son pertinentes” (Cohen y Piovani, 2008: 20).

Teniendo en cuenta lo que venimos diciendo y la lucha por la nominación2 tanto en el campo científico como en el jurídico y social podemos advertir el trasfondo políticoideológico de los atolladeros teóricos del uso del concepto género parafraseando a Ciriza (2007).

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Sobre la institucionalización del movimiento de mujeres, la relación con el Estado y sus transformaciones a la luz de los estándares de los organismos internacionales puede verse Molyneaux Maxine (2001). Para feminismo, relación entre la academia y las organizaciones de mujeres, estudios de las mujeres, estudios de género límites y alternativas puede verse Tarrés, María Luisa (2001). 2 Utilizamos el término nominación en el sentido que lo usa Bourdieu (2000).

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. Como dice esta autora (Ciriza, s/d de edic) el problema del uso y significado del término puede deberse a la importación de conceptos sin la debida vigilancia, o a una apropiación sesgada de las teorías feministas que circulan transnacionalmente. Considera que no es posible abstraerse de las nuevas reconfiguraciones de poder (político y económico) en el mundo globalizado y cómo ello ha influído en la academia y en el tránsito de conceptos, su importación y traducción desde los centros de producción científica y discursiva dominantes e insiste en que si bien en otras latitudes pudo superarse la discusión sobre la igualdad y poner en agenda la diferencia, en Latinoamérica la situación nacida con los regímenes autoritarios y el recrudecimiento de políticas neoliberales aun bajo gobiernos democráticos, pone en cuestión la conquista de derechos básicos. En esa nueva configuración de espacios de poder pierden trascendencia los discursos universalizantes y ganan aquellos que postulan fragmentaciones y diversidades, que, reportadas como desemejanzas son devueltas a lo privado para hacerse más tolerables. Si el espacio público en muchos aspectos está aún vedado a las mujeres, el hecho de recluirlas al espacio privado de la familia y los afectos tiene como consecuencia profundizar la naturalización de su condición. En realidad, es necesario participar en la esfera pública porque es el lugar de crítica y lucha contra el patriarcado3. Amorós (1992) también cuestiona las consecuencias fragmentarias de las políticas de la diferencia y enfrenta al feminismo homónimo diciendo que si bien la idea de igualdad se halla desacreditada por quienes afirman que ignora las diferencias; corresponde rescatar el feminismo de la igualdad porque cree que es el único criterio para distinguir entre las diferencias deseables y las

indeseables. En su perspectiva el género oculta al sujeto

oprimido (Amorós, 2008) que son las mujeres y afirma que la discusión comprende los términos género y mujer. Para Scott (1993) el género es un elemento fundamental para comprender las relaciones sociales. La categoría cuenta con símbolos que se traducen en los sistemas religiosos, jurídicos y educativos y se constituye en un campo de significaciones sobre la relaciones de poder. Resalta la necesidad de abarcar la historicidad del concepto y cómo se construye la ilusión del consenso acerca del mismo. Por último, denota la forma en que se construye la identidad subjetiva.

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Marta A Fontenla define la idea de patriarcado como la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en general que se refuerza a través del parentesco y de la heterosexualidad obligatoria de las mujeres, que garantiza la reproducción (ver Gamba, 2007).

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. Como puede apreciarse la polisemia del concepto dificulta la constitución de un frente común de reivindicaciones pero a la vez la proliferación discursiva pone en cuestión el consenso que construye el discurso dominante. Esta crítica da oportunidad para relativizar los enfoques pretendidamente hegemónicos y aporta una mayor capacidad explicativa, ya que permite advertir los límites y ventajas de cada construcción teórica, a la vez que sincera los intereses puestos en juego con cada una de ellas. Una definición aceptada y comprensiva es la que formula Lamas, quien sostiene que: Al registrar las formas como las mujeres y hombres son percibidos por un entorno estructurado por la diferencia sexual, las críticas feministas, a pesar de sus diferencias, conceptualicen el género como el conjunto de ideas, representaciones, prácticas y prescripciones sociales que una cultura desarrolla desde la diferencia anatómica entre los sexos para simbolizar y construir socialmente los que es propio de los hombres (lo masculino) y lo que es propio de las mujeres (lo femenino) (Lamas, 2000:65).

Es decir, el género se define por lo relacional, tiene que ver con lo que cada sociedad atribuye culturalmente a cada sexo, por lo que el concepto se construye y resignifica permanentemente, aunque se registren operaciones de todo tipo para ocultar su historicidad. Globalización mediante, la respuesta de las teóricas y las militantes feministas ha sido disímil respecto del problema de las relaciones entre los sexos. Establecer la diferencia entre sexo, género y sexualidad, esto es entre lo biológico, lo social/cultural y lo síquico, si bien útil, no resuelve el problema de la visibilidad de la/s mujer/es y su despolitización como sujeto oprimido. De lo que se trata es de dar cuenta de las dificultades materiales de ser mujer en países dependientes, en los que el patriarcado arraiga con un bajo nivel de tolerancia a la igualdad, la libertad, la idea de autonomía sobre los cuerpos y a los derechos reproductivos, es decir con una baja calidad y extensión de derechos ciudadanos.

3) Ciudadanía de mujeres. Este concepto no es menos polisémico que el anterior; por el contrario los autores dan cuenta de los múltiples significados y usos, como también de su extensión y contenido. Kymlicka y Norman (1997) afirman que el desarrollo del concepto ha tenido una verdadera explosión. El tema de la ciudadanía es sumamente complejo, es algo mas que un estatus, en realidad recorre un proceso histórico en las sociedades nacionales (Mény, 1999). Para Maingon (2010:151) “Ciudadanía implica reconocimiento y ejercicio de los derechos, no sólo a los ojos del Estado sino ante los propios ciudadanos. Ello implica la construcción de una condición de pertenencia, de reciprocidad y de cohesión de los miembros de una sociedad. La ciudadanía es

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. uno de los principales aspectos de la integración social que permite que los sujetos participando autónomamente se apropien del poder que los respalda como ciudadanos iguales con características sociales, políticas y culturales diferentes, capaces de organizar su vida y conducir sus destinos, de diferentes formas”.

En cuanto a las mujeres, el proceso de incorporación a la ciudadanía ha sido lento, contradictorio y no carente de ambivalencias. Al respecto, compartimos con Femenías la idea de que: …la ciudadanía ha sido una adquisición históricamente reciente. En el caso de las mujeres, por ejemplo, aun siendo denominadas “ciudadanas” sólo ostentaban en calidad de “segunda” ese título. …Con todo interesa subrayar que, gracias al principio de igualdad y a la universalización del mismo, las mujeres pudieron reclamar y exigir, su cumplimiento en tanto un derecho humano… (2007:54).

En tal caso, el Estado implicado en el discurso del derecho como productor de sujetos, excluyó largamente del pacto social a las mujeres. El desarrollo político de las sociedades modernas radicalizó la separación entre la esfera de lo privado4 -asignando en ella a la mujer un rol preponderante- y la esfera de lo público/político a los varones; espacio que reaseguraba los rasgos patriarcales de la sociedad y que era consagrado por el derecho positivo de las naciones modernas cuando creaba neutral y objetivamente características y atributos iguales para los sujetos jurídicos. En este aspecto, fue lógico y hasta contextualmente justificado que las primeras reivindicaciones feministas persiguieran la igualdad de derechos en tanto igualdad política, como base de sus luchas. Esta diferenciación entre lo público y lo privado se mantiene ya que lo político democrático no ha podido desmantelar totalmente la concepción patriarcal del poder aunque el avance de las concepciones de los derechos humanos hace que el universal identificado con lo masculino se desvanezca y surjan nuevas modalidades de ciudadanía. En principio se puede acordar en que la ciudadanía alude a la membresía en un estado democrático, es decir a las condiciones jurídico-formales que se requieren para pertenecer a una determinada comunidad política; también se refiere a las relaciones entre los ciudadanos entre sí y para con el estado, en cuanto son relaciones basadas en obligaciones y derechos.

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La consecuencia de la radical escisión entre esfera pública y privada impide la articulación entre lo cotidiano, privado, doméstico o reproductivo y la política; de allí el carácter subversivo del lema de las feministas de los años ´60 “lo personal es político”, que trastornó el ámbito público al proponer la discusión de temas como el cuerpo, la familia, la sexualidad, el cuidado de las personas etc; en un espacio social que despolitizaba su tratamiento.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. En este sentido, concierne a la extensión y calidad/carácter de los derechos ciudadanos. La primera remite a qué derechos están abarcados en la noción de ciudadanía y la segunda a que, si son derechos reconocidos, deben resultar exigibles, es decir contar con garantías5 para asegurar su cumplimiento. La teoría política clásica consideró la ciudadanía en términos del componente personal del Estado nacional, abarcados en un ámbito territorial limitado a sus fronteras. Actualmente, los procesos de globalización han socavado la soberanía de los Estados y se plantean conceptos como ciudadanías fragmentadas (Fariñas Dulce, 1999) o diferenciadas (Young, 1996). Esta autora dice que si bien en algún momento histórico pudo ser importante reivindicar la igualdad en términos de universalidad, de unidad cívica o indiferenciación social, actualmente habiendo consenso acerca de la igual dignidad de las personas, es posible incorporar reclamos diferenciales al acceso a los derechos lo que permite hablar de una ciudadanía diferenciada y de un ámbito público heterogéneo. A tenor de lo que la autora propone para gozar del estatus de ciudadano no debe estarse en ninguna condición de opresión. Señala que un grupo está oprimido cuando: “1)los beneficios derivados de su trabajo o energía van a otras personas sin que éstas les recompensen recíprocamente por ello (explotación); 2) están excluídos de la participación en las principales actividades sociales, lo que en nuestras sociedades significa básicamente un lugar de trabajo (marginación); 3) viven y trabajan bajo la autoridad de otras personas (falta de poder); 4)como grupo están estereotipados y, a la vez, su experiencia y situación resulta invisible en el conjunto de la sociedad, por lo que tienen poca oportunidad y poca audiencia para expresar su experiencia y perspectiva sobre los sucesos sociales (imperialismo cultural) y 5) los miembros del grupo sufren violencia y hostigamiento al azar merced al miedo o al odio al grupo” (Young, 1996:118).

Esta postura no está exenta de cuestionamientos. Así Kymlicka y Norman (1997:32/33) se preguntan cómo evitar una proliferación inmanejable de grupos con divergentes reivindicaciones, en alusión a cómo podría el sistema político garantizar representación y generar inclusión en tales condiciones. Lo cierto es que los diferentes grupos existen y no requieren siempre las mismas soluciones a sus problemas de ciudadanía. Fraser (1997) formula un contínuo de características de los grupos según sus identidades y postula que el género se encuentra a medio camino entre las políticas de justicia redistributiva que tienden a homogeneizar las identidades y las políticas de reconocimiento que extienden y reafirman el campo de las 5

Consideramos que entre las garantías se encuentra la previsión por la ley presupuestaria de los fondos para su cumplimiento, aunque no hacemos un análisis económico del derecho.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. diferencias identitarias. Sin dudas estos tipos de justicia, significan desafíos crecientes a la representación ciudadana en las democracias actuales. Continuando con el desarrollo y a los fines de este análisis, la teoría política ha delimitado dos grandes tendencias para abordar la construcción de derechos y el establecimiento de obligaciones de la ciudadanía: las tradiciones liberal y republicana respectivamente. La primera de las perspectivas se puede ilustrar con la construcción progresiva de derechos pensada en términos de obtención de derechos civiles, políticos y sociales, sin perjuicio que este desarrollo esté relativizado ya que pareciera delinear un contínuo ascendente, uniforme, sin contramarchas, evidentemente capitalista y eurocéntrico. En este sentido se encuentra el despliegue evolutivo que hace Marshall (Marshall y Bottomore, 2004), quien elabora el concepto de ciudadanía liberal pensando en un orden burgués -representado en el sujeto varón, blanco y propietario- que requería básicamente de seguridades jurídicas en el ámbito de la producción ligada estrechamente al espacio público. En el aspecto privado, el patriarcado aseguraba las condiciones de reproducción y mantenimiento del patrimonio y dominación sobre las mujeres, quienes no tenían la condición de ciudadanas. Representaban y estaban confinadas a lo privado/reproductivo. Jurídicamente se clasificó el surgimiento de los derechos en términos de un proceso evolutivo que va desde la primera generación, pasando por la segunda hasta la tercera generación6. En la Constitución Nacional conviven, no sin tensiones, las diversas razones iusfilosóficas que se tuvieron en consideración en los distintos momentos históricos y que se tradujeron en las reformas constitucionales. La segunda vertiente que abordamos corresponde a la tradición republicana que hace más hincapié en las obligaciones del ciudadano que en el goce de los derechos; propone la sumisión del interés privado o personal al interés público y piensa más en las asociaciones que en el individuo. Al respecto Moreno (2005:205) dice: “…la esencia de la ciudadanía reside en las formas de participación política activas y colectivas. En consecuencia se acentúa la significación de intereses compartidos”. Entre las críticas que se hacen a esta posición desde el feminismo está la forma en que define la política como el ámbito público por antonomasia y como consecuencia produce la

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Para Medici (2011) las generaciones de derechos son las respuestas a las sucesivas construcciones de demandas y necesidades que nacen de las luchas sociales.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. invisibilización de la participación de las mujeres en otros espacios que no por informales son poco significativos7. Por otra parte dependiendo de cómo se interprete la apelación a la igualdad y al universalismo lo diferente queda excluído o es objeto de políticas de asimilación. Si la igualdad está asociada a lo homogéneo y el ámbito público es considerado como una unidad, la posibilidad de que se tomen en cuenta los intereses y necesidades de grupos subalternos -como por ejemplo las mujeres- decrece en la medida que estos no se compatibilizan con el bien común universal perseguido, máxime si tiene dificultades para instalar en el ámbito público sus necesidades y demandas. En ese sentido la tradición republicana impone un sacrificio a las minorías en pos de una igualdad que no las favorece. La política es tan sólo una faceta o dimensión de la vida social. La tradición republicana tiene dificultades para comprender que existe la posibilidad de conseguir satisfacción en el ámbito privado, como espacio de la intimidad. Si se exige una participación en el ámbito público a las mujeres sin que se democraticen las tareas y funciones que culturalmente se le han asignado en el ámbito privado, es posible que decaiga la participación política de aquellas y se invisibilicen las actividades políticas en espacios mas cercanos a lo comunitario. Tampoco puede obviarse que las discusiones acerca de la ciudadanía femenina aluden a si hay un universal “mujer” o varias “mujeres”, si hay atributos conformados a priori, universales, atemporales y esenciales o si, por el contrario, la mujer/ las mujeres como sujetos sociales son portadoras de múltiples identidades construidas contextualmente. En estas ideas quedan comprendidas las disputas entre las posiciones de las políticas de la igualdad y de la diferencia aludidas precedentemente. Si, como hemos apuntado, la categoría género permite entender las distinciones que exceden los aspectos meramente físicos y que abarcan los simbólicos, culturales y sociales que determinan las posiciones de hombres y mujeres dentro de una sociedad determinada, también aporta elementos para la explicación de cómo se establece y legitima el desigual acceso a recursos en una sociedad. En este sentido la diferencia sexual no debiera fundar discriminación social ni implicar desigualdades.

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En tal sentido no es menor que un “escrache” como expresión de movilización y participación ciudadana, protagonizada por decenas de mujeres en diciembre de 2011 en Santa Rosa en repudio a una resolución judicial, haya motorizado un juicio político a los dos jueces que suscribieron ese fallo. En el caso, la sentencia con dos votos a favor y uno en contra del Tribunal de Impugnación Penal de la provincia autorizó la aplicación de la figura del avenimiento entre un violador y su entonces pareja para que -una vez casados-, el imputado pudiese ser puesto en libertad.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. Empíricamente, sin embargo, ambas están estrechamente vinculadas. Esto significa, como hemos dicho, que la diferencia entre los géneros establece jerarquías entre varones y mujeres y que los caracteres asociados a lo femenino tienen menos valor social. Si las mujeres no constituyen un colectivo unitario ni homogéneo, y no deben serle atribuidos caracteres esenciales, queda cuestionado el dilema de la igualdad versus la diferencia. Este problema se traduce no solo en las diferentes estrategias que se ponen en marcha para la reivindicación de derechos, sino en el plano de lo representable, con lo que se cuestiona profundamente la idea de democracia representativa que fundó los regímenes políticos del siglo XX.

4) Participación política y presencia de mujeres en el gobierno. En este acápite hacemos una referencia somera a la participación de las mujeres en cargos de toma de decisión, teniendo en cuenta que tras la recuperación de la institucionalidad democrática en la región, el movimiento de mujeres hizo más visible -entre otros reclamosel problema de la escasa representación femenina en los ámbitos de toma de decisión. En Argentina -en promedio- en el período 1989/1995 según Botte y Dorola (1996) hubo 9% de mujeres en la Cámara de Diputados de la Nación y 6,7% en la Cámara de Senadores. Archenti y Tula (2008) analizan lo que sucedía en las legislaturas provinciales en Argentina donde los porcentajes de mujeres antes de 1991 oscilaban entre un 0% en Corrientes y Santiago del Estero hasta un máximo del 33% en Tierra del Fuego, pasando por un 20% en Formosa. Bonder (2009) informa acerca de los porcentajes de mujeres en las Cámaras bajas de los países latinoamericanos en el año 2009: entre la mayor presencia se encuentran Cuba (43,2%), Argentina (40%) y Costa Rica (36,8%) mientras que los porcentajes más bajos corresponden a Colombia (8,4%) y Brasil (9%). Diversos estudios demostraron desde distintos puntos de vista, la infrarrepresentación femenina en la política, ya fuera en la vida interna de los partidos políticos (Allegrone, 2002), en la oferta electoral que los partidos en las listas oficializadas (Marx:1992) o bien la casi nula presencia en los distintos órganos del Estado (ELA, 2009). Si bien en las últimas décadas la presencia femenina tanto en la política electiva como en el mundo del trabajo ha ido aumentando, hay que analizar desde qué lugar se interpela a las mujeres, qué expectativas se tienen a la hora de la convocatoria o del reconocimiento. En este sentido, Di Liscia (2011:10/11) advierte sobre que: El discurso que sostiene el Estado y las instituciones, establece algunas variantes del modelo mujer/madre, sin dejar de remitir a una sociedad dicotomizada. Si bien ya hace varias

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. décadas que las mujeres tienen presencia en la política, en el trabajo y en todos los espacios sociales, al desplazarse desde las esferas tradicionales hacia la arena pública, conservan también -de manera estratégica-, los roles que se espera de ellas a fin de lograr cierta legitimación. Cuando nos situamos en sus propias perspectivas, se ha podido advertir que los presupuestos de género no han sido considerados ni taxativos ni excluyentes, por el contrario, al ocupar los espacios públicos, han utilizado creativamente las cosmovisiones domésticas y esencialistas, en una suerte de “nomadismo” (Rosi Braidotti, 2000) que las lleva de lo privado a lo público, de lo convencional a lo perturbador, movimientos y oscilaciones que impactan, sin lugar a dudas, en sus identidades.

Analizando la problemática en la provincia de La Pampa, podemos decir que la ley de cupos n° 1953 modificatoria de la ley electoral sancionada en 1994 permitió un rápido aumento del número de mujeres en las listas electorales, a partir de 1995 amplió visiblemente la cantidad de diputadas que llegaron a la Legislatura provincial y como rige también para los municipios de la provincia produjo un considerable incremento de presencia de mujeres en los órganos colegiados electivos municipales. Si bien la cuestión puramente numérica ha sido extensamente estudiada, aún restan efectuar estudios empíricos sobre participación y representación política y la posible incorporación de la perspectiva de género en los órganos de gobierno, se requiere de estudios que apunten a descubrir y analizar qué papeles juegan las mujeres en un espacio tradicionalmente ocupado por varones, es decir cómo responden a las interpelaciones que se les hace desde el ámbito público. Tampoco está de más insistir con datos en mano, que todavía faltan mujeres en espacios estratégicos. Si bien es cierto que el cupo impactó cuantitativamente en los órganos electivos colegiados, al menos en nuestra provincia, es notoria la infrarrepresentación femenina en instituciones en las que no hay obligación de cumplir las cuota ni otras medidas de acción positiva8. No hay ninguna norma9 que prevea la implementación de tales medidas en ministerios, secretarías, juzgados u otros organismos provinciales relevantes como tampoco hay una cultura democrática lo suficientemente consolidada como para que aún sin norma expresa se pueda cumplir con una representación paritaria en los cargos.

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Al respecto Borner et al (2009) dicen -siguiendo a Weber- que en el cumplimiento de la ley de cupos hay una racionalidad formal: la ley no se cumple por compromiso con la igualdad o por convicción sino por que hay que cumplirla, si no hubiera cupo, los mismos actores reconocen que no habría tantas mujeres, lo que se condice con la escasa presencia de mujeres en espacios de poder en los que las cuotas no son obligatorias. 9 Se constató la existencia del proyecto n° 11/2007 de los Diputados Peppino y Scovenna sobre paridad entre mujeres y varones en la participación en espacios públicos, pero en la actualidad no tiene estado parlamentario y otro proyecto n° 20/2011 de la Diputada Fonseca sobre igualdad de oportunidades similar a la ley dictada n° 474 de la Ciudad Autónoma Buenos Aires.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. Esta situación hasta podría comprometer la responsabilidad internacional del Estado si tenemos en cuenta lo dispuesto por la Recomendación General n° 25 que reafirma el derecho de las mujeres a ocupar cargos públicos y ejercer todas las funciones públicas (Pto 30 y arts. 7 y 8 de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer).

5) La política de la presencia y la representación política. ¿Qué cambia con las medidas especiales? Como consecuencia de lo que venimos diciendo y a los fines de la lucha política10, las mujeres se identifican como iguales o diferentes dependiendo de a quién se enfrenten y en qué situación particular anclen su identidad, es decir qué estrategia establezcan para la lucha por los derechos. Como decíamos, esto tienen especial relevancia para reconocer las distintas articulaciones a veces ambivalentes y contradictorias a que están sometidas las mujeres: la cuestión del género, su pertenencia de clase y las lealtades partidarias. Como el género es un concepto bivalente en la terminología de Fraser (1997) la representación política se complejiza ya que no son posibles políticas de redistribución de bienes materiales sin la contrapartida de las políticas de reconocimiento. Resolver estas tensiones está en la base de la legitimidad de las democracias actuales. Las feministas coinciden en que existe un déficit democrático al mantener los obstáculos culturales y materiales que impiden una mayor presencia de mujeres en los ámbitos públicos, pero estiman que el solo hecho de que haya más mujeres en los espacios de toma de decisión no implica automáticamente que se representen mejor sus intereses y necesidades, es decir, más mujeres no necesariamente configuran la denominada representación sustantiva11. En ese sentido, Phillips (1999) advierte sobre los límites de la política de la presencia. Sostiene que se trata de una estrategia reformista que deja de lado por el momento la redistribución de bienes económicos o sociales para centrarse en la inclusión política.

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En la lucha política se halla implicada la participación y la representación de las mujeres, con lo que es sumamente complejo sino representar intereses de mujeres, cuestión que complica la relación entre éstas y sus representantes. 11 Pitkin (1985) trabaja los conceptos de representación descriptiva basada en el mejor reflejo posible de los grupos que conforman un electorado; la representación simbólica que implica que el representante es un miembro típico del grupo que representa y la representación sustantiva que tiene que ver con los contenidos que se representan.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. Pero aún bajo tales presupuestos, se comparte la idea de que si no hubiera mujeres en el ámbito público, algunos temas no habrían sido incorporados al tratamiento de la agenda pública. Phillips (1999.254) lo sintetiza así: No podemos decir, pues, que cualquier mujer, sólo por el hecho de ser mujer, representará los intereses o preocupaciones o experiencias de las “mujeres”. Lo máximo que podemos decir (pero decir esto es decir mucho) es que es una locura esperar que estas experiencias estén representadas en asambleas de las que estén prácticamente ausentes las mujeres. Por ello, las feministas y los movimientos de mujeres afirman la necesidad de contar con mecanismos de medidas especiales para visibilizar estas necesidades e intereses en ámbitos fuertemente masculinizados. Éstas se orientan a lograr más aceleradamente la igualdad entre grupos desaventajados y no sólo han sido utilizadas para compensar la situación de discriminación histórica que han sufrido las mujeres en el ámbito público. La concepción del principio de igualdad ha avanzado hasta comprender la idea de igualdad de oportunidades que ha sido conceptualizada como un principio básico de justicia social para colocar en lo posible a todos los ciudadanos en las mismas condiciones de partida para competir libremente, exige la intervención del Estado para asegurar que todos tendrán la misma posibilidad de adquirir idoneidad y capacidad necesarias para competir por recursos y posiciones sociales que permitan desarrollar libremente el plan de vida. No solo necesita de una acción negativa del Estado (no discriminar); implica que éste debe contrarrestar los efectos de diferentes circunstancias que generan desigualdad (Iglesias Vila, 2010). Teniendo en cuenta estas concepciones se ha ampliado el campo de implementación las medidas positivas que se encuentran previstas en diversos instrumentos internacionales. Así están los arts. 2, 3 y 4 de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer y en la Recomendación General n° 23 “Vida Pública y Política” de 1997, entre otros12, que bajo distintas denominaciones como por ley u otros medios apropiados, medidas adecuadas y medidas apropiadas insta a los estados que establecen este tipo de medidas. Además, varios documentos de organismos internacionales han aclarado que su implementación no constituye discriminación en los términos de los tratados. Así lo disponen las Observaciones Generales n° 13 sobre el derecho a la educación (Pto 32); n°18

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También propone la implementación de medidas especiales el art. 1.4 de la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial.

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Como dijimos, en nuestro país, una medida especial de gran impacto fueron las cuotas electorales. En la Legislatura de la provincia de La Pampa hubo dos mujeres diputadas en el período 1991/1995. A partir de la implementación del cupo el número ascendió a ocho o 13

Aún cuando se pensaba que la región de Latinoamérica había conjurado los autoritarismos, no debe olvidarse el problema que planteó a la OEA el golpe de estado de Honduras en 2009 y el levantamiento en Ecuador 2010.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. nueve diputadas estabilizándose en esa cantidad la presencia femenina en la Cámara de Diputados. Actualmente hay diez diputadas sobre treinta cargos. Puede afirmarse que un bajo número de representantes del grupo minorizado impide la constitución de una masa crítica mientras que una representación más balanceada entre el 30 y 40% -aunque actualmente se focaliza en la paridad- implica la posibilidad de entablar alianzas e incluir temas en agenda,. En ese caso las medidas especiales como el cupo femenino en los órganos colegiados u otras acciones afirmativas, han logrado no solo aumentar la cantidad de mujeres, sino también visibilizar y modificar lenta pero paulatinamente la agenda política. Dar cuenta de este segundo impacto, permitirá revelar el cambio cualitativo en los ámbitos de decisión de la mano de la mayor presencia femenina. En cuanto a la agenda de temas, es preciso acotar que aquellos que se ponen a discusión en una institución como la Legislatura no son sólo una descripción de lo que las mujeres pueden necesitar. La agenda tiende a ser una representación estratégica que da relevancia a determinados problemas y asuntos y no a otros (Bustelo y Lombardo, 2007). Entre los posibles cambios que puede aparejar la mayor presencia de mujeres se encuentran la inclusión de nuevos temas y la probabilidad de incidir en los resultados de la actividad parlamentaria, lo que se ha denominado feminización de la legislación. En cierta medida, no puede soslayarse que los temas que llegan a ser integrados a la agenda institucional y tratados como asuntos de interés general previamente han sido definidos y advertidos como problemas por grupos sociales14 y disputados en el terreno de la política por distintos actores. Sólo así se convierten en insumos de políticas públicas. Es por ello que la inclusión y tratamiento de temas de género en la agenda pública remite a la constitución de las mujeres como sujetos políticos; a la elaboración de marcos teóricos y prácticas para sostener los reclamos15 y a las alianzas estratégicas que puedan establecer. Como contrapartida, no es menor el posible riesgo de cristalizar los temas de mujeres y

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Esta idea es abordada por la Sociología Jurídica cuando estudia el cambio social a partir del derecho y el cambio del derecho a partir de las luchas sociales. La relación es compleja y dialéctica. No creemos que el derecho, por decirlo de alguna manera, vaya delante y lidere el cambio social, si no preexiste una necesidad, un grupo que motorice la lucha por el derecho. 15 La idea de construir marcos teóricos y prácticos refiere al problema entre feministas de la Academia y de la militancia, cuya alianza no sólo es factible sino necesaria. Ver Tarrés (2001, ob.cit) .

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. vedar la ampliación del abordaje de otras cuestiones, como pueden ser las vinculadas a las relaciones internacionales o el presupuesto16. Pese a las dificultades, lo cierto es que a través del tiempo y de acuerdo al material consultado y seleccionado, los temas acerca de la situación y derechos de las mujeres se han ido consolidando en la agenda de la Legislatura pampeana, aunque según veremos no siempre ese abordaje se hace desde la perspectiva de género. En ese sentido, hemos contabilizado 50 proyectos de ley en los períodos 2003/2007 y 2007/2011 que contienen temas que tratan derechos de las mujeres, aunque no pertenecen solo a diputadas sino que también los hay de diputados. Entre los principales proyectos de ley y leyes que se han consultado se encuentran: temas de Salud: (17 proyectos) sobre lactancia materna, cáncer de mamas, parto humanizado, derechos del recién nacido, educación sexual, anticoncepción de emergencia, uso de profilácticos, aborto no punible e infertilidad; Derechos políticos: (6 proyectos): sobre cupo, sobre participación igualitaria, proyecto de resolución pidiendo la aprobación del Protocolo de Cedaw, cupo en partidos políticos y sistema electoral, igualdad efectiva entre mujeres y varones; Proyectos que tienen relación con la Seguridad: (11 proyectos) sobre delitos sexuales, programas para atender la trata de personas, implementación de las comisarías de la mujer, casa refugio para mujeres, observatorio de violencia, obstructores de vínculos parentales); Políticas públicas sobre del sistema judicial: (4 proyectos) creación de defensorías, registro de deudores alimentarios y deberes de asistencia familiar, registro de condenados por abuso sexual, aplicación de la ley de violencia; Proyectos sobre niñez y adolescencia: (6 proyectos); Paternidad, maternidad y compatibilización con el trabajo: (6 proyectos) sobre incorporación de mujeres al trabajo de la construcción, trabajo doméstico, bonificación por guarderías, licencia por maternidad. Si bien, a los fines de la representación sustantiva, este proceso de incorporación de temas en la agenda resulta auspicioso en el largo plazo, el trabajo legislativo sobre temas de mujeres no siempre es abordado desde una perspectiva de género. Maffía (Rodríguez, 2007: 1) apunta que esta visión principalmente tiende “a revisar la concepción androcéntrica de portadores de humanidad universal reservada a varones, y la particularidad reservada desde esa mirada a las mujeres” y agrega:

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Del estudio que estamos llevando a cabo para la Maestría en Sociología Jurídica de la UNLP, hemos constatado una decreciente participación de diputadas en las presidencias de Comisión en la Legislatura, aun así en los dos períodos analizados una diputada fue presidente de la Comisión de Hacienda y Presupuesto.

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Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2013. Nº8 .Pgs.68-87. ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP. …la perspectiva de género torna visibles las desigualdades e inequidades existentes entre hombres y mujeres por razón de su sexo y reconoce que esta desigualdad no es un producto de la naturaleza sino una construcción social, y por lo tanto, puede ser modificada (ob cit pág 9).

Desde este enfoque cabe preguntarse: cómo el derecho puede visibilizar los puntos de vista y las experiencias de grupos desaventajados y cómo hacer para que la toma de decisiones sea más sensible a las necesidades e intereses de las mujeres. En el análisis de los proyectos de ley, de las discusiones en el recinto parlamentario y en las leyes sancionadas que estamos realizando, trataremos de advertir: si el proyecto o la discusión en torno a una ley ha considerado la situación de las mujeres y de qué manera; es decir si promueve prácticas y normatividades inclusivas y respetuosas de los derechos humanos de las mujeres o si por el contrario, las propuestas legislativas refuerzan el rol subordinado de las mujeres.

6) Conclusiones. Las crecientes fragmentaciones sociales en las sociedades contemporáneas dificulta y complejiza la representación política sumado a que las mujeres históricamente fueron excluídas del espacio público donde se negocian los derechos de la ciudadanía. Esto trae como consecuencia un grave déficit democrático que solo puede empezar a resolverse con la previsión normativa y la profundización en la implementación de medidas especiales para la inclusión de las demandas de los grupos minoritarios. Si bien las mujeres no son una minoría en términos numéricos, si lo son respecto al acceso de los bienes simbólicos y materiales. Mientras el poder desconozca el aporte que pueden hacer las mujeres las desigualdades sociales persistirán. Las democracias actuales deben esforzarse por reconocer en qué campos el género es relevante y en cuáles resulta fútil hacer distinciones a los fines de profundizar los niveles de acceso igualitario a los derechos. Aplicar la perspectiva de género al momento de la toma de decisiones e incluir el punto de vista femenino puede empezar a revertir las desigualdades sociales y legitimar los sistemas políticos.

Bibliografía: Allegrone, N. (2002). Ley de cupo femenino. Su aplicación e interpretación en la República Argentina. Fundai-Friedrich Ebert Stiftung , Buenos Aires.

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I Jornadas de Género y Diversidad Sexual: Políticas públicas e inclusión en las democracias contemporáneas. Facultad de Trabajo Social Universidad Nacional de La Plata La Plata, 24 y 25 de Octubre de 2014.

Título del trabajo: La (de)construcción social de la violencia de género. Autoras: Fernandez, Aldana María - Makcimovich, Lucía Institución u organización: Facultad de Trabajo Social – UNLP. Eje temático: Violencias. Experiencias de intervención Mail: [email protected] Tres palabras claves: Patriarcado – género – violencia.

INTRODUCCIÓN El presente trabajo tiene como objetivo analizar y discutir sobre la violencia de género. Quienes realizamos este trabajo entendemos que, a pesar de que cada historia tiene su especificidad y sus particularidades, son miles las mujeres que sufren violencia a diario dentro de nuestra sociedad por el solo hecho de ser mujer. Nos proponemos indagar, analizar y poner en tensión algunos conceptos que, entendemos, son útiles y necesarios a la hora de definir y analizar la violencia y las formas en que ésta se reproduce y se legitima. Conceptos tales como patriarcado, género, violencia de género y violencia contra las mujeres son algunas de las categorías que nos permiten conceptualizar y definir cómo entendemos la violencia en sociedades como las nuestras, desiguales y opresivas. Finalmente, queremos dejar expresados algunos aportes del Trabajo Social a la hora de intervenir en estas problemáticas. Queremos poner en tensión y discutir acerca de nuestro rol como futuros profesionales, en pos de generar una intervención que no reproduzca ciertas lógicas

que, muchas veces, el mismo sistema impone como herramienta para la resolución de los conflictos que se nos presentan.

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DESARROLLO Pensar la violencia contra las mujeres como un problema social y político y como la expresión de una desigualdad estructural nos invita a reflexionar acerca del sistema patriarcal que se basa en la dominación masculina, ésta última entendida como “la organización de una institución, particular o de un diseño particular de sociedad como un todo que implica que los varones (como genérico) tienen hasta cierto punto la autoridad y el control de las mujeres (también como colectivo genérico)” (Femenías; 2008:30). Las relaciones desiguales entre los géneros se construyeron históricamente por el sistema patriarcal, sistema de opresión y dominación que construyó, avaló y avala estas desigualdades. Estas relaciones son políticas y de dominación, suponen el ejercicio del poder, se asientan sobre la ideología patriarcal e implican niveles simbólicos de legitimación. Esta legitimación se basa no sólo en el sistema de ideas y de símbolos que refuerzan el estado de cosas sino también en la forma en que cada sujeto internaliza y aprende las formas estructurales y sociales que le han sido atribuidas según el lugar que ocupa en el entramado social. El patriarcado, en tanto estructura e ideología, se reproduce y perpetua ejerciendo violencia simbólica, es decir, funciona como un sistema que “extorsiona, generando unas formas de sumisión, que ni siquiera perciben como tales, y que se apoyan en creencias totalmente inculcadas. (…) La violencia simbólica impone coerción e instituye, por medio del reconocimiento extorsionado de la dominada al dominante, una suerte de cerco de conocimientos y percepciones” (Femenías; 2008: 33). Así, el patriarcado aparece como el único orden posible, irreversible, inmodificable, incuestionable, natural y eterno. La eficacia del mismo radica en la creación de las condiciones necesarias previas para que la violencia ejercida contra las mujeres no se perciba como tal. Los aportes de de Miguel (2005) nos permiten ver la importancia de historizar para comprender el entramado, el origen y las formas en que la violencia se ha legitimado y configurado, como así también poder advertir la relevancia de los movimientos sociales en la visibilización de las problemáticas sociales. Siguiendo esta línea, esta autora afirma que fueron las feministas radicales de los años sesenta quienes elaboraron el concepto de patriarcado. Con esta elaboración se presentaba el patriarcado como un sistema de dominación que presentaba formas de legitimación, propias y específicas. El patriarcado y el capitalismo entonces, se 3

articulan en tanto el primero contribuye a sostener al segundo como sistema político, económico, social y cultural a través de la dominación de una parte fundamental de la humanidad en condiciones desventajosas. Por otra parte, dice de Miguel (2005), la teoría permite ver cosas que sin ella no veríamos, por lo tanto el acceso al feminismo permite adquirir un marco de referencia desde donde entender y explicar la realidad. En lo que respecta a nuestro trabajo entendemos que los estudios de género y de los movimientos feministas son aportes esenciales para comprender y abrir el debate sobre la violencia contra las mujeres. La teoría feminista tiene entre sus metas, conceptualizar, visibilizar y desnaturalizar los conflictos y las relaciones de poder que se consideran normales e inmutables. Se trata como dice la autora, de que “la ideología patriarcal está tan firmemente interiorizada, sus modos de socialización son tan perfectos que la fuerte coacción estructural en que se desarrolla la vida de las mujeres, violencia incluida, presenta para buena parte de ellas la imagen del comportamiento libremente deseado y elegido. Estas razones explican la crucial importancia (…) de que las mujeres lleguen a deslegitimar dentro y fuera de ellas mismas un sistema que se ha levantado sobre el axioma de su inferioridad y su subordinación a los varones.” (p. 234) Romper los marcos de interpretación patriarcal sobre la violencia contra las mujeres, desde donde la violencia se justifica desde todo el amplio abanico ideológico nos invita a repensar algunas categorías construidas históricamente para nombrar, visibilizar y denunciar determinadas problemáticas. Así, aunque la violencia de género y contra las mujeres no son fenómenos nuevos, sus apariciones en el plano político han tenido mucho que ver las reivindicaciones y conquistas de los movimientos feministas y de mujeres. Hablar de violencia de género, en esta lucha por generar nuevos marcos de interpretación, permite comprender la violencia como un elemento útil para perpetuar los estereotipos sexuales y los patrones culturales construidos históricamente, al mismo tiempo que nos remite a la desigual distribución del poder y a las relaciones asimétricas establecidas entre varones y mujeres en sociedades como la nuestra. Para Castellanos, “el término género (…) nos remite a las relaciones sociales y culturales entre mujeres y hombres, a las diferencias entre los roles de unas y de otros, y nos permite ver que estas diferencias no son producto de una esencia invariable. Por el contrario, cada cultura concibe lo que es ser hombre y lo que es ser mujer de una manera diferente” (Castellanos; 2006: 12). Es interesante retomar aquí los aportes de Paredes (2008) 4

respecto a la categoría género. Para esta autora, el género es una categoría política relacional de denuncia de la posición injusta y opresora en la que se encuentran las mujeres dentro del patriarcado. Por eso dice la autora, “(…) nunca va a haber equidad de género entendida como igualdad, porque el género masculino se construye a costa del género femenino, por lo que la lucha consiste en la superación del género como injusta realidad histórica. Dicho de otra manera de lo que se trata es de trascender el género, como construcción histórica y cultural (…)” (Paredes; 2008: 5). Según la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la mujer sancionada en 1994, la violencia de género se entiende como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como el privado” (p. 76). Según la Ley Nacional N° 26.485 de “Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contras las Mujeres en los ámbitos en que se desarrollen sus relaciones interpersonales” se entiende por violencia contra la mujer “toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal” (p. 2). Es decir, se entiende por violencia de género o contra las mujeres todas aquellas formas de violencia que son ejercidas hacia las mujeres por el hecho de serlo, es decir, producidas en relación a los condicionantes que introduce el género en cuanto a roles y posiciones sociales en la estructura patriarcal (subordinada en el caso de las mujeres, dominante en lo que respecta a los varones). La Ley 26.485 sancionada en nuestro país en marzo del 2009, presenta diferentes tipos y modalidades de violencia. Según esta ley la violencia es clasificable en cinco tipos; física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, y simbólica. Por otro lado, clasifica la violencia contra las mujeres en diferentes modalidades; doméstica, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica y mediática. Bosch, Ferrer y Alzamora (2006) plantean algunos inconvenientes a la hora de pensar la violencia y sus definiciones. En primer lugar, problematizan acerca del uso indiscriminado y habitual de algunos modos de entender y definir el problema que terminan por naturalizar y desvirtuar el problema, sobre todo difundidos por los grandes medios de comunicación. Un segundo problema que plantean las autoras es el que deriva del uso del 5

término familiar, ya que afirman que dentro del entorno familiar se pueden presentar diferentes tipos de violencia, por lo que no corresponde aplicar el término general para una forma particular. Finalmente, el último problema deriva del uso del término doméstico, ya que según las autoras este término induce a pensar en actos privados y personales. Para resolver estas dificultades, las autoras proponen evitar los términos que puedan generar confusión y reemplazarlos por otros inequívocos. Conceptualizar la violencia de género, y en particular la violencia contra las mujeres como la expresión de un problema estructural y político, permite visibilizar que las agresiones que sufren miles de mujeres a diario no son producto de momentos de tensión o arrebatos que forman parte de la vida cotidiana de las personas, sino que son consecuencia de los intentos de mantener la subordinación de la mujer. Tratar el tema del maltrato en la pareja, por ejemplo, como un caso individual y aislado es una visión naturalizadora y tranquilizadora que no pone en cuestión el modelo patriarcal. Para Millet “la violencia tiene una función de refuerzo y reproducción del sistema de desigualdad sexual. Su amenaza doblega la voluntad de las mujeres, cercena sus deseos de autonomía” (de Miguel; 2005:239). De aquí se desprende la necesidad de pensar la violencia de género no como una un problema particular, concerniente a la vida privada de las mujeres y a las relaciones que establecen con otras personas, sino como un problema social y político que requiere la elaboración de conceptos y categorías que permitan definirla, explicarla y denunciarla como tal.

Aportes y desafíos del Trabajo Social

Quienes realizamos esta trabajo creemos necesario debatir y repensar cual es el rol de los profesionales ante la situación de violencia de género, en una sociedad patriarcal en donde pese a los avances en la deslegitimación de la violencia, en muchas ocasiones aun se encuentra invisibilizada. Para pensar qué estrategias y herramientas utilizamos para intervenir sobre estas situaciones, creemos necesario tener como base y fundamentación teórica el análisis anteriormente realizado; análisis que nos permite entender el marco en que se desarrollan las relaciones sociales dentro de la sociedad capitalista patriarcal en la que vivimos.

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Partimos de considerar, siguiendo a Karsz (1989), que el Trabajo Social se desempeña prioritariamente en la dimensión socio-ideológica de la sociedad, intentando consolidar o transformar los posicionamientos del sujeto sobre su realidad. Entendemos que éste constituye un aspecto esencial para tener en cuenta en el análisis desde una perspectiva de género. Nos entendemos como formando parte y muchas veces reproduciendo –aun si ser conscientes de ellola misma estructura que oprime por la sola condición de ser mujer. Entendemos que, a partir de este marco de acción transformadora que tiene el Trabajo Social en lo ideológico, es necesario trabajar con el empoderamiento de los sujetos con que los que intervenimos. Los aportes de Lorente Molina (2003) en la definición del empoderamiento, resultan interesantes para pensar esta dimensión de la intervención. Esta autora propone el empoderamiento como la reorganización de las relaciones de poder que producen formas de opresión sostenidas en el tiempo en diversos colectivos sociales y culturales. La redistribución del poder constituye, por tanto, un horizonte de transformación social que apunta a cambios estructurales. Es, entonces a partir de esta reorganización de las relaciones de poder, que se intenta potenciar la capacidad transformadora de cada persona o grupo con el que se trabaja; buscando deconstruir aquello que se ha instaurado como natural. Poder pensar y poner en tensión las políticas públicas y los programas e instituciones que actúan ante las situaciones de violencia hoy en día, es otro desafío para la profesión. Resulta interesante poder analizar las mismas, ya que muchas veces son las principales herramientas que utilizamos para nuestra intervención. Resignificarlas es una de las tareas que tenemos por delante, ya que muchas veces estas políticas siguen reproduciendo ese lugar de “mujer golpeada”, revictimizando a la mujer, no logrando correrla del lugar en el que la sociedad constantemente la posiciona, le impone y le naturaliza como dado. El desafío se encuentra en poder trabajar junto a las mujeres que sufren violencia estas cuestiones, comprendiendo que el patriarcado al actuar a través de la violencia simbólica, produce la adhesión voluntaria de las mujeres, a través de los discursos y las prácticas. Creemos necesario poder entender todas estas cuestiones y dimensiones como productos de la misma reproducción social en el que estamos insertos. Entendemos que ese mismo Estado que genera y crea las “herramientas” forma parte de un sistema machista y patriarcal. Creemos que aporta para el debate, retomar los aportes de Netto (2008) cuando propone que solo los 7

ingenuos pueden suponer que, en un mundo así “globalizado”, la concretización de derechos depende de buenas políticas sociales, de buena gobernanza, cuando no de solidaridad. Finalmente, queremos retomar los aportes de Femenías (2008) con su propuesta del examen crítico de las habituales formas de convivir y diseñar modos posibles de intervención, en pos de alterar de algún modo lo considerado normal de un cierto estado de cosas, visibilizando lo que se considera intolerable y denunciando la violencia. “La desestabilización de conceptos y de relaciones causales pretende ser subversiva en la medida que intenta cambiar el orden patriarcal considerado natural, objetivo, neutro, etc.” (Femenías; 2008: 44). Este proceso de intervenciones, transfiguraciones y reacomodaciones es un tarea que, entendemos, debemos darnos en conjunto, profesionales del Trabajo Social y profesionales de otras disciplinas, junto a las mujeres que sufren todo tipo de violencia, en pos de generar un verdadero empoderamiento, a través de una práctica transgresora y valorando el potencial emancipatorio de la práctica cotidiana.

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CONCLUSIONES Este trabajo surgió con el espíritu de aportar al debate sobre la violencia de género y la violencia contra las mujeres. Frente a experiencias transcurridas nos encontramos con la necesidad de (in)formarnos en una perspectiva que tenga como horizonte la supresión de todas las formas de opresión, explotación y violencia hacia las mujeres. Entender la violencia como una expresión de la estructura patriarcal en la que estamos inmersos, repensando nuestra práctica y nuestra intervención, nos permite construir un marco de interpretación acorde a nuestra posición política-ideológica, posiciones que, entendemos, hacen a la dimensión ética-política del colectivo profesional. Trabajar junto a mujeres que han sido o son víctimas de violencia no es una tarea sencilla. Nos exige actuar consciente y responsablemente en pos de transformar las condiciones que permiten que la violencia y el patriarcado se sigan reproduciendo. La toma de la palabra para transformar los discursos, la práctica cotidiana como acción transformadora y el empoderamiento son algunos de los aportes que este trabajo nos ha brindado. Creemos que este debate está inconcluso, que no existen recetas ni pasos a seguir en la intervención profesional, y apostamos a la construcción colectiva de conocimientos y prácticas que se aboquen a la transformación de las estructuras, que social e históricamente construidas, serán social e históricamente abolidas. Por eso decimos: “…seguimos con el puño izquierdo levantado porque el sistema no fue derrotado, porque este sistema continua lastimando nuestros cuerpos y los cuerpos de nuestros hermanos y la naturaleza. Este sistema de opresiones se ha reciclado permanentemente desde que fue construido, no es un sistema natural, fue históricamente hecho y va a históricamente, también terminar por la acción revolucionaria de los pueblos. Por eso no bajamos el puño izquierdo, por eso sigue siendo la forma como nos comunicaremos entre quienes creemos que la Utopía es posible-- lucha que sigue caminando entre la pasión enamorada por la utopía y la terquedad de nuestras luchas por conseguirla” – Feministas Comunitarias de Bolivia 9

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Olivar, 2011, vol. 12, nº 16. ISSN 1515-1115 http://www.olivar.fahce.unlp.edu.ar Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria.

La representación contemporánea del cuerpo desnudo: El objeto sexual en el cambio de siglo XX al XXI Isabel Justo Institución Joaquín Sorolla de Investigación y Estudios

Resumen Los cambios que el pensamiento feminista ha producido en nuestra personalidad como sociedad, en nuestra manera de conducirnos y expresarnos, invitan a trabajar sobre ellos en profundidad. En estas líneas se analizan algunos trabajos de artistas feministas y “post-feministas”, relacionándolos con la tradición de representación del cuerpo humano en la historia del arte. La denominación objeto sexual no es un calificativo que se aplique hoy únicamente al sexo femenino. Imágenes femeninas y masculinas son utilizadas por la sociedad de consumo para vender sus productos como reclamo. Las particulares formas de entender y presentar el cuerpo humano como desperdicio, consumible o despojo, no son tampoco patrimonio de un solo sexo. Desde la perspectiva de la representación del cuerpo humano se deben analizar las nuevas estrategias nacidas a partir del compromiso de respeto hacia los derechos sociales de las mujeres. Palabras clave: Historia del arte – feminismo – objeto sexual – deshumanización sexista – imagen del cuerpo.

Olivar Nº 16 (2011), 199-214, CETCL, IdlHCS, FaHCE, UNLP - CONICET.

Esta obra está bajo licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina

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Isabel Justo

olivar nº 16 - 2011

Abstract The changes that feminist thought has occurred in our personality as a society, the way we lead and express, invite to work on them thoroughly. In this paper, discusses some works of feminist and “post-feminist” artists, relates these artists with the tradition of representing the human body in Art History. The term sexual object is not an epithet that applies only to females today. Male and female images are used by the consumer society to sell their products. The particular ways of thinking and presenting the body as waste or spoil, or consumable appears in both genders. From the perspective of representing the human body we must consider the new strategies emerging from the respect for social rights of women. Keywords: Art History – Feminism – Sexual object – Dehumanization – Body Image.

La representación del cuerpo humano, tema predilecto en la historia del arte, ha ido configurándose a través de los siglos a partir de una sucesión de cánones, modas e ideales de belleza, que en ocasiones se han dejado atrás y en otras han perdurado o se han repetido intermitentemente. De las preocupaciones recurrentes destaca la de dar idea de movimiento y por ende de vida; entre los prototipos más representados están los del poder o la maternidad –figuras entronizadas o las representadas con una criatura en los brazos– que se identifican por gestos y posturas características. André Chastel dedicó en los años ochenta tres breves ensayos a subrayar la importancia del gesto en el arte desde el punto de vista de la comunicación, en un momento de auge de la semiología. Se preocupó particularmente por el gesto con el que se llama la atención sobre algo señalándolo con el dedo índice, y por el denominado signum harpocraticum –el que pide silencio llevándolo a los labios. Chastel manifestaba admiración por la pasión que despertaba en los artistas y pensadores renacentistas la antigua búsqueda de la representación del movimiento, de los moti como indicadores de la vida (citando a Leon Battista Alberti: Coi movimenti delle membra mostran movimenti dell’anima) y equipa-

La representación contemporánea del cuerpo desnudo olivar nº 16 - 2011 201

raba la importancia de la representación gestual con la de la perspectiva renacentista, responsable de la ilusión del espacio (cfr. Chastel, 2001).

Ilustración 1: Tiziano, Venus de Urbino, 1538*

En estas páginas se atenderá a una disposición del cuerpo humano que ha soportado dispares significados a lo largo de la historia del arte: la figura reclinada horizontalmente, con el cuerpo apoyado sobre un costado, perpendicular al suelo y enfrentado al espectador1. Esta disposición 1 En el paleolítico magdaleniense y en el neolítico se realizaron relieves y figurillas dispuestas al modo de la Venus de Urbino de Tiziano (1538) o las majas de Francisco de Goya (1795-1800). En mi tesis doctoral La figura femenina reclinada en la pintura española del entresiglos XIX-XX (Justo 2009) dedico un apartado a la genealogía de la postura reclinada, detectando casos más allá de los frecuentados ejemplos pictóricos renacentistas, que a su vez remiten a otros de la escultura clásica. * La inclusión de imágenes responde a los fines educativos de la revista. Para ello fueron tomados de la web y de los catálogos que se consignan en la Bibliografía.

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corporal ha servido históricamente para representar diferentes aspectos del ánimo. Piénsese, por ejemplo, en la postura prototípica de los comensales en los banquetes romanos, afirmación de la opulencia de las clases poderosas en la antigüedad clásica, o en la confianza ciega que rememora la Ariadna dormida de los Museos Vaticanos (s. II a.C.), a quien Teseo abandonó en Naxos aprovechando su sueño. Tiziano, productor incansable de exquisitas figuras femeninas reclinadas (ver ilustración 1), representó la receptividad sexual en varias versiones dedicadas a Dánae (al menos seis entre 1545 y 1546); en ellas la hija del rey de Argos separa sus piernas para recibir la lluvia de oro que deja caer sobre ella Zeus. Finalmente se puede recordar la sensualidad de la Venus del espejo de Velázquez (ha. 1651), tendida desnuda de espaldas y observándonos con su mirar reflejado.

Ilustración 2: Francisco de Goya, La maja desnuda, 1795

Si bien la disposición recostada no es, en absoluto, exclusivamente femenina, ha sido utilizada como símbolo del arte mismo en una especie de conglomerado alegórico que reúne feminidad, vida/naturaleza y arte. En oposición a la frecuente asociación del hombre con la ciencia, la cultura y el orden, la mujer ha representado en las artes los conceptos

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complementarios, la materia y la naturaleza; por ello algunos han querido ver en el desnudo femenino el triunfo culminante del hombre (del arte, como orden y espiritualidad) sobre la naturaleza. Por otra parte el desnudo femenino ha sido utilizado como símbolo de la verdad en muchas épocas; en el siglo XIX funcionó como estandarte de la modernidad, dado su carácter rupturista con la tradición académica historicista o de asuntos mitológicos (cfr. Reyero, 2009:67 y ss.; 97 y ss.) El movimiento feminista sentó las bases teóricas que dieron origen al concepto “objeto sexual”, término originalmente peyorativo que implica que el sujeto que con él se describe posee una cualidad excluyente, la del atractivo sexual, y una función única, la de depositario del deseo del otro2. A pesar de la sensación de vitalidad y movimiento que define a este tipo de figuras reclinadas horizontalmente (sobre todo si se comparan con otras figuras extendidas que comunican directamente la idea de muerte con la laxitud de sus miembros) su disposición no vertical se ha asociado a menudo con la falta de actividad, con la pasividad que caracteriza al objeto inerte, receptor inanimado del deseo ajeno. Paradójicamente obras como la Venus de Urbino de Tiziano (1538), La maja desnuda de Francisco de Goya (1795) (ver Ilustración 2) o la Olympia de Édouard Manet (1863), han sido descritas como objeto pasivo y negativamente complaciente o excesivamente agresivo y por lo tanto desagradable (cfr. Justo, 2009:75-120). Obvia decir que fueron mayoritariamente autoras de filiación feminista las que encontraron pasivas a las tumbadas y autores masculinos los detectaron en ellas una desagradable actitud desafiante (en ocasiones una mirada, en otras un pecho muy erguido). 2 Para partir de un lugar común pondré un ejemplo típico de lo que se ha entendido en estos últimos años por objeto sexual en el sentido en que estamos considerando aquí; la periodista estadounidense Flora Davis se preocupó a principios de los años setenta por la comunicación no verbal; explicó algunos experimentos de los antropólogos del momento en distintas culturas, acompañando con ejemplos de la vida diaria como el que sigue, en el que intentaba diferenciar mujer sexy de mujer sexual: “ [la mujer sexy] … En el fondo es una figura trágica. Probablemente de pequeña aprendió a ser una niñita dulce y condescendiente, para agradar a sus padres, que gozaban luciéndose con ella (…) esto le enseñó que con frecuencia las personas se tratan mutuamente como posesiones. A medida que creció, comenzaron a abordarla hombres (…) Usaban su compañía simplemente para probar su hombría, haciendo de ella lo que las feministas llaman un objeto sexual. Al final se transforma en una mujer frágil y crispada, que presenta una imagen muy simple de sí misma y ofrece una mercancía muy simple” (Davis, 1971:29).

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En el cambio de siglo del XX al XXI se está utilizado el término objeto sexual para definir igualmente a mujeres y hombres; si bien la trayectoria de los objetos sexuales femeninos es dilatada y compleja y no exenta de polémica, la de los masculinos pareciera que fuera corta y moralmente aceptable3. Como parte del proceso de ruptura de cada época con modelos anteriores, en la nuestra se ha sustituido frecuentemente a la mujer por el hombre, colocándolo en el lugar que usualmente ocupaba ésta en las representaciones de figuras displicente y cómodamente arrellanadas. Pero no es un ejercicio de provocación gratuita: el cambio se entiende cuando recordamos que se trata de vender en una sociedad de consumo; dado que las mujeres no sólo tienen ahora un mayor poder adquisitivo sino que representan un porcentaje mayoritario en muchos sectores del mercado, resulta propicio que el que se tienda ahora de manera apetecible para el sexo opuesto sea el varón4 (piénsese en anuncios de ropa interior masculina o de colonia anunciadas por cuerpos esbeltos, depilados y musculados como los de David Beckham o Matthew McConaughey) (ver iIlustración 3: Matthew McConaughey en un anuncio para el perfume The one de Dolce & Gabbana, campaña 2008).

3 Aparte de la escasa respuesta moralizante al uso de imágenes masculinas que pudieran incurrir en reduccionismo sexista, hay que destacar cierta promoción al tratamiento de la figura del hombre con una especie de despecho que resume las características masculinas a su función sexual; en ocasiones estas actitudes toman carices cómicos y en otros violentos. Los ejemplos se multiplican en ciertas comedias norteamericanas. Un poco más adelante pongo el ejemplo de la fotógrafa Aude du Pasquier Grall, que filma y fotografía modelos después de enfrentarlos a situaciones similares a las que podría vivir una mujer tratada como “objeto sexual”. Su actitud ha sido jaleada por los comentarios de Linda Nochlin y Maura Reilly en el catálogo de la exposición Kiss kiss, Bang Bang: 45 años de arte y feminismo (2007). 4 Hablo exclusivamente de la incidencia de esa demanda femenina en el mercado, consciente de la omisión del consumidor masculino homosexual. Dos razones me animan a hacerlo así: la primera reside en que no parece conveniente, desde el punto de vista científico, desdibujar el papel activo de las mujeres en el mercado equiparándolo al de un grupo de actores minoritario, sobre todo teniendo en cuenta la novedad que supone este análisis frente al que históricamente ha insistido en la demanda masculina. La segunda razón se basa en el respeto a las particularidades de lo que podría denominarse demanda homosexual y al rigor que merece su estudio específico.

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Ilustración 3: Dolce & Gabbana

Más provocadoras resultan otras rupturas con el canon de nuestro periodo de entresiglos XX-XXI. Aunque, recordemos, hay antiguos y constantes ejemplos de atractivas figuras masculinas reclinadas en la pintura y escultura universales, no son las más frecuentes, por lo que sigue pareciendo novedoso y rompedor, después del análisis feminista del uso de la figura femenina en el arte y los medios de masas, la ocupación de esos lugares de exhibición por el cuerpo masculino. Dentro de estas representaciones del cuerpo del varón hay que destacar aquellas elaboradas por artistas feministas en las que se busca una especie de sátira, parodia (y en casos extremos humillación) con un fin aparentemente dirigido al resarcimiento del sexo femenino. Sylvia Sleigh, pintó en 1973 un particular Baño turco (ver Ilustración 4) . Esta especie de harén está habitado por hombres jóvenes desnudos, hippies de aspecto dulce y complaciente masculinidad. Más satírica y actual Zoe Leonard ha hecho que el cuerpo masculino adopte poses de pin-up, como las que hicieran famosas a ac-

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trices como Marilyn Monroe: a ella hace referencia una de sus fotografías (Pin up nº 1. Jennifer Miller hace de Marilyn Monroe, 1995, ver ilustración 5), protagonizada por un cuerpo andrógino desnudo, de barba y cabellos largos y ademanes sofisticados sobre un lecho de seda rojo. Por último mencionaré las fotografías de Aude du Pasquier Grall, mucho más agresiva al decir de las estudiosas de su obra; du Pasquier Grall ha fotografiado y filmado a modelos masculinos desnudos con los que ocupa el lugar tradicional de las mujeres en la pintura o la fotografía. Por ejemplo Hombre joven y naranja. Ciclo masculino nº 4 (2001) (ver ilustración 6), en el que aparece un joven en postura reclinada mirando al espectador con los ojos entornados: con las piernas separadas exhibe sus genitales desnudos, cercanos a una naranja estratégicamente colocada. La artista al parecer acosa a los modelos durante el posado para someterlos a situaciones similares a las sufridas por los del sexo femenino (cfr. Nochlin; Reilly 2007,62-64).

Ilustración 4: Sylvia Sleigh, Baño turco, 1973. (Butler, 2007)

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Las artistas feministas han trabajado más frecuentemente con el cuerpo de la mujer que con el del hombre; con muy distintos resultados. Por poner un ejemplo sumamente positivo y de gran interés artístico cabe citar algunos trabajos de Niki de Saint Phalle; como Hon (1966) (ver ilustración 7): una inmensa muñeca de llamativos colores por cuyo interior acogedor se puede pasear. Esta obra rompe absolutamente con tópicos anteriores, propone una femineidad de atractivos colores y amplias y vitales formas, que provoca que se la transite y admire por dentro y por fuera. Donde más dudas surgen –desde el punto de vista del valor plástico y, por tanto, de la perdurabilidad e interés de cada trabajo– es en el arte de acción, muy frecuentado por las artistas feministas. Lynda Nead elaboró un estudio en el que revisaba y contestaba de manera actualizada el célebre libro de Kenneth Clark, El desnudo: Un estudio de la forma ideal (1956). Nead reclamaba en su obra la falsedad de las posiciones pretendidamente ideales de Clark, fundada en la diferenciación en inglés entre los conceptos naked y nude (algo así como la diferencia entre desnudo y desnudo artístico; desvestido y desnudo). Traigo a colación a Nead no sólo por su acertada crítica a Clark sino también por su revisión, no menos diáfana, a la historia del desnudo en el arte producido por artistas feministas. Lo más jugoso de sus comentarios es que constata la dificultad de representar el cuerpo humano desnudo desligándolo de su materialidad, también en el arte feminista. Las artistas feministas que desarrollaron sus trabajos contestatarios a partir de los años sesenta contra la idea de lo femenino en el arte de la cultura patriarcal no fueron ajenas a una búsqueda de la verdad en la que el cuerpo femenino fue tomado como motivo central. Lynda Nead ha revisado estos trabajos, criticando por un lado su imposible evolución y continuidad temporal, al tratarse de manifestaciones de contestación que agotan un discurso insostenible; por otro lado ha desvelado la importancia de una constante en esas obras que se preocupan insistentemente por el dentro y el fuera del cuerpo, valiéndose del arte de acción como herramienta y utilizando a menudo las artistas su propio cuerpo. Según Nead, el interés de las artistas feministas por el interior del cuerpo había sido provocada por la toma de conciencia de que la naturaleza humana, y concretamente la femenina, había estado sometida a un fuerte control y contención higiénica delimitada por la frontera de la piel y al mismo tiempo se había insistido en la segregación de la mente y el cuerpo.

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Ilustración 5: Zoe Leonard. Pin up nº 1. Jennifer Miller hace de Marilyn Monroe, 1995 (Arakistain 2007, 20)

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Ilustración 6: Aude du Pasquier Grall. Hombre joven y naranja. Ciclo masculino nº 4, 2001 (Arakistain 2007, 21)

Para Nead las performers, escultoras y fotógrafas que se dedicaron a esta temática únicamente invirtieron los términos y tomaron partido por uno u otro, evidenciando la mente, el alma, o afirmando y mostrando el cuerpo femenino, su interior, su funcionamiento, a veces con recursos escatológicos.

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Ilustración 7: Niki de Saint Phalle. Hon, 1966 (Butler 2007,180)

El arte feminista que intenta contradecir el repudio de la diferencia sexual dentro de la cultura patriarcal, afirmando el cuerpo femenino como pura materia (…), no deconstruye los términos generizados de la dicotomía mente/cuerpo; simplemente los invierte. En este sentido el arte corporal interpretativo de las mujeres falla como “estrategia deconstructiva”. La representación del cuerpo femenino no necesita implicar un compromiso exclusivo con el lado de la “naturaleza” o con el de la “razón” en la oposición binaria (…) el cuerpo siempre es concebido física y psíquicamente y, como tal, cruza el umbral de la naturaleza y la cultura y emborrona las fronteras de la oposición mente/cuerpo. (Nead 1992, 115-116).

Se podrían poner algunos trabajos de la artista estadounidense Cindy Sherman como ejemplo de estrategia fallida, impulsada por la reacción y la denuncia de la representación de la imagen femenina en la cultura patriarcal. Sherman ha realizado una serie de fotografías para las que ella

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misma posó caracterizada a partir de los años 70; si bien estas imágenes llaman la atención sobre un reducido y manipulado grupo de estereotipos femeninos (el ama de casa, la estrella de cine y algunos personajes femeninos frecuentados por la historia del arte) ¿qué diferencia hay entre éstos y las fotografías e imágenes en movimiento, ni artísticas, ni críticas, que tipifican la imagen de la mujer con unos patrones a menudo absurdos, dañinos o como mínimo reduccionistas? Cabría plantearse una pregunta similar sobre las muñecas de Sherman, mutiladas, arrojadas tortuosamente en el suelo (ver imagen 8), colocadas de tal manera que vaticinan un abuso violento o participan en una especie de ultraje a la imagen de la mujer.

Ilustración 8: Cindy Sherman. Sin título nº 255,1992. (Serie Sex pictures)

Otras intervenciones que pueden resultar provocadoras han corrido a cargo de artistas que muestran igualmente la fragilidad y humanidad de la epidermis femenina y masculina, a partir de la representación del

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cuerpo humano reclinado, en ocasiones revisando obras maestras anteriores. El resultado aquí es que sus autores están llevando a cabo sus obras en una sociedad post-feminista, imbuida de un espíritu en el que lo correcto y lo habitual es partir de la igualdad de derechos sociales y laborales de mujeres y hombres. Un ejemplo muy completo y útil, dado su compromiso con la historia del arte, es la del pintor inglés Lucien Freud. En Benefits Supervisor Sleeping (1995) Freud tendió a una trabajadora social con obesidad mórbida desnuda en un sofá. En esta ocasión colocó, no se sabe si irónica o amorosamente, a su gigante mole de carne recogida en una disposición clásica, como si se tratase de una Ariadna dormida; dejaba así de lado su frecuente manera de arrojar los desnudos, femeninos y masculinos, jóvenes o ancianos, como despojos, con evidentes señales de suciedad y heridas en la epidermis. Su trabajo devuelve una imagen femenina deforme, es decir, una representación que rompe con todos los estereotipos, casi irreconocible si no fuera por la postura que adopta. Tanto Lucian Freud, como su amigo y colega, Francis Bacon, dedicaron no pocas de sus obras a “descomponer”, analizar y recrear el cuerpo humano en reposo; sus obras sirven de ejemplo para reflexionar sobre la materia, las marcas y deformidades de la piel dan fe de su utilización y de la calidad de seres vivos de sus dueños, de la función del cuerpo y su caducidad. Freud y Bacon revisaron la tradición de figuras reclinadas –citando algunas de las más famosas de Paul Cézanne (1839-1906) o Ingres5 – y el tema recurrente del pintor con su modelo. Bacon creó figuras humanas fuertemente sexualizadas, igualmente torturados y deformes, hombres y mujeres. Si en Estudio de desnudo con figura en un espejo (1969) dispuso a una mujer en una especie de escenario propio de las cabinas de sexo en vivo, un año después utilizó la misma plataforma para retratar dos cuerpos masculinos entrelazados en el panel central de Tríptico. Estudios del cuerpo humano.

5 De Francis Bacon se pueden citar un panel, parte de un díptico: Estudio del cuerpo humano a partir de un dibujo de Ingres (1982) y Edipo y la esfinge según Ingres (1983). De Lucian Freud su Según Cézanne (1999-2000), una composición de tres figuras desnudas, dos mujeres y un hombre, tendidas sobre una sábana en un interior destartalado, dispuestos como si fuesen bañistas de Cézanne.

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Ilustración 9: Lucien Freud. Benefits Supervisor Sleeping, 1995

Lucian Freud ha trabajado con intensidad la decadencia del cuerpo y el rostro del ser humano, incluyendo entre sus retratos los de sus hijas, el propio y el de la Reina Isabel II de Inglaterra. En 1986-1987 pintó una obra titulada Painter and Model; en ella el “modelo” es un hombre que separa sus piernas descuidadamente dejando a la vista su flácido sexo. A esta escena se asoma con circunspección una pintora de aspecto sucio y desaliñado, cubierta por un vestido ancho y algo infantil; constituye una especie de mestizaje entre el ángel de la anunciación, con la mirada baja y el cabello rubio y suelto, y una indigente enajenada. La protagonista pisa y vacía negligentemente un tubo de pintura con su ancho pie derecho desnudo. Estos son algunos ejemplos escogidos que hacen pensar en que la publicidad y el arte nos están mostrando, en los últimos años, diferentes caminos en la representación del cuerpo humano que hacen que nos replanteemos las férreas consideraciones que tenemos sobre el significado de la expresión objeto sexual. Cabe separar la en ocasiones pretendida deshumanización de las personas al considerar especialmente su condi-

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Ilustración 10: Francis Bacon. Estudio de desnudo con figura en un espejo, 1969 (Martino, 144)

Ilustración 11: Lucien Freud. Painter and Model, 1986-1987

ción sexual, primero porque ambas son consustanciales e inseparables y segundo porque constituyen una revisión de la clásica y engañosa oposición cuerpo y alma. La auténtica deshumanización es la des-sexuación. En un momento en el que también los hombres ocupan en los medios de comunicación y en el arte el lugar tradicional de la mujer como objeto deseable, colocado en el punto de mira exclusivamente por su atractivo corporal y su capacidad para conmover al espectador, resulta más fácil llegar a conclusiones desapasionadas que se salten los prejuicios que hemos adquirido inevitablemente al institucionalizar el respeto que se le debe a la imagen de la mujer, y que ha ido de la mano de la demanda de otros derechos sociales y laborales de los que no se disfrutaba y que sigue siendo fundamental reclamar y revisar para que sean justos y universales. Aquí se pretende favorecer un espacio de discusión, una habitación propia, a algunos temas que parecen incontestables y necesitan revisión. El análisis de la situación del ideal masculino, junto a la revisión del femenino, posibilita a menudo la flexibilización de rígidas posturas y la multiplicación de puntos de vista. Como objetivo más asequible, este

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artículo quiere ejemplificar con una somera aproximación a la historia de una postura en la historia del arte, la reclinada, algunos cambios en la imagen de la mujer y el hombre post-feministas o de principios del siglo XXI en nuestras sociedades.

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La teoría de la subjetividad en la obra narrativa de Rosalía de Castro. Claves para una nueva política emocional María do Cebreiro Rábade Villar Universidad de Santiago de Compostela Resumen Debido a su carácter en cierta medida descentrado con respecto al canon del XIX hispánico, las novelas de Rosalía de Castro permiten problematizar categorías críticas fundacionales de la historiografía decimonónica tales como “romanticismo”, “realismo”, “costumbrismo” o, en el plano de los géneros literarios, “novela sentimental” y “folletín”. Más conocida como poeta, la dedicación de la autora a la narrativa no fue un empeño marginal. Así lo demuestran obras como La hija del mar (1859), Flavio (1861), Ruinas (1866), El caballero de las botas azules (1867) y El primer loco (1880), estampas costumbristas como El cadiceño (1866), relatos breves como Conto gallego (1903) y otras incursiones prosísticas, a veces no ajenas al marco ficcional del relato epistolar como Las literatas (1865). Resulta innegable que la narrativa de Castro participa de algunas de las principales convenciones de la literatura decimonónica. Se acogió claramente al molde genérico del folletín en sus novelas Flavio y Ruinas, y trató en su obra el modo en que las nuevas condiciones de producción editorial transformaron la circulación de los libros de ficción en la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, el tratamiento que la autora confiere a las emociones en su novelística difiere notablemente del canon sentimental propio de la novela por entregas. No es de extrañar, a esta luz, que a menudo en sus novelas se establezca una correlación explícita entre quienes sienten y quienes escriben. Esta correlación entre sentimiento y creación verbal permite establecer una compleja teoría literaria del sentir de la que, a su vez, surgen nuevas implicaciones políticas. El vínculo entre historia de las emociones y teoría de la ficción, como fundamento de una nueva “comunidad del sentir”, podría arrojar nuevas perspectivas en el estudio de la novelística de Rosalía de Castro. Palabras clave : Rosalía de Castro — teoría de las emociones — Jacques Rancière —público — política ¿Cuál podría ser, hoy en día, el sentido de la perspectiva política en el estudio de la literatura decimonónica? Deseo hacer comprensible esta hipótesis aduciendo algunas de las fuentes de pensamiento que he empleado en el desarrollo de este trabajo. Estas fuentes se adscriben al denominado “giro político” de las disciplinas sociales y humanísticas, presente en los debates teóricos contemporáneos al menos desde inicios de la pasada década. Dentro del campo de la filosofía, la preocupación política es común a autores como Alain Badiou, Jacques Rancière o Jean-Luc Nancy1, que han contribuido a refundar los vínculos entre estética y pensamiento comunitario, profundizando en la conexión entre los fenómenos Algunos de estos autores son situados por Oliver Marchart (2009) en la órbita de lo que denomina “pensamiento político postfundacional”. El término postfundacional hace referencia a una relación dialéctica (de herencia y de superación al mismo tiempo) con respecto a la filosofía de Heidegger. 1

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artísticos y los políticos. Todos ellos conciben el acontecimiento estético como no reductible al orden de la representación especular del mundo y como fundador de nuevas experiencias de verdad que pueden ser, al tiempo, transformadoras de lo real. En un artículo significativamente titulado “La política de la literatura”, Jacques Rancière (2004: 18-19) hacía las siguientes reflexiones: La literatura opera como un modo de meta-política. El fundamento de este tipo específico de política es abandonar la escena ordinaria del conflicto de intereses para investigar en los márgenes y aprender a leer los síntomas de la historia. La literatura desplaza las situaciones y los personajes de su cotidianeidad y descubre lo que realmente son, una fábrica fantasmagórica de signos poéticos, que son al mismo tiempo síntomas históricos. Pues su naturaleza como signos poéticos es la misma que su naturaleza como productos históricos y síntomas políticos. Esta “política” de la literatura emerge como una renuncia a la política de los profesionales de la política, que la conciben como lucha de voluntades e intereses, y no como un modo de reordenación de la experiencia sensible (2004: 18-19). Para Jacques Rancière, la semejanza entre literatura y política no debe ser referida al territorio de la representación de los conflictos de poder. La literatura no es política en la medida en que representa formalmente o acoge temáticamente fenómenos de lucha social, sino en la medida en que actúa de forma política; es decir, reordenando la experiencia sensible. Esta consideración nos devuelve a los ya viejos debates sobre la mímesis, la cuestión del realismo literario o las polémicas sobre la relación entre literatura y compromiso. Provocadoramente, Rancière evoca la denuncia de Flaubert por Sartre, invirtiendo sus términos y sugiriendo que, al menos en una concepción no instrumental de lo político, el impacto de Madame Bovary fue políticamente superior al de ¿Qué es la literatura? ¿Por qué para Rancière Flaubert es un escritor más político que Sartre? Tal vez porque en la novela del siglo XIX aparece dibujada una esfera de la división de la experiencia sensible radicalmente nueva. Y como trataré de mostrar basándome en la obra de Rosalía de Castro (1837-1885)2, contemporánea de Flaubert, este recorte de la experiencia empieza siendo, ante todo, una figuración política de la relación entre los escritores y los lectores: “La literatura es el nuevo régimen de escritura en el cual el escritor es cualquiera y el lector es cualquiera”, escribe Rancière. O, dicho de un modo todavía más concluyente: “La literatura La publicación de las Actas do Congreso Internacional Rosalía de Castro (1986), con numerosos capítulos dedicados al análisis de su obra poética y narrativa, sin duda constituyó un punto de inflexión en los estudios rosalianos del siglo XX. A la tradición crítica gallega e hispánica, que cuenta con destacadas aproximaciones de investigadores como Ricardo Carballo Calero (1959), Xesús Alonso Montero (1972), Francisco Rodríguez (1988) o María Pilar García Negro (2006, 2010) deben sumarse los frutos de la progresiva internacionalización de la bibliografía sobre la autora, con aproximaciones tan importantes como las ya clásicas de Catherine Davies (1987) y Kathleen March (1994) o las de Lou Charnon-Deutsch (1992), Wadda Ríos-Font (1997), Susan Kirkpatrick (1995), Deanna JohnsonHoffman (1997) y Elisabeth Smith Rousselle (2001), centradas en su prosa. Dada la imposibilidad de abarcar el ya amplísimo corpus de estudios sobre la obra de Rosalía de Castro, resulta muy útil la consulta del repertorio bibliográfico elaborado por Andrés Pociña y Aurora López (1991-1993). Álvarez Ruiz de Ojeda (1999) contribuyó a actualizar el catálogo añadiendo todas las publicaciones producidas entre los años 1999 y 2002. 2

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es el arte de escritura que se dirige específicamente a aquellos que podrían no leer” (Rancière 2004: 10). Dos modos de decir que la literatura moderna se dirige a todos y a nadie, postulando implícitamente una comunidad de lectores iguales. La igualdad radical de los lectores sería, por tanto, el verdadero postulado político de la novela moderna. Por eso, al explorar las formas de subjetividad que surgen en la novela del siglo XIX, es importante prestar atención no sólo a la constitución del sujeto que escribe, sino también a la constitución del sujeto que lee. El primer fragmento de Rosalía de Castro que deseo aducir pertenece al prólogo del libro Follas Novas (1880), su último poemario en lengua gallega, en donde puede leerse: Creerán algús que porque, como digo, tentei falar das cousas que se poden chamar homildes, é por que me esprico na nosa lengoa. Non é por eso. As multitudes dos nosos campos tardarán en ler estos versos, escritos a causa deles, pero só en certo modo pra eles. O que quixen foi falar unha vez máis das cousas da nosa terra, na nosa lengoa, e pagar en certo modo o aprecio e cariño que os Cantares Gallegos despertaron en algúns entusiastas. Un libro de trescentas páxinas escrito no doce dialecto do país era naquel estonces cousa nova, e pasaba polo mesmo todo atrevemento. Aceptárono i, o que é máis, aceptárono contentos, e eu comprendín que desde ese momento quedabaobrigada a que non fose o primeiro i o último. Non era cousa de chamar as xentes á guerra e desertar da bandeira que eu mesma había levantado. “Las multitudes de nuestros campos tardarán en leer estos versos, escritos a causa de ellos, pero sólo en cierto modo para ellos”3. En estas dos líneas la autora desmiente las lecturas más naturalizadas de su figura, que suelen interpretarla como la portavoz del pueblo gallego o, yendo todavía más lejos, como su “encarnación”. Lo que, en cambio, hace aquí Rosalía de Castro es afirmar que su escritura no se dirige prioritariamente “a las multitudes de los campos”. Entonces, sería legítimo que nos preguntásemos, ¿a quiénes se dirige? Y, siguiendo a Rancière, podríamos responder: se dirige a aquellos que no prevén como público a las multitudes de los campos. Por lo tanto, su operación consiste en hacer visible como público posible a un público imposible para el público real. Pues la escritora no está afirmando que los iletrados no podrán leer sus textos, sino únicamente que tardarán en hacerlo. Su estrategia es, en este sentido, muy audaz. Consiste en enfrentar a los receptores con su condición restringida ―ellos, que habían creído ser la totalidad, son sólo una parte reducida de esa comunidad posible―, sin dudar de que esa diferencia será salvada en el futuro. No es extraño que tales ideas tengan lugar en un prólogo, que es, como se sabe, un artefacto de naturaleza metaliteraria4. Pero la representación ficcional del acto de escribir será una constante en la narrativa rosaliana. En esta búsqueda, la autora describe un camino que es posible entender en los términos en que Jacques Rancière examina el sentido político de la literatura. El régimen de escritura que aflora en la novelística moderna tiene que ver con el de un igualitarismo subjetivo, reflejado en la manera en que autores y lectores redistribuyen Entre las múltiples interpretaciones de las que ha sido objeto esta sentencia, resulta particularmente perspicaz la de Daniel Salgado (2008). 4 Sobre el significado de los prólogos rosalianos, en relación con el feminismo y con la fundación del género ensayo en la literatura gallega, véase María Pilar García Negro (2010). 3

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las esferas intelectivas y sensibles. Es por eso por lo que, en el artículo citado y en libros como Los nombres de la historia, Jacques Rancière (1993) define la literariedad como una “carta muda”, metáfora que acentúa la indistinción entre el sujeto que escribe y el sujeto que lee5. La obra de Rosalía de Castro es, en este mismo sentido, una carta muda. En ella son múltiples las alusiones al carácter literario de la experiencia humana, en consideraciones que cuestionan de un modo sutil la doctrina romántica de la superioridad del artista creador, acentuando el sentido comunitario de la práctica creativa: Lo que pasó entonces en el alma de aquellos sencillos pescadores y en la de aquellas mujeres, poetas las más, sin que lo conozcan, e impresionables hasta la sublimidad sin que puedan apercibirse de ello: la extraña sensación que experimentaron sus corazones ante aquellas dos imágenes de calma y tempestad, de pureza infinita, iluminada por una luz llena de miasmas devastadoras, sería imposible describirla, porque hay cosas que sólo la inspiración puede crearlas y sentirlas, pero no descifrarlas (Castro 1993: 55). Pasajes como estos nos alertan de que el sentido exacerbado de la individualidad en el Romanticismo se encuentra en una relación dialéctica con la afirmación de una subjetividad colectiva: la del pueblo que siente. En el eje entre uno y otro plano, pueden forjarse nociones diferentes de la comunidad. Sin duda, Rosalía hereda aquí nociones vinculadas a la ideología del Volkgeist (espíritu del pueblo), pero el siguiente pasaje, de la misma novela, informa a las claras de que ese pueblo no es reificado y despojado de atributos, sino que es identificado con la clase social de los desheredados: Infelices criaturas, seres desheredados que moráis en las desoladas montañas de mi país; mujeres hermosas y desdichadas que no conocéis más vida que la servidumbre, abandonad vuestras cumbres queridas, en donde se conservan perennes los usos del feudalismo; huid de esos groseros tiranos y venid aquí, en donde la mujer no es menos esclava, pero en donde se le concede siquiera el derecho del pudor y de las lágrimas (Castro 1993: 121). Si en el citado pasaje los desheredados, todavía sin marca de género, eran caracterizados por su capacidad de imaginar y de crear, ahora la situación alcanza nuevas resonancias. Estos desheredados son, en realidad, desheredadas, y el único patrimonio que la narradora les reconoce es la esclavitud. Dibujando una oposición entre el interior (la montaña) y la costa (el pueblo de Muxía, donde acontece la narración), la voz interrumpe su relato para exhortar a las mujeres del interior a desplazarse al lugar de los hechos. Pero en virtud del carácter lingüístico de los deícticos en relación con el problema de la referencialidad, ese “venid aquí” está refiriéndose también al territorio de la ficción literaria, a ese lugar sin lugar desde donde una voz reconoce la opresión e intenta remediarla. En sus novelas, y muy particularmente en las de contenido y tono sentimental, Rosalía de Castro aborda de un modo muy explícito el problema de la relación entre los géneros. En La hija del mar, este proyecto de reparación de la desigualdad de las mujeres La idea de la literariedad como carta muda puede hallarse expuesta, de una manera menos sumaria que en el artículo citado, en el libro Os nomes da historia. 5

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pasa por su “derecho” al llanto. En esta novela las lágrimas (expresión de lo inexpresable por otros medios, lenguaje del exceso que revela aquí no una desgracia de signo individual, sino de signo colectivo) pueden ser una conquista, debido precisamente a su valor comunitario. Es difícil no relacionar esta búsqueda con lo que sabemos sobre las ideas políticas de Rosalía de Castro, que la vinculan, por su participación o vinculación indirecta con algunos movimientos del período, al igualitarismo radical y a la democracia revolucionaria (Davies 1987, March 1994). Es el igualitarismo el que, en último término, permite la fundamentación teórica de la defensa de Galicia, entendida como comunidad subalterna por su posición de dependencia histórica en el conjunto político español, en sus textos poéticos y críticos (resulta ejemplar, en este último sentido, su prólogo al libro Cantares gallegos, de 1863, texto fundacional de la literatura contemporánea en lengua gallega). Es el igualitarismo, además, la doctrina que brinda una base teórica para la denuncia de la inferioridad social de las mujeres. En este sentido Kathleen March (2008), a propósito de Flavio, ha hablado de una “democracia femenina” en la obra de Rosalía de Castro, reconociendo el modo en que esta novela intenta refundar el principio normativo de la diferencia entre los géneros. La pregunta, en este contexto, es cómo se vinculan específicamente el igualitarismo político y el feminismo en el territorio de la ficción. Definida la literatura moderna como una carta muda, escrita por nadie y para nadie, ¿cómo se modalizan en ella estas transformaciones de orden simultáneamente estético y político? La idea de Jacques Rancière es que la literatura predica implícitamente una “igualdad de las inteligencias”. Mi hipótesis es que la literatura de Rosalía de Castro predica, sobre todo, una “igualdad del sentir”. La emergencia de la vida emocional en sus novelas tiene el objetivo de llamar la atención sobre el carácter socializador del mundo subjetivo. Al elegir, de un modo sin duda astuto, el folletín y la literatura por entregas como moldes genéricos, su narrativa funciona a menudo como una contrapedagogía emocional, apta para acoger nuevos valores y contenidos sensibles. Su obra se convierte así en una encarnación verdaderamente audaz de algunas de las principales modalidades modernas de partición de la esfera sensible, e incluso de reordenación de los territorios asignados a lo emocional y a lo inteligible en la tradición literaria precedente. La centralidad del romanticismo en la constitución del canon de la sensibilidad contemporánea hace que, para los actuales lectores, puedan pasar desapercibidas algunas de las rupturas inducidas por las obras literarias situadas al amparo de este paradigma. Sin embargo, en la novelística de Castro tienen lugar constantes juegos metaliterarios, en los que resulta ser central la figura del lector. Por momentos, la autora parece elegirlo como cómplice, pero esta complicidad es aparente, pues a menudo la ironía y la capacidad de extrañamiento de la que hace gala la narradora impiden al lector confiar en su antiguo sistema de certezas. Citaré, como ejemplo de este tipo de operaciones paródicas, un pasaje de El caballero de las botas azules: Y he aquí cómo, en guerra con el sentimentalismo, puerta de escape de todos los escritores tan ramplones como el autor de El caballero de las botas azules y de otros muchos aficionados a las novelas terriblemente histórico-españolas, nos inclinamos a escribir ahora algún parrafillo melancólico-poético, tomando por tema nada menos que la Corredera del perro (Castro 1993: 49).

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Cuando no se percibe el sentido de estos mecanismos de desvío, como sucedió hasta no hace mucho tiempo, se pierde también de vista su finalidad, es decir, su aptitud para dar lugar a la constitución de nuevos ejes subjetivos. Ejes subjetivos que afectan, en este caso, a las relaciones entre lectores y autores, hombres y mujeres, campesinos y burgueses, explotadores y desheredados. Según Jacques Rancière la literatura emerge como posibilidad ahí donde el narrador propicia una redistribución de lo sensible al postular una comunidad de los iguales. En las novelas de Rosalía de Castro, esta comunidad es representada ficcionalmente bajo la figura de un narratario al mismo tiempo mudable y persistente, un apóstrofe que a menudo se conjuga en plural y al que no siempre se procura conceder la razón. Pues, como he tratado de mostrar, la relación entre literatura y política no afecta al hecho de que la literatura deba servir a la comunidad ―como creía Sartre― sino al hecho de que la literatura pueda crear nuevas ideas de la comunidad. O, si preferimos formularlo con la afortunada expresión de Paul Klee (“el pueblo falta”), retomada por Gilles Deleuze (2005: 12) en uno de sus ensayos sobre la literatura, tal vez el arte no se dirige al pueblo que existe, sino al pueblo que todavía no existe. Bibliografía Alonso Montero, Xesús (1972). Rosalía de Castro, Madrid, Júcar. Álvarez Ruiz de Ojeda, Victoria (2002). “Bibliografía rosaliana 1999-2002”. Revista de estudos rosalianos 2: 179-235. Carballo Calero, Ricardo (1959). Contribución ao estudo das fontes literarias de Rosalía de Castro, Lugo, Celta. Castro, Rosalía de (1993). Obras completas. Marina Mayoral (ed), Madrid, Turner. Davies, Catherine (1987). Rosalía de Castro no seu tempo, Vigo, Galaxia. Deleuze, Gilles (2005). La literatura y la vida, Valencia, Pre-Textos. García Negro, María Pilar (2006). “Estudo Introdutorio”. Celia María Armas García (ed). El caballero de las botas azules. Lieders. Las literatas, Santiago de Compostela, Sotelo Blanco. ----- (2010). O clamor da rebeldía. Rosalía de Castro: ensaio e feminismo, Santiago de Compostela, Laiovento. Johnson-Hoffman, Deanna (1997). “The Deconstruction of Romanticism in Rosalía de Castro’s Flavio and El caballero de las botas azules”. Letras Peninsulares 3: 151-157. Kirkpatrick, Susan (1995). “Fantasy, Seduction and the Woman Reader: Rosalía de Castro’s Novels”. Lou Charnon-Deutsch y Jo Labanyi (eds.), Culture and Gender in Nineteenth-Century Spain, Oxford, Oxford University Press: 74-97. López, Aurora y Andrés Pociña (1991-1993). Rosalía de Castro: Documentación biográfica y bibliográfica crítica, 3 vols., A Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza. March, Kathleen (1994). De musa a literata. El feminismo en la narrativa de Rosalía de Castro, Sada, Ediciós do Castro. Marchart, Oliver (2009). El pensamiento político postfundacional, México, Fondo de Cultura Económica.

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LAS

VIOLENCIAS

CONTRA

LAS

MUJERES

EN

EL

CONTEXTO

LATINOAMERICANO. DEUDAS PENDIENTES VIOLENCE AGAINST WOMEN IN LATIN AMERICA. PENDING DEBTS

MANUELA G. GONZÁLEZ Por cada mujer que da un paso hacia su propia liberación, hay un hombre que descubre que el camino a la libertad se ha hecho un poco más fácil. Anónimo

RESUMEN Reflexionaremos acerca de las violencias contra las mujeres como una de las manifestaciones más cruentas de la violencia social en la Aregntina, para proyectar algunas pistas que nos permitan comprender el contexto Latinoamericano dadas las lógicas actuales tanto políticas como económicas de la región. Desplegaremos el tema en dos planos diferentes por una parte la producción legislativa especialmente de la provincia de Buenos Aires; para abordar las deudas pendientes, pondremos el foco en las prácticas profesionales y su antecedente la formación profesional. Utilizaremos los resultados parciales de los proyectos en curso de ejecución Las violencias contra las mujeres: los discursos en juego y el acceso a la Justicia y de nuestra calidad de Investigadora Responsable del proyecto Acceso a la justicia y marginación judicial. Conflictos intrafamiliares y pobreza en los Departamentos judiciales de La Plata, Mercedes y Junín.

PALABRAS CLAVE Violencias contra las mujeres, violencia social, regulación jurídica, prácticas profesionales, producción legislativa.

ABSTRACT This piece of writing is a reflection on the issue of violence against women as one of the most bloody signs of social violence in our country. The aim is to pinpoint some clues to understand the Latin American context in view of the political and economical roots of the problem in the region. To begin with, the issue isapproached on two different levels:1- The laws passed and in force in the province of Buenos Aires as an attemp of meeting pending debts . 2- Professional practices and the previous step, the training of lawyers. Finally, the focus is on the partial results of the ongoing projects under our responsibility as Main Reseachers: a) Violence agaisnt women, the discourse at play and Access to Justice and b) Access to Justice and the isolation of the Administration of Justice Conflicts within the family and poverty in the jurisdictions of La Plata, Mercedes and Junin.

KEY WORDS Violence agains twomen, social violence, proffesional practices, legal provisions, legislative production.

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INTRODUCCIÓN En este trabajo nos proponemos reflexionar acerca de las violencias ejercidas contra las mujeres como una de las manifestaciones más cruentas de la violencia social en nuestro país1y, proyectar algunas pistas para comprender el contexto latinoamericano dadas las lógicas actuales tanto políticas como económicas de la región.

Desplegaremos el tema en dos planos diferentes por una parte la producción legislativa específicamente de nuestro país y de la provincia de Buenos Aires. Para abordar las deudas pendientes pondremos el foco en las prácticas profesionales y su antecedente la formación profesional.

Nos preocupa y ocupa observar que la abundante legislación existente sobre la materia no impacta en el cambio de las prácticas educativas y profesionales.

Los insumos para nuestro trabajo surgen de mi calidad de Directora del proyecto en curso de ejecución: Las violencias contra las mujeres: los discursos en juego y el acceso a la Justicia 2 y en calidad de Investigadora Responsable del proyecto: Acceso a la justicia y marginación judicial. Conflictos intrafamiliares y pobreza en los Departamentos judiciales de La Plata, Mercedes y Junín 3.

DESARROLLO El concepto de violencia ha sido trabajado por las más diversas disciplinas. Existe un interés por relacionar el tema con la problemática del cambio social y, más en particular, con la construcción de la sociedad moderna.

¿Cuál es el significado de la violencia social en el advenimiento de las sociedades modernas? ¿Qué papel le compete a este respecto tanto a la sociedad civil como al Estado? Serán algunas de las preguntas que guiarán nuestro planteo de la violencia al interior de la teoría sociológica.

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Entre el año 2012 y la primera mitad del año 2013, la violencia contra las mujeres privadas de libertad se ha incrementado considerablemente. Se han registrado durante los años 2011 y 2012 casos de pérdidas de embarazos después de las golpizas realizadas por agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense. Informe de la Comisión Provincial de la Memoria 2013. 2 Programa de Incentivos al Docente investigador 11/j129 Tetra anual. 1/01/2012 al 31/12/2015. 3 Proyecto PICT-O 2010-0026 ANPCyT- FONCyT.

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La violencia cruza tanto lo social como lo político indistintamente y, es de la mayor importancia oponer su historicidad; vale decir las condiciones concretas en que se gesta, a su pretendida necesidad.

En un momento de crisis del paradigma moderno, en el que la tensión entre emancipación y regulación parece haber desaparecido en beneficio de la regulación, es necesario interrogar críticamente al derecho, preguntando por su potencial emancipatorio. La consecuencia social y política más vil de la razón jurídica indolente es el desperdicio de la experiencia socio-jurídica. En este sentido, el derecho ha de ser despensado y repensado, para lo que resulta esencial hacerse consciente de la diversidad jurídica que el mundo oculta en el reduccionismo del pensamiento jurídico tradicional. Sólo de esta manera el derecho podrá aparecer como una respuesta, aunque sea limitada, a nuestras perplejidades (Sousa Santos, 2009).

Cuando aludimos a la crisis del paradigma moderno nos estamos refiriendo, en el caso del derecho, a su incapacidad actual de brindar respuestas a los nuevos y complejos problemas con que la realidad social lo interpela y, en ese sentido el tema de la violencia con sus manifestaciones cada vez más cruentas contra las mujeres nos conmina a bucear en las causas que perpetúan la desigualdad social frente a la utopía planteada por la modernidad que a través del desarrollo de este sistema se iba a lograr la igualdad.

Hablamos de derecho sin entrar en la polémica por su definición, pues excede los límites de este trabajo, para nosotros es sinónimo de discurso jurídico que adquiere un sentido hegemónico en este contexto socio-económico y político a través del patriarcado4.

Asimismo, pretendemos recoger la lucha que diferentes colectivos de mujeres llevan adelante para dotar al derecho de otros sentidos que compitan por esa hegemonía para visibilizar y operacionalizar los derechos de las mujeres.

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Autores/as como Roberto Castro y Florinda Riquer (2003) han observado que el patriarcado como causa última de la violencia contra la mujer sería un “fenómeno estructural, constitutivo y constituyente del orden y de la reproducción de las sociedades” y consecuentemente cualquier mujer está en riesgo de sufrir violencias. Y, todo varón corre el riesgo de constituirse en victimario de mujeres.

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El trípode que dio nacimiento al sistema capitalista: Estado, Sociedad Civil y Mercado, frente a cada crisis ha cedido a favor del Mercado lo que ha producido mayor desigualdad manteniendo la utopía de la igualdad solo formalmente en la letra de la ley, a medida que crecía el proceso de globalización y la tecnificación creando nuevos y complejos conflictos.

Este tema ha sido abordado por la Sociología Jurídica desde los clásicos de la disciplina como Marx, Durkheim y Weber, quienes partiendo de paradigmas disímiles se han ocupado del tema de la violencia y de su origen social poniendo énfasis en que los desarrollos del sistema capitalistas podrían generar nuevas formas de violencia social. En el siglo XX nos gustaría recordar la marca que han dejado en la literatura especializada, entre otros, como Berger y Lukchman (1972) a través de su clásico texto la construcción de la realidad social que nos ha ayudado a comprender de qué manera a través de la socialización se trasmiten mitos y prejuicios que colocan a la mujer en el ámbito de lo privado delegando la representación en el ámbito público el Estado y el mercado al hombre.

Foucault (1997) consideraba que la sexualidad es completamente construida en la cultura de acuerdo a los propósitos políticos de la clase dominante5 y Bourdieu (2000) ha abordado el tema de la violencia social a través del desarrollo de su teoría de la dominación masculina y la reproducción a través de la familia y la escuela.

Pero a nosotros nos interesa particularmente adentrarnos en los estudios que se han realizado en nuestro contexto latinoamericano y, especialmente en la Argentina sobre la temática siguiendo a Bauman (2011) con el objetivo de difundir y producir conocimiento situado, utilizando como insumo los resultados de la investigación empírica de carácter interdisciplinario.

En la UBA con gran proyección nacional encontramos a Cecilia Grossman y su equipo que desde mediados de la década del 80 del siglo pasado trabajan desde el derecho

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Define tecnología del sexo como el conjunto de técnicas para maximizar la vida que han sido desarrolladas y desplegadas por la burguesía desde finales del siglo XVIII para asegurar su supervivencia de clase y su hegemonía.

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de familia en la investigación empírica de carácter interdisciplinario poniendo el acento como bien lo resume Eva Giberti en que la violencia contra las mujeres constituyó y constituye un tema de poder.

Sin embargo, no es la única cientista social que se ha ocupado de difundir el tema de la violencia contra la mujer en el ámbito jurídico; por ejemplo desde las políticas públicas investigadoras como Pautassi y equipos como Ela (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género) a través de publicaciones y participación en diferentes posgrados difunden los resultados de sus investigaciones donde visibilizan estas cuestiones.

Desde la filosofía a Ruiz Femenías, antropología Segato, Tiscornia y su grupo de investigadores. Desde la sociología Daroki, Guemureman, desde la sicología Eva Giberti y Ana María Fernández se han convertido en referentes de esta temática al interior de la academia y sus reflexiones se difunden por fuera del ámbito académico. La lista es mucho más extensa pero hemos mencionado aquellas que a nuestro entender han producido un conocimiento situado que ha trascendido las aulas de grado avanzando en la investigación y algunas incluso en la creación de posgrados de alta repercusión en la formación de profesionales para la intervención y la investigación.

Dora Barrancos (2007) y su equipo nos ha permitido acceder a la participación de las mujeres en la historia y en la legislación Argentina para corroborar el lugar de invisibilización que las mujeres y las niñas hemos tenido en ella.

L@sexpert@s señalan que las violencias contra las mujeres es uno de los principales problemas de América Latina y que, lejos de disminuir, va en ascenso (Amoros, 2004; Femenías, 2009; Valcarcel, 2011; Bonder; 1998). Estas formas de violencias son una epidemia social a escala global y no un problema individual de una mujer o de un grupo de mujeres (Gonzalez-Galletti, 2012: 20), es un fenómeno social de extraordinaria complejidad. SU REGULACIÓN La violencia hacia las mujeres ha sido reconocida por la comunidad internacional como una violación de sus Derechos Humanos (Ortega, 1999). En 1994 la Organización de 69

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Estados Americanos adoptó la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra la mujer (también conocida como “Convención de Belem Do Para” –CBDP-) primer instrumento internacional en el que se reconoce a nivel mundial el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia (Camacho, 2003). Esta Convención y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés), han sido ratificados por Argentina y revisten gran importancia (Rodríguez, 2007), generando obligaciones a todos los poderes, instituciones y personas que integran los aparatos estatales (García Muñoz, 2008).

Una de las obligaciones que el Estado Argentino ha contraído internacionalmente es la sanción de legislación que proteja y prevenga a las mujeres de actos que las violenten, en este sentido se ha sancionado la Ley 26.485 “de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”, sobre la cual volveremos en este texto en reiteradas ocasiones por la importancia que ha adquirido.

Esta ley tiene como uno de sus objetivos el acceso a la justicia de las mujeres que padecen violencia y su asistencia integral. Asimismo resultan aplicables la Ley provincial 14509 y los protocolos adoptados por resoluciones ministeriales en el ámbito de los ministerios de Salud, Seguridad y Justicia, entre otros.

De estas leyes, surge un régimen de protección para las mujeres en situación de violencia doméstica que comprende: medidas urgentes a dictarse en un término que no puede exceder las 48 horas (exclusión del hogar, prohibición del acceso al mismo del agresor, perímetro de exclusión a los lugares de habitual concurrencia de la mujer), reintegro al hogar si la persona que padeció la violencia tuvo que salir de él, fijación de alimentos y régimen de visitas provisorio, provisión de asistencia legal, médica y psicológica, necesidad de destinar en las comisarias personal especializado, y capacitaciones a la policía, crear un programa de promoción familiar para sostener de forma temporaria a quien quede a cargo de los hijos a consecuencia de la violencia, servicios de recepciones de denuncia, creación de casas de hospedajes, no exigencia de patrocinio letrado para solicitar las medidas urgentes, gratuidad de las actuaciones, derecho a ser oída por el juez, resolución oportuna, protección judicial urgente y

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mecanismos para denunciar a los funcionarios judiciales por demora en la toma de medidas.

Sin embargo, los avances legislativos no representan un cambio en la vida de las mujeres maltratadas, si no se diseñan e implementan políticas públicas integrales, adecuadas y efectivas, tendientes a sostener a la mujer en el proceso emprendido (Birgin-Gherardi, 2008).

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado en el Caso Campo Algodonero la exigencia de que los Estados demuestren la efectividad de las medidas tomadas. Se ha afirmado que esta exigencia es una implicancia (entre otras) del estándar más estricto construido por la Corte al aplicar el art. 7 de la CBDP (Vázquez Camacho, 2011). Según la Corte Interamericana habría un piso de obligaciones que tienen los Estados para cumplir con debida diligencia su deber de prevención, que proviene de la Convención Americana, el cual en casos de violencia hacia la mujer se vería reforzado, de este modo se redefinen también los requisitos que deben cumplirse para que se le pueda atribuir responsabilidad al Estado por actos de particulares (Abramovich, 2010). En los casos Campo Algodonero Vs. México y María da Penha vs. Brasil, la Corte y la Comisión respectivamente condenaron a los Estados por actos de particulares.

En la Provincia de Buenos Aires los actores institucionales con incumbencia en esta problemática son múltiples y están dispersos, los hay en los distintos “poderes” de la misma (ejecutivo, legislativo y judicial), incluso algunos de ellos se superponen en sus funciones y en las iniciativas que impulsan. La cuestión es más compleja aun ya que también en los ámbitos nacional y municipal hay actores con competencia en la temática.

Los programas provinciales que apuntan a las mujeres en situación de violencia están dirigidos (en general) a la atención y asesoramiento. Sin embargo, hay un aspecto sumamente importante de la “ruta critica” de las mujeres en situación de violencia cuyo acompañamiento no es abordado por ningún actor institucional: cuando la mujer decide emprender acciones para salir de la situación en la que se encuentra y solicita la intervención estatal para poder lograrlo, las medidas para proteger sus derechos solo pueden ser tomadas (en el marco del Estado) por los jueces (medidas de 71

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exclusión del hogar, perímetro de no acercamiento, fijación de alimentos provisorios, etc.) para lo cual la mujer debe realizar una denuncia policial, y/o una presentación judicial, en estos ámbitos las mujeres son víctimas de diversas acciones e inacciones que vulneran sus derechos, así: desconocimiento e incumplimiento de la leyes aplicables por los actores judiciales y los agentes policiales; negativa del personal policial a tomar la denuncia; realización de reiteradas denuncias en dependencia policial sin obtener respuesta; exigencia de patrocinio letrado para realizar una denuncia y pedir medidas urgentes por parte de fiscales y jueces; personal policial que confecciona exposiciones civiles y no denuncias; dificultades para conseguir abogad@s que patrocinen gratuitamente; maltrato en juzgados y fiscalías; excesiva demora en el dictado de medidas urgentes (o que nunca se dictan); en los casos en los que se dictan medidas urgentes ausencia total de seguimiento; personal policial adoptando actitudes paternalistas, recomendando por ejemplo que “se reconcilien”; ausencia total de políticas públicas tendientes a ayudar económicamente a la mujer en 6

situación de violencia .

La versatilidad de regulación jurídica y la multiplicidad de actores e instituciones que intervienen terminan neutralizando el efecto positivo que aspiran a cumplir; en este sentido resulta interesante el aporte de Segato cuando afirma que “no existe poder soberano que sea solamente físico. Sin la subordinación psicológica y moral del otro lo único que existe es poder de muerte y el poder de muerte, por sí solo, no es soberanía” (2004:6). “El poder soberano no se afirma si no es capaz de sembrar el terror (...) La sexualidad vertida sobre el mismo expresa el acto domesticador, apropiador, cuando insemina el territorio-cuerpo de la mujer” (2004:11-12). Un ejemplo en nuestro país lo constituye la muerte de Carla Figueroa7.

En este contexto de profundización de este sistema de dominación patriarcal se pregunta la autora porqué ir contra el cuerpo de las mujeres. Es que sin dominio de la vida en cuanto vida, la dominación no puede completarse. Es por esto que una guerra 6

Síntesis elaborada en base a los testimonios suministrados por las mujeres en el desarrollo de la investigación (2012_2013) 7 Carla Figueroa era una joven de 18 años que fue muerta por su marido (Marcelo Tomaselli) de 26 años en Gral. Pico-Provincia de La Pampa. El caso conmocionó a la sociedad argentina porque el victimario estaba detenido por haberla violado reiteradamente. Ella lo perdonó y consintió en casarse (avenimiento). El hombre quedó libre y pocos días después la mató en presencia del hijo de 3 años y de la madre de él. El avenimiento-figura legal perversa- después de este hecho fue derogado en Argentina.

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que resulte en exterminio no constituye victoria, porque solamente el poder de colonización permite la exhibición del poder de muerte ante los destinados a permanecer vivos. El trazo por excelencia de la soberanía no es el poder de muerte sobre el subyugado, sino su derrota psicológica y moral, y su transformación en audiencia receptora de la exhibición del poder de muerte discrecional del dominador. Esta forma de violencia que se instala como memoria física y de conquista sobre personas vivas tiene “calidad de violencia expresiva más que instrumental – violencia cuya finalidad es la expresión del control absoluto de una voluntad sobre otra – que la agresión más próxima a la violación es la tortura, física o moral” (Segato; 2004: 11).

En esta apropiación de lo ajeno el sentido del acto de violencia se traduce en un gesto discursivo. Cuál es el mensaje, cuál el ámbito de su producción y cómo se procesó, se recibió esta construcción nos abre nuevos interrogantes con respecto a qué obedece tanta regulación y tantas instituciones intentando denodadamente brindar respuestas. La lista de cientistas sociales que hemos mencionado más arriba, relacionados directa o indirectamente con el derecho, que se ocupan de trabajar la temática de la violencia es incompleta pues es imposible abarcar en un artículo toda la producción de nuestro país y recoger la producción latinoamericana que tiene impacto en nuestra realidad, simplemente pretendemos mostrar de qué manera creciente el conjunto de las ciencias sociales están afanosamente buscando respuestas acerca de cuáles son las razones del aumento de la violencia y fundamentalmente la forma cada vez más cruenta en que se manifiesta.

Desde nuestro punto de vista el problema menos abordado, más invisibilizados sobre el cual es necesario volver es cómo y dónde se forman aquellos profesionales que intervienen en estas problemáticas.

EL MOVIMIENTO FEMINISTA El mérito del movimiento feminista de los años 60/70 ha sido sacar el tema de la Violencia de la invisibilidad. En los años 80 con el inicio de las transiciones democráticas en los países Latinoamericanos, la violencia contra la mujer comienza a ser discutido, es decir que el malestar de las mujeres se fue transformando en demandas y propuestas que abandonó el ámbito de lo privado y se politizó.

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Por su parte, el feminismo jurídico ha generado numerosas demandas legales en pro de la igualdad de géneros, reformas normativas y transformaciones en las estructuras jurídicas. También ha impregnado la academia jurídica a través de la creación de carreras y estudios específicos, revistas especializadas, encuentros y reuniones científicas tal cual lo manifestamos sintéticamente más arriba. Una parte se ha convertido así en una teoría jurídica más; es decir que el Feminismo Jurídico, aparece como un esfuerzo por introducir el discurso feminista en la teoría del Derecho. Su enfoque sobre el Derecho y las estructuras que lo contienen es radicalmente crítico, cuestionando sus principios generales: Igualdad, Objetividad e Imparcialidad. Desmitificando el sistema jurídico y sacando a la luz el soporte ideológico masculino y patriarcal que lo sostiene. Este feminismo ha aportado a la relación de las mujeres con el Derecho la insuficiencia del concepto formal de igualdad. Con metodologías que realzan enfoques cualitativos de análisis, sus estudios y trabajos intentan comprender el funcionamiento de las instituciones jurídicas, su alcance y valores. Constituye, una teoría crítica sobre la igualdad del Derecho cuyo ejercicio afirmativo se traduce en la lucha por el logro de una sustancial y real igualdad para las mujeres. Kohen afirma que en la medida en que el feminismo jurídico fue progresando, la comprensión del Derecho se ha vuelto más abarcadora: el derecho pasa a ser interpretado como una manifestación de poder dentro de la sociedad, que no sólo se observa en los tribunales y las leyes, en los parlamentos y en los juicios, sino también en las otras instituciones que conforman el sistema jurídico, incluyendo los profesionales del trabajo social y/o los de la Psicología, así como aquellos que forman parte de instituciones de seguridad, como la policía pero nosotros agregamos que donde mayor resistencia a penetrar tiene es en las Aulas donde se forman los profesionales del derecho8.

8

Avalamos nuestro dichos en los resultados de dos investigaciones que desde 2004 a 2012 dirigimos, dentro del programa de incentivos al docente investigador, en las cuales hemos entrevistados a docentes y funcionari@s observamos las prácticas educativas y administrativas: El proceso de enseñanza-aprendizaje en la FCJyS-UNLP. Las nuevas configuraciones del campo de la formación del abogad@ en Argentina: instituciones, planes de estudios y prácticas profesionales.

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La fuerte evolución de la teoría feminista socio-jurídica en las últimas décadas, no ha impactado en el campo jurídico quien ha planteado y sigue planteando barreras y obstáculos a este desarrollo.

El avance normativo no resulta suficiente, se requiere: decisión política que tienda a considerar los fines que se persiguen y los resultados que se logran, a los efectos de no afectar el derecho/principio/garantía que representa la igualdad dentro de cada sistema jurídico. La misión del Estado no puede limitarse a no obstaculizar el ejercicio de los derechos constitucionales, sino que debe crear las condiciones para el efectivo goce de derechos en igualdad mediante una política integral que incluya el trabajo sobre los mitos y prejuicios que sustentan la dominación patriarcal.

¿Puede existir un punto de vista femenino o un punto de vista masculino? Al darse prioridad a la dicotomía varón-mujer sobre otras divisiones o criterios de desigualdad; como la raza, la edad, la clase social, etc.; sólo logramos profundizar y oscurecer el problema de la discriminación y la forma en que el Derecho debe abordarla.

Sin embargo, el feminismo jurídico afirma que el Derecho tiene género y encuentra respaldo para esta afirmación en las críticas posmodernas (derivadas de Lacan, Foucault, Derrida) que niegan el carácter totalizador y universalizante en la esencia de las cosas, el progreso y también la ciencia.

El feminismo jurídico posmoderno propone deconstruir las concepciones reificantes que se encuentran en la base de las clásicas dicotomías (varón-mujer, público-privado, activo-pasivo, objetivo-subjetivo) y repensar o reconstruir de una forma crítica conceptos tales como género, derecho, igualdad o justicia a partir de la relatividad histórica, la variabilidad y la flexibilidad que impregnan la vida social.

Influenciado por perspectivas sociológicas interaccionistas y fenomenológicas, remarca la importancia de las subjetividades y diferencias no sólo entre hombres y mujeres, sino también entre el grupo de las propias mujeres, cuyas experiencias difieren en infinidad de casos del modelo clásico de mujer blanca de clase social media.

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Sostiene el importante papel del lenguaje -incluido el jurídico- en la construcción de las identidades de género y destaca cómo la diferencia sexual es construida y perpetuada a través de prácticas sociales complejas (más relacionadas con la vida cotidiana), entre las cuales se incluye el Derecho.

La cantidad y versatilidad de producción que hemos encontramos acerca de la violencia nos obliga a realizar un recorte para privilegiar los avances que en el plano social y en el jurídico se han realizado en nuestro país y especialmente en la provincia de Buenos Aires sobre la violencia contra la mujer, compartimos con buena parte de la literatura que se ocupa del tema que las mujeres hemos sido invisibilizadas en el contrato social fundante del sistema capitalista y la corroboración empírica de dicha afirmación está dada en nuestro país a través de que las mujeres hemos comenzado a votar en la segunda mitad del siglo XX y recién en la década del 80 de ese mismo siglo, hemos comenzado a ser visibilizadas como sujetos de derecho9. La politóloga Pateman10 nos ayuda a pensar este complejo tema cuando afirma que la firma simbólica del Contrato Social inauguró –basado en la igualdad universal y en la libertad- la forma política de las sociedades modernas incluida la nuestra. Alcanzar de hecho y de derecho esa igualdad universal para las mujeres implicó largos años de luchas, protestas y reformas constitucionales que aún no se ha logrado plenamente.

Siguiendo esa línea de razonamiento se preguntaba porqué para las mujeres el contrato social significó sumisión y desigualdad; es decir la contracara de lo que reinvindicaban quienes lo elaboraron teóricamente. Ella se responde cuando subraya la importancia que ha adquirido la distinción público/privado y advierte que para que el modelo del contractualismo funcione es necesario una instancia previa que denomina: contrato sexual; con el contrato se abre un público: el espacio de los iguales los varones que representan ante el Estado y La Ley a sus familias: mujer e hij@s.

¿Cuándo y cómo las mujeres les concedieron su representación? Y responde o bien en un momento previo al contrato las mujeres delegaron a los varones su capacidad

9

En la investigación encontramos profesoras titulares de derecho que afirman: ya me cansó el tema del género; se ocupan de estos temas aquellas que han sufridoabuso o violencia. 10 Aponte Sanchez y Femenías (2008).

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de contratar o bien los varones se arrogaron el derecho de hacerlo en su nombre sin su consentimiento.

Hoy, que en nuestro país y en la provincia de Buenos Aires contamos con leyes protectivas de los derechos de las mujeres que borran la distinción, estigmatizante entre el ámbito público y el privado nos preguntamos ¿porqué en las aulas donde se forman los futuros profesionales aún no se discute esta distinción? Las prácticas profesionales, especialmente las jurídicas siguen ligadas a la construcción de un discurso jurídico cuyo sentido es unidireccionalmente dirigido hacia la reproducción del modelo patriarcal y el sostenimiento de prácticas profesionales que invisibilizan los derechos de las mujeres. VIOLENCIA SOCIAL Tomaremos aquí el concepto de violencia social elaborado por la Organización Mundial de la Salud porque trasluce la preocupación que hoy tienen las Instituciones más reconocidas acerca del avance de esta problemática como epidemia social cuando afirma que: “El uso deliberado de la fuerza física o el poder ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.

La violencia se establece en un modelo de relación que se da en todos los sistemas sociales de lo macro a lo micro social: Estado; Instituciones; Organizaciones Familiares; Parejas; Personas.

Convergen por lo menos tres variables: historia y cultura; historia individual y relaciones con el aquí y ahora. Lo que está en juego es la dominación patriarcal, dominar y aplastar al otr@ por lo tanto se construye una relación asimétrica. Por lo tanto, es impensable la resolución de la violencia

a través de procedimientos

democráticos como la mediación.

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Podemos ennumerar distintas formas de violencia las producidas por las personas; la naturaleza; la política; el deporte y las sociedades (desiguales e insolidarias) 11esta nos permite mostrar todas las formas de expresión que adquiere.

La OMS divide a la violencia en tres categorías generales, según las características de los que cometen el acto de violencia: la autoinfligida (comportamiento suicida y autolesiones); la interpersonal (violencia familiar, que incluye menores, pareja y ancian@s; así como violencia entre personas sin parentesco); la colectiva (social, política y económica).

La violencia en todas sus formas tiene por lo menos dos características comunes: La indefensión de la víctima producto de la dependencia afectiva o emotiva

y el

encubrimiento por ser la violencia un fenómeno movilizador de angustias: no se habla demasiado del tema, es decir que las organizaciones sociales en su conjunto y el Estado son los encubridores de allí la importancia que adquiere el testimonio de las mujeres dotarlas de la palabra y legitimar sus dichos del presente y del pasado reciente12.

Pero más allá de todas las clasificaciones que la OMS realiza sobre la violencia y la disponibilidad de la información en internet nos interesa destacar la declaración de la violencia como una epidemia social13 y la invitación a todos los países a publicar en ese portal los avances en la materia y especialmente los resultados de las investigaciones empíricas.

Independientemente de lo naturales o comunes que puedan parecer las diferencias sexuales, las diferencias entre hombres y mujeres no responden exclusivamente a factores biológicos sino que son construidas socialmente. El reconocimiento de esta

11

Las clasificaciones dejan lugar a la arbitrariedad de qué se incluye y qué se deja de lado pero tienen la ventaja de ordenar el pensamiento. 12 Hay una serie de investigaciones que están trabajando en el sentido de devolverles la palabra histórica a las mujeres, entre esas publicaciones podemos destacar Las grietas del silencio. 13 Margaret Chan (2013) Directora General de la Organización Mundial de la Salud ha expresado que: “la violencia contra las mujeres es un problema de salud mundial de proporciones epidémicas". En el comunicado de prensa de la OMS dado en Ginebra el 20 de junio de 2013, se hace referencia a lo expresado en el texto del Informe: “…Cerca del 35% de todas las mujeres experimentarán hechos de violencia ya sea en la pareja o fuera de ella en algún momento de sus vidas. El estudio revela que la violencia de pareja es el tipo más común de violencia contra la mujer, ya que afecta al 30% de las mujeres en todo el mundo”.

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afirmación, ha alentado los esfuerzos por revisar las maneras en la que el discurso jurídico puede generar, producir o construir diferencias y jerarquías sociales.

El Derecho, entendido como discurso es capaz de mitigar el fuerte impacto de la desigualdad y la discriminación sobre la vida de las mujeres ya que no existe una única definición jurídica de violencia si no que la ley regula ciertos contextos en los que se entiende que se produce la violencia a partir de la aparición de sus notas típicas, legalmente establecidas y mediada por la interpretación de los operadores jurídicos que están socializados en contextos universitarios que aún no han revisado practicas patriarcales. EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES En 1988 un hecho social impactó fuertemente a la ciudadanía la muerte de Alicia Muñiz generada por su marido Monzón14 e inició un proceso de creciente regulación jurídica tanto nacional como provincial cada vez más adecuada a la normativa internacional que en nuestra provincia llevó a la sanción de la Ley Provincial N° 14.509 modificatoria de la 12.569 y su decreto reglamentario N° 4276/00; Resoluciones N° 667/06 y N° 881/09 del Ministerio de Justicia y Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, de creación de las comisarias de la mujer y la familia.

Asimismo, la Suprema Corte de Justicia conjuntamente con la Procuración General de la provincia15 han resuelto llevar, coordinadamente, registros socio demográficos de las denuncias efectuadas sobre hechos de violencia previstos en la Ley, a la par de garantizar acciones tendientes a la formación sobre Violencia Familiar con perspectiva de género. Para lo cual pondrán en breve en funcionamiento del Registro de Denuncias de Violencia Familiar y simultáneamente adecuarán las tareas de las dependencias de este Tribunal que trabajan en la temática.

Es decir, que a través de esta normativa se crea un Registro de Denuncias de Violencia Familiar16 donde se incluyen obligaciones a los Fueros de Paz y Familia de toda la provincia 17 para brindar los datos necesarios. 14

Carlos Monzón boxeador , fue condenado por la muerte de su esposa. Resolución N° 1819/13. 16 en el marco de la coordinación impuesta por el art. 18 de la Ley 12.569 (texto s/ Ley 14.509)-, funcionará en la órbita del Área de Registro Central de Aspirantes a Guardas con Fines de Adopción y Digesto de la Secretaría de Servicios Jurisdiccionales a cargo de la 15

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Por otra parte, la norma18 que modifica la ley integral de promoción y protección de los derechos de los niños agrega un artículo 35 bis19 medidas de resguardo en caso de violencia familiar.

Estas normativas muy específicas para aplicar en los 19 distritos judiciales de la provincia de Buenos Aires resultan por un lado necesarias pues por ejemplo, sin datos certeros sobre las denuncias, es imposible llevar adelante las políticas públicas para acompañar a la mujer en tan doloroso conflicto que se agrava cuando es pobre y la justicia queda lejos de su vivienda. La contraparte es que la superabundancia de normativas si no va acompañada de formación de los agentes que deben implementarlas generará insatisfacción con los resultados que se obtengan.

Esperemos que esta vez efectivamente se doten de recursos humanos y materiales sobre todo a los Juzgados de Paz más alejados de los centros urbanos, ya que en nuestro trabajo de campo hemos podido receptar las quejas por la falta de elementos esenciales para el trabajo cotidiano así como capacitación específica y sostenida.

Todos los pasos son importantes en cuanto a la visibilización de la temática pero deben ir acompañados de decisiones políticas de inversión en otras áreas sustanciales para que la mujer pueda sostener el largo camino que se inicia con la puesta en palabras de los horrores vividos, nos referimos específicamente a disponer por ejemplo de refugios donde pueda vivir dignamente la mujer y sus hij@s mientras sostiene la denuncia y/o factibilidad de conseguir trabajo que le permita realizar un efectivo tránsito hacia el empoderamiento de la ciudadanía arrebatada.

Prosecretaria Claudia Eugenia Portillo, la que se encargará de las labores conexas a su implementación y administración, así como también de las tareas vinculadas a las acciones a las que alude el artículo 19 de esa norma legal, en este último supuesto en coordinación con el Instituto de Estudios Judiciales. 17 La provincia de Buenos Aires cuenta con 19 distritos judiciales y, solo en el distrito de La Plata encontramos 14 juzgados de Paz y 2 Tribunales de Familia que integran un proyecto piloto especializados en la problemática de Violencia. 18 Ley 14537 que sustituye el artículo 19 de la Ley N° 13298. 19 …Por ello, ante la amenaza o violación de derechos provenientes de situaciones de violencia intrafamiliar -aunque no constituya delito-, el organismo administrativo deberá comunicar la situación al Juez de Familia y remitir los antecedentes del caso en un plazo no mayor de veinticuatro (24) horas, para que la autoridad judicial proceda a la exclusión del agresor. Ante la imposibilidad de proceder a la exclusión, el juez resolverá junto con el Servicio de Promoción y Protección de Derechos interviniente, la medida excepcional que corresponda y de ello se notificará al Asesor de Incapaces.

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La implementación del nuevo formulario de denuncias20 así como la disposición de que en estas causas intervenga el Juzgado de Paz, cuando el domicilio sea más cercano al mismo que el Juzgado de Familia ha mejorado las posibilidades concretas de las mujeres de conseguir el dictado de las medidas, aunque esto no garantiza un comienzo de solución del problema por el carácter focalizado de las respuestas, a lo que se une la falta de seguimiento judicial y de sanción ante su incumplimiento. La Corte Interamericana DH (2009) en ese sentido ha sostenido que la ineficacia judicial frente a casos individuales de violencia contra las mujeres propicia un ambiente de impunidad que facilita y promueve la repetición de los hechos de violencia y favorece el sentimiento y la sensación de inseguridad en las mujeres, así como su desconfianza en el sistema de administración de justicia21.

Asimismo la Corte provincial conjuntamente con el Ministerio de Seguridad han iniciado un proceso de capacitación para lograr que tod@s l@s funcionari@s judiciales y de Seguridad utilicen con los mismos criterios el Formulario con el objetivo de brindar mejor atención pero a la vez poder recoger datos confiables que permitan finalmente dotar a nuestra provincia de datos confiables acerca de esta compleja y difícil problemática.

El desarrollo de la investigación nos muestra la existencia de abundantes legislación, actualizada, pero la violencia no se termina, tal como lo confirman las investigaciones empíricas, con la regulación aunque constituye un paso adelante en la visibilización de la problemática. ¿Qué falta? aparentemente recursos que propicien la sensibilización, la información y la interpelación, que estimulen un cambio cultural motivando así la defensa de los derechos existentes y desarrollando así empatía en el tema. Es decir, que se vaya adquiriendo una actitud de ponerse en el lugar del otro logrando comprenderlo como sujeto de la experiencia y, la sensibilización ética debería comenzar en los centros de formación y actualización de los profesionales que deberán intervenir en los mismos.

Los casos de violencia que la ley Argentina regulaba hasta la sanción de la ley nacional de violencia contra la mujer eran y son abordados desde la clásica

20

Aprobado el 12 de diciembre de 2012 por convenio entre la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires y el Ministerio de Justicia y Seguridad de la Provincia. 21 Los testimonios de las mujeres refrendan estas afirmaciones.

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diferenciación entre el derecho público y el privado. De allí que cuando las situaciones de violencia se producen entre los denominados “ciudadan@s” y los poderes públicos, serán abordadas por las pautas de intervención del derecho público. Mientras que aquellas que se dan entre los particulares son mayormente reguladas por los principios del derecho privado hasta el momento esto no se ha modificado.

Es decir, conviven contradictoriamente normas que siguen realizando dicha distinción, junto a prácticas que aún no se cuestionan esta diferenciación e instituciones educativas que trasmiten principios hoy cuestionados por la literatura especializada, violatorios de los derechos humanos de las mujeres que entran en contradicción con los Tratados internacionales reconocidos por nuestro país y las leyes específicas nacionales y provinciales sobre la materia.

Si tuviéramos que desentrañar las razones del constante dinamismo que en los últimos años ha tenido la regulación de la violencia, especialmente la violencia contra la mujer podríamos decir que en primer término responde a la incorporación en nuestra Constitución Nacional con la reforma de 1994 de Tratados Internacionales a través del art. 75 inc.22 , pero esta sería una mirada muy lineal e injusta con respecto al colectivo de las mujeres que desde mediados del siglo pasado venimos luchando por la visibilización de nuestros derechos.

Los tratados son verdaderos programas de políticas públicas que obligan a los estados partes a tomar medidas concretas con respecto entre otros a la Violencia y la pobreza. Luego de un largo camino recorrido especialmente por las mujeres en el ámbito de la sociedad civil acompañado del crecimiento de las investigaciones empíricas interdisciplinarias y de la abundante reflexión teórica. Se lograron sancionar una serie de normativas nacionales y provinciales sobre violencia contra la mujer que muestran en menos de 20 años cómo el derecho ha ido receptando la evolución del tema.

En 1994 el Congreso Nacional sancionó la Ley 24.417 de Protección contra la Violencia Familiar que es una medida cautelar de protección antes que una ley integral de violencia.22-En el 2000 se sanciona la Ley 12569 en la Provincia de Buenos Aires.

22

Para una evaluación a diez años de vigencia de la ley 24.417 y su comparación con antecedentes legislativos a nivel nacional véase Haydé Birgin, Violencia Familiar: leyes de violencia familiar ¿una herramienta eficaz?, Buenos Aires, Altamira, 2004.

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También en el resto de las provincias se sancionaron leyes de violencia familiar que han permitido legitimar el tema de la violencia familiar promoviendo una discusión sobre los alcances que reviste.23 En 2009 se cambia la ley nacional Ley 26.485 y en el año 2013 nueva ley provincial 14509.

Este conjunto de normativas pretende cada vez con mayor precisión replicar los contenidos de los tratados internacionales y acercarse más a borrar los límites entre lo público y lo privado y en convertirse en verdaderos programas de acción para el Estado y la Sociedad Civil. Sin embargo el feminismo jurídico ha realizado críticas permanentes a la inflación legislativa que no ha impactado en que cada vez más personas puedan reclamar ante la administración de justicia por sus derechos, en este contexto nos preguntamos ¿Cómo se puede modificar esta socialización profesional? ¿Cómo trabajar sobre mitos y prejuicios enraizados culturalmente?24. VIOLENCIA CONTRA LA MUJER En este desarrollo nos preguntamos ¿Cómo se construye la categoría mujer dentro de los diferentes discursos que circulan especialmente al interior del campo jurídico?; ¿cómo se advierte la diferencia sexual en una distinción pertinente dentro de las relaciones sociales?, y ¿cómo se construyen relaciones de subordinación a través de tal distinción?

La lucha por la igualdad de las mujeres se transforma más bien en una lucha en contra de las múltiples formas de subordinación a la que las mujeres nos encontramos sometidas, más que al reconocimiento simétrico de la igualdad formal de la ley. Y esta lucha, puede conseguirse de la mano del propio Derecho concebido como discurso dotado de sentido, es decir como el espacio político de discusión en donde repensar las cuestiones de género para dotar d otros sentidos que incluyan los derechos de todas las mujeres.

23

Para una lectura comparada de las leyes de violencia familiar en las distintas jurisdicciones provinciales, véase el capitulo 8 Violencia Contra las Mujeres en ELA, Informe sobre Género y Derechos Humanos, Buenos Aires, Biblos-ELA, 2005. 24 La investigación empírica de Esperanza Bosch (2013) sobre La violencia contra las mujeres. El amor como coartada, trabaja en esa línea.

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En la Argentina la violencia contra las mujeres todavía se encuentra solapada. Mientras que tanto en el campo internacional como en el nacional se consolida un amplio consenso acerca de que la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, constituye una violación de los derechos humanos de las mujeres y una forma de discriminación por motivos de género, también queda claro que las deudas pendientes para avanzar hacia su erradicación se encuentran en otra dirección aún no claramente expresada.

Mientras el discurso de los tratados reconocidos expresa que la violencia contra las mujeres y su raíz –la discriminación- es un problema grave de derechos humanos, con repercusiones negativas para las mujeres y la comunidad que las rodea, constituyendo un impedimento al reconocimiento y goce de todos sus derechos humanos, incluyendo el respeto a su vida e integridad física, psíquica y moral (Convención Belén do Pará) algún@s afirman que ya se ha hablado mucho de este tema.

Mientras otr@s comienzan a elevar sus voces acerca de que es necesario interrumpir el ciclo porque existiría cierta tendencia a la reproducción intergeneracional de la violencia intrafamiliar, en tanto se transmiten patrones culturales que subsumen a las mujeres en la situación parental, sostenida en los vínculos cotidianos, en pequeños gestos de sometimiento y descalificación, en la discriminación y el ejercicio de los diversos tipos de violencia.

En el mismo sentido Rosa Entel señala, que si no se revisan los modos autoritarios que exigen disciplina y obediencia, que abusan del lugar de autoridad sin admitir el disenso en los grupos familiares, y que estos modos de vinculación “generan en los hij@s modelos o matrices de aprendizaje

impregnados de esta

ideología

(autoritarismo) de modo que los circuitos de violencia pueden reproducirse” (Entel, 2004). Es decir, que la socialización trasmitida por las instituciones familia y escuela refuerzan el patriarcado desde su composición. Hoy la familia, las familias, lo familia en crisis desnuda su violencia interna y la escuela también. Será momento de replantear cómo estamos co-construyendo nuestro futuros ciudadan@s. CREACIÓN DE NUEVOS FUEROS EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Nos referimos a la inflación legislativa a nivel nacional y, especialmente provincial, a los acuerdos entre diferentes poderes del estado provincial para capacitar a su 84

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agentes, solo resta describir el proceso que desde la creación de los Tribunales de Familia en 1994 hasta la fecha han llevado a cada vez poner en funcionamiento organismos judiciales más específicos de atención a la violencia. La sanción de la ley 11.453 en noviembre de 199325 puso en marcha el proceso de autonomización del fuero de familia en la provincia de Buenos Aires. Los dos primeros tribunales se constituyeron en la ciudad de La Plata en el mes de abril de 1995. Desde esa fecha hasta la actualidad ha recibido una serie de modificaciones en su conformación hasta llegar a la situación actual seis juzgados de Familia dos de los cuales se han transformado en Protectorios y se ocupan especialmente de las cuestiones de violencia. Nos referimos a los juzgados N°4 y 5 26 de la ciudad de La Plata específicos para causas de violencia familiar, salud mental y niñez; aún no se ha replicado la experiencia en el resto de la provincia lo que sí se realizan es una serie de capacitaciones tendientes a unificar criterios con respecto a cómo deberían actuar los jueces frente a esta compleja problemática que desde nuestro punto de vista excede una respuesta binaria, individual de condena.

Así como los Tribunales de Familia nunca se terminaron de crear en todos los Departamentos Judiciales de la provincia el proceso de transformación en Juzgados y, ahora el proyecto piloto de Juzgados protectorios solo se completan en la cabecera judicial27. Por su parte, la Corte Suprema de Justicia de la Nación28 ha organizado desde hace unos años la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) con la intención de brindar respuestas no solo jurídicas a un problema complejo que supera la contienda entre dos personas y está intentando replicar esta experiencia de atención por fuera de la 25

Ley 11.453, B.O. 29 /11/ 1993.Modificada por ley 12.318 B.O 10/09/1993, que aumenta el número de Consejeros y modifica el Art.838. (Berizonce, Bermejo, y Amendolara, 2001). El artículo 94 de la ley 13634 transforma los tribunales de familia en Juzgados de Familia. 26 Se encuentran en el edificio ubicado en la calle 58 e/ 11 y 12, en el transcurso de nuestra investigación, hemos observado sus instalaciones y entrevistado a sus titulares y a algunos de sus empleados comprobando el grado de compromiso con la tarea que llevan adelante. 27 “Cabecera judicial” se denomina así al Departamento Judicial de La Plata donde reside la Suprema Corte de Justicia. 28 Parece una respuesta interesante del Poder Judicial crear una Oficina con una lógica distinta frente a un problema que excede lo jurídico. Atención interdisciplinaria, apuesta a la construcción de un testimonio jurídico con responsabilidad profesional.

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lógica exclusivamente jurídica en otros distritos judiciales. Como así también difunde estadísticas sobre los casos en los que intervienen.

Pero la falta de registros unificados o al menos coordinados, no nos permite cuantificar el incremento de denuncias, la naturaleza de las violencias y el resultado de las intervenciones gubernamentales, motivo por el que se siguen perdiendo insumos valiosos para la buena gestión de la política pública en la materia; un principio de voluntad de superar esta cuestión lo constituye el hecho de la creación del Registro que mencionamos más arriba.

Cuando observamos la abundante legislación, nacional y provincial, la creación del Fuero protectorio, las medidas conjuntas tomadas por diferentes instituciones del Estado provincial y vemos los magros resultados obtenidos donde sobresale la falta de un sistema de recolección de datos sobre denuncias, perfil de denunciantes es decir estadísticas confiables compartidas por el conjunto de los responsables de la temática. Nos seguimos preguntando ¿hemos avanzado en la morigeración de la violencia contra la mujer como violación de los derechos humanos fundamentales? Podemos responder que tenemos abundantes leyes cada vez más específicas a veces contradictorias con el presupuesto con que contamos para ejecutarlas o con parte del plexo normativo aún vigente Fueros cada vez más especializados pero aún las mujeres nos cuentan que no sienten la protección que la administración de justicia dice darles, sí sienten la doble victimización en muchas esferas del Estado29. VIEJAS PRÁCTICAS NUEVAS LEYES Si ponemos la lupa en las deudas pendientes aparece en primer lugar las prácticas profesionales donde nos encontramos con que aún subsiste la cultura patriarcal sostenida en la formación profesional acrítica que resiste su hegemonía a través de un discurso jurídico monolítico y hegemónico reproductor de subjetividades que utiliza un lenguaje poco comprensible para el ciudadan@.

29

De los testimonios de las mujeres: Estuve dos horas esperando en la Comisaría y no me tomaron la denuncia; él sigue viniendo a casa a pesar de que la Jueza le dijo que no venga; es la segunda audiencia hoy vino mi médica, mi sicóloga…es muy doloroso…¿alcanzará para que me declaren inocente en el divorcio y me deje la casa?..

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En

este

contexto

de

inflación

legislativa,

prácticas patriarcales,

abundante

investigación empírica que describe el problema centrándolo en: faltan recursos de todo tipo ¿cómo realizar prognosis social?

En nuestra investigación aparece como unidad de análisis el testimonio. Se convierte así en un eje axial para revisar mitos, prejuicios, dotar de palabra a quienes han sufrido y siguen sufriendo la dominación patriarcal. A su vez nos habilita nuevas preguntas ¿Cómo se construye el testimonio judicial? ¿Cuál es la responsabilidad del profesional en la construcción del testimonio? ¿Existe distancia entre el derecho vigente y la actividad de l@s operadores jurídicos?

Buscamos describir e interpretar cómo se construye dicho testimonio, cuál es la participación de l@s actor@s sociales en esa construcción, cómo operan los discursos socialmente legitimados y cómo condicionan o no la "ruta crítica" que recorren las mujeres cuando deciden salir de la situación de violencia en la que se encuentran.

La posibilidad de situar al testimonio de las mujeres como unidad de análisis es un desafío conceptual, en la medida en que supone una nueva posición epistemológica al momento de indagar la problemática, así como un posicionamiento ético que contemple de manera amplia el acceso a la justicia y la idea de que el testimonio constituye no solo una herramienta jurídica sino una forma de conocer la problemática de las mujeres habilitando su propia voz y permitiendo reposicionamientos subjetivos que permitan abordar temas como la revictimización .

También nos habilita a analizar la categoría testimonio como un instrumento legal y a indagar su aspecto narrativo. Esta doble vertiente enriquece también nuestra mirada del acceso a la justicia.

En su aspecto narrativo el testimonio da cuenta de la situación vivida, como en el caso de Primo Levy cuando cuenta los horrores vividos en primera persona, como instrumento legal es un insumo que permite orientar el accionar de la administración de justicia y dar valor a la palabra de la mujer.

El testimonio tiene también una fuerte vertiente política, ligada a la violencia política del Estado. De esta manera como plantea Pilar Calveiro (2008), el testimonio aparece 87

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en lugar paradójico, ya que por un lado es una herramienta del derecho para establecer la verdad jurídica, pero al mismo tiempo es cuestionado como instrumento de construcción de la verdad histórica30.

Los testimonios, entonces tienen una vertiente vinculada con la puesta en palabras de lo traumático, como la violencia en sus diversas dimensiones. Elizabeth Jelin (2002), nos invita a vincular al testimonio con la narración de situaciones traumáticas que requieren de otro – testigo del testimonio que sea capaz de escuchar y de co–construir el testimonio.

En este sentido, la indagación apunta a incidir en la implementación de la perspectiva de género en los dispositivos tanto de recepción de denuncias, como también en la atención en emergencia de las mujeres víctimas de violencia.

El testimonio da cuenta de una narrativa que se inicia con la ausencia de aquello que no es posible contar, como sostiene Doris Laub (1992) “Aunque haya evidencias y conocimientos sobre los acontecimientos, la narrativa que está siendo producida y escuchada es el lugar donde, y consiste en el proceso por el cual, se construye algo nuevo. Se podría decir, inclusive, que en ese acto nace una nueva “verdad” (En Jelin,E. 2002: 84).

Siguiendo esta línea, la noción de testimonio se asocia a la posibilidad de producir efectos de subjetivación en quien ha sido vulnerado y negado en su condición de tal. La voz de las mujeres, cuando transita su recorrido en busca de justicia, va a ser atendida a través de la escucha del profesional, que se apropia de ella en dos sentidos. Por un lado imprime sobre el texto pre formulado otro texto que lo depura de excedentes emotivos, personales y a la vez le impone contenidos necesarios al formulismo jurídico.

La otra manera de modificar el texto es imprimiéndole un ritmo, una cadencia y una economía expresiva compartida, uniforme y monocorde. El texto testimonial no respeta el lenguaje de la mujer, traduce sus expresiones a una jerga jurídica, que se

30

En este último sentido se encuentran trabajando M.L. Bartolomei y Susana Chiarotti entre otras investigadoras. El texto colectivo Grietas en el Silencio es Una investigación sobre la violencia sexual en el marco del terrorismo de Estado.

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corresponde con el conocimiento que el/la operador/a posee de la conveniencia de que ciertos datos sean consignados.

En definitiva, el discurso de los testimonios jurídicos aparenta ser imparcial, objetivo, científico, empero se encuentra atravesado por el formulismo jurídico y por el sesgo patriarcal. La noción de testimonio en el discurso jurídico está vinculada con una prueba, así como también a la posibilidad de visibilizar y abordar la problemática de sectores vulnerables como es el caso de las mujeres en situación de violencia.

Se considera al testimonio como una co-construcción entre la mujer y el profesional que recibe esas palabras , como ya hemos explicado, “Sin embargo, en lo que refiere al testimonio del horror eso no puede tener lugar, por dos razones: porque el testimonio del testigo implica un reflujo constante de voces y silencios siempre “foráneos”, que se constituyen como un “yo” permanentemente emplazado en un “otro”, a partir de lo cual no es posible reclamar algo tal como una experiencia “propia”, y porque el horror sustrae esa porción intransferible: extirpa la experiencia del relato, que es precisamente la posibilidad de dar cuenta de esa densidad que, paradójicamente, sólo podría cobrar sustancia en el testimonio: el lugar de la experiencia por antonomasia. Y aquí, y otra vez, algo se vuelve posible sólo cuando es imposible, del mismo modo que la voz del musulmán se constituye como tal sólo cuando no puede ser proferida”31.

Desde este valor que adquiere el testimonio nos surgen nuevos interrogantes ¿Cuáles son las limitaciones de l@s operadores jurídicos en la aplicación del derecho vigente? ¿La socialización profesional contribuye a preservar una ideología profesional conservadora fundada en prejuicios, mitos y valores socialmente superados?

Quizás la especificidad de una democracia pluralista no resida en la ausencia de dominación y violencia, sino en el establecimiento de un conjunto de instituciones a través de las cuales ellas puedan ser limitadas y enfrentadas. Por ejemplo ¿Qué influencia tendrá la desocupación o la pobreza en la violencia social?

31

Sobre el testimonio de Primo Levy en Volver para contar: la persistencia del exterminio Victoria Souto Carlevaro.

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Las diversas violencias en el sentido más amplio que evoca el término, el delito y su tratamiento por la administración de justicia, o la apelación a la inseguridad como emergente de los medios masivos de comunicación y de la injerencia de nuevos actores políticos. EL TRABAJO NO REMUNERADO, LA POBREZA Y LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES En las últimas décadas se han producido en Argentina cambios en la organización familiar: el 82% de los hogares del país presenta un núcleo familiar incompleto, siendo mujeres las jefas de hogar y quienes aportan el único ingreso que sostiene a la familia. Esta realidad presenta dificultades en términos de la sobre-exigencia para las mujeres que despliegan hasta una triple jornada de trabajo y que acoplan la misma con los cuidados a la niñez y la adolescencia, a adult@s mayores y/o personas discapacitadas.

Es importante señalar que no sólo los hogares, sino también los emprendimientos comunitarios son sostenidos por mujeres. Se trata de una nueva configuración de la distribución sexual del trabajo, que asigna roles diferentes de acuerdo a la remuneración de la tarea pero también de acuerdo a la inserción territorial de la actividad: las mujeres son las que se encargan también del trabajo comunitario.

Este contexto obliga a redefinir las políticas sociales, considerando esta dimensión del trabajo no remunerado que tiene a las mujeres como sus protagonistas; pero aún no se ha medido cuál es la incidencia de esta actividad en las mujeres y la situación frente a los trabajos de cuidado que éstas desarrollan, y esto no es tenido en cuenta en la construcción de los datos.

En base al análisis de dos de los instrumentos centrales en la producción de datos socio demográficos de la Argentina, como son el Censo Nacional de Población y Vivienda y la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) —implementados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC)— se observa que el Censo permite caracterizar a grandes rasgos a la población activa (ocupada y desocupada) así como a la población inactiva, siendo la EPH el instrumento que releva más exhaustivamente la composición del mercado de trabajo, procurando dar cuenta, a partir de los cambios que se operaron en las últimas décadas, de las formas ocultas de ocupación (trabajo femenino y trabajo irregular ―changasǁ y actividades no 90

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reconocidas habitualmente como trabajo por la población—) y las formas ocultas de desempleo (modalidades formales e informales de búsqueda de ocupación). Sin embargo, ninguno de los dos instrumentos considera las actividades domésticas de las amas de casa como trabajo. REFLEXIONES FINALES La cultura patriarcal es parte de la formación de la mentalidad de muchos pueblos, de forma que la violencia contra las mujeres es en realidad el síntoma y no la enfermedad: Las mujeres sólo tendrán igualdad de acceso a la justicia –y la violencia contra la mujer sólo será eliminada-, cuando se construya una mentalidad que las conciba como iguales y no como inferiores, pues esta es la causa estructural de la violencia contra las mujeres. Silvia Pimentel. Experta del Comité CEDAW 20/01/2007.

Esta presentación ha intentado mostrar la versatilidad de abordajes que el tema de la violencia genera así como la gran cantidad de estudios interdisciplinarios con fuerte presencia del discurso feminista que nos van señalando la bifurcación del camino de la comprensión de la violencia: el sendero de la inevitabilidad, de la aceptación sumisa de que el hombre es el peor enemigo del hombre y la violencia hacia las mujeres una de sus más terribles expresiones o bien el sendero de lo evitable, en el que la violencia a las mujeres debe ser dominio de reflexión, de conciencia tanto de varones como de mujeres y que es necesario repensar cómo se trabaja en la formación d los futuros profesionales. Segato (2003:146) expresa: “el camino es que el tema salga de las manos exclusivas de las mujeres, ya que así como el racismo debe ser comprendido como un problema también de los blancos, cuya humanidad se deteriora y se degrada ante cada acto racista, el sexismo debe ser reconocido como un problema de los hombres, cuya humanidad se deteriora y se degrada al ser presionados por la moral tradicional y por el régimen de estatus a reconducirse todos los días, por la fuerza o por la maña, a su posición de dominación” . Las mujeres expresan que el Estado ha disminuido los aportes a las organizaciones de la sociedad civil que, con una extensa trayectoria, atienden estas problemáticas. Si bien el Estado deriva a estas organizaciones mujeres en situación de violencia y de riesgo, las mismas no reciben los fondos que en años anteriores se les suministraba 91

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para afrontar la atención. Debido a su crítica situación económica, varias de ellas se han visto obligadas a cancelar la asistencia, sin que las víctimas tengan otro lugar donde recurrir. Los mecanismos previstos de participación de la sociedad civil, están mermados en la práctica dentro de los espacios provinciales, aún cuando existe amplia predisposición para contribuir en pos del mejoramiento de las políticas enunciadas32.

Una de las formas más generalizada de violencia que sufren las mujeres a nivel mundial es la violencia en el interior de su familia (COHRE, 2010:8) y la más común es la violencia dentro de la pareja (Secretario General ONU, 2006). Los expertos señalan que este es uno de los principales problemas de América Latina y que, lejos de disminuir, va en ascenso (COHRE, 2010; Amoros, 2004; Femenías, 2009; Valcarcel, 2011; Bonder; 1998). Estas formas de violencias son una epidemia social a escala global y no un problema individual de una mujer o de un grupo de mujeres (González Galletti, 2012: 20). Es un grave problema social (Velázquez, 2003:224) de extraordinaria complejidad (Corsi,1994:48), tal es así que se ha afirmado que el terrorismo de estado instrumentado por la dictadura se muestra paralelo al terrorismo conyugal, creado y perpetuado por el esposo maltratante en el ámbito intrafamiliar (Domen, 2006: 105).

El abordaje de una problemática tan compleja como la violencia domestica hacia las mujeres debe ser integral (Domen, 2006: 229; Birgin-Gherardi, 2008: 242) esta necesidad ha sido reconocida por la normativa vigente y se constituye en una obligación para el Estado Argentino (Ballesteros-Cisneros-Barcaglioni, 2012:11). Así, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha resuelto que los Estados deben adoptar una estrategia de prevención y protección integral para cumplir con la obligación de debida diligencia en casos de violencia contra las mujeres pero aparece poco la necesidad de reveer qué se trasmite y cómo para reproducir un tipo de dominación.

El discurso jurídico tiene un lugar privilegiado en relación con la violencia contra las mujeres, ya que se constituye en condición necesaria aunque no suficiente para la equidad de sexo-género (Femenías, 2010). En relación a la disputa en este campo, se ha avanzado en la lucha por la nominación, por la consagración jurídica y el 32

De las entrevistas a referentes de la Sociedad Civil que trabajan en la atención.

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reconocimiento del sufrimiento de las mujeres en situación de violencia, pero falta mucho por andar en relación al despliegue de la función discursiva, performativa, de la ley (Segato, 2011: 1).

Actualmente en la Provincia de Buenos Aires la interpretación armónica de la normativa vigente establece un alto estándar de protección y prevención contra la violencia hacia las mujeres. Sin embargo no hay una relación directa de causa-efecto entre leyes y practicas (Segato, 2011: 2).

Así múltiples estudios revelan la existencia de una gran brecha entre la legislación vigente y la concreción de medidas efectivas que repercutan en las vidas de las mujeres en situación de violencia (OPS, 2000; Comisión Interamericana de DH- OEA, 2005; Hollweck y Urbancic Baxter, 2006; Sernam, 2009; Barcaglioni, s/f). Esta brecha ha sido advertida por el Comité CEDAW (2010) en sus observaciones al Estado Argentino. El diseño e implementación de políticas públicas integrales, adecuadas y efectivas es una necesidad apremiante (Birgin-Gherardi, 2008:242; Urtazun-Delmas, 2012; Gonzalez-Galletti, 2012) y una obligación del Estado Argentino (Corte IDHOEA; 2009: paragr. 258; Ballesteros-Cisneros-Barcaglioni, 2012:11).

Cisneros (2002) sostiene que el recurso de la violencia por parte de los hombres es instrumental y no constituye una pérdida de control, sino más bien una toma de control.

Un acceso adecuado a la justicia y respuesta judicial efectiva frente a actos de violencia contra las mujeres comprende la obligación de hacer accesibles recursos judiciales sencillos, rápidos, idóneos e imparciales de manera no discriminatoria (Comisión Interamericana de DH- OEA, 2005: 3), y requiere una actuación intensa para vencer, eliminar o mitigar los obstáculos existentes (Reglas de Brasilia, 2008).

En el transcurso de nuestra investigación hemos detectado una serie de dificultades previas al acceso de las mujeres a alguna instancia estatal: desconocimiento de sus derechos, de los recursos estatales existentes y de las instituciones que pueden asesorarla. Asimismo hemos detectado vacancias y falencias en las políticas públicas implementadas: ausencia de programas e instituciones que aborden la problemática de forma integral; inadecuada articulación entre los actores estatales involucrados; 93

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falta de recursos económicos y humanos acordes a las dimensiones de la problemática; falta de personal capacitado con perspectiva de género.

Por otro lado muchas veces las mujeres en situación de violencia son víctimas de diversas acciones e inacciones, de parte del personal policial y de los actores judiciales, que vulneran sus derechos. Las disposiciones judiciales suelen resultar insuficientes y parciales. Asimismo en los actores estatales intervinientes hemos detectado: falta de visibilización y comprensión de la violencia hacia las mujeres como una violación de derechos humanos; desconocimiento y falta de aplicación de la normativa vigente; practicas y discursos que reproducen el sistema patriarcal, naturalizando y considerando a las situaciones de violencia doméstica como propias del ámbito privado.

En Argentina se ha avanzado en el reconocimiento normativo del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia así como del derecho de las mujeres que se encuentran en situación de violencia de acceder a medidas integrales de asistencia, protección y seguridad, de este modo el Estado Argentino cumple un aspecto de las obligaciones contraídas internacionalmente. Sin embargo, la respuesta estatal articulada desde los distintos niveles (nación, provincia y municipio) para las mujeres en situación de violencia es parcial, insuficiente e inadecuada. El sistema implementado, en los casos concretos, no otorga la protección y contención necesarias, no existiendo recursos idóneos para el abordaje de esta compleja problemática. De este modo el Estado incumple con las obligaciones asumidas internacionalmente en relación al abordaje integral, y la construcción de respuestas idóneas y efectivas ante situaciones de violencia domestica hacia las mujeres.

En este contexto se abren nuevas preguntas a nivel subjetivo ¿cómo se conforman los vínculos violentos, por ejemplo en una pareja? ¿Cuáles son los factores endógenos y exógenos que permiten explicarlos? ¿Cuáles son las dificultades/ impedimentos para acceder a la administración de justicia que se les presentan a las, mujeres? ¿Cómo influye una respuesta ineficaz por parte del poder judicial para resolver el conflicto dentro de la problemática?

Las tendencias hacia el giro comunitario, como una nueva forma social de prevención, son vislumbradas y sugeridas en trabajos como los de Sozzo (2009) en el derecho 94

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penal o Segato (2203/2004/2010) en la antropología cuando alude a volver a la familia extensa para reconstruir los lazos de solidaridad. Sozzo, por su parte alerta sobre la prevención situacional–ambiental, y precave sobre el cuidado que las estrategias de intervención deben guardar para no proseguir contribuyendo al levantamiento del muro reforzador de la distancia social entre “ellos y nosotros”. Por otra parte, el autor santafesino señala la apelación a la comunidad que en términos concretos puede observarse desde dos tipos de formatos, los macroscópicos y los microscópicos (Sozzo, 2009).

Nosotras seguimos indagando a través de los testimonios de las mujeres cómo aparece o se silencia la voz de la mujer con el consentimiento del Estado y la Sociedad Civil. BIBLIOGRAFÍA APONTE SÁNCHEZ E. y FEMENÍAS M. L. (2008). Articulaciones sobre la violencia contra las mujeres, La Plata, Edulp. AMORÓS C. (2005).Historia de la teoría feminista, Madrid, Minerva Ediciones, 3 vol. BAUMAN Z. (2011). La sociedad sitiada, Fondo de cultura Económica. BIRGIN H. (1999). Una investigación empírica: imagen y percepción de la Ley de Protección contra la Violencia Familiar (Ley 24.417), en Derecho de Familia Nº 14, Buenos Aires, Abeledo Perrot. ___________ (ed.) (2005). Violencia familiar. Leyes de violencia familiar, ¿una herramienta eficaz?, Buenos Aires, Altamira. BIRGIN H. y PASTORINO G. (2005). Violencia contra las mujeres, en: ELA, Informe sobre Género y Derechos Humanos, Vigencia y respeto de los derechos Humanos de las Mujeres en la Argentina, Biblos, Bs. As p.336. BOSCH E., FERRER V. A., FERREIRO V. y NAVARRO CAPILLA con la colaboración de IONNA BLAHOPOULOU (2013). La violencia contra las mujeres. El amor como coartada. Prólogo de Ana de Miguel Alvarez Barcelona. Anthropos, Editorial. Grupo editorial siglo XXI. BOURDIEU

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MANUELA G. GONZÁLEZ: Abogada (UBA) Lic. en Sociología; Esp. en Derecho de Familia y en Docencia Universitaria. Doctora en Ciencias Jurídica (UNLP). Directora del Instituto de Cultura Jurídica (UNLP). Docente-Investigadora. Profesora de Sociología Jurídica y de Introducción a la Sociología (FCJyS-UNLP). Docente de posgrado en Especializaciones, Maestrías y el Doctorado (FCJyS-UNLP). Directora de la Especialización para el Abordaje de las Violencias Interpersonales y de Género. Sub Directora Maestría de Sociología Jurídica. Autora de libros y artículos sobre el tema Fecha de recepción: 29-10-2013

Fecha de aceptación: 10-11-2013

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Los cuerpos del sistema sexo/género. Aportes teóricos de Judith Butler

Ariel Martínez*

Resumen En el presente artículo se presentan algunos lineamientos generales sobre la distinción sexo/género y su impacto en la delimitación de la categoría cuerpo en la teoría feminista. Luego se ofrecen argumentos que cuestionan el dimorfismo sexual en términos naturales, a partir de conceptualizaciones de Judith Butler, de la ambigüedad de cuerpos intersexuales y de ciertas prácticas corporales subversivas. En esta línea, se exponen aproximaciones esencialistas y constructivistas en relación con el cuerpo, ilustradas a partir de los planteos de Luce Irigaray y Judith Butler. Finalmente, se concluye la necesidad de someter a debate la categoría sexo como ocasión privilegiada para reformular las múltiples conceptualizaciones que involucran la dimensión del cuerpo. Palabras clave: sexo, género, cuerpo, Judith Butler.

* Lic. en Psicología, UNLP. Becario Doctoral, CONICET. Integrante del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CINIG) / Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS, UNLP - CONICET), FaHCE, UNLP. Docente de Psicología Evolutiva II, FaHCE, UNLP. E-mail: amartinez@ psico.unlp.edu.ar.

Ariel Martínez

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Abstract This paper presents some general ideas on the sex/gender distinction and its impact on defining the concept of body in feminist theory. Given Judith Butler’s conceptualizations, intersex body ambiguity and certain subversive bodily acts, arguments that question sexual dimorphism as natural are provided. Along these lines, an essentialist and constructivist approach regarding the body is made, as discussed by Luce Irigaray and Judith Butler. Finally, it is concluded that there is a need for discussion about the category of sex as a way of redefining the numerous conceptualizations that involve the dimension of body. Keywords: Sex, Gender, Body, Judith Butler.

En la actualidad, gran parte de intelectuales provenientes del psicoanálisis y de los estudios de Género han centrado sus producciones teóricas en torno a la categoría cuerpo, en gran medida a causa del giro intelectual que ha provocado el impacto de la teoría feminista en los últimos cuarenta años. Es así que el cuerpo, y su compleja relación entre sexo y género, comienza a recibir progresivamente especial atención en las ciencias sociales y humanas. Sin embargo, tal como señala Rosi Braidotti (2000), existen importantes divergencias en torno a dicha temática. En este contexto, en una primera instancia, se presentan algunos lineamientos generales sobre la distinción sexo/género y su impacto en la delimitación de la categoría cuerpo en la teoría feminista. Luego se ofrecen argumentos que cuestionan el dimorfismo sexual en términos naturales, a partir de conceptualizaciones de Judith Butler, de la ambigüedad de cuerpos intersexuales y de ciertas prácticas corporales subversivas. En esta línea, se exponen aproximaciones esencialistas y constructivistas en relación con el cuerpo, ilustradas a partir de los planteos de Luce Irigaray y Judith Butler. Finalmente, se concluye la necesidad de someter a debate la categoría sexo como ocasión privilegiada para reformular las múltiples conceptualizaciones que involucran la dimensión del cuerpo. 128

Revista de Psicología

El tema es complejo y, por motivos de espacio, se han privilegiado algunos ejes en detrimento de otros. No se pretende abarcar de manera exhaustiva la temática planteada, más bien trazar líneas para una posible aproximación.

Sexo/Género. Algunas delimitaciones conceptuales Tal como señalan especialistas en el tema, los movimientos de liberación de las mujeres surgidos en los años sesenta, anclados en El segundo sexo de Simone de Beauvoir, han desplegado una prolífera producción intelectual multidisciplinaria (Femenías, 2002; Dorlin, 2009) que rápidamente comenzó a configurar la denominada Teoría Feminista. Desde allí se dirigieron los intentos de visibilizar a las mujeres en la esfera de lo social, explicar su opresión y alcanzar el logro de relaciones más igualitarias entre varones y mujeres en todos los ámbitos. Aunque las formas de explicar la subordinación fueron diversas, todas tomaban como referencia la categoría mujer. Posteriormente, la introducción de la categoría género complejizó el debate, instalando un análisis relacional contextualizado que permitió reformular la noción de mujer a-histórica, esencial y universal (Cangiano y DuBois, 1993). Cómo categoría de análisis, el género ofreció herramientas útiles para la comprensión del carácter relacional y del largo proceso histórico de construcción social que sostiene la diferencia entre varones y mujeres. Al mismo tiempo, denunció la lógica binaria y excluyente que ordena la distribución del poder entre varones y mujeres de forma no equitativa (Burin & Meler, 1998, 2000). En suma, la introducción del género en el campo del feminismo produjo un gran avance en la comprensión de la diferencia entre varones y mujeres como producto de normas culturales, un avance teórico significativo ya que permitió comenzar a pensar la subordinación de las mujeres por fuera del campo de la naturaleza. En este contexto conceptual, el género se delimita por oposición al concepto de sexo –concebido como un hecho biológico–. El género es estrictamente identificado con el conjunto de significados Ariel Martínez

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que diferencian a varones de mujeres: activo/pasivo, proveedor/ama de casa, público/privado, cultura/naturaleza, razonable/emocional, competitivo/compasiva. En contraste con esto, el sexo refiere a los cuerpos de varones y mujeres, en tanto fijos, inmutables y naturales. Tal como señala Jason Glynos (2000), esta distinción se encuentra en la base del denominado fundacionalismo biológico. Dicho modelo teórico, a diferencia del determinismo biológico, incorpora explicaciones que dan cuenta cierta construcción social, aunque siempre bajo la forma de significados culturales que recubren al cuerpo como base natural y neutra. El fundacionalismo biológico se subscribe a la idea de que sexo y género existen como dominios relativamente autónomos, donde el primero funciona como un inhibidor de las posibilidades del segundo. En este sentido, la categoría sexo proporcionó un punto de referencia incuestionable, de modo que la posibilidad de deslindar una identidad específicamente femenina encontró su soporte en el incuestionable dimorfismo que el sexo impone al cuerpo. Gayle Rubin (1986), en su clásico artículo El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política del sexo”, utiliza la categoría Sistema de Sexo/Género para delimitar aquellos aspectos de la vida social que producen y sostienen la opresión de las mujeres y de las minorías sexuales. Rubin define al Sistema de Sexo/Género como “el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas” (Rubin, 1986: 97). De este modo, Rubin vertebra su pensamiento sobre la consolidación del binomio sexo/género, que entreteje el fundacionalismo biológico como forma privilegiada para pensar la forma en que los cuerpos adquieren significados sociales. Desde este punto de mira, el cuerpo es entendido como una unidad orgánica autónomamente integrada. Aspectos como la raza, la sexualidad, el género constituyen atributos del cuerpo delimitado como una superficie pasiva y fija, como un real prediscursivo, determinado biológicamente (Fernández, 2003). Si bien la anatomía es uno de los criterios más importantes para la clasificación de los seres humanos, es evidente que la biología per se no garantiza las 130

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características que socialmente se le asignan a cada uno de los sexos. Es a partir de aquí que comienza a circunscribirse al género como la interpretación cultural del sexo. Entonces, el género es a la cultura, lo que el sexo es a la naturaleza. Actualmente, la proliferación de la teoría Queer y los estudios culturales ha desestabilizado la categoría sexo a partir de las fuertes críticas esgrimidas contra la noción de identidad y naturaleza (Butler, 1999; Nouzeilles, 2002). La tendencia actual de entender las identidades en términos fragmentarios arrastra hacia el debate la clásica distinción sexo/género. La diseminación de las ideas postestructuralistas a principios de los setenta (frecuentemente vinculada con Foucault y Derrida) instaló fuertes críticas a las oposiciones binarias. Por otra parte, la idea de naturaleza comienza a cuestionarse como un existente localizado por fuera de los discursos sociales. La idea de naturaleza se encontraría, entonces, configurada por interpretaciones de un momento histórico particular con fines legitimadores de un estado de cosas. En este sentido, lo natural debe entenderse como lo profundamente arraigado en convencionalismos sociales (Haraway, 1992). Desde este punto de vista teórico la noción de género se extiende hasta abarcar la oposición misma de sexo/género (o naturaleza/cultura), entendida como un efecto discursivo que ubica tal oposición por fuera de los límites del discurso, pues es el propio discurso el que genera la distinción discursivo/extra-discursivo. Por tanto, sexo y género no adquieren su valor oposicional por fuera de los significados culturales.

La morfología corporal: el dimorfismo sexual… y más allá Como ya se ha señalado, el pensamiento feminista de la Segunda Ola se ha construido sobre la base de un concepción de cuerpo naturalmente y dimórficamente diferenciado. El cuerpo, en estos términos, constituye una superficie sobre la cual el género opera como un acto de inscripción cultural (Butler, 1999). Es a partir de la inmutabilidad del sexo que se discute la construcción social del género. A mediados de la Ariel Martínez

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década del ochenta, Judith Butler irrumpe en la escena académica del feminismo norteamericano. Los argumentos que la autora despliega allí imprimen un giro en la forma de pensar el sexo tal como era conceptualizado por las feministas que la precedieron. Los aportes de Butler sugieren que, contrariamente a lo que suele pensarse, el sexo no constituye la base sobre la cual el género se deposita a través de la socialización para recubrir armónicamente su superficie. Por el contrario, el género instituye la diferencia sexual anatómica como hecho natural. El discurso de la diferencia sexual, como hecho natural, apela a un aspecto particular de la biología: la reproducción sexual. Así, bajo el signo discursivo de la reproducción sexual, los cromosomas, las hormonas y los genitales, dimórficamente decodificados, se constituyen como el soporte sustancial de la esencia del sexo natural (Laqueur, 1994; Fausto-Sterling, 2004). Como ya se ha mencionado, la distinción sexo/género supone que siempre es posible diferenciar nítidamente entre lo biológico –sexo– y lo cultural –género–. Al mismo tiempo supone la maleabilidad del género frente al carácter permanente e inmutable del sexo. Finalmente, tal binarismo supone la idea de que en la dimensión biológica siempre es posible hallar la distinción entre mujeres y varones. Sin embargo, varias pensadoras han destacado que el abismo de la diferencia que la naturaleza parece determinar entre los cuerpos de ambos sexos ofrece matices. En este sentido, y en la misma línea que Butler, se trataría más bien de una ideología que impone el modelo de la diferencia sexual. Thomas Lacqueur (1994) ha señalado que en el siglo XVI los científicos consideran al cuerpo humano como básicamente uno: el cuerpo masculino y femenino no se consideraban fundamentalmente diferentes. Durante un largo período se puso el acento en las similitudes entre el cuerpo masculino y el cuerpo femenino. Este planteo de Lacqueur en relación con la existencia de un sexo único, que se mantuvo desde la Antigüedad Clásica hasta el Renacimiento, sugiere un modelo masculino –referido a los escritos e ilustraciones de Aristóteles y Galeno–. La vagina era considerada un pene invertido, mientras que el útero era visto como un escroto interno. Los órganos genitales del varón, plegados hacia dentro, 132

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conformaban los órganos genitales de la mujer. Esta paridad topológica es la que permite hablar de un sexo único. Varones y mujeres se encuentran vinculados por una anatomía común. Esto permite ver la ruptura de la relación mimética entre sexo y género, pues vemos cómo el autor demuestra que dos géneros –sociales– coexistían de manera pacífica con un solo sexo. Solo hacia fines del siglo XVII comienzan a circular nuevos nombres y categorías que dejan atrás las representaciones de sexo único e instalan la diferencia de los sexos –por ejemplo el descubrimiento del clítoris–. Cada órgano recibe existencia e inteligibilidad en función de nuevas nomenclaturas. En el transcurso del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, entonces, el cuerpo femenino era descrito de forma cada vez más diferenciada (Lacqueur, 1994). Con la aparición de la endocrinología a principios del siglo XX, la sexualización del cuerpo ya no estaba restringida a las estructuras morfológicas del cuerpo. Las pruebas del binario se buscaron, y se encontraron, en todas partes. Sin embargo, no faltan conocimientos que aportan pruebas y cuestionan la distinción de los cuerpos en dos sexos. Fausto-Sterling (2003), por ejemplo, ha señalado que la compleja organización del cuerpo humano no es compatible con la estricta división dualista entre los cuerpos masculino y femenino. Aun así, la autora sugiere que a pesar de los indicios que demuestran que el sexo ofrece una variedad de matices que deben ser analizados en detalle, la presunción del binario es lo suficientemente fuerte para contrarrestar la evidencia que cuestiona su organización dicotómica. El binario parece ser tan evidente per se que la distinción entre los sexos se proyecta en las funciones corporales. La intersexualidad y la transexualidad desafían fuertemente las concepciones de cuerpo que subyacen al binario sexo/género. Especialmente la intersexualidad cuestiona el modelo dimórfico de la diferencia sexual, sobre todo a partir de que las cirugías de reasignación de sexo constituyen un testimonio sobre el establecimiento de nuevos contornos a cuerpos con morfologías ambiguas. No se trataría más que de la reinscripción literal del sexo en cuerpos desobedientes (Fernández, 2004). El cuestionamiento de la reificación del binario sexo/género se encuentra contenido, al menos en parte, Ariel Martínez

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en la evidencia de que el sexo no ofrece una morfología binaria exhaustivamente clasificable (Kessler y McKenna, 2000). La Teoría Queer –inaugurada, entre otras autoras, por Judith Butler– supone transgredir los límites para desmantelar finalmente no solo las jerarquías basadas en el sexo y el género, sino las categorías mismas que circulan en el debate. Sin embargo, como señala Butler (1993), la subversión puede conducir a resultados inesperados que pueden no ser transgresores. A pesar de que en Gender Trouble Butler (1999) deja deslizar la posibilidad de que la proliferación de representaciones que parodien el género, como el travestismo, constituye un modo de subvertir las normas dominantes de género, posteriormente, en su ensayo Gender is burning (1993), la autora aumenta el espesor de la complejidad del tema, pues señala la posibilidad de que una aparente desnaturalización del género dé lugar a la reconsolidación de las normas hegemónicas de género. Evidentemente, Butler logra deslindar que el hecho de parodiar otro género –como en el caso del travestismo o las escenificaciones Drag Queen, entre otras– no alcanza para desplazarlas. El travestismo, entonces, es concebido como un lugar que reúne cierta ambivalencia. Butler no descarta la idea de que el travestismo guarda potencialidad subversiva, pues es indudable que señala el corazón mismo de la estructura imitativa del género hegemónico, al mismo tiempo que cuestiona la idea de naturalidad y originalidad de la heterosexualidad. Pero reflexionar sobre la heterosexualidad conduce a la autora a deslindar dos mecanismos, entre muchos otros, a través de los cuales opera, a saber: naturalizarse y afirmarse como el original y la norma. Sin embargo, todo parece indicar que su potencialidad normativa se filtra en sus propias fisuras para no resignar espacios de poder e impedir posibles trastocamientos, pues hay escenificaciones travestis que reidealizan las normas heterosexuales sin cuestionarlas, entonces se generan esferas en las que la heterosexualidad puede admitir su falta de originalidad y de naturalidad y aun así seguir ejerciendo su poder. En este sentido, en palabras de Butler, “there is no original or primary gender that drag imitates, but gender is a kind of imitation for which there is no original; in fact, it is a kind of imitation that produces the very notion of the original as an effect and consequence 134

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of the imitation itself”[no hay un género original o primario al que el travestismo imita, sino que el género es un tipo de imitación que no tiene original, que produce la noción de original como efecto y consecuencia de la imitación misma] (Butler, 1993a: 313 [Traducción de M. Serrichio], cursivas de la autora).Después de todo, la totalidad de las expresiones de la identidad sexual y de género dependen del sistema dicotómico de sexo/género para su expresión. Incluso la homosexualidad y la heterosexualidad son categorías cuya significación dependen de morfologías corporales dimórficamente diferenciadas (Butler, 1999, 1997). En esta línea, Judith Butler (1999) detecta el componente heterosexista que atraviesa el binomio masculino/femenino. A su criterio, es la categoría de diferencia sexual la que determina, en última instancia, los criterios de inteligibilidad dentro del campo social. En otros términos, se instituye una matriz desde la cual se organiza las identidades y se distribuyen los cuerpos, en donde se les otorga un significado específico. Los aportes de Butler permiten un primer movimiento hacia el desmontaje del sistema sexo/género. En esta línea, la matriz de inteligibilidad que Butler deslinda, claramente heterosexual, determina que un ser humano corresponde siempre a un género, y que dicha pertenencia acontece en virtud de su sexo. De este modo, se produce un encadenamiento que establece una continuidad coagulada entre sexo, género, deseo y práctica sexual, lo que otorga inteligibilidad a los cuerpos que guardan estabilidad, coherencia y unicidad en su identidad personal, incluso torna un imperativo la complementariedad entre sexos diferentes. Actualmente, quienes se localizan como transgenders se muestran fuertemente en contra de aquellos intersexuales y transexuales que intentan ingresar fluidamente a la norma de sexo/género. Esta tendencia de tornarse inteligible mediante intervenciones quirúrgicas y hormonales revela los mecanismos de regulación a través de los cuales se instala la diferencia sexual. En este sentido, la inestabilidad interna del sistema sexo/género se produce, especialmente a partir de que intersexuales y transexuales rechacen aquellas prácticas normalizadoras que imponen morfologías ideales (Turner, 1999). Esta perspectiva sugiere que la autodefinición mediante una Ariel Martínez

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identidad unívoca, no solo por parte de intersexuales y transexuales, nunca es exitosa en su posibilidad de captar una definición coherente, monolítica y unívoca de varón o mujer, así como tampoco de heterosexual u homosexual. Tal vez, las prácticas corporales de travestis y transexuales, así como el hecho de que un número significativo de personas nacen con genitales ambiguos puedan subvertir las certezas heterosexuales. Tal como señala Foucault (2008), las categorías sexuales han sido asignadas a partir del siglo XIX. Este proceso de clasificación se ha acelerado y ha proliferado una enorme variedad de las identidades sexuales que resultan paradójicas y ambiguas. Los sujetos que portan estas identidades no pueden ser claramente clasificados en la dicotomía varón/mujer, por lo que las categorías parecen agotarse en su potencialidad de otorgar sentidos. En esta línea, resulta de gran utilidad develar el modo en que funciona el recurso de apelar a la naturaleza con existencia extradiscursiva, como ya se ha referido, a partir de la cual se establece la construcción del sexo. El modo naturalizado en que entendemos los cuerpos requiere de la diferencia sexual. En principio, es una necesidad dedicar más espacio a las reflexiones teóricas que instalan el debate sobre el carácter artificial de la diferencia sexual. Es así que, a partir del impacto del pensamiento de Foucault, Butler sugiere que denunciar la dimensión contra natura de la naturaleza es el primer movimiento hacia la subversión de las normas de género que construyen el sexo como un sitio natural que organiza el campo de lo humano a partir de exclusiones que debieran a tornarse inaceptables.

Sobre los límites del sexo: el cuerpo en Irigaray y en Butler Actualmente, la crítica que apunta a la noción morfológica de sexo ha erosionado la confianza en el binario sexo/género; incluso gran cantidad de intelectuales dirigen sus producciones teóricas hacia su desaparición. Esto ha traído múltiples problemas. Varias 136

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intelectuales provenientes del campo del feminismo no se muestran en conformidad con el alcance de las ideas construccionistas, ya que renunciar a una noción corporal de lo femenino implica quitar anclaje material al concepto central que da sustento a los reclamos políticos que le dieron origen. Por un lado, una solución posible pareciera ser definir a las mujeres como aquellas que portan un cuerpo femenino. Pero ¿cuál es el significado de estas anatomías? ¿Cuál es la conexión entre la anatomía femenina y el concepto de mujer? Y, si como se deriva del constructivismo, tal conexión no existe, ¿en nombre de quién efectuar reclamos como motor de la acción política? Frente al problema que entraña la categoría de sujeto para el feminismo existen diferentes proyectos. Mientras que Luce Irigaray (2007), por ejemplo, apoya la búsqueda y expresión de la sexualidad ­femenina, la que sistemáticamente es reprimida por el patriarcado, Butler (1999) apela a su transgresión, que se ocupa principalmente de las restricciones producidas por la heterosexualidad obligatoria (Rich, 1980). Por un lado es posible situar el anti-esencialismo, fundado en el construccionismo de tradición anglo-americana; en esta línea se inscribe Judith Butler, para quien el cuerpo constituye una construcción en la que intervienen prácticas sociales y culturales. Por otro lado, nos encontramos con un fuerte énfasis en las experiencias somáticas y en la necesidad de las revalorizaciones del cuerpo y de la feminidad directamente referenciadas en la materialidad sustancial del cuerpo; estos aportes responden a la tradición francesa, en la cual se inscribe Luce Irigaray. Sin embargo, tanto las producciones conceptuales de Irigaray como de Butler, aunque desde diferentes perspectivas, se ocupan de la interrelación entre lenguaje, sexo y cuerpo. Irigaray se interroga acerca de la posibilidad de significar la feminidad en el interior de la cultura falocéntrica. Butler se centra en los mecanismos culturales y psíquicos del poder que se disemina a partir de la norma heterosexual. Su interrogante más bien transcurre por los modos en que opera la ley simbólica junto a sus exigencias de que el sexo sea diádico y estable, sin descuidar lo que esta ley excluye como necesidad lógica de su propio funcionamiento. Para Irigaray, los sexos son Ariel Martínez

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ajenos el uno al otro. Butler, en cambio, no quiere ver la dualidad varón/mujer en términos absolutos, considera la diferencia sexual como una de las tantas ficciones con la que nos puebla el lenguaje. Ambas han sido muy criticadas, a la tendencia hiperconstructivista (Femenías, 2003) de Butler –al menos en Gender Trouble– la han ligado al nihilismo. Por su parte, el énfasis que Irigaray pone en lo específicamente femenino la ha conducido hacia las críticas propias del esencialismo. Luce Irigaray (2007) considera que la diferenciación sexual es universal, lo impregna todo. Para ella, el binario varón/mujer es una bipartición ubicada en los fundamentos de lo humano. La diferenciación sexual se basa tanto en la diferencia de sexo anatómico así como en el lenguaje, mutuamente influenciados. Para las mujeres resulta imposible hablar desde su feminidad, en sus propios términos. En palabras de Irigaray: Si continuamos hablando lo mismo, si nos hablamos como se hablan los hombres desde hace siglos, como nos han enseñado a hablar, nos echaremos de menos. Otra vez… las palabras pasarán a través de nuestros cuerpos, por encima de nuestras cabezas, para perderse, perdernos. Lejos. Alto. Ausente de nosotras; maquinadas habladas, maquinadas hablantes […] ¿Cómo tocarte si no estás ahí? Tu sangre convertida en su sentido. Ellos pueden hablarse, y de nosotras. ¿Pero nosotras? Sal de su lenguaje. Intenta atravesar de nuevo los nombres que te han dado. (Irigaray, 2009: 155)

Debido a que, desde su punto de vista, el lenguaje disponible no es neutral, sino falocéntrico, es que sus esfuerzos tienden a pensar la forma de delimitar un espacio para la emergencia de lo específicamente femenino. Para la autora el concepto de mujer se encuentra entramado por determinaciones derivadas de la supremacía masculina. Como consecuencia, solo el sujeto –masculino por definición– puede expresarse en la cultura occidental. La masculinidad es parte de una cadena asociativa de la razón, la mente, la cultura y la actividad. La feminidad, en el pensamiento dualista, ha sido clasificada como la 138

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sombra, lo otro, de la masculinidad: la emoción, la naturaleza, y la pasividad. Este segundo polo constituye una amenaza para el primero y debe ser dominado. En este contexto, el cuerpo de la mujer ha llegado a simbolizar la sexualidad y la diferencia sexual. Por otra parte, en Gender Trouble, Butler (1999) desmantela la división radical entre sexo y género utilizada por gran número de feministas como un argumento –con alta potencialidad deconstructiva– contra la idea de que la biología es el destino. ¿Qué puede tener de natural el sexo cuando en su definición misma han operado diferentes discursos para producirlo como tal? Como ya se ha señalado, Butler sostiene que el sexo es también una construcción social, en ese sentido la distinción sexo/género es, por tanto, absurda, pues el género no opera como una inscripción cultural sobre un sexo prediscursivo. El sexo, más bien, es en sí mismo una construcción, instaurado a través de normas de género que ya están en su lugar. Butler afirma, one way the internal stability and binary frame for sex is effectively secured is by casting the duality of sex in a prediscursive domain. This production of sex as the prediscursive ought to be understood as the effect of the apparatus of cultural construction designated by gender. [una de las formas de asegurar de manera efectiva la estabilidad interna y el marco binario del sexo es situar la dualidad del sexo en un campo prediscursivo. Esta producción del sexo como lo prediscursivo debe entenderse como el resultado del aparato de construcción cultural nombrado por el género]. (Butler, 1999: 11 [Traducción de María Antonia Muñoz], cursiva de la autora)

La crítica de Butler que apunta a trastocar la captura del sexo bajo los aspectos fácticos del cuerpo, culminan por anular, entonces, la distinción entre sexo y género. El objetivo consiste en deshacer el sexo para instalar la proliferación de nuevas formas posibles, incluso morfologías corporales que escapen a las restricciones del binario. Antes que Butler, Monique Wittig (2005) sostuvo que la Ariel Martínez

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categoría sexo no tiene existencia a priori, por fuera de lo social. Para esta autora, la categoría sexo es política y funda la sociedad en tanto heterosexual. El sexo se establece como para encubrir que en realidad constituye un producto de la sociedad heterosexual. La natural economía heterosexual, en esta línea, alimenta tal categoría. Wittig menciona que la oposición entre varones y mujeres responde a una ideología de la diferencia sexual, la que coloca reiteradamente a la naturaleza en lugar de agente causal para encubrir su carácter político. Se instala de manera contundente un “ya ahí” de los sexos, a modo de una ontología pre-discursiva. De este modo la ideología de la diferencia sexual opera como una red que lo cubre todo. En contraposición a Irigaray, quien concibe al sexo como un dualismo ontológico insuperable, Butler propone categorías adicionales, como el origen étnico, clase y deseo sexual, como estrategia para derribar el carácter monolítico de las identidades. Por otra parte, a partir de Foucault, Butler sostiene que el sexo se produce a través de un proceso de materialización (Butler, 1993). El enfoque foucaultiano sobre la materialidad sostiene que los discursos no solo describen el cuerpo sino que también formulan y constituyen sus realidades materiales (Foucault, 2008). Estos significados no son originales y no se encuentran localizados o anclados en el interior de los organismos individuales, sino que circulan en los discursos y prácticas culturales y sociopolíticas significativas e históricamente mutables que describen e inscriben el cuerpo y la identidad. Los enfoques post-estructuralistas entienden el discurso como constitutivo de regímenes de verdad sobre el cuerpo, como prácticas que forman el cuerpo al tiempo que regulan la subjetividad corporizada mediante la identidad de género, entendida como agencia de control subjetiva (Burns, 2003). En esta línea, Judith Butler, junto a otras teóricas feministas revisionistas (Haraway, 1995, entre otras), han impuesto un giro a los debates acerca de la corporalidad y el desarrollo psicológico (Matisons, 1998; Chambers, 2007), incluso ha introducido producciones de gran influencia en lo que respecta a identidad de género y su impacto en la construcción de la morfología corporal (McNay, 1999). 140

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Cada declaración sobre el cuerpo, aunque sea descriptiva, muestra el cuerpo de una manera específica. Cada forma de ver o experimentar el cuerpo se encuentra necesariamente mediada por el lenguaje. Con nuestra entrada en el lenguaje nos vemos obligados a citar las normas existentes, de acuerdo con los códigos vigentes. Butler, sin embargo, encuentra nuevas perspectivas en la cita creativa. Al igual que Irigaray, por lo tanto, ella está en la búsqueda de la innovación. A pesar de que Butler no sostiene una teoría voluntarista del género, tal como se la acusa, ella sostiene que existe la posibilidad de burlar la norma a través de citaciones subversivas. Esta postura teórica es la que sostiene las expectativas actuales de hallar oportunidades para subvertir la dualidad varón/mujer mediante la parodia de género.

Conclusiones Butler pone sus esperanzas en los efectos subversivos de las nuevas prácticas sexuales o identidades sexuales que pueden originar puntos de fuga en la diferencia sexual. Es aquí donde el cuerpo juega un papel fundamental como escenario de los efectos de naturalización, ya que configura el soporte materializado de los arreglos de poder que entretejen las normas de género. Invocando el binario sexo/género se delimitan, de manera explícita o subyacente, lugares invivibles e inhabitables (Butler, 1993) que escapan a los principios de inteligibilidad que imprime tal matriz. Las discusiones que giran en torno al género siempre implican la dimensión del sexo. En este sentido, teorizar la intersexualidad y transexualidad supone un desafío fundamental, no solo para la comprensión del género, sino para cuestionar, de modo más radical, el sexo. Aunque limitada por las categorías actualmente disponibles, la teoría Queer ha demostrado potencialidad para cuestionar los supuestos ontológicos que operan en torno al sexo. Esta postura torna posible producir interrogantes que nos conduzcan hacia nuevos supuestos acerca de la materialidad de los cuerpos, más allá de las marcas binarias del sistema sexo/género. Ariel Martínez

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De todas formas, incluso si fuéramos capaces de abandonar los esquemas del cuerpo dimórficamente sexuado, nada nos asegura a priori el abandono del binarismo como marco central de referencia. Sea como fuere, el intento de ir más allá de las restricciones que imponen los significados de la masculinidad y la feminidad es un desafío al que varios intelectuales no están dispuestos a renunciar. Tal como sostiene Guacira Lopez-Louro (2008) lo Queer adviene como una invitación a cuestionar y romper los límites de lo pensable en muchos espacios, en múltiples dominios. Tal vez sea productivo desconfiar de lo establecido. Tal vez debamos sospechar y extrañarnos, siempre.

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MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y CIUDADANÍA: HEGEMONÍA Y CONTRAHEGEMONÍA DESDE EL PUNTO DE VISTA DE GÉNERO Valeria Fernández Hasan INCIHUSA. CONICET (Argentina) [email protected] H

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Resumen La cuestión de la ciudadanía de las mujeres se instala en la Argentina especialmente a partir de la suscripción de la Convención sobre Eliminación de toda Forma de Discriminación contra la Mujer en 1985. En este trabajo profundizamos en el tratamiento dado por los medios de comunicación a los procesos relacionados con esta problemática puntual concentrándonos en los canales de aire nacionales, los de aire de Mendoza, canales internacionales como Discovery Channel y Discovery Health y los diarios Clarín, La Nación y Página/12. El análisis se ubica dentro de lo que se denomina análisis social del discurso y las variables tenidas en cuenta abarcan un amplio espectro de pares antagónicos. Nuestras conclusiones echan luz, por un lado, sobre el rol desempeñado por los grandes medios en relación con la producción y reproducción del sentido común dominante respecto de las mujeres en la sociedad; y por el otro, sobre el papel encarado por Página/12 como portavoz de lo que se ha identificado como contrapúblico. Palabras clave: medios de comunicación, ciudadanía, género.

La cuestión de la ciudadanía de las mujeres se instala en la Argentina a partir del retorno de la democracia y, especialmente, desde la suscripción de la Convención sobre Eliminación de toda Forma de Discriminación contra la Mujer (en inglés CEDAW) en 1985. El camino transitado no ha sido sencillo sino marcado por retrocesos importantes en algunos momentos y avances no menos importantes en otros. La adhesión y/o ratificación por parte de Argentina a decisiones en torno de la no discriminación contra las mujeres (CEDAW o Plataforma de Acción de Beijing) podría –a simple vista– indicar un compromiso por parte de las delegaciones argentinas en el sentido de alcanzar avances en la ciudadanía de las mujeres (1). Sin embargo, cada paso logrado ha costado arduas discusiones y una incesante vigilancia por parte del movimiento de mujeres / feminismos. Distintos intereses y variados actores han llevado la voz alternativamente en cada una de las controversias, señalando que, más allá de lo que en el plano formal se acuerde, en el plano real ninguna de las modificaciones resulta fácil de legislar y mucho menos de implementar. En este trabajo perseguimos dos objetivos puntuales. Por un lado, revisar el papel desempeñado por los medios masivos de comunicación (especialmente TV y prensa gráfica) en el tratamiento de la cuestión de la ciudadanía de las mujeres y sus derechos, fundamentalmente a partir del año 2002 (2). Por otro, reflexionar en torno de la idea de contrapúblico tal como Nancy Fraser la enunciara con el fin de analizar el rol encarado por Página/12 en los últimos años a través del Suplemento “Las 12”.

Los medios, la ciudadanía y las mujeres Una vasta bibliografía considera a los medios como los formadores de opinión pública por excelencia, como el espacio de participación ciudadana y en no pocos casos, como sustitutos imaginarios de las instituciones tradicionales de la democracia, como la justicia, por ejemplo. Para estos autores el proceso de massmediatización de la cultura hace de los medios de comunicación masiva un espacio diferencial de construcción de ciudadanía y un espacio de formación del sentido común que disputa la tarea con la escuela. Desde esta perspectiva, la escuela, desjerarquizada y atrasada, habría sido reemplazada por los media. Bajo esta perspectiva, definidos como escenario efectivo, lo que no puede percibirse es que se trata sólo de un espacio ficcional desde el cual se produce una escena imaginaria, que permite suponer una ciudadanía de comunidades transnacionalizadas de consumidores. No se advierte hasta qué punto se trata solamente de la ampliación de los horizontes de interpelación. La idea de un mundo desmaterializado se ha vuelto posible en el contexto de las transformaciones del capitalismo tardío: la reificación de la esfera del consumo convierte en verosímil la asociación entre consumo y ciudadanía. En este trabajo hemos focalizado la mirada en las formas de interpelación que teniendo como marco la massmediatización de la cultura, se han vuelto posibles desde los medios de comunicación masiva. Es decir, entendemos la massmediatización no como un nuevo escenario donde la ciudadanía puede construirse y desplegarse de la mano del consumo, sino de una manera mucho más acotada: como un campo de visibilidad que –efectivamente– amplía sus públicos e interpela a los sujetos pero –definitivamente– no constituye una ciudadanía global, sólo posible mediante una ilusión, alejada, por otro lado, de la materialidad de las prácticas, la herencia de la historia y la densidad de la cultura. Las imágenes que los medios transmiten a un público prodigiosamente ampliado recuperan para los sujetos la ilusión de un “común” en tiempos de fragmentación del Estado, de singularización de la política y de deslegitimación de la escuela. Las nuevas condiciones institucionales, culturales y tecnológicas del ejercicio democrático han vuelto obsoleto el sistema de partidos existente y el régimen de la política competitiva a la vez que han puesto en riesgo la unidad del sistema educativo. Los medios se presentan ante el sentido común como los educadores para la democracia y los transmisores de los valores definidos como socialmente válidos. Sin embargo, y en la misma línea que la escuela, los medios sólo replican y refuerzan, en lo referido a la ciudadanía de las mujeres, un discurso acorde con el sentido común dominante y esto, además, bajo un formato tradicional, repetitivo y nada innovador. Como dijimos, los medios han sido supuestos como el lugar sustituto de construcción de la cultura común compartida. La ampliación de los públicos fue pensada como la comunidad de todos y todas. De este modo, la comunidad de los consumidores/as pudo ser teorizada como comunidad de ciudadanos/as sin tener en cuenta el hecho fundamental de que más cantidad de personas delimitando los públicos no es lo mismo que una comunidad de ciudadanos y ciudadanas: más no es equivalente a todos y todas. Lo que los consumidores comparten es una lógica fragmentaria, el acceso a un mercado y determinadas preferencias. Lo que se

construye como común es el consumo mismo. La disputa de los ciudadanos/as, en cambio, es de otro orden: por derechos, por igualdad, por universalidad. En el caso de la ciudadanía de las mujeres, la discusión gira principalmente en torno al dilema de la consideración de las ciudadanas como mujeres o como individuas, constituidas como ciudadanas, sobre el modelo del individuo varón. Es decir, la tensión opera entre el reclamo por ingreso dentro del marco de la ley (como espacio de reconocimiento en los regímenes políticos modernos) en los términos de individuo autónomo o como perteneciente a un grupo, las mujeres. ¿Cuál ha sido el papel de los medios de comunicación en estas discusiones? ¿Qué temas han podido ingresar a su agenda? ¿Qué discurso ha prevalecido? ¿Qué imágenes han sido elegidas para acompañar los cambios sufridos por la fracción de la sociedad que representan las mujeres? ¿Cómo han acompañado, si es que lo han hecho, los avances legales, tanto a nivel internacional como nacional? Finalmente, ¿qué modelo de mujer ayudan a difundir? ¿Qué idea reproducen respecto de la igualdad y de la ciudadanía de las mujeres? En Beijing los gobiernos se comprometieron a garantizar la libertad de los medios de comunicación, promoviendo la participación plena y equitativa de las mujeres en ellos, y a tomar medidas efectivas contra la pornografía y la proyección de la violencia contra las mujeres y las niñas/os en los medios. Sin embargo, podemos constatar fácilmente que la presencia de las mujeres en los medios viene condicionada por prejuicios culturales y una naturalización respecto de cómo son las mujeres, qué quieren y qué pueden hacer en cuanto mujeres y ciudadanas. El neoliberalismo no sólo ha conservado, sino que ha potenciado estas “creencias” en virtud de sus intereses. Alternativamente, los medios oscilan entre el sensacionalismo o una relectura tradicional, con argumentos conservadores, bajo un formato algo aggiornado con relación al rol de las mujeres. Los estereotipos más fuertes que se observan dividen a las mujeres en buenas y malas, cuerpo reproductor = madre y cuerpo como fuente de placer = prostitutas. Dicho de otro modo, lo que predomina en los medios resulta lo más exacerbado del discurso conservador en el intento de preservar los valores tradicionales.

De cómo trabajamos con los medios El trabajo de selección, relevo y análisis, realizado con los canales de aire nacionales (Telefé, Canal 13, Canal 9, América y Canal 7), los de aire de Mendoza (Canales 7 y 9), canales internacionales como Discovery Channel y Discovery Health y los diarios Clarín, La Nación y Página/12, durante 2002 y 2003, tuvo en cuenta fechas clave cuya semantización en cuanto acontecimientos tuvieran un impacto social lo suficientemente intenso como para estimular la instauración de mecanismos ideológicos en la producción de lo textual. De este modo decidimos movernos en torno de cinco fechas relevantes para el calendario feminista: 8 de marzo –Día Internacional de la Mujer–, 28 de mayo –Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres–, 28 de septiembre –Día Latinoamericano por el Derecho al Aborto y Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de niñas y adolescentes–, 25 de

noviembre –Día Internacional de la no violencia contra las mujeres–, y tercer domingo de octubre –Día de la Madre–. El análisis llevado a cabo se ubica dentro de lo que se denomina análisis social del discurso, atendiendo fundamentalmente a los modalizadores, así como a las marcas de enunciación y destinación. La elección teórica de trabajar el análisis social del discurso, y no el análisis del discurso social, parte de la crítica que hacemos de la ilusión semiológica (3). Las variables tenidas en cuenta abarcaron un amplio espectro de pares antagónicos: discurso dominante versus discurso contrahegemónico, imágenes tradicionales versus imágenes innovadoras. Además se atendió a otras categorías como ilusión de objetividad, complicidad y articulación de niveles discursivos. En síntesis, las estrategias metodológicas utilizadas fueron de índole netamente cualitativa y comprendieron análisis de bibliografía y fuentes, consulta y estudio de documentación oficial y análisis social del discurso de acuerdo a la propuesta de Pêcheux (1976) y de contenido Hernández Sampieri (2000). Para el procesamiento de la información se tomó como referencia a Saltalamacchia (1998, 2005) y a Verón (2004).

Los Derechos de las Mujeres en la TV La televisión hecha en Argentina resulta multiplicadora del modelo de sujeción de las mujeres y profundamente patriarcal. Si existe pluralidad de identidades femeninas en la TV, esta pluralidad no implica transformación en las relaciones de dominio ni modificaciones significativas

de

los

estereotipos.

Las

columnas

de

especialistas

están

ocupadas

mayoritariamente por varones, y cuando aparece alguna a cargo de una mujer se trata de un tema considerado menor para el cual no es imprescindible una preparación específica. Es por demás elocuente el hecho de que los temas de salud, educación, crianza, ayuda social, solidaridad y atención a la niñez y la ancianidad sean “naturalmente” tratados por ellas (y esto sin mencionar áreas como la moda, la astrología o el mundo del espectáculo) y no por ellos, los que a su vez están “naturalmente” dotados para la política, la diplomacia, la economía, los deportes o las finanzas. Los medios de comunicación, en tanto aparatos de hegemonía, toman parte y posición en las luchas por los significados sociales. En tanto espacios de reproducción de la ideología dominante recurren a muy variados mecanismos por lo que resulta fundamental leer entre líneas y mirar tras bambalinas. Los silencios, las omisiones, las desautorizaciones a las que se ven sometidas las mujeres, tanto las profesionales de los medios como las miles de mujeres que no son escuchadas, consultadas, pensadas, nos están hablando claramente de qué cuestiones siguen siendo prioridad en los medios, qué temas son los relevantes, quiénes tienen la palabra, cuáles sectores encuentran mayores respuestas y en definitiva, cuál es el discurso que circula, se refuerza y sostiene respecto del rol de las mujeres en la sociedad. Respecto del 28/5, el 28/9 y el 25/11, tras el análisis de lo observado en la programación televisiva podemos decir, en primer lugar, que el Día Internacional de Acción por la Salud de las mujeres ha logrado mayor ingreso a la agenda mediática que el Día Internacional de la no

violencia contra las mujeres o el Día por el Derecho al Aborto. Podemos especular sin temor a equivocarnos que el tratamiento del tema salud resulta menos controvertido y polémico que el de la violencia o el aborto. La salud es un tema neutral ideológicamente, sobre todo si respetan los códigos aceptados de medicalización y poder médico sobre el cuerpo de las mujeres: fármacos, dietas, ejercicio físico, prevención de cáncer génito-mamario, fertilización asistida, etcétera. En este sentido el discurso dominante se centra en estos tópicos y, por lo menos, en las imágenes relevadas no existen casi resquicios por los cuales ingresar algún tipo de discurso opuesto, diferente o contrahegemónico a este. Y decimos casi porque, aun aquellos programas que aparentemente se permitieron el tratamiento de la efemérides en cuestión, lo hicieron desde el discurso dominante y bajo imágenes tradicionales de lo que significa ser mujer: desde la apariencia de las conductoras y especialistas hasta la supuesta receptora a quien se habla: ama de casa tipo, que en la actualidad bien puede estar incorporada al mercado de trabajo pero no por ello abandona su hogar, desatiende a su marido o descuida a sus hijos. Ni la conmemoración acerca de la no violencia contra las mujeres ni el día por el derecho al aborto aparecen tratados en ninguno de los programas revisados: magazines, interés general, culturales, políticos o para la mujer. En las programaciones de los canales nacionales, el mutismo respecto de la conmemoración resulta llamativo. Un caso paradigmático resulta el de Discovery Health, el canal de la salud, dedicado especialmente a las mujeres, donde no hay ninguna mención a la fecha en cuestión y donde la mayoría de los programas (Historia de un bebé, Creciendo juntos, Ella TV, Sala de Maternidad) insisten machacadamente en un discurso de madre de tiempo completo, de realización plena a través de la maternidad, la lactancia, el parto natural y sin medicinas, etcétera. Lo que vemos en pantalla resulta lo más exacerbado del discurso conservador mezclado con vida natural y volver a las fuentes. Finalmente, el 28 de septiembre, fecha muy relevante para el colectivo feminista, pasa totalmente desapercibida para la TV. Aquí nos parece interesante una vez más reflexionar en torno de la distinción entre formación ideológica y formación discursiva de Pêcheux (1976). Es decir, el aborto ha sido pocas veces un tema con lugar en los medios debido al peso ineludible que los grandes grupos económicos, las corporaciones y las fracciones más conservadoras de la sociedad tienen sobre el funcionamiento, el financiamiento y el discurso de los medios (4). En cuanto a la celebración del Día de la Madre, tanto la publicidad entre programas como los anuncios al interior de estos, se dedicaron casi con exclusividad a las madres, desde electrodomésticos a viajes al exterior, todo se ofrecía para ellas. Tanto el discurso como los modalizadores apelaron a una única manera de ser madre y le hablaron a una sola forma de sentir la maternidad, la filiación, la pareja, la familia. Imágenes tradicionales y discurso dominante como denominador común para el Día de la Madre en la TV. Sin fisuras, sin grietas. Sin espacios para dudas ni para maternidades alternativas: de lesbianas, de gays, de travestis, pero no sólo de ell@s. Tampoco para otras madres: las de Plaza de Mayo, las Abuelas, las hoy denominadas madres del dolor que han

perdido a sus hijos víctimas del abuso policial, las madres jefas de hogar beneficiarias de planes sociales que luchan contra la pobreza. Solamente madres de clase media o de clase media-baja, biológicas o adoptivas pero heterosexuales, pasivas y representantes de la imagen más tradicional de la madre. Las imágenes registradas el 8 de marzo oscilan entre un tratamiento tradicional de roles y funciones de mujeres y el no tratamiento generalizado. Para el primer caso resulta ejemplificador el documental The real Eve, subtitulado “El origen del hombre”, emitido por Discovery Channel y ampliamente publicitado. La emisión duró dos horas y se acompañó de imágenes con representación de actores, entrevistas a científicos/as, algunas evidencias empíricas como cráneos o restos fósiles y relato en off. El tratamiento dado al tema reprodujo el discurso biologista y androcéntrico más tradicional, no atendiendo ni siquiera a los data más sencillos: la mujer que mostró la imagen como la posible Eva genética era negra y sobre este punto en particular nada se dijo. Tampoco sobre la situación actual de las mujeres en general ni de las africanas en particular. No hubo mención al devenir de las mujeres a través de la historia luego de este supuesto origen ni al rol que aquella Eva y sus congéneres desarrollaron en sus tribus. El planteo fue lineal y cientificista. No hubo lugar para la historia ni para una antropología ligada a temas como la cultura o la diferencia, “la selección natural y la adaptación al medio es lo más importante a la hora de explicar las grandes diferencias aún descendiendo todos de la Eva mitocondrial”. El resto de la programación registrada desconoció por completo el Día Internacional de la Mujer. Ni los canales locales, ni los nacionales ni los internacionales de nuestra muestra se dedicaron a la conmemoración, no informaron acerca de los actos celebrados en diferentes puntos de nuestra geografía ni trataron el tema con invitados o entrevistas. El análisis de las imágenes seleccionadas requiere ideas concluyentes que establezcan un estado de situación discriminado. Por un lado, lo más destacado resulta ser el no tratamiento, el silencio, la indiferencia, el desconocimiento de temas y problemáticas que tanto interesan como resultan imprescindibles para lograr la ciudadanía plena para las mujeres. En las cadenas de televisión nacionales e internacionales lo que predomina es el silencio y la ausencia. Por otro lado, y como corolario, lo que aparece con mayor frecuencia es el refuerzo constante del discurso tradicional dominante con relación a la maternidad como función social básica para las mujeres.

Los Derechos de las Mujeres en la Gráfica El relevo en la prensa gráfica también presentó ausencias y silencios. Respetó las mismas fechas que el trabajo con la TV y se ocupó de los diarios La Nación, Clarín y Página/12 (5). En cuanto a La Nación lo que predomina es una estrategia de construcción y reproducción del sentido común dominante en torno a dos modalidades que van de la mano y que aparecen poniendo palabras a lo que es la herramienta más utilizada: el silencio. Las modalidades a las que nos referimos son la alusión / elusión. De esta manera lo que se intenta lograr es la

neutralización de la problemática a través del tratamiento en paralelo aludiendo a la temática a nivel de los contenidos pero eludiendo al verdadero destinatario de los mensajes, esto es, construyen un mensaje cifrado cuyo verdadero destinatario es el enemigo político: el feminismo. El hecho de que en las fechas clave trabajadas no aparezcan artículos ni menciones relacionadas con el tratamiento de las problemáticas en cuestión, y que en su lugar, se publiquen notas relacionadas temáticamente pero bajo la forma de la asepsia y la neutralidad científica por un lado, o intentando un claro refuerzo del ideal maternal o de la familia tradicional y sus valores por el otro, están destinados –efectivamente– a construir hegemonía en torno a estas ideas, pero más que a un prodestinatario que las comparte, vienen cifradas en clave para un contradestinatario que sin dudas las identifica y decodifica (6). Clarín delimita con precisión su umbral de tolerancia y desde allí construye un discurso que no resulta ni innovador ni conservador. Elige hablar a través de voces autorizadas y apelando a metacolectivos como Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, la justicia, el gobierno y algunas voces que desde la Academia, la ciencia o las leyes estén lo suficientemente autorizadas. De este modo, toma la voz de otro, expone por encargo los diferentes temas y evita así el conflicto que le ocasionaría poner palabras propias a sus artículos. Esta modalidad, si bien no resulta audaz ni mucho menos atrevida, permite que se cuelen datos, discusiones, exposiciones, que resultan enriquecedoras para el debate en torno de los derechos de las mujeres y de su ciudadanía. Respetuoso de su contrato de enunciación Clarín no se juega, no toma partido, pero presta espacio y propicia grietas dentro de un medio de comunicación que tiene como destinataria a una porción importante de la sociedad. De este modo favorece la construcción de una hegemonía que los sectores comprometidos con la defensa de los derechos de las mujeres no están dispuestos a pasar por alto.

El caso de “Las 12” El análisis llevado a cabo con “Las 12” nos desafía a reflexionar en torno de las posibilidades que un medio masivo tiene de desempeñarse como contrapúblico y los alcances que este rol puede llegar a tener. Tal como señalara Gramsci (1975), los medios pueden ser lugares de producción de estrategias alternativas para poner en cuestión el statu quo: debates, imágenes, polémicas y contradiscursos también se manifiestan en los contenidos de los medios en general y de algunos en particular. Focalizar la atención en “Las 12” nos permite analizar el papel desempeñado por el Suplemento como voz disidente entre los dedicados a la mujer y también, a veces, disidente como miembro del matutino Página/12 ya que por haberse configurado y definido como el lugar de las mujeres en el diario, ante temas controvertidos socialmente, en reiteradas ocasiones es sólo “Las 12” quien trata determinadas problemáticas que no pasan por el cuerpo del matutino (7). Raymond Williams (1980) sostiene que una hegemonía dada es siempre un proceso, un complejo efectivo de experiencias, relaciones y actividades que tiene límites y presiones específicas y cambiantes. Asimismo, no se da de modo pasivo como una forma de dominación.

Debe ser continuamente renovada, recreada, defendida y modificada, y por lo mismo, es continuamente resistida, limitada, alterada, desafiada por presiones que de ningún modo le son propias. Por tanto al concepto de hegemonía deben sumársele los conceptos de contrahegemonía y de hegemonía alternativa, que son elementos reales y persistentes de la práctica (Williams, 1980). Hegemonía, contrahegemonía y contrapúblico resultan categorías pertinentes para nuestro análisis de “Las 12.” En este sentido, animarnos a un estudio que ponga en cuestión algunas certezas respecto de roles o lugares sociales asignados nos resulta un desafío ya casi ineludible. Dicho de otro modo y para expresarlo claramente, “Las 12” se ha convertido en la tribuna feminista en el ámbito de los medios gráficos nacionales. Una lectura rápida puede fácilmente testimoniar esta idea: tanto los temas seleccionados como la manera de hacerlo responde, en general, a intereses ideológicos muy definidos que, junto a entrevistas con personalidades reconocidas y a especialistas en la temática; un humor ácido y de códigos precisos; un tratamiento de la noticia coyuntural siempre en el marco de la teoría feminista y/o de los estudios de género y el espacio siempre dispuesto para la discusión y el debate en torno de la ciudadanía de las mujeres, perfilan un producto sin fisuras ni ambigüedades. Este conjunto de rasgos y caracterizaciones ha hecho que la mayoría de las veces se piense que “Las 12” sólo encuentra eco o respuesta entre quienes ya sostienen las mismas posiciones ideológicas que el Suplemento, produciéndose lo que Althusser (1988) denomina efecto de reconocimiento, es decir, la ideología funciona por el efecto de reconocimiento / desconocimiento haciendo que el sujeto se reconozca imaginariamente como libre, a la vez que le procura un efecto autojustificatorio. Desde este punto de vista entonces, “Las 12” sólo cumpliría una función de mantenimiento de los límites del gueto, por decirlo brevemente. Aquí, en cambio, cuestionamos esta posición con la intención de reflexionar en torno de la categoría de contrapúblico tal como Nancy Fraser (1992) la propone: contrapúblicos subalternos serían aquellos escenarios discursivos paralelos en los cuales los miembros de los grupos sociales subordinados crean y circulan contradiscursos para formular interpretaciones oposicionales de sus identidades, intereses y necesidades (8). Tal como lo indica Williams (1980), no debemos descuidar la importancia de aquellas obras e ideas que, aunque claramente afectadas por los límites y las presiones hegemónicas, constituyen rupturas significativas respecto de ellas y, también en parte, pueden ser neutralizadas, reducidas o incorporadas, y en lo que se refiere a sus elementos más activos se manifiestan, no obstante, independientes y originales. Nancy Fraser se ha ocupado desde la teoría feminista de circunscribir los límites de la esfera pública animándose a poner valientemente en cuestión algunas de las premisas más fuertes de Habermas y de su esfera pública (9). Según Fraser, y de acuerdo con el mismo Habermas, el potencial utópico de la concepción burguesa de la esfera pública nunca se realizó plenamente en la práctica, sino que siempre ha existido una pluralidad de públicos rivales donde las relaciones entre el público burgués y los demás públicos han sido históricamente conflictivas (10). De acuerdo con Fraser, casi desde un inicio, contrapúblicos contestaron las normas

excluyentes del público burgués y elaboraron otros estilos de comportamiento político y normas alternativas de discurso público (Fraser, 1992). Habermas indica que la emergencia de públicos adicionales debe entenderse como un desarrollo tardío de la esfera pública en las sociedades burguesas, desarrollo que señala la fragmentación y el declive. Fraser sostiene, en contraposición, que allí donde persista la desigualdad, los procesos de deliberación tenderán a operar con ventaja para los grupos dominantes y desventaja para los subordinados. Estos efectos se exacerbarían si, a la manera de Habermas, sólo existiese una sola esfera pública comprensiva. Así, los miembros de los grupos subordinados no tendrían escenarios para la deliberación respecto de sus necesidades, objetivos y estrategias. En esta situación sería menos probable que pudieran "encontrar la voz correcta o las palabras para expresar sus pensamientos" y más probable que "mantengan sus necesidades inarticuladas" (Fraser, 1992: 8). En la vereda opuesta, en la medida que emerjan contrapúblicos como respuesta a exclusiones en los públicos dominantes, ayudan a expandir el espacio discursivo. De la mano de Fraser revisamos “Las 12”, entendiendo al Suplemento como un contrapúblico subalterno que representa una ampliación de la contestación discursiva y en tanto tal, buscamos respuestas para la pregunta que nos guía, esta es: ¿”Las 12”, a través de sus intervenciones discursivas, incide sobre el sentido común dominante o por el contrario, sólo cumple una función de mantenimiento, refuerzo e identificación dentro de los límites del ghetto? El pacto patriarcal, subordinante para las mujeres, estatuye para los medios de comunicación otro pacto, esta vez, de silencio / ocultamiento / desconocimiento (11). Las estrategias desplegadas en razón de este pacto por los diferentes medios varían de acuerdo con sus contratos de lectura, sus públicos, el estilo de comunicación que los caracteriza, sus intereses particulares y toda la cadena de alianzas establecida para sostener y/o reproducir el discurso dominante, en algunos casos, o para contraponerle uno opuesto y construir hegemonía en torno suyo, en otros. “Las 12” puede ser analizado bajo dos miradas diferentes. En un primer plano, y retomando las categorías de residual, emergente y arcaico de Williams (1975), puede identificarse como lo emergente, en el sentido del lugar que propicia posiciones intelectuales, políticas y sociales en relación con nuevos valores (12). Se convierte, de alguna manera, en el portavoz del movimiento de mujeres / feminismos. Desde esta posición se dirige en dos direcciones fácilmente reconocibles: por un lado, interpela a sus pares, miembros del mismo colectivo, participantes del ghetto, su prodestinatario. Por el otro, le habla a un paradestinatario al que intenta convencer, informar, sumar a la causa sobre la base de otras ideas en común como la democracia, los derechos humanos, la ética, la justicia, la lucha contra la corrupción, la igualdad jurídica, etcétera. El discurso destinado a las/os propias/os juega con las identificaciones. El elaborado para construir hegemonía, con la idea de echar luz sobre un debate muchas veces restringido al ámbito propio de las feministas y que necesita de seguidores, adeptos y militantes convencidos.

En un segundo plano centramos la atención en la idea de contrapúblico específicamente con la intención de responder a nuestra pregunta nodal: ¿los mensajes elaborados desde los contrapúblicos inciden de alguna manera sobre el sentido común dominante o sólo cumplen una función de mantenimiento de los límites del ghetto? En este sentido podemos decir que “Las 12” se permite, a través del contrato de lectura establecido, el planteo de un rol diferente para las mujeres, retoma algunos de los postulados de las convenciones internacionales, le otorga voz y autoridad a algunas representantes del feminismo o del movimiento de mujeres, incluso se anima a poner sobre el tapete el debate de los derechos reproductivos como fundamentales para una ciudadanía plena para las mujeres. Aquí, ocupar el espacio de contrapúblico propicia que el Suplemento asuma una orientación publicista y desde este lugar milite contra el separatismo, las imposiciones y modalidades de pertenencia a un gueto. Tal como Nancy Fraser sostiene, en la medida en la que los escenarios sean públicos, por definición no son enclaves (1992).

Entre los medios y el contrapúblico. Palabras finales Nos propusimos, en primer lugar, revisar el papel desempeñado por los medios en el tratamiento de la cuestión de la ciudadanía de las mujeres y sus derechos. Nuestro punto de partida fueron los señalamientos de la CEDAW y de la Plataforma de Acción de Beijing. Allí se indicaba que aunque ha aumentado el número de mujeres que hacen carrera en el sector de las comunicaciones, pocas son las que han llegado a ocupar puestos directivos. Al mismo tiempo se recomendaba suprimir la proyección de imágenes negativas y degradantes de las mujeres. Como objetivos aparecía, ante todo, aumentar el acceso de las mujeres y su participación en la expresión de ideas y la adopción de decisiones en los medios de difusión, y fomentar una imagen equilibrada y no estereotipada de las mujeres. Los medios de comunicación argentinos no sólo han desconocido de manera sistemática estas recomendaciones y compromisos sino que, en general, se han ocupado de reforzar el rol tradicional desempeñado por las mujeres. Lo han hecho bajo formas diversas y con discursos dispares, pero con una actitud clara de refuerzo del sentido común dominante respecto del rol de las mujeres. Casi sin fisuras en el caso de la TV y con la única excepción de Página/12 para la gráfica, las mujeres argentinas son antes madres que ciudadanas, y deberán seguir siéndolo porque más allá de un cierto consenso respecto de que las mujeres pueden trabajar, estudiar, capacitarse, incursionar en política, animarse con la ciencia y los números, ante todo, han nacido para la maternidad, este es su destino y todo debe encaminarse hacia la consecución de ello. El peso de las prácticas reales presiona sobre los compromisos contraídos con las instancias internacionales de manera que el discurso de los medios de comunicación pendula en un juego oscilante entre reforzar el sentido común acerca del papel y la misión de las mujeres en la sociedad y darle espacio concreto a noticias, voces y reclamos de las mujeres, en consonancia con acontecimientos o transformaciones reales y, menos aún, con lo acordado ante el concierto de las naciones.

Nuestro segundo objetivo era reflexionar sobre los alcances de la idea de contrapúblico tomando como ejemplo plausible el rol desempeñado por Página/12 a través del Suplemento “Las 12” Luego de la sistematización de las unidades de análisis seleccionadas y a partir de los aportes teóricos de Habermas y Fraser, podemos concluir acerca del doble posicionamiento del contrapúblico que define “Las 12”. Por un lado, efectivamente representa un espacio cerrado, “de retiro y reagrupamiento” (Fraser, 1992: 9) donde feministas y mujeres con conciencia de género se identifican, encuentran, intercambian, reconocen, discuten y promocionan. Sin embargo, por el otro lado y simultáneamente, cumple una función de agitación, formación, enseñanza, educación, discusión, construcción de agenda destinada hacia públicos más amplios que tanto pueden ser los/as lectores asiduos de Página/12 como lectores y lectoras eventuales del Suplemento que se acercan a él por algún hecho coyuntural. En este pendular entre el separatismo del gueto y la publicidad de ideas y debates permite, de alguna manera, la expansión del espacio discursivo, del intercambio de ideas o de la contestación discursiva. La aspiración de acceder a escenarios cada vez más amplios, participativos y democráticos va encontrando forma a través de esta actividad dialéctica del contrapúblico. No nos resulta menor el potencial emancipatorio que radica precisamente allí: en el juego de refuerzo e identificación por un lado, y de publicidad y construcción de agenda de los medios y de agenda política, por el otro.

Notas Este trabajo fue publicado originalmente en Question N° 15, en agosto de 2007. (1) Nos referimos a la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, llevada a cabo en 1995, en Beijing. Allí se definieron doce áreas críticas como obstáculo al avance de las mujeres, con el objetivo de elaborar una Plataforma de Acción. Esta Plataforma marcó un hito importante en el proceso de definición de la institucionalidad de género. (2) Es recién a partir de 1994 con la discusión acerca de la cláusula Barra con motivo de la reforma de la constitución y luego en 1995 con la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, que la cuestión de los derechos de las mujeres empieza, muy lentamente, a ocupar un espacio en los medios. Hasta ese momento sólo podían verse / leerse hechos aislados o por olas (de violaciones, de maltrato, de denuncias de violencia, de debates respecto de control de la natalidad, etc.) pero que no constituían un tema en la agenda de los medios. Para 2000 los asuntos relacionados con la ciudadanía de las mujeres y los temas relacionados como DD. HH. de las mujeres, DD. RR., educación sexual, aborto, igualdad jurídica, etcétera, empiezan a ser tratados en los medios de manera más o menos regular aunque todavía no suficientemente. Es 2002 el año de gran ingreso de la problemática de los derechos sexuales y reproductivos en los medios ya que el Congreso sanciona tras casi un año de debates (desde octubre de 2001) el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable (30/10) y trasciende a los medios de todo el país la polémica en torno de la presentación de una acción de amparo por parte de la organización Mujeres por la Vida en contra del Estado Nacional e invocando para su procedencia el Art. 43° de la Constitución Nacional y Ley 16.986, a fin de que se declare en todo el territorio nacional la inaplicabilidad de la Ley que creó el Programa Salud Sexual y Procreación Responsable. Este hecho representa un hito en el devenir de los asuntos de mujeres, un quiebre en el tratamiento que los medios le darían a los derechos de las mujeres. (3) El impacto de la semiótica sobre las ciencias sociales generó la ilusión inversa a la ilusión presemiótica. La llamada explosión semiótica permitió pensar que se podía trabajar en ciencias sociales independientemente de las prescripciones procedentes de las ciencias físico-naturales. A pesar de que esta idea de un modelo propio que permitiera evitar las tentaciones del empirismo, de la formalización y matematización, y la inclusión del orden simbólico

tal como está organizado en el lenguaje, tiene una importancia muy grande ya que ayuda a lograr rigor y precisión sin distorsiones empiristas; su uso y abuso terminó conduciendo a un obstáculo tan peligroso como el obstáculo empirista: la idea de que todo se puede aprender a través de los juegos del lenguaje, que la sociedad misma no es otra cosa que una serie muy compleja de juegos del lenguaje. (4) El año 2006 representa una excepción en el tratamiento de la cuestión del aborto en los medios masivos. Dos casos de abortos no punibles, uno en Mendoza y otro en La Plata, provocaron una explosión mediática del asunto. El tratamiento dado por los diferentes medios y el alcance que el mismo pudiera tener deberá ser analizado en detalle a la hora de elaborar conclusiones plausibles. Mientras esto sucede, los resultados aquí presentados muestran un panorama que ha variado muy poco en los últimos años. (5) Un detalle pormenorizado de este puede consultarse en Fernández Hasan, Valeria, “El tratamiento de la ciudadanía de las mujeres en la prensa gráfica Argentina. ¿Mujeres = madres o mujeres = individuas?” En Question Nº 9. Disponible en www.perio.unlp.edu.ar/question H

(6) Para comprender acabadamente la interpelación cifrada a este contradestinatario debe atenderse a elementos contextuales que completan la explicación del fenómeno. Como decíamos antes, el movimiento de mujeres y el feminismo cobran relevancia como voz política recién a finales de los 90. Una serie de apariciones públicas van preparando lo que luego será un lugar determinado en el debate por los derechos de las mujeres. En 1994, la discusión en torno de la cláusula Barra durante la reforma de la Constitución es la primera aparición relevante. 1995 y la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing es la segunda ocasión importante para cobrar visibilidad. La tercera oportunidad de visibilidad importante para el feminismo en Argentina es en 1997 durante el Encuentro Nacional de Mujeres en San Juan, momento de duro enfrentamiento entre la iglesia católica argentina y las feministas. A partir de ese momento, muy lentamente, el movimiento de mujeres y el feminismo irán ampliando su capacidad de debate público y su aparición en los medios, a veces con discursos referidos y otras, sobre todo ya entrado el nuevo siglo, directamente en la voz de sus representantes directas. La Nación como defensor de valores tradicionales y como tribuna política de los sectores más conservadores, ha utilizado diferentes estrategias para la protección de sus ideas más fuertes. En este sentido puede verse cómo en un doble juego preserva sus convicciones (a través del tratamiento de tema relativos a la maternidad, la fertilidad, el embarazo) y combate a su enemigo político -el feminismodesconociendo las fechas en cuestión y difundiendo al mismo tiempo, noticias que se ubican en el polo político opuesto. (7) Para ejemplo véase “Las 12” del 28 de julio de 2006. Ese día se retoma el tema de la trata de blancas a través del recordatorio de los 2 años de la desaparición / secuestro de Fernanda Aguirre, noticia absolutamente olvidada por los diarios en general y por Página/12 en este caso en particular. (8) La misma Fraser señala como paradigma de estos contrapúblicos subalternos a la experiencia feminista norteamericana de la última parte del siglo XX con su gama variada de revistas, librerías, editoriales, redes de distribución de películas y videos, etcétera. (9) La esfera pública en el sentido de Habermas designa un escenario en las sociedades modernas en el cual la participación política se realiza por medio del diálogo. Es el espacio en el cual los ciudadanos piensan y examinan sus asuntos comunes y por lo tanto es un escenario institucionalizado de interacción discursiva (Habermas, 1992). (10) La ilusión de una plena accesibilidad del público burgués nunca se realizó en la práctica: las mujeres de todas las clases y etnicidades fueron excluidas de una participación política oficial en base a su género mientras que los hombres plebeyos fueron excluidos formalmente por los requerimientos de propiedad (Fraser, 1992). (11) Al tipo de sociedad en la que el poder / saber / tener se halla en manos de los varones se la denomina patriarcal. Supone formas de vida familiar y social basadas en un sistema estructural y cultural de dominación, en el que es el varón quien detenta el poder, en todos los ámbitos sociales. La categoría patriarcado da cuenta del control que los varones ejercen sobre el conjunto de la reproducción humana. Implica no sólo la sexualidad sino la totalidad de las relaciones de reproducción social, por medio de las cuales se reproducen dentro de un modo de producción determinado las relaciones de sujeción/ subordinación de las mujeres. (12) Para Williams (1975), lo arcaico es el pasado muerto, que presenta un elemento simbólico, emblemático, pero que no activa, no moviliza en un sentido determinado. Lo residual todavía es un motor, una combustión, y por eso es residual, es una ceniza que se puede volver fuego. Lo emergente, en cambio, puede identificarse con lo nuevo, pero no indefectiblemente con la vanguardia. Es algo que ha comenzado a nacer sin constituir aún un rasgo estable de una cultura determinada.

Bibliografía Althusser, Louis, Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988. CEDAW, 1979. Fraser, Nancy, “Repensando la esfera pública: una contribución a la crítica de la democracia actualmente existente”. En Craig Calhoun (comp.), Habermas y la esfera pública, Cambridge, Massachusets and London, England, The MIT Press, 1992. Gramsci, Antonio, Cuadernos de la cárcel, México, Juan Pablos Editor, 1975. Pêcheux, Michel, Hacia el análisis automático del discurso, Madrid, Gredos, 1976. Plataforma de Acción de Beijing, 1985. Saltalamacchia, Homero, El proyecto, los datos y su análisis. Introducción a la investigación con fuentes no estructuradas. Seminario Metodología Cualitativa, Maestría en Ciencias Sociales, Mendoza, FLACSO, 1998. Sampieri, R. y otros, Metodología de la investigación, México, Mc Graw–Hill Interamericana, 1998. Verón, Eliseo, La palabra adversativa. En El discurso político, Buenos Aires, Hachette, 1987. Verón, Eliseo, Fragmentos de un tejido, Barcelona, Gedisa, 2004. Williams, Raymond, Television, technology and cultural forms, Londres, Routledge, 1975. Williams, Raymond, Teoría cultural. En Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1980.

Medios gráficos consultados Página/12 Suplemento “Las 12” Clarín La Nación

VALERIA FERNÁNDEZ HASAN Doctora en Ciencias Sociales con Mención en Comunicación Social y Magíster en Ciencia Política y Sociología. Además, Especialista en Género y Políticas Públicas y en Docencia Universitaria. Docente e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Cuyo e Investigadora Asistente del CONICET. Tiene publicaciones nacionales e internacionales concretadas en el marco de las Becas de Posgrado del CONICET realizadas entre 2000 y 2006. Actualmente forma parte del equipo de investigación dirigido por la Dra. Alejandra Ciriza cuyo Proyecto en desarrollo se titula “Género y memoria: perspectivas para una lectura crítica de las

encrucijadas de la ciudadanía y la democracia en la coyuntura actual”, financiado por la Universidad Nacional de Cuyo. También pertenece al equipo dirigido por la Dra. Estela Fernández Nadal cuyo Proyecto “Sujeto”, “ciudadanía” y “democracia” pensados desde América Latina. La racionalidad formal puesta en sospecha por la filosofía política y la teoría feminista” financia el CONICET.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y CIUDADANÍA: HEGEMONÍA Y CONTRAHEGEMONÍA DESDE EL PUNTO DE VISTA DE GÉNERO Valeria Fernández Hasan INCIHUSA. CONICET (Argentina) [email protected]

Resumen La cuestión de la ciudadanía de las mujeres se instala en la Argentina especialmente a partir de la suscripción de la Convención sobre Eliminación de toda Forma de Discriminación contra la Mujer en 1985. En este trabajo profundizamos en el tratamiento dado por los medios de comunicación a los procesos relacionados con esta problemática puntual concentrándonos en los canales de aire nacionales, los de aire de Mendoza, canales internacionales como Discovery Channel y Discovery Health y los diarios Clarín, La Nación y Página /12. El análisis se ubica dentro de lo que se denomina análisis social del discurso y las variables tenidas en cuenta abarcan un amplio espectro de pares antagónicos. Nuestras conclusiones echan luz, por un lado, sobre el rol desempeñado por los grandes medios en relación con la producción y reproducción del sentido común dominante respecto de las mujeres en la sociedad y por el otro, sobre el papel encarado por Página /12 como portavoz de lo que se ha identificado como contrapúblico. Palabras clave: medios de comunicación - ciudadanía – género.

La cuestión de la ciudadanía de las mujeres se instala en la Argentina a partir del retorno de la democracia y, especialmente, desde la suscripción de la Convención sobre Eliminación de toda Forma de Discriminación contra la Mujer (en inglés CEDAW) en 1985. El camino transitado no ha sido sencillo sino marcado por retrocesos importantes en algunos momentos y avances no menos importantes en otros. La adhesión y/o ratificación por parte de Argentina a decisiones en torno de la no discriminación contra las mujeres (CEDAW o Plataforma de Acción de Beijing) podría a simple vista indicar un compromiso por parte de las delegaciones argentinas en el sentido de alcanzar avances en la ciudadanía de las mujeres (1). Sin embargo, cada paso logrado ha costado arduas discusiones y una incesante vigilancia por parte del movimiento de mujeres / feminismos. Distintos intereses y variados actores han llevado la voz alternativamente en cada una de las controversias, señalando que, más allá de lo que en el plano formal se acuerde, en el plano real ninguna de las modificaciones resulta fácil de legislar y mucho menos de implementar. En este trabajo perseguimos dos objetivos puntuales. Por un lado, revisar el papel desempeñado por los medios masivos de comunicación (especialmente TV y prensa gráfica) en el tratamiento de la cuestión de la ciudadanía de las mujeres y sus derechos, fundamentalmente a partir del año 2002 (2). Por otro, reflexionar en torno de la idea de contrapúblico tal como Nancy Fraser la enunciara con el fin de analizar el rol encarado por Página 12 en los últimos años a través del Suplemento Las 12. Los medios, la ciudadanía y las mujeres Una vasta bibliografía considera a los medios como los formadores de opinión pública por excelencia, como el espacio de participación ciudadana y en no pocos casos, como sustitutos imaginarios de las instituciones tradicionales de la democracia, como la justicia, por ejemplo. Para estos autores el proceso de massmediatización de la cultura hace de los medios de comunicación masiva un espacio diferencial de construcción de ciudadanía y un espacio de formación del sentido común que disputa la tarea con la escuela. Desde esta perspectiva, la escuela, desjerarquizada y atrasada, habría sido reemplazada por los media. Bajo esta perspectiva, definidos como escenario efectivo, lo que no puede percibirse es que se trata sólo de un espacio ficcional desde el cual se produce una escena imaginaria, que permite suponer una ciudadanía de comunidades transnacionalizadas de consumidores. No se advierte hasta qué punto se trata solamente de la ampliación de los horizontes de interpelación. La idea de un mundo desmaterializado se ha vuelto posible en el contexto de las transformaciones del capitalismo tardío: la reificación de la esfera del consumo convierte en verosímil la asociación entre consumo y ciudadanía. En este trabajo hemos focalizado la mirada en las formas de interpelación que teniendo como marco la massmediatización de la cultura, se han vuelto posibles desde los medios de comunicación masiva. Es decir, entendemos la massmediatización no como un nuevo escenario donde la ciudadanía puede construirse y desplegarse de la mano del consumo, sino de una manera mucho más acotada: como un campo de visibilidad que, efectivamente, amplía sus públicos e interpela a los sujetos pero, definitivamente, no constituye una ciudadanía global, sólo posible mediante una ilusión, alejada, por otro lado, de la materialidad de las prácticas,

la herencia de la historia y la densidad de la cultura. Las imágenes que los medios transmiten a un público prodigiosamente ampliado recuperan para los sujetos la ilusión de un “común” en tiempos de fragmentación del Estado, de singularización de la política y de deslegitimación de la escuela. Las nuevas condiciones institucionales, culturales y tecnológicas del ejercicio democrático han vuelto obsoleto el sistema de partidos existente y el régimen de la política competitiva a la vez que han puesto en riesgo la unidad del sistema educativo. Los medios se presentan ante el sentido común como los educadores para la democracia y los transmisores de los valores definidos como socialmente válidos. Sin embargo, y en la misma línea que la escuela, los medios sólo replican y refuerzan, en lo referido a la ciudadanía de las mujeres, un discurso acorde con el sentido común dominante y esto, además, bajo un formato tradicional, repetitivo y nada innovador. Como dijimos, los medios han sido supuestos como el lugar sustituto de construcción de la cultura común compartida. La ampliación de los públicos fue pensada como la comunidad de todos y todas. De este modo, la comunidad de los consumidores/as pudo ser teorizada como comunidad de ciudadanos/as sin tener en cuenta el hecho fundamental de que más cantidad de personas delimitando los públicos no es lo mismo que una comunidad de ciudadanos y ciudadanas: más no es equivalente a todos y todas. Lo que los consumidores comparten es una lógica fragmentaria, el acceso a un mercado y determinadas preferencias. Lo que se construye como común es el consumo mismo. La disputa de los ciudadanos/as, en cambio, es de otro orden: por derechos, por igualdad, por universalidad. En el caso de la ciudadanía de las mujeres, la discusión gira principalmente en torno al dilema de la consideración de las ciudadanas como mujeres o como individuas, constituidas como ciudadanas, sobre el modelo del individuo varón. Es decir, la tensión opera entre el reclamo por ingreso dentro del marco de la ley (como espacio de reconocimiento en los regímenes políticos modernos) en los términos de individuo autónomo o como perteneciente a un grupo, las mujeres. ¿Cuál ha sido el papel de los medios de comunicación en estas discusiones? ¿Qué temas han podido ingresar a su agenda? ¿Qué discurso ha prevalecido? ¿Qué imágenes han sido elegidas para acompañar los cambios sufridos por la fracción de la sociedad que representan las mujeres? ¿Cómo han acompañado, si es que lo han hecho, los avances legales, tanto a nivel internacional como nacional? Finalmente, ¿qué modelo de mujer ayudan a difundir? ¿Qué idea reproducen respecto de la igualdad y de la ciudadanía de las mujeres? En Beijing los gobiernos se comprometieron a garantizar la libertad de los medios de comunicación, promoviendo la participación plena y equitativa de las mujeres en ellos y a tomar medidas efectivas contra la pornografía y la proyección de la violencia contra las mujeres y las niñas/os en los medios. Sin embargo, podemos constatar fácilmente que la presencia de las mujeres en los medios viene condicionada por prejuicios culturales y una naturalización respecto de cómo son las mujeres, qué quieren y qué pueden hacer en cuanto mujeres y ciudadanas. El neoliberalismo no sólo ha conservado sino que ha potenciado estas “creencias” en virtud de sus intereses. Alternativamente, los medios oscilan entre el sensacionalismo o una relectura tradicional, con argumentos conservadores, bajo un formato algo aggiornado con relación al rol de las mujeres. Los estereotipos más fuertes que se observan dividen a las mujeres en buenas y malas, cuerpo reproductor = madre y cuerpo como fuente de placer = prostitutas. Dicho de otro modo, lo que predomina en los medios resulta lo más exacerbado del discurso conservador en el intento de preservar los valores tradicionales. De cómo trabajamos con los medios El trabajo de selección, relevo y análisis, realizado con los canales de aire nacionales (Telefé, Canal 13, Canal 9, América y Canal 7), los de aire de Mendoza (Canales 7 y 9), canales internacionales como Discovery Channel y Discovery Health y los diarios Clarín, La Nación y Página /12, durante 2002 y 2003, tuvo en cuenta fechas clave cuya semantización en cuanto acontecimientos tuvieran un impacto social lo suficientemente intenso como para estimular la instauración de mecanismos ideológicos en la producción de lo textual. De este modo decidimos movernos en torno de cinco fechas relevantes para el calendario feminista: 8 de marzo –Día Internacional de la Mujer-, 28 de mayo -Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres-, 28 de septiembre Día Latinoamericano por el Derecho al Aborto y Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de niñas y adolescentes 25 de noviembre -Día Internacional de la no violencia contra las mujeres-, y tercer domingo de octubre -Día de la Madre-. El análisis llevado a cabo se ubica dentro de lo que se denomina análisis social del discurso, atendiendo fundamentalmente a los modalizadores, así como a las marcas de enunciación y destinación. La elección teórica de trabajar el análisis social del discurso y no el análisis del discurso social, parte de la crítica que hacemos de la ilusión semiológica (3). Las variables tenidas en cuenta abarcaron un amplio espectro de pares antagónicos: discurso dominante vs. discurso contrahegemónico, imágenes tradicionales vs. imágenes innovadoras. Además se atendió a otras categorías como ilusión de

objetividad, complicidad y articulación de niveles discursivos. En síntesis, las estrategias metodológicas utilizadas fueron de índole netamente cualitativa y comprendieron análisis de bibliografía y fuentes, consulta y estudio de documentación oficial y análisis social del discurso de acuerdo a la propuesta de Pêcheux (1976) y de contenido Herrnández Sampieri (2000). Para el procesamiento de la información se tomó como referencia a Saltalamacchia (1998, 2005) y a Verón (2004). Los Derechos de las Mujeres en la TV La televisión hecha en Argentina, resulta multiplicadora del modelo de sujeción de las mujeres y profundamente patriarcal. Si existe pluralidad de identidades femeninas en la TV, esta pluralidad no implica transformación en las relaciones de dominio ni modificaciones significativas de los estereotipos. Las columnas de especialistas están ocupadas mayoritariamente por varones y cuando aparece alguna a cargo de una mujer se trata de un tema considerado menor para el cual no es imprescindible una preparación específica. Es por demás elocuente el hecho de que los temas de salud, educación, crianza, ayuda social, solidaridad y atención a la niñez y la ancianidad sean “naturalmente” tratados por ellas (y esto sin mencionar áreas como la moda, la astrología o el mundo del espectáculo) y no por ellos, los que a su vez, están “naturalmente” dotados para la política, la diplomacia, la economía, los deportes o las finanzas. Los medios de comunicación, en tanto aparatos de hegemonía, toman parte y posición en las luchas por los significados sociales. En tanto espacios de reproducción de la ideología dominante recurren a muy variados mecanismos por lo que resulta fundamental leer entre líneas y mirar tras bambalinas. Los silencios, las omisiones, las desautorizaciones a las que se ven sometidas las mujeres, tanto las profesionales de los medios como las miles de mujeres que no son escuchadas, consultadas, pensadas, nos están hablando claramente de qué cuestiones siguen siendo prioridad en los medios, qué temas son los relevantes, quiénes tienen la palabra, cuáles sectores encuentran mayores respuestas y en definitiva, cuál es el discurso que circula, se refuerza y sostiene respecto del rol de las mujeres en la sociedad. Respecto del 28/5, el 28/9 y el 25/11, tras el análisis de lo observado en la programación televisiva podemos decir, en primer lugar, que el Día Internacional de Acción por la Salud de las mujeres ha logrado mayor ingreso a la agenda mediática que el Día Internacional de la no violencia contra las mujeres o el Día por el Derecho al Aborto. Podemos especular sin temor a equivocarnos que el tratamiento del tema salud resulta menos controvertido y polémico que el de la violencia o el aborto. La salud es un tema neutral ideológicamente, sobre todo si respetan los códigos aceptados de medicalización y poder médico sobre el cuerpo de las mujeres: fármacos, dietas, ejercicio físico, prevención de cáncer génito-mamario, fertilización asistida, etcétera. En este sentido el discurso dominante se centra en estos tópicos y, por lo menos, en las imágenes relevadas no existen casi resquicios por los cuales ingresar algún tipo de discurso opuesto, diferente o contrahegemónico a éste. Y decimos casi porque, aun aquellos programas que aparentemente se permitieron el tratamiento de la efemérides en cuestión, lo hicieron desde el discurso dominante y bajo imágenes tradicionales de lo que significa ser mujer: desde la apariencia de las conductoras y especialistas hasta la supuesta receptora a quien se habla: ama de casa tipo, que en la actualidad bien puede estar incorporada al mercado de trabajo pero no por ello abandona su hogar, desatiende a su marido o descuida a sus hijos. Ni la conmemoración acerca de la no violencia contra las mujeres ni el día por el derecho al aborto aparecen tratados en ninguno de los programas revisados: magazines, interés general, culturales, políticos o para la mujer. En las programaciones de los canales nacionales, el mutismo respecto de la conmemoración resulta llamativo. Un caso paradigmático resulta el de Discovery Health, el canal de la salud, dedicado especialmente a las mujeres, donde no hay ninguna mención a la fecha en cuestión y donde la mayoría de los programas (Historia de un bebé, Creciendo juntos, Ella TV, Sala de Maternidad) insisten machacadamente en un discurso de madre de tiempo completo, de realización plena a través de la maternidad, la lactancia, el parto natural y sin medicinas, etcétera. Lo que vemos en pantalla resulta lo más exacerbado del discurso conservador mezclado con vida natural y volver a las fuentes. Finalmente, el 28 de septiembre, fecha muy relevante para el colectivo feminista, pasa totalmente desapercibida para la TV. Aquí nos parece interesante una vez más reflexionar en torno de la distinción entre formación ideológica y formación discursiva de Pêcheux (1976). Es decir, el aborto ha sido pocas veces un tema con lugar en los medios debido al peso ineludible que los grandes grupos económicos, las corporaciones y las fracciones más conservadoras de la sociedad tienen sobre el funcionamiento, el financiamiento y el discurso de los medios (4). En cuanto a la celebración del Día de la Madre, tanto la publicidad entre programas como los anuncios al interior de los mismos, se dedicaron casi con exclusividad a las madres, desde electrodomésticos a viajes al exterior, todo se ofrecía para ellas. Tanto el discurso como los modalizadores apelaron a una única manera de ser madre y le hablaron a una sola forma de sentir la maternidad, la filiación, la pareja, la familia.

Imágenes tradicionales y discurso dominante como denominador común para el Día de la Madre en la TV. Sin fisuras, sin grietas. Sin espacios para dudas ni para maternidades alternativas: de lesbianas, de gays, de travestis, pero no sólo de ell@s. Tampoco para otras madres: las de Plaza de Mayo, las Abuelas, las hoy denominadas madres del dolor que han perdido a sus hijos víctimas del abuso policial, las madres jefas de hogar beneficiarias de planes sociales que luchan contra la pobreza. Solamente madres de clase media o de clase media-baja, biológicas o adoptivas pero heterosexuales, pasivas y representantes de la imagen más tradicional de la madre. Las imágenes registradas el 8 de marzo oscilan entre un tratamiento tradicional de roles y funciones de mujeres y el no tratamiento generalizado. Para el primer caso resulta ejemplificador el documental The real Eve, subtitulado El origen del hombre, emitido por Discovery Channel y ampliamente publicitado. La emisión duró dos horas y se acompañó de imágenes con representación de actores, entrevistas a científicos/as, algunas evidencias empíricas como cráneos o restos fósiles y relato en off. El tratamiento dado al tema reprodujo el discurso biologista y androcéntrico más tradicional, no atendiendo ni siquiera a los data más sencillos: la mujer que mostró la imagen como la posible Eva genética era negra y sobre este punto en particular nada se dijo. Tampoco sobre la situación actual de las mujeres en general ni de las africanas en particular. No hubo mención al devenir de las mujeres a través de la historia luego de este supuesto origen ni al rol que aquella Eva y sus congéneres desarrollaron en sus tribus. El planteo fue lineal y cientificista. No hubo lugar para la historia ni para una antropología ligada a temas como la cultura o la diferencia, “la selección natural y la adaptación al medio es lo más importante a la hora de explicar las grandes diferencias aún descendiendo todos de la Eva mitocondrial”. El resto de la programación registrada desconoció por completo el Día Internacional de la Mujer. Ni los canales locales, ni los nacionales ni los internacionales de nuestra muestra se dedicaron a la conmemoración, no informaron acerca de los actos celebrados en diferentes puntos de nuestra geografía ni trataron el tema con invitados o entrevistas. El análisis de las imágenes seleccionadas requiere ideas concluyentes que establezcan un estado de situación discriminado. Por un lado, lo más destacado resulta ser el no tratamiento, el silencio, la indiferencia, el desconocimiento de temas y problemáticas que tanto interesan como resultan imprescindibles para lograr la ciudadanía plena para las mujeres. En las cadenas de televisión nacionales e internacionales lo que predomina es el silencio y la ausencia. Por otro lado y como corolario, lo que aparece con mayor frecuencia es el refuerzo constante del discurso tradicional dominante con relación a la maternidad como función social básica para las mujeres. Los Derechos de las Mujeres en la Gráfica El relevo en la prensa gráfica también presentó ausencias y silencios. Respetó las mismas fechas que el trabajo con la TV y se ocupó de los diarios La Nación, Clarín y Página /12 (5). En cuanto a La Nación lo que predomina es una estrategia de construcción y reproducción del sentido común dominante en torno a dos modalidades que van de la mano y que aparecen poniendo palabras a lo que es la herramienta más utilizada: el silencio. Las modalidades a las que nos referimos son la alusión / elusión. De esta manera lo que se intenta lograr es la neutralización de la problemática a través del tratamiento en paralelo aludiendo a la temática a nivel de los contenidos pero eludiendo al verdadero destinatario de los mensajes, esto es, construyen un mensaje cifrado cuyo verdadero destinatario es el enemigo político: el feminismo. El hecho de que en las fechas clave trabajadas no aparezcan artículos ni menciones relacionadas con el tratamiento de las problemáticas en cuestión, y que en su lugar, se publiquen notas relacionadas temáticamente pero bajo la forma de la asepsia y la neutralidad científica por un lado, o intentando un claro refuerzo del ideal maternal o de la familia tradicional y sus valores por el otro, están destinados, efectivamente, a construir hegemonía en torno a estas ideas, pero más que a un prodestinatario que las comparte, vienen cifradas en clave para un contradestinatario que sin dudas las identifica y decodifica (6). Clarín delimita con precisión su umbral de tolerancia y desde allí construye un discurso que no resulta ni innovador ni conservador. Elige hablar a través de voces autorizadas y apelando a metacolectivos como Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, la justicia, el gobierno y algunas voces que desde la Academia, la ciencia o las leyes estén lo suficientemente autorizadas. De este modo, toma la voz de otro, expone por encargo los diferentes temas y evita así el conflicto que le ocasionaría poner palabras propias a sus artículos. Esta modalidad, si bien no resulta audaz ni mucho menos atrevida, permite que se cuelen datos, discusiones, exposiciones, que resultan enriquecedoras para el debate en torno de los derechos de las mujeres y de su ciudadanía. Respetuoso de su contrato de enunciación Clarín no se juega, no toma partido, pero presta espacio y propicia grietas dentro de un medio de comunicación que tiene como destinataria a una porción importante de la sociedad. De este modo favorece la construcción de una hegemonía que los sectores comprometidos con la defensa de los derechos de las mujeres no están dispuestos a pasar por alto.

El caso de Las 12 El análisis llevado a cabo con Las 12 nos desafía a reflexionar en torno de las posibilidades que un medio masivo tiene de desempeñarse como contrapúblico y los alcances que este rol puede llegar a tener. Tal como señalara Gramsci (1975), los medios pueden ser lugares de producción de estrategias alternativas para poner en cuestión el statu quo: debates, imágenes, polémicas y contradiscursos también se manifiestan en los contenidos de los medios en general y de algunos en particular. Focalizar la atención en Las 12 nos permite analizar el papel desempeñado por el Suplemento como voz disidente entre los dedicados a la mujer y también, a veces, disidente como miembro del matutino Página/12 ya que por haberse configurado y definido como el lugar de las mujeres en el diario, ante temas controvertidos socialmente, en reiteradas ocasiones es sólo Las 12 quien trata determinadas problemáticas que no pasan por el cuerpo del matutino (7). Raymond Williams (1980), sostiene que una hegemonía dada es siempre un proceso, un complejo efectivo de experiencias, relaciones y actividades que tiene límites y presiones específicas y cambiantes. Por otra parte, no se da de modo pasivo como una forma de dominación. Debe ser continuamente renovada, recreada, defendida y modificada, y por lo mismo, es continuamente resistida, limitada, alterada, desafiada por presiones que de ningún modo le son propias. Por tanto al concepto de hegemonía deben sumársele los conceptos de contrahegemonía y de hegemonía alternativa, que son elementos reales y persistentes de la práctica (Williams, 1980). Hegemonía, contrahegemonía y contrapúblico resultan categorías pertinentes para nuestro análisis de Las 12. En este sentido, animarnos a un estudio que ponga en cuestión algunas certezas respecto de roles o lugares sociales asignados nos resulta un desafío ya casi ineludible. Dicho de otro modo y para expresarlo claramente, Las 12 se ha convertido en la tribuna feminista en el ámbito de los medios gráficos nacionales. Una lectura rápida puede fácilmente testimoniar esta idea: tanto los temas seleccionados como la manera de hacerlo responde, en general, a intereses ideológicos muy definidos que, junto a entrevistas con personalidades reconocidas y a especialistas en la temática; un humor ácido y de códigos precisos; un tratamiento de la noticia coyuntural siempre en el marco de la teoría feminista y/o de los estudios de género y el espacio siempre dispuesto para la discusión y el debate en torno de la ciudadanía de las mujeres, perfilan un producto sin fisuras ni ambigüedades. Este conjunto de rasgos y caracterizaciones ha hecho que la mayoría de las veces se piense que Las 12 sólo encuentra eco o respuesta entre quienes ya sostienen las mismas posiciones ideológicas que el Suplemento, produciéndose lo que Althusser (1988) denomina efecto de reconocimiento, es decir, la ideología funciona por el efecto de reconocimiento / desconocimiento haciendo que el sujeto se reconozca imaginariamente como libre, a la vez que le procura un efecto autojustificatorio. Desde este punto de vista entonces, Las 12 sólo cumpliría una función de mantenimiento de los límites del ghetto, por decirlo brevemente. Aquí, en cambio, cuestionamos esta posición con la intención de reflexionar en torno de la categoría de contrapúblico tal como Nancy Fraser (1992) la propone: contrapúblicos subalternos serían aquellos escenarios discursivos paralelos en los cuales los miembros de los grupos sociales subordinados crean y circulan contradiscursos para formular interpretaciones oposicionales de sus identidades, intereses y necesidades (8). Tal como lo indica Williams (1980), no debemos descuidar la importancia de aquellas obras e ideas que, aunque claramente afectadas por los límites y las presiones hegemónicas, constituyen rupturas significativas respecto de ellas y, también en parte, pueden ser neutralizadas, reducidas o incorporadas, y en lo que se refiere a sus elementos más activos se manifiestan, no obstante, independientes y originales. Nancy Fraser se ha ocupado desde la teoría feminista de circunscribir los límites de la esfera pública animándose a poner valientemente en cuestión algunas de las premisas más fuertes de Habermas y de su esfera pública (9). Según Fraser, y de acuerdo con el mismo Habermas, el potencial utópico de la concepción burguesa de la esfera pública nunca se realizó plenamente en la práctica, sino que siempre ha existido una pluralidad de públicos rivales donde las relaciones entre el público burgués y los demás públicos han sido históricamente conflictivas (10). De acuerdo con Fraser, casi desde un inicio, contrapúblicos contestaron las normas excluyentes del público burgués y elaboraron otros estilos de comportamiento político y normas alternativas de discurso público (Fraser, 1992). Habermas indica que la emergencia de públicos adicionales debe entenderse como un desarrollo tardío de la esfera pública en las sociedades burguesas, desarrollo que señala la fragmentación y el declive. Fraser sostiene, en contraposición, que allí donde persista la desigualdad, los procesos de deliberación tenderán a operar con ventaja para los grupos dominantes y desventaja para los subordinados. Estos efectos se exacerbarían si, a la manera de Habermas, sólo existiese una sola esfera pública comprensiva. Así, los miembros de los grupos subordinados no tendrían escenarios para la deliberación respecto de sus necesidades, objetivos y estrategias. En esta situación sería menos probable que pudieran "encontrar la voz correcta o las palabras para expresar sus pensamientos" y más probable que "mantengan sus necesidades inarticuladas" (Fraser, 1992: 8). En la vereda opuesta, en la medida que emerjan contrapúblicos como respuesta a exclusiones en los públicos dominantes, ayudan a expandir el espacio discursivo.

De la mano de Fraser revisamos Las 12, entendiendo al Suplemento como un contrapúblico subalterno que representa una ampliación de la contestación discursiva y en tanto tal, buscamos respuestas para la pregunta que nos guía, esta es: ¿Las 12, a través de sus intervenciones discursivas, incide sobre el sentido común dominante o por el contrario, sólo cumple una función de mantenimiento, refuerzo e identificación dentro de los límites del ghetto? El pacto patriarcal, subordinante para las mujeres, estatuye para los medios de comunicación otro pacto, esta vez, de silencio / ocultamiento / desconocimiento (11). Las estrategias desplegadas en razón de este pacto por los diferentes medios varían de acuerdo a sus contratos de lectura, sus públicos, el estilo de comunicación que los caracteriza, sus intereses particulares y toda la cadena de alianzas establecida para sostener y/o reproducir el discurso dominante, en algunos casos, o para contraponerle uno opuesto y construir hegemonía en torno suyo, en otros. Las 12 puede ser analizado bajo dos miradas diferentes. En un primer plano, y retomando las categorías de residual, emergente y arcaico de Williams (1975), puede identificarse como lo emergente, en el sentido del lugar que propicia posiciones intelectuales, políticas y sociales en relación con nuevos valores (12). Se convierte, de alguna manera, en el portavoz del movimiento de mujeres / feminismos. Desde esta posición se dirige en dos direcciones fácilmente reconocibles: por un lado, interpela a sus pares, miembros del mismo colectivo, participantes del ghetto, su prodestinatario. Por el otro, le habla a un paradestinatario al que intenta convencer, informar, sumar a la causa sobre la base de otras ideas en común como la democracia, los derechos humanos, la ética, la justicia, la lucha contra la corrupción, la igualdad jurídica, etcétera. El discurso destinado a las/os propias/os juega con las identificaciones. El elaborado para construir hegemonía, con la idea de echar luz sobre un debate muchas veces restringido al ámbito propio de las feministas y que necesita de seguidores, adeptos y militantes convencidos. En un segundo plano centramos la atención en la idea de contrapúblico específicamente con la intención de responder a nuestra pregunta nodal: ¿los mensajes elaborados desde los contrapúblicos inciden de alguna manera sobre el sentido común dominante o sólo cumplen una función de mantenimiento de los límites del ghetto? En este sentido podemos decir que Las 12 se permite, a través del contrato de lectura establecido, el planteo de un rol diferente para las mujeres, retoma algunos de los postulados de las convenciones internacionales, le otorga voz y autoridad a algunas representantes del feminismo o del movimiento de mujeres, incluso se anima a poner sobre el tapete el debate de los derechos reproductivos como fundamentales para una ciudadanía plena para las mujeres. Aquí, ocupar el espacio de contrapúblico propicia que el Suplemento asuma una orientación publicista y desde este lugar milite contra el separatismo, las imposiciones y modalidades de pertenencia a un guetto. Tal como Nancy Fraser sostiene, en la medida en la que los escenarios sean públicos, por definición no son enclaves (1992). Entre los medios y el contrapúblico. Palabras finales Nos propusimos, en primer lugar, revisar el papel desempeñado por los medios en el tratamiento de la cuestión de la ciudadanía de las mujeres y sus derechos. Nuestro punto de partida fueron los señalamientos de la CEDAW y de la Plataforma de Acción de Beijing. Allí se indicaba que aunque ha aumentado el número de mujeres que hacen carrera en el sector de las comunicaciones, pocas son las que han llegado a ocupar puestos directivos. Al mismo tiempo se recomendaba suprimir la proyección de imágenes negativas y degradantes de las mujeres. Como objetivos aparecía, ante todo, aumentar el acceso de las mujeres y su participación en la expresión de ideas y la adopción de decisiones en los medios de difusión, y fomentar una imagen equilibrada y no estereotipada de las mujeres. Los medios de comunicación argentinos no sólo han desconocido de manera sistemática estas recomendaciones y compromisos sino que, en general, se han ocupado de reforzar el rol tradicional desempeñado por las mujeres. Lo han hecho bajo formas diversas y con discursos dispares, pero con una actitud clara de refuerzo del sentido común dominante respecto del rol de las mujeres. Casi sin fisuras en el caso de la TV y con la única excepción de Página/12 para la gráfica, las mujeres argentinas son antes madres que ciudadanas, y deberán seguir siéndolo porque más allá de un cierto consenso respecto de que las mujeres pueden trabajar, estudiar, capacitarse, incursionar en política, animarse con la ciencia y los números, ante todo, han nacido para la maternidad, este es su destino y todo debe encaminarse hacia la consecución de ello. El peso de las prácticas reales presiona sobre los compromisos contraídos con las instancias internacionales de manera que el discurso de los medios de comunicación pendula en un juego oscilante entre reforzar el sentido común acerca del papel y la misión de las mujeres en la sociedad y darle espacio concreto a noticias, voces y reclamos de las mujeres, en consonancia con acontecimientos o transformaciones reales y, menos aún, con lo acordado ante el concierto de las naciones. Nuestro segundo objetivo era reflexionar sobre los alcances de la idea de contrapúblico tomando como ejemplo plausible el rol desempeñado por Página/12 a través del Suplemento Las 12. Luego de la sistematización de las unidades de análisis seleccionadas y a partir de los aportes teóricos de Habermas y Fraser,

podemos concluir acerca del doble posicionamiento del contrapúblico que define Las 12. Por un lado, efectivamente representa un espacio cerrado, “de retiro y reagrupamiento” (Fraser, 1992: 9) donde feministas y mujeres con conciencia de género se identifican, encuentran, intercambian, reconocen, discuten y promocionan. Sin embargo, por el otro lado y simultáneamente, cumple una función de agitación, formación, enseñanza, educación, discusión, construcción de agenda destinada hacia públicos más amplios que tanto pueden ser los/as lectores asiduos de Página /12 como lectores y lectoras eventuales del Suplemento que se acercan a él por algún hecho coyuntural. En este pendular entre el separatismo del guetto y la publicidad de ideas y debates permite, de alguna manera, la expansión del espacio discursivo, del intercambio de ideas o de la contestación discursiva. La aspiración de acceder a escenarios cada vez más amplios, participativos y democráticos va encontrando forma a través de esta actividad dialéctica del contrapúblico. No nos resulta menor el potencial emancipatorio que radica precisamente allí: en el juego de refuerzo e identificación por un lado, y de publicidad y construcción de agenda de los medios y de agenda política, por el otro. Notas (1) Nos referimos a la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, llevada a cabo en 1995, en Beijing. Allí se definieron doce áreas críticas como obstáculo al avance de las mujeres, con el objetivo de elaborar una Plataforma de Acción. Esta Plataforma marcó un hito importante en el proceso de definición de la institucionalidad de género. (2) Es recién a partir de 1994 con la discusión acerca de la cláusula Barra con motivo de la reforma de la constitución y luego en 1995 con la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, que la cuestión de los derechos de las mujeres empieza, muy lentamente, a ocupar un espacio en los medios. Hasta ese momento sólo podían verse / leerse hechos aislados o por olas (de violaciones, de maltrato, de denuncias de violencia, de debates respecto de control de la natalidad, etc.) pero que no constituían un tema en la agenda de los medios. Para 2000 los asuntos relacionados con la ciudadanía de las mujeres y los temas relacionados como DDHH de las mujeres, DDRR, educación sexual, aborto, igualdad jurídica, etc., empiezan a ser tratados en los medios de manera más o menos regular aunque todavía no suficientemente. Es 2002 el año de gran ingreso de la problemática de los derechos sexuales y reproductivos en los medios ya que el Congreso sanciona tras casi un año de debates (desde octubre de 2001) el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable (30/10) y trasciende a los medios de todo el país la polémica en torno de la presentación de una acción de amparo por parte de la organización Mujeres por la Vida en contra del Estado Nacional e invocando para su procedencia el Art. 43° de la Constitución Nacional y Ley 16.986, a fin de que se declare en todo el territorio nacional la inaplicabilidad de la Ley que creó el Programa Salud Sexual y Procreación Responsable. Este hecho representa un hito en el devenir de los asuntos de mujeres, un quiebre en el tratamiento que los medios le darían a los derechos de las mujeres. (3) El impacto de la semiótica sobre las ciencias sociales generó la ilusión inversa a la ilusión presemiótica. La llamada explosión semiótica permitió pensar que se podía trabajar en ciencias sociales independientemente de las prescripciones procedentes de las ciencias físico – naturales. A pesar de que esta idea de un modelo propio que permitiera evitar las tentaciones del empirismo, de la formalización y matematización, y la inclusión del orden simbólico tal como está organizado en el lenguaje, tiene una importancia muy grande ya que ayuda a lograr rigor y precisión sin distorsiones empiristas; su uso y abuso terminó conduciendo a un obstáculo tan peligroso como el obstáculo empirista: la idea de que todo se puede aprender a través de los juegos del lenguaje, que la sociedad misma no es otra cosa que una serie muy compleja de juegos del lenguaje. (4) El año 2006 representa una excepción en el tratamiento de la cuestión del aborto en los medios masivos. Dos casos de abortos no punibles, uno en Mendoza y otro en La Plata, provocaron una explosión mediática del asunto. El tratamiento dado por los diferentes medios y el alcance que el mismo pudiera tener deberá ser analizado en detalle a la hora de elaborar conclusiones plausibles. Mientras esto sucede, los resultados aquí presentados muestran un panorama que ha variado muy poco en los últimos años. (5) Un detalle pormenorizado del mismo puede consultarse en Fernández Hasan, Valeria, El tratamiento de la ciudadanía de las mujeres en la prensa gráfica Argentina. ¿Mujeres = madres o mujeres = individuas?. En Question Nº 9. Disponible en www.perio.unlp.edu.ar/question (6) Para comprender acabadamente la interpelación cifrada a este contradestinatario debe atenderse a elementos contextuales que completan la explicación del fenómeno. Como decíamos antes, el movimiento de mujeres y el feminismo cobran relevancia como voz política recién a finales de los 90. Una serie de apariciones públicas van preparando lo que luego será un lugar determinado en el debate por los derechos de las mujeres. En 1994, la discusión en torno de la cláusula Barra durante la reforma de la Constitución es la primera aparición relevante. 1995 y la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing es la segunda ocasión importante para cobrar visibilidad. La tercera oportunidad de visibilidad importante para el feminismo en Argentina es en 1997 durante el Encuentro Nacional de Mujeres en San Juan, momento de duro enfrentamiento entre la iglesia católica argentina y las feministas. A partir de ese momento, muy lentamente, el movimiento de mujeres y el feminismo irán ampliando su capacidad de debate público y su aparición en los medios, a veces con discursos referidos y otras, sobre todo ya entrado el nuevo siglo, directamente en la voz de sus representantes directas. La Nación como defensor de valores tradicionales y como tribuna política de los sectores más conservadores, ha utilizado diferentes estrategias para la protección de sus ideas más fuertes. En este sentido puede verse cómo en un doble juego preserva sus convicciones (a través del tratamiento de tema relativos a la maternidad, la fertilidad, el embarazo) y combate a su enemigo político- el feminismo- desconociendo las fechas en cuestión y difundiendo al mismo tiempo, noticias que se ubican en el polo político opuesto. (7) Para ejemplo veáse Las 12 del 28 de julio de 2006. Ese día se retoma el tema de la trata de blancas a través del recordatorio de los 2 años de la desaparición / secuestro de Fernanda Aguirre, noticia absolutamente olvidada por los diarios en general y por Página /12 en este caso en particular. (8) La misma Fraser señala como paradigma de estos contrapúblicos subalternos a la experiencia feminista norteamericana de la última parte del siglo XX con su gama variada de revistas, librerías, editoriales, redes de distribución de películas y videos, etcétera. (9) La esfera pública en el sentido de Habermas designa un escenario en las sociedades modernas en el cual la participación política se realiza por medio del diálogo. Es el espacio en el cual los ciudadanos piensan y examinan sus asuntos comunes y por lo tanto es un escenario institucionalizado de

interacción discursiva (Habermas, 1992). (10) La ilusión de una plena accesibilidad del público burgués nunca se realizó en la práctica: las mujeres de todas las clases y etnicidades fueron excluidas de una participación política oficial en base a su género mientras que los hombres plebeyos fueron excluidos formalmente por los requerimientos de propiedad (Fraser, 1992). (11) Al tipo de sociedad en la que el poder / saber / tener se halla en manos de los varones se la denomina patriarcal. Supone formas de vida familiar y social basadas en un sistema estructural y cultural de dominación, en el que es el varón quien detenta el poder, en todos los ámbitos sociales. La categoría patriarcado da cuenta del control que los varones ejercen sobre el conjunto de la reproducción humana. Implica no sólo la sexualidad sino la totalidad de las relaciones de reproducción social, por medio de las cuales se reproducen dentro de un modo de producción determinado las relaciones de sujeción/ subordinación de las mujeres. (12) Para Williams (1975), lo arcaico es el pasado muerto, que presenta un elemento simbólico, emblemático, pero que no activa, no moviliza en un sentido determinado. Lo residual todavía es un motor, una combustión, y por eso es residual, es una ceniza que se puede volver fuego. Lo emergente, en cambio, puede identificarse con lo nuevo, pero no indefectiblemente con la vanguardia. Es algo que ha comenzado a nacer sin constituir aún un rasgo estable de una cultura determinada.

Bibliografía Althusser, Louis, Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988. CEDAW, 1979. Fraser, Nancy, Repensando la esfera pública: una contribución a la crítica de la democracia actualmente existente. En Craig Calhoun (comp.), Habermas y la esfera pública, Cambridge, Massachusets and London, England, The MIT Press, 1992. Gramsci, Antonio, Cuadernos de la cárcel, México, Juan Pablos Editor, 1975. Pêcheux, Michel, Hacia el análisis automático del discurso, Madrid, Gredos, 1976. Plataforma de Acción de Beijing, 1985. Saltalamacchia, Homero, El proyecto, los datos y su análisis. Introducción a la investigación con fuentes no estructuradas. Seminario Metodología Cualitativa, Maestría en Ciencias Sociales, Mendoza, FLACSO, 1998. Sampieri, R. y otros, Metodología de la investigación, México, Mc Graw–Hill Interamericana, 1998. Verón, Eliseo, La palabra adversativa. En El discurso político, Buenos Aires, Hachette, 1987. Verón, Eliseo, Fragmentos de un tejido, Barcelona, Gedisa, 2004. Williams, Raymond, Television, technology and cultural forms, Londres, Routledge, 1975. Williams, Raymond, Teoría cultural. En Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1980. Medios gráficos consultados Página/12 Suplemento Las 12 Clarín La Nación

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Poder y violencia sobre el cuerpo de las mujeres MARÍA LUISA FEMENÍAS PAULA SOZA ROSSI*

Resumen Numerosos informes dan cuenta del aumento de la violencia contra las mujeres. ¿Cuál es su causa? En este artículo nos proponemos examinar algunas variables que la potencian y contribuir a su mejor comprensión en una línea ya iniciada por otras estudiosas como Amorós y Segato. Examinamos cómo reaccionan ciertos varones ante la desilusión que ocasiona la pérdida de sus privilegios entendidos como naturales y la ficción de que sus goces y prebendas se ven menguados ante las mujeres que poco a poco abandonan el polo tradicional de la pasividad. La idea de “cuerpos ejemplificadores”, es decir de cuerpos disciplinados violentamente, guía nuestro análisis en el sentido de que se trata del guión de un mensaje claro, público y a la vez cifrado, inscripto en el cuerpo de las mujeres y potenciado por la crisis actual de la globalización. Palabras clave: Globalización. Identidad. Violencia. Patriarcado.

* Docentes e investigadoras de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Miembros del equipo de investigación H.471, dirigido por María Luisa Femenías con sede en el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la misma universidad.

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unque parece que hoy en día todo el mundo está de acuerdo en qué consiste la violencia de género –sostiene la socióloga española Raquel Osborne en un artículo reciente- lo cierto es que sólo se ha empezado a desentrañar el problema (OSBORNE, 2008). Es decir, a poder contabilizar el fenómeno a partir de un conjunto de conceptualizaciones que han ido elaborando distintas mujeres de distintas áreas y competencias disciplinares y países tendientes a poner en negro sobre blanco los diversos niveles y ejes que la atraviesan. Sumándonos a estas contribuciones, nuestro artículo tiene como eje central una suerte de llamado de alerta a percibir y desentrañar qué significan las nuevas modelizaciones del patriarcado actual, en la era de la globalización. Como se trata de un aspecto en desarrollo (y crisis), nos interesa señalar algunas claves de lectura que otorgan la posibilidad de circunscribir las dificultades de las mujeres reales para alcanzar el estatus pleno de igualdad en relación a los varones. Partimos de especificar las coordenadas centrales -aún en desenvolvimiento- de la situación actual de las mujeres. Intentamos visibilizar la tensión irresuelta entre la desilusión frente a un universalismo enunciado que en las prácticas se halla restringido y los reclamos materiales de reconocimiento identitario de las diferencias reales, en el interior del colectivo mujeres con diversas marcas étnicas y culturales. Reconocemos como legítimas las luchas identitarias por la inclusión en el universalismo, sobre todo a partir de situaciones materiales y específicas de exclusión, pero con un estado de alerta del peligro –a nivel de derechos y garantías igualitarias- que un retorno acrítico a las tradiciones identitarias conlleva. En efecto, la gran mayoría de las tradiciones culturales otorga a las mujeres un lugar estamentario de inferioridad, que es precisamente el lugar que deseamos abandonar desde tiempos inmemoriales.

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En este sentido, nuestro artículo busca una explicación ante los cambios que a nivel global se están experimentando -incluso a nivel de prácticas de la violencia- en las sociedades occidentales. En este camino, hacemos referencia al paradigma informacionalista (como era de la información transnacional) y tratamos de mostrar cómo la posicionalidad local diferenciada se resuelve en una tensión glo-local. En esa tensión, nos interesa inscribirnos localmente como latinoamericanas en el marco del recrudecimiento de la violencia física cruenta contra las mujeres. Focalizamos una explicación posible en el reemplazo del binomio “varón-mujer: superior-inferior” por el de “posición varón-posición mujer: superior-inferior” e intentamos así llamar la atención sobre dos aspectos. El primero, es el creciente número de varones inferiorizados por razones económicas que quedan fagocitados en un complejo fenómeno de feminización. El segundo, indaga las motivaciones profundas que pueden esconderse tras crímenes colectivos contra las mujeres. Nuestra hipótesis general es que los varones -a partir de los cambios del mercado laboral y de la cultura en general-, estarían intentando con mayor ahínco disciplinar con violencia a aquellas mujeres “autónomas” que ven como el eje de sus males. Paradójicamente ellas mismas son también foco de explotación, sobre todo a partir de modalidades contemporáneas de trabajo, como las “maquilas” o los contratos “free lance”, que reemplazan el trabajo domiciliario clásico de antaño. Vamos a entender la violencia como aquellos actos o amenazas, sea en el hogar o en la comunidad, incluyendo los actos perpetrados o tolerados por el Estado, que infunden miedo e inseguridad en la vida de las mujeres e impiden lograr la igualdad, el desarrollo y la paz.1 El miedo a la violencia, incluido el hostigamiento, es un obstáculo constante para la movilidad de las mujeres, que limita su acceso a actividades y recursos básicos. La violencia contra las mujeres tiene costos sociales, sanitarios y 1 Cf. Cuarta Conferencia Mundial Sobre la Mujer, 17 de octubre de 1995.

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económicos elevados para el individuo y la sociedad. La violencia contra las mujeres es uno de los mecanismos sociales fundamentales mediante los que se las coloca en una posición de subordinación frente al varón. El cruce de las experiencias de los sujetos sociales con sus deseos, sus aspiraciones y sus intereses se ve proyectado tensamente –como siempre- en el sistema simbólico a la vez que legitima un orden general e instrumenta las modalidades de refuerzo y control. En función de un armazón cultural y tecnológico sostenido por factores de poder, que incluye la circulación de la información, se plasma el lenguaje implícito y explícito de ese orden simbólico que opera como punto de clausura y, a la vez, de apertura crítica a nuevos espacios de significación y de reconocimiento. Esto puede entenderse en la línea de Zygmunt Bauman, quién sostiene que “lo que identifica a la sociología y le otorga su rasgo distintivo es el hábito de considerar las acciones humanas como elementos de elaboraciones más amplias, es decir, de una disposición no aleatoria de los actores, que se encuentran aprisionados en una red de dependencia mutua.” En este marco, “…los sociólogos se preguntarían qué consecuencias tendría esta interdependencia para el comportamiento real y posible de los actores humanos” (BAUMAN, 1990). En decir, la pregunta es por los términos mismos de los condicionamientos recíprocos de la acción, la expansión o la limitación de la libertad de los respectivos actores y actrices sociales. Porque, sólo en la medida en que nos ocupemos de un escenario histórico más amplio, podremos dar cuenta de cómo los individuos –varones y mujeres-, en el tumulto de su experiencia cotidiana son, con frecuencia, falsamente conscientes de sus posiciones y acciones sociales (MILLS, 1974).

2 La era actual es la era de la globalización. Según el sociólogo catalán Manuel Castells –en interpretación de Cèlia Amorós (2008)- puede

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identificarse según tres fenómenos convergentes: a- el paradigma informacionalista, b- la sociedad en red, c- el nuevo modelo de desarrollo capitalista. Para el “paradigma informacionalista”, Castells adopta y adapta el concepto de “paradigma” desarrollado por Thomas Kuhn, en su ya clásico libro La estructura de las revoluciones científicas (1962). El paradigma constituye un marco teórico amplio –un modelo conceptual- que incluye y promueve tradiciones coherentes de investigación científica. Esto significa, en primer lugar, que un paradigma es un modelo o patrón general aceptado. En segundo lugar, que tiende a atraer un grupo duradero de partidarios que realizan sus actividades dentro de ese marco, al mismo tiempo, es lo bastante incompleto como para dejar que los problemas se desarrollen y se resuelvan dentro de él. Un paradigma es pues una construcción teórica que cuenta con adhesión en la medida en que se reconoce su amplitud y su movilidad, al tiempo que marca los límites de las zonas por investigar. Ahora bien, sólo transgrediendo un paradigma dado y forzando sus límites es posible desestabilizarlo y resignificarlo pues se suele transformar en un orden naturalizado. Por eso, subraya Kuhn, la decisión de abandonar un paradigma es siempre, y simultáneamente, la decisión de adoptar otro (1968, p. 129). Ahora bien, el “paradigma informacionalista” es el modelo conceptual que proporciona los criterios estándar de selección de las interpretaciones vigentes, según una retícula conceptual que implica la organización de conceptos y su aceptación, determinando las interpretaciones y explicaciones de los fenómenos. De ese modo, el paradigma informacionalista pre-configura una interpretación de los fenómenos de la globalización, cuyos contenidos o “datos”, se describen, explican y fundamentan en consecuencia. Dicho de otro modo, ese paradigma establece qué hay que describir, interpretar o explicar y qué descripción de los fenómenos se acepta. Nos interesa subrayar ahora que este nuevo paradigma se propone, desarrolla y ejecuta en términos de “redes de información”, la segunda de las características que Castells le asigna a la globalización.

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Una sociedad en red produce una unificación epistemológica entre los organismos vivos y los electrónicos. Ambos se miden en términos de procesadores de información. Fundamentalmente esto significa que tanto los organismos vivos como los cibernéticos operan a la manera de almacenadores de conocimiento. En esta línea, Donna Haraway denominó cyborg al nuevo modelo humano paradigmático (1995, 1999 y 2004). Haraway sostiene que los contemporáneos procesadores electrónicos de información no se distinguen sustantivamente de los organismos vivos: tanto los unos como los otros se manejan cognitivistamente y, en la medida en que son procesadores de información, generan redes o circuitos por los que tal información fluye, abriendo nuevas fronteras. El cyborg es pues el organismo cibernético en el que la frontera entre lo humano, lo animal y lo maquínico se diluye, instalando nuevas legitimidades y abriendo nuevas exclusiones. En efecto, por un lado, ya sabemos que por naturaleza las mujeres son ajenas al horizonte de sentido “de procesadores de información” y por otro han probado que pueden serlo, constituyéndose en la amenaza real o virtual de quienes han ostentado históricamente exclusividad. La tercera característica que pondera Castells es el nuevo modelo de desarrollo capitalista que involucra la esfera del trabajo y la volatilidad de los capitales a nivel mundial, esto último puesto dramáticamente de manifiesto en crisis financiera actual. Una de las consecuencias que más conmueve la vida cotidiana es cómo la lógica laboral se desprende del modelo de Estados de Bienestar, para funcionar bajo lo que Cèlia Amorós agudamente ha denunciado cómo la trampa del trabajo estructurado bajo el modelo de las labores domésticas, donde tanto sus fines como sus beneficios están fuera del hogar, en el capital global. Esto significa que el mundo del empleo se reestructura según los modos generales del trabajo doméstico, con la consiguiente pérdida de coberturas legales, sociales, de salud, limitación de la jornada de trabajo, etc. La precarización del empleo produce la volatilización de los capitales y su rápida desterritorialización. Pero arrastra también tras de

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sí el conjunto de leyes laborales y de reconocimiento (sobre todo masculino) que se alcanzaron desde el siglo XIX en más. Para los países económicamente dependientes o con democracias débiles, recientes o inconsistentes, la globalización implica un mayor debilitamiento de todas las estructuras ciudadanas y, sobre todo, de las vinculadas a los derechos sociales, ampliándose los márgenes de exclusión, desestabilización y crisis de los modelos tradicionales del varón proveedor. Se debilita además la sociedad civil y la ciudadanía, en general, anclada en el modelo decimonónico de la dupla hogar-trabajo.

3 Como lo explica la socióloga española María Jesús Izquierdo, cuando decidimos estudiar a la mujer o a las problemáticas que la afectan -como la violencia- el marco social desde donde se constituye el “objeto de estudio” es androcéntrico. Por lo tanto, el punto de partida debe ser no sólo reconocer el posible sufrimiento o insatisfacción que experimentan las mujeres víctimas de violencia sino, además, y retomando una larga tradición feminista, conectar ese malestar de las mujeres con la desigualdad e inequidad social en la que se inscriben como miembros de la sociedad. Para esto, es preciso además reconocer las deficiencias que la sociología comparte con otras disciplinas sociales para dar cuenta de las problemáticas en las que están inmersas las mujeres. Necesitamos entonces revisar el marco conceptual desde el cual habitualmente pensamos y actuamos profesionalmente para realizar una aproximación crítica tanto al marco como al objeto de nuestro interés. En palabras de María Jesús Izquierdo, una aproximación crítica, no se ocupa de los hechos, sino de las acciones [porque], en lugar de contemplar la vida como un resultado, la contempla como un proceso, por eso no esta comprometida con la positividad de las cosas, con lo que son “en sí”, sino con las realizaciones”. Es decir, una aproximación crítica consiste, no en conocer lo

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que llamamos nuestro objeto de estudio, sino en comprender que estamos ante sujetos constituidos socialmente, y por ello condicionados a la vez que capaces de transformar sus condiciones (IZQUIERDO, 1998, pp. 17-18). Concebir al ser humano como producto de una construcción social e histórica, como en el caso de las mujeres, demanda adoptar un concepto tal como el de género, herramienta útil para dar cuenta de la desigualdad social producto de su relación históricamente asimétrica con los varones (ROSSI, 2006, pp. 181-182). Sobre el contraste histórico de distinciones tradicionales como la de público/privado, que distribuye los espacios públicos para los varones, como espacios de reconocimiento e individuación, y los privados a las mujeres, como espacio doméstico de la sujeción tradicional, la globalización instituye una nueva dupla (minimizando la anterior): lo global y lo local, el poder transnacional que se presenta como omnímodo y la reducción a su mínima expresión de las notas características del poder patriarcal de los varones de la vida cotidiana. Como lo señala Soledad Murillo, estamos frente a una indisociable relación entre identidades y espacios (1996, p. 2 y ss). Un recuento histórico permite mostrarnos como ambos espacios: privado y público en realidad fueron pensados para el usufructo de un sujeto varón y esto está fuertemente en crisis. Si tradicionalmente se nos insta a identificar el ámbito familiar-doméstico como el espacio asignado a las mujeres, este espacio –en palabras de Murillo- “cuenta con un sujeto encargado de su organización, el mismo sujeto no encontrará correspondencia, en cuanto a lograr un protagonismo equivalente, en el espacio público. Es un sujeto al que le está vedado retirarse, y menos aún pensar en sí y para sí”. De modo que el espacio asignado a las mujeres no ha sido un espacio de regocijo de sí y de tiempo de ocio, necesario para recomponer las fuerzas requeridas para realizar tareas en el espacio público, sino un espacio y un tiempo consumido por tareas domésticas. La transformación actual del circuito de ingresos, bienes y servicios potencia

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un horizonte de sentido inestable que redunda fundamentalmente en la desigual participación de las mujeres en el mercado laboral pero que también reconfigura la imagen que de sí tienen los varones: lo masculino comienza a verse exigido por una disponibilidad horaria que antes sólo correspondía a las mujeres y no tanto por su participación en las tradicionales tareas domésticas sino, más bien, por la precarización laboral. Al cambio de paradigma global, a los varones se le suman aspectos vinculados a la “nueva” división sexual del trabajo donde se sienten presionados a asumir responsabilidades tradicionalmente desconocidas. Algunas teóricas supusieron que se seguiría de ello un reparto más equitativo del mercado de trabajo y del de labores. Pero, en realidad, con la globalización y la crisis económica mundial el camino hacia la feminización y precarización general del trabajo ha sumergido a muchos varones de diversas clases sociales a un orden pre-moderno, desposeyéndolos de una imagen de sí configurada mayormente a partir del varón proveedor decimonónico y del sistema de valores y preconceptos que lo acompañan. En otras palabras, si el patriarcado moderno se constituyó a partir de un conjunto interclasista y metaestable de pactos –como acertadamente lo definiera Cèlia Amorós- la crisis actual global excluye del pacto a un conjunto interesante de varones que, en el marco de los imaginarios aún vigentes, se marginalizan en los términos inferiorizados de la posiciónmujer. Esta suerte de exclusión con su consecuente feminización –ésta es nuestra hipótesis- es leída como el desplazamiento de los varones de sus espacio-tiempos históricamente tradicionales naturalizados debido a “la irrupción de las mujeres” en la esfera pública. No, por cierto, debido a que las mujeres constituyen históricamente la condición de posibilidad del espaciotiempo público masculino tradicional, que estructuralmente no ha sufrido cambios significativos. Si efectivamente el paradigma informacionalista de la globalización lleva a cabo una unificación epistemológica del ámbito de la comunicación

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al ámbito de la vida, generando una nueva grilla de –como vimos-2 “lo auténticamente humano” en términos de cyborg, los excluid@s pasan a conformar un nuevo “tercer mundo” en cambiante reconfiguración. Paradojalmente, esos mismos mecanismos de exclusión hace a los excluidos funcionales al paradigma informacionalista, generando al mismo tiempo una particularización hiperlocalizada. L@s homeless, marginales, desocupadas, analfabet@s, pueblos originarios mantenidos en reservas, etc. etc., por definición, quedan fuera del paradigna informacionalista global: son los casos paradigmáticamente anómalos que denuncian la insuficiencia paradigmática pero sosteniéndola qua tale. En palabras de Julia Kristeva, ese conjunto de “excluidos” constituyen lo abyecto que define, confirma y ratifica la existencia de los procesadores “humanos” de información paradigmática, sin estar integrados a él, salvo por su exclusión. Se conforma en consecuencia una frontera no territorial, pero sumamente efectiva, que separa cada vez más profundamente a los seres humanos en dos clases, según estén “incluidos” o “excluidos” de la sociedad informacionalista. A las mujeres tradicionalmente excluidas se suman, a nivel planetario, conjuntos cada vez mayores de varones. Ahora bien, sobre la base y el transfondo que acabamos de esbozar, cabe preguntarnos ¿cómo entender y dar cuenta de la exclusión material, la feminización de la pobreza y la violencia cruenta -en aumento- que padecen muchas de ellas? ¿En qué medida y/o cómo se asocian estos fenómenos, en especial el de la violencia cruenta?

4 Como lo mostró magistralmente Carole Pateman, los firmantes del hipotético Pacto fundante del proyecto político de la modernidad, fueron los varones (es decir, aquellos “yo” cuyos cuerpos se reconocían como 2 Cf. Amorós (2008) pp. 25 ss.

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marcados genitalmente como “varón”) (1995, cap. 4). Es decir, los Estados modernos nacieron patriarcales y si John Locke escribió su Tratado sobre el Gobierno Civil (1690) no fue para rechazar el patriarcado sino sólo los fundamentos patriarcales del Estado monárquico que Sir Robert Filmer defendía. Desde entonces, las mujeres desafiaron esta limitación reclamando su inclusión plena en la ciudadanía recusando su confinación al ámbito de lo privado, naturalizado, que invisibilizó el constructo político de la modernidad. Ese lastre histórico y conceptual ha impedido por siglos generar figuras penales que reconozcan, hagan visible y apliquen pena a los delitos de violencia contra las mujeres, sobre todo en el espacio “doméstico”. Debido también al peso de la tradición y de “las buenas costumbres” tales delitos no suelen denunciarse o, si se los denuncia, pasan a formar parte del gran conjunto de los “delitos menores” hasta que llegan a los titulares de los periódicos bajo el rubro distorsionado del “asesinato pasional”. La conceptualización tradicional de las ciencias, entre ellas la sociológica, estuvo ligada a la dicotomía público-privado, que funcionó como eje de circunscripción de los análisis limitando la mirada teórica a aquello que aconteciera en sólo uno de los espacios del par. Nancy Fraser analiza los supuestos subyacentes a ese par, escasamente revisado, pero que actúan a la hora de la participación equitativa de mujeres y varones. Así, se pregunta por los límites entre lo que se considera una cuestión pública y una cuestión privada. Su respuesta es que en tanto no hay supuestos naturales ni limites a priori, se trata de una cuestión de interés común que habrá que decidir a través de la contienda discursiva. Por tanto, nos insta a mirar con más atención a los términos “privado” y “público”, ya que no son simples designaciones de las esferas societales sino clasificaciones culturales y etiquetas teóricas. Son términos poderosos desplegados para deslegitimar algunos intereses, perspectivas o tópicos y valorizar otros. La violencia contra las mujeres queda comprendida en el primer caso, el valor y reconocimiento de los varones

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en el segundo (FRASER, 1994, pp. 87-114). Sin embargo, como lo ha mostrado, entre muchas otras, Soledad Murillo, se trata de espacios indisociablemente relacionados, vinculados a identidades y espacios. La autora realiza un recorrido histórico para revisar el binomio en cuestión, dado que el significado de lo privado como, aquello ligado a lo “propio”, a lo singular, facilitador del estar consigo mismo de manera creativa o reflexiva no concuerda con los numerosos estudios que recogen las distintas opiniones del colectivo de las mujeres. Para las mujeres, “privado” ha constituido históricamente privación (de sí); contrariamente que para los varones, lo privado no implica un reducto donde pensar en sí mismas o un lugar de reabastecimiento emocional. Sino que precisamente la “privación de sí” y el ser-para- otros dificulta a las mujeres el logro de un protagonismo equivalente al de los varones en el espacio público. Ahora bien, si las constantes luchas reivindicativas de las mujeres han tendido a menguar (nunca a eliminar) las condiciones de la desigualdad, la inequidad, la discriminación y la violencia, esto no ha sido sin consecuencias. Actualmente, el debilitamiento sistemático de los Estados en su preconfiguración moderna hace que la violencia contra las mujeres, lejos de desaparecer, se manifieste potente bajo otros estilos, que la disimulan. Por ello, es preciso volver a preguntarnos por los modos en que el paradigma informacionalista usa, libera y a la vez excluye y ejerce violencia contra las mujeres. Nos resulta difícil en el transcurso mismo del proceso ver cuáles son los factores fundamentales en juego. Sin embargo, creemos poder identificar algunos indicadores que deben mantenernos en estado de alerta: 1- Los cuerpos de las mujeres siempre han tenido un valor simbólico adicional como garantía de sutura de conflictos o como lugar de ejercicio de poder para humillar, deshonrar, negar o enviar mensajes cifrados a otros varones. Esto se repite como una constante histórica que se

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invisibiliza porque se la niega.3 Sólo la exégesis feminista ha logrado comenzar a develar cómo opera esta lógica del dominio. Aún así su modelización epocal, es decir, los grados y formas que adopta en cada época y lugar, implican una tarea siempre inconclusa. Levantar la prohibición estructural de que algo sea visto implica dar cuenta de la importancia estructural que ese “algo” tiene. En nuestro caso, las mujeres que paradojalmente son definidas como “naturalmente inferiores”, sostienen y sellan -por exclusión- el Contrato moderno. Hacer visible la opresión que genera el grado de violencia de la invisibilización es autorizar una explicación alternativa y ofrecer modos sistemáticos de explicación histórico-conceptual y de prácticas acorde. Es decir, implica poder ejercer poder; que es precisamente lo que las mujeres tienen en menor medida. Con Amorós: Ahora que las mujeres devenimos en sujeto, el sujeto se devalúa. 2- No es extraño que de la mano de los reclamos multiculturales, donde se pivota el reconocimiento grupal en los derechos étnico, culturales y/o religiosos, muchas veces las mujeres -atrapadas en las tenazas de la doble o triple identificación- opten por solidaridades de etnia o cultura posponiendo sus derechos individuales, bajo la figura de la libertad de elegir sus propias prioridades, obteniendo mucho menos rédito que los varones, cuando de apelaciones identitarias étnicas o culturales se trata.4 En principio, porque como muy bien lo ha señalado Rita Segato, ninguna sociedad trata a sus mujeres tan bien como trata a sus varones.5 Sobre esta base, convocamos a un estado de “aleta de género”. 3 Cf. Amorós, C. Tiempo de feminismo, Madrid, Cátedra, 1997. 4 Femenías ha considerado algunas cuestiones vinculadas en “Multiculturalismo y paradojas de la identidad” en C. Amorós. ; L. Posada Kubissa, (coordinadoras), Multiculturalismo y Feminismo, Madrid, Ministerio de Ciencias e Instituto de la Mujer, 2007, pp. 31-47. 5 Me extiendo sobre esta cuestión y los conflictos éticos que se generan en El género del multiculturalismo (2007), supra. Cf. Segato, Las estructuras elementales de la violencia, Buenos Aires, Prometeo, 2003; Fayner, E. Violences, féminin pluriel, París, Document, 2006.

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3- Los cuerpos de las mujeres se están fragmentando también a los fines de su explotación. Por ejemplo, los “cuerpos objeto” donde la cirugía estética (a veces denominada reparatoria) mueve cuantiosas sumas de dinero en un afán imposible de “eterna adolescencia”, que genera una estética de curiosos parámetros homogeneizantes. 4- Asimismo, los “cuerpos exóticos” constituyen una proyección magnificada de “lo otro” sexual, cultural, étnico, etc. que mueve a nivel transnacional redes de prostitución y tráfico de personas, con beneficios extraordinarios para sus responsables directos y para los gobiernos que de alguna manera indirecta -o no- la permiten o la encubren; de cuyo uso y abuso tenemos poca e imprecisa información.6 5- Por su parte, los “cuerpos maquila”, de productoras sub-asalariadas, donde su trabajo a destajo, sin vacaciones, sin horario, sin descanso, sin leyes laborales, etc. adquiere –como dijimos- las características de la economía del trabajo doméstico fuera del hogar. Que una de las características de la globalización actual sea la extensión a varones y niños de esta situación sólo exhibe la capacidad de feminización del patriarcado global.7 6- Los “cuerpos ejemplificadores” (disciplinados) que se exponen en el espacio público y dan a conocer los costos para las mujeres de su inclusión en el universal; actuando al mismo tiempo como mediadores del reclamo violento de los varones excluidos. Cercenados en su estatus y en posición de mujer advierten a los varones hegemónicos que están dispuestos a todo frente a la exclusión, socavando las bases de la hegemonía masculina, y las del pacto que dio lugar a la modernidad. Sea como fuere, en mayor o en menor medida, en tanto estamos inmersos en ese modelo patriarcal, que supone una política de dominación, 6 Butler, J. “Prostitución Militarizada” en Mora 14 (en prensa). Fecha estipulada de publicación 2009. 7 Para una versión más extensa de este punto, cf. M.L.Femenías, “Cuerpo, violencia y poder: algunas intersecciones” Fazendo Gênero 8, Conferencia de Apertura, Florianópolis, Universidad de Santa Catarina, 25-28 de agosto de 2008.

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todos y todas contribuimos a reproducir una visión del mundo que enmascara la violencia de los varones sobre las mujeres, incluso en aquellos actos privados que consideramos “neutros”. Por eso, considerar la violencia de género sólo como el subproducto de una relación enferma entre un varón y una mujer y aislarla del marco constitutivo y reproductor de la desigualdad entre ambos conlleva el peligro de quitar la parte política a lo personal.8

5 El patriarcado tiene el poder de nombrar y de asignar espacios. Para que el contrato sexual como sujeción de las mujeres previa al contrato social –tal como lo ha explicado Carole Pateman- sea posible, es necesario una suerte de contrato simbólico en el lenguaje. Allí los varones acuerdan que las mujeres no tengan lugar en el logos; es decir, que sea hablada, discurseada, interlocutada por las palabras de otros, sin que se le permita una voz autorizada propia y un deseo diferente al nombrado por ellos. En este sentido el patriarcado es un falogocentrismo, en la medida en que se erige en Amo del Lenguaje, en símbolo universal, en la metáfora maestra (del falo), en el poder de mirar y significar. Desde ahí discursea sobre ellas para ellos (PETIT, 2003). Utiliza la fuerza de ideología, de los discursos de su palabra para generar una mística de la feminidad, de la maternidad, de la heterosexualidad obligatoria, negando o desautorizando las palabras que se generan por fuera del pacto y de la fratría. Ahora bien, por un lado, las mujeres han desafiado también este aspecto del paradigma; por otro, la crisis global ha dejado sin voz y palabra a muchos más varones de lo que el paradigma patriarcal parece poder soportar. Son los límites del paradigma informacionalista que selecciona y segrega voces, informaciones y códigos. Como nuevamente advierte Cristina Molina, 8 Cf. Paula Soza Rossi, art. cit. pp.184-185.

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hay guiones tras las representaciones y hay autores de esos guiones. Entonces, debemos tener en cuenta cómo las distintas posiciones sociales están imbricadas con aquello que se decide constituirá una información, su circulación y las reglas de acceso. En el caso de las mujeres y de los varones feminizados por exclusión ¿Qué tipo de integración social promueve la supuesta igualdad de acceso a una información construida por y para sostener posiciones sociales de desigualdad? Aún más, ¿no es la invisibilización de la subordinación uno de los mecanismos propios del paradigma global? Ahora bien, parece producirse la siguiente situación: las mujeres luchan desde su exclusión histórica por su inclusión (social, económica, ciudadana, etc.) y algo han logrado en las últimas décadas. Muchos varones, en cambio, que se ven recientemente desplazados y excluidos, luchan desde su inclusión histórica tradicional en la ciudadanía y la economía por permanecer en ellas. Entonces, parece que en vez de ir contra los cada vez menos varones en posición de dominio van contra mujeres tan explotadas como ellos, pero que el imaginario proyecta como “peligrosas”. En una primera lectura, parece una sin razón paralela a la de los obreros de los primeros tiempos de la producción industrial, que rompían las máquinas en vez de reclamar ante los dueños del capital. Sin embargo, desilusionados del reparto de beneficios en comparación con otros varones, la ilusión de disciplinar a las mujeres “rebeldes” parecería llevarlo a “recuperar” algo de su estatus devaluado de varones, integrándose al colectivo revalorado, por sometimiento forzoso de las mujeres una vez más devaluadas (AMORÓS, 1986). Esta situación, que se traduce en el aumento de la violencia contra las mujeres, es lo que Amorós denomina “el operador distributivo”. En palabras de Amorós, para cada varón particular funciona un sistema de definiciones que constituye al género como tal y que le adjudica a cada uno de sus miembros del conjunto un repertorio de prerrogativas de la condición de varón (idem, 1986). En otras palabras, consideramos que, si esto es así, se

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produce una suerte de potenciación de ciertas prerrogativas de modo directamente proporcional a las fuerzas de exclusión del conjunto de varones paradigmáticamente hegemónico, y que hasta cierto punto reproduce las tensiones otrora patrimonio del estatus. Es decir, se desvía la fuerza de reafirmación y el reconocimiento de la masculinidad -en términos de pertenencia al conjunto de los varones- en términos de sometimiento y subalternización de las mujeres. La ideología patriarcal proporciona un amplio repertorio de ejemplos históricos, sea de satisfacciones vicarias de compensación como de situación de reformulación de los términos del patriarcado donde –como hemos dicho- las mujeres se presentan como sus mediadoras. Ahora bien, la violencia contra las mujeres se presenta como una pandemia mundial al compás de la globalización. Al menos una de cada tres mujeres ha sido golpeada, obligada a mantener relaciones sexuales indeseadas o sometida a algún otro tipo de abuso en su vida. Cada año, millones de mujeres sufren violaciones a manos de sus parejas, de familiares directos, amigos, desconocidos, empleadores, compañeros de trabajo, soldados o miembros de algún otro grupos armado. El setenta por ciento de las mujeres asesinadas muere a manos de su compañero sentimental y cuando de guerras se trata, según el Secretariado General de las Naciones Unidas, las mujeres y los niños representan casi el 80 por ciento de las bajas. Por tanto, es absolutamente preocupante el constante y sostenido aumento actual de la violencia física cruenta contra las mujeres y niñas. Es decir, dejemos de lado la violencia simbólica, laboral y psicológica para centrarnos en la violencia cruenta, cuya expresión extrema es la violación de los cuerpos de las mujeres, su mutilación y asesinato (FEMENÍAS, 2008). Es difícil entender la violación, la mutilación y la tortura como modos de castigo o de disciplinamiento. Sin embargo, la construcción de vínculos está en juego y en esa articulación tiene mucho que ver cómo se construye un “otro” inferior mujer (RODRÍGUEZ-DURÁN, 2006). Por eso, el tema de la violencia

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contra las mujeres es mucho más complejo de lo que sugieren las hipótesis que consideran que es el resultado de la pobreza, la clase social, la enfermedad mental, la etnia, la filiación política, la preferencia sexual, el alcohol o la religión.

6 En principio, toda sociedad manifiesta algún tipo de mística femenina o de culto a lo materno o a lo femenino virginal de modo que cualquier ruptura de ese orden estatuido opera como amenaza a la integridad masculina (SEGATO, 2003). Esa integridad se la basa en una estructura binaria de sexo-género naturalizado, que a pesar de sus resquebrajamientos aún nos rige. Tal como lo mostrado Iris Young, la dominación masculina opera en niveles de difícil desarticulación, como el plano ideológico del patriarcado, en cuyos elementos simbólicos varones y mujeres estamos aprisionados (1983). Porque son las categorías políticas las que si no determinan, al menos, modelan fuertemente la conciencia y la identidad de cada cual. Ni la naturaleza, ni la ontología, ni la tradición condicionan a los individuos tanto como la fuerza de la ideología inscripta en un sistema de creencias. Se habilita de este modo la identidad maternal natural de las mujeres y el deseo de poder, la agresividad y la superioridad natural de los varones, como posiciones legitimadas ancestralmente a nivel simbólico, en el marco de lo que Young denominó “una metafísica general de la ideología”. Así se impone normalidad, sostenida estructuralmente por esa ideología-metafísica (2000). La eclosión de violencia contra mujeres y niñas hace presuponer que sobre ese trasfondo normal, debe haber algún acontecimiento novedoso que la haya desatado. En otras palabras, si bien la estructura patriarcal constituye una base simbólica y psicológica violenta -como ya hemos vistocuya inteligibilidad explica los modos de exclusión e inferiorización de las

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mujeres en general y de algunos varones en particular, la situación actual de violencia cruenta implica que ese umbral normal ha sido rebasado. El contrato moderno se ha roto y la informativización de la sociedad global anuncia nuevos modos de exclusión y desconfirmación de los sujetos varones. En otras palabras, muchos varones ven incumplidas sus expectativas de reconocimiento y vienen a ocupar una “posición mujer”, respecto de unos cada vez más pocos varones con poder económico y de decisión. Según la lógica del dominio (que no se ha desarticulado), se genera una nueva analogía funcional: si bajo el Contrato moderno regía –como dijimos- el modelo varónmujer : superior-inferior, la era de la globalización lo ha reemplazado por el de posición varón/superior : posición mujer/inferior, independientemente de qué individuo singular (sexualmente marcado) ocupe cada par. Una de las consecuencias de la ruptura del binarismo sexual natural es que se ha desplazado a la posicionalidad (como variable vacías) el lugar de inscripción de los sujetos, con lo que cada vez más varones y casi la misma cantidad de mujeres vienen a superpoblar esos espacios. Además, esta situación abre, sin duda, una “herida nacisista” al patriarcado moderno, que se descarga en mayor violencia cruenta contra las mujeres como estrategia de reafirmación de identidad patriarcal, redefinición y reacomodamiento funcional de los miembros varones estructuralmente más débiles, según su reconocimiento económico o identitario. Si tenemos en cuenta los factores que explican en parte la remodelación del patriarcado -sólo factible desde una mirada de cientista social con perspectiva de género-podemos realizar algunas interpretaciones de aquellos episodios de resonancia internacional dónde se manifiesta la violencia cruenta hacia las mujeres a través de la exhibición pública de sus “cuerpos ejemplificadores”. De la mano de algunas exegesis, que posibilitan la revisión crítica de conceptualizaciones clásicas de la sociología, intentaremos contribuir a las explicaciones elaboradas entorno al fenómeno. Todos los casos de feminicidio tienen como denominador común haber sido perpetrados en el espacio público o en las denominadas “zonas liberadas”. En esas áreas “liberadas”

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de reglas y normas ético-legales, tanto durante las dictaduras latinoamericanas -en convivencia con la ceguera de las instituciones públicas locales (policíapolíticos-jueces-vecinos)- como actualmente en zonas de frontera se producen feminicidios. Paradigmáticamente, los denominados de Ciudad de Juárez en México, pero también en Guatemala, Honduras, Argentina y otros países, incluidos los europeos. Reconocidas teóricas feministas han caracterizado dichos fenómenos como el resultado de un pacto mafioso en al caso de Rita Segato (2005) o de un pacto libertino según Cèlia Amorós (2008). Sin desconocer la importancia de una mirada minuciosa, el punto de vista sociológico debería poder realizar una vista panorámica de estos casos a partir de interrogantes como este: ¿Qué anuncia al resto de la sociedad esta nueva modalidad de relación social entre los fráteres? ¿Qué nuevos valores y creencias expresados en estas prácticas sociales cruentas entran en juego?. Es aquí dónde cabe pensar el fenómeno atendiendo a un concepto como el de conciencia colectiva o su versión contemporánea en términos de “imaginario social”, que a pesar de numerosas revisiones críticas conserva aún valor epistemológico.9 Estos conceptos colaboran a la hora de comprender mejor el lazo social -aquello que une a los individuos entre síy sus transformaciones históricas. La posición de Amorós de sumar al “pacto mafioso” otro “libertino”, añade el componente de que en los ejecutores materiales de las muertes hay un plus social-actitudinal que trasciende lo que los individuos involucrados reafirman y sellan con sus acciones. Es decir, muestra que más que un pacto mafioso hay una ruptura total de los límites, un ensañamiento con las víctimas que nace del rencor, del espíritu de revancha contra “la mujer”, donde “esta mujer” concreta no es sino la exponente del colectivo sobre el que “cobrar” venganza, disciplinándolas. Es decir, Amorós vislumbra que en el mismo momento en que están realizando el acto cruel de la violación y el asesinato, los agresores instauran 9 Ritzer (2006), especialmente cap. 6.

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como nueva regla de relación social, el desconocimiento de toda regla, salvo el propio deseo de dominio y, en todo caso, de “venganza”. Así, la vinculación del asesino con la sociedad se produciría a partir del placer perverso de provocar sufrimiento a un otro, en general, mujer. Sin embargo, la definición de la posición-mujer muestra que cualquier varón puede encontrar sellada su suerte de la misma manera. Si bien esos son casos extremos, habitualmente nos encontramos con que ante el debilitamiento de las condiciones materiales de la ideología patriarcal en su sentido moderno, un varón cualquiera en tanto que tal, que no se reconoce en exclusión puede autoafirmarse -más allá de la clase social y de la cultura- en su situación de dominador de una mujer (o su esposa). Sin embargo, los episodios con características mafiosas no sólo develan la existencia de un pacto sino que además, como lo explicita Amorós, inauguran una nueva modalidad de relación social entre los fráteres, anunciando y desafiándonos –faltos de explicación- a conformar un extraño círculo de complicidad.

7 Entonces, ¿Qué está ocurriendo en las relaciones sociales a escala ampliada? ¿Qué ocurre a los varones frente al debilitamiento de aquellas garantías de goce, dominio compartido regulados según el Contrato moderno? ¿Cómo reaccionan ciertos varones ante la desilusión que ocasiona la pérdida de los privilegios naturales y la ficción de que sus goces se ven menguados ante el abandono de las mujeres del polo de la pasividad?. Aquellos resentidos por su expulsión del goce del estatus que la posiciónvarón garantiza remodelan la acción coercitiva patriarcal, inaugurando nuevas formas colectivas de sometimiento de las mujeres. Justamente su efectividad radica en que sus acciones son públicas, y sus consecuencias se exhiben al público en los “cuerpos ejemplificadores”;

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es decir, cuerpos disciplinados, aterrados, sumisos, pasivos, muertos. El guión del mensaje es claro. Por acción o por omisión escriben con sangre un mensaje público cifrado a la sociedad: “No perderemos nuestro estatus igualitario en tanto que varones mientras tengamos mujeres a quien someter”. La gama es amplia: va desde el insulto o la desconfirmación de una mujer (o de las mujeres en general) hasta la crueldad más extrema: “Volveremos a ser quien mande, aunque para ello debamos incrementar la crueldad apropiándonos del cuerpo de las mujeres e inscribiendo en ellos nuestro mensaje de poder y domino”. Por último atendiendo a la tensión glo-local, queremos destacar que esta “acción pública” no se circunscribe a las zonas periféricas del poder económico mundial. Con la misma u otra modalidad, también en el espacio público del primer mundo se producen asesinatos cruentos de mujeres. Paradójicamente, los varones que los cometen suelen actuar sobre mujeres étnicamente marcadas o ex-esposas o compañeras, muchas veces con custodia policial, debido a reiterados maltratos y amenazas, con saña extrema y bajo la mirada un poco atónica, un poco cómplice de la sociedad patriarcal.

Power and violence against women’s bodies Abstract Many reports refer on the increasing violence against women. What causes it? In this article, we aim to provide a new insight in a line also advanced by Amorós and Segato. We analyze how many men react in delusion against the supposed lost of autonomy and further natural advantages while women increase their own possibilities of self-realization. The concept of “exemplary bodies”, that is, violently conditioned bodies, guides our analysis. These mutilated female bodies confirm a sort of encoded message that recent globalization crisis has potenciated.

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Keywords: Globalization. Identity. Violence. Patriarchy.

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Recebido: 04/03/2009 Aceite final: 24/03/2009

Una trayectoria de creativa investigación en los estudios de género: entrevista a la Dra. Dora Barrancos, historiadora de CONICET y docente de la Universidad Nacional de Buenos Aires A trajectory of creative research in gender studies: an interview with Dr. Dora Barrancos, CONICET historian and professor at the University of Buenos Aires Teresa Suárez Universidad Nacional del Litoral, Argentina [email protected] Recibido: 14|05|2012 · Aceptado: 18|05|2012

Muchas gracias, Dra. Dora Barrancos, por acceder a esta entrevista para nuestra revista. El objetivo es acercar a estudiantes y profesores de historia las trayectorias de colegas que han construido conocimiento aportando a nuevos temas disciplinares y, sobre todo, respondiendo a interrogantes que la sociedad formula ante problemas cotidianos. —¿Podrías presentarte como docente investigadora? —Soy una apasionada del conocimiento, y también siempre me ha dado enorme placer enseñar, transmitir lo que he aprendido, pero me he preocupado cada vez más por la concurrencia de puntos de vista disímiles acerca de los procesos de la historia. Ninguna teoría puede dar cuenta de todos las cuestiones; algunas teorías son más potentes para escudriñar determinados ángulos, pero son muy poco eficientes para interpretar otros. Es fundamental convocar a diversas concepciones según los diferentes costados que presentan los objetos de conocimiento. —El cambio de rumbo desde la Sociología a la Sociología Histórica indudablemente ha enriquecido tu producción científica. ¿En qué circunstancias evaluaste la necesidad de ese redireccionamiento? —En efecto, mi formación básica viene de la Sociología, ya que egresé en 1968 de esa carrera que formaba parte de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Pero siempre estuve atraída por la historia y fue durante mi exilio en Brasil, cuando cursé estudios de maestría, que me reencontré con mi deseo de tornarme historiadora. Realicé una tesis referida al anarquismo, a su saga cultural y educativa a inicios del siglo XX, y ya no abandoné el campo de la historiografía. Mi doctorado también transcurrió en Brasil, en el área de Historia, esta vez en la Universidad de Campinas. Me dediqué también al análisis del socialismo y sus acciones educacionales y culturales y, aunque en menor proporción, me ocupé de las problematizaciones culturales de la corriente «sindicalista». Creo que ciertas herramientas sociológicas han sido fundamentales; reconozco, especialmente, su auxilio a la hora de hacer interpretaciones y de crear conceptos.

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—Nosotras pertenecemos a una generación comprometida por las luchas de clase social, situación que alejó del país a ciudadanas y ciudadanos llevando sus proyectos al exilio, tal es tu caso. ¿De qué modo este alejamiento influyó en el acercamiento al universo femenino? —La verdad es que fui militante durante los años 60 y 70 pero los derechos de las mujeres no estaban en el foco de mis preocupaciones. El exilio significó un antes y un después en mi subjetividad. Brasil, al momento de mi llegada, despertaba para reclamar el ingreso a la vida democrática. Estaban en ebullición muchos grupos sociales, la clase media sacudía su alianza con la dictadura. Fue sorprendente para mí que especialmente las mujeres reclamaran amnistía y reapertura democrática, al mismo tiempo que se identificaban como feministas en Belo Horizonte, capital del Estado de Minas Gerais, ciudad en la que yo vivía, y otro tanto ocurría en otras ciudades brasileñas. Hubo un episodio dramático, el asesinato de una mujer de clase media alta, oriunda de Minas Gerais, a manos de su pareja en una playa de Buzios. El defensor del asesino alegó que se había tratado de una «legítima defensa del honor», figura jurídica a la que apelaban por lo general los victimarios. Se hizo entonces una manifestación que me conmovió profundamente. Conocí a diversas activistas por los derechos de las mujeres que militaban entre las poblaciones más carecientes. Todo ese proceso fue decisivo y me fui identificando como feminista. —Tu regreso al país coincidió con el inicio de las Jornadas Interescuelas de Historia, en las que el tema Historia de las Mujeres se incluyó en una Mesa de Trabajo que se iría ampliando en sucesivas ediciones. Este hecho recibió muchas críticas de colegas que veían el espacio como un ghetto, más aún con la creación de una jornada propia: la de Historia de las Mujeres y Estudios de Género. ¿Qué posición tuviste y aún tienes al respecto, ya que ambos espacios tienen continuidad? —Esa experiencia de la «mesa propia» contó con mi simpatía y mi apoyo. Aunque los riesgos eran altos, pensaba que era un paso necesario para la legitimidad. Desde luego, también incité a disponer de comunicaciones en otras mesas. Pienso hoy que la estrategia no estuvo equivocada, antes ni ahora, ya que las mesas especializadas en género subsisten, y lo notable es cómo se ha multiplicado su número según diversas dimensiones de enfoque. —Los encuentros mencionados posibilitaron una intensa sociabilidad con colegas de todas las universidades nacionales y también con instituciones del exterior. ¿Cómo te impactó esa experiencia? —La participación en congresos ha sido muy importante en las primeras fases de mi dedicación a la historia de las mujeres. Veinte años atrás la especialidad todavía se abría paso y los encuentros fueron muy significativos. Creo que en los días de hoy lo más importante de los congresos es la ampliación de los horizontes de sociabilidad, y a veces es más interesante lo que ocurre en los corrillos que en las mesas. Lo que quiero decir es que, debido a la enorme ampliación de participantes, las posibilidades de debatir profundamente en los simposios se han tornado algo dificultoso. Pero hay que estimular las reuniones con problemas y tópicos más específicos.

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—La creación y consolidación de la entidad Universidades del Grupo Montevideo —UGM— te tuvo como protagonista en la creación del Núcleo Género. ¿Puedes referirte a los objetivos iniciales y actuales de dicha institución? —La verdad es que en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género nos propusimos llevar adelante la iniciativa de estudios doctorales regionales, comunes a nuestros países del Cono Sur. Había que comenzar por crear lazos entre las estudiosas de género y del feminismo en organismos supranacionales universitarios, como la AUGM. Entonces con Nora Domínguez, quien me ha sucedido en la dirección del IIEGE y que entonces era secretaria académica, propusimos la creación de un comité de género a la coordinación del organismo. Tuvimos que explicar el significado crucial de los problemas que concernían al concepto y nuestra iniciativa fue aceptada. Sus objetivos han variado un tanto en estos años pero sigue siendo central promover los estudios especializados en las universidades participantes, alentar la movilidad de docentes y estudiantes, crear espacios comunes y especialmente proyectar los estudios de posgrado sobre género a un plano mayor de experiencia compartida. —La producción bibliográfica en Ciencias Sociales que tiene como objeto la Historia de las Mujeres cuenta con numerosos libros, artículos y capítulos de libros de tu autoría, algunos producidos en el país y muchos con colegas del exterior. ¿Harías una síntesis de las obras que más te satisfizo haber hecho? —Creo que las investigaciones que más satisfacción me han producido se refieren a la incorporación del punto de vista del «contrafeminismo» anarquista en nuestra historiografía, su particular énfasis en el derecho a la anticoncepción, y en esa línea —aunque más allá del anarquismo—, la recurrencia al aborto en nuestro medio como fenómeno que permite interpretar el proceso de «transición demográfica». Me satisface haber contribuido a desalentar la idea de que el peronismo fue «pronatalista»; mi punto de vista es que fue esencialmente «promaternalista», pero he sostenido que ese concepto no es asimilable al primero. Tengo especial satisfacción por haber descubierto las historias disímiles de Amalia, sujetada por su marido a fines del XIX y del que finalmente consigue huir, y de Amelia, la telefonista a quien la Unión Telefónica le exigía soltería, y que se venga del director de la compañía con su estéril puñalada a raíz de haber sido cesanteada por haberse descubierto que se había casado. Me ha gustado revisitar aspectos del sufragio femenino, las posiciones de las socialistas frente a la conquista de ese derecho con el peronismo. Lo que ha sido un enorme desafío fue realizar la síntesis de la historia de las mujeres en nuestro país, posible gracias a la enorme contribución colectiva, pero me satisface haber corrido riesgos en esa empresa. —Tres a cuatro décadas de conocimiento creado con perspectiva de género en nuestro país han producido una diversidad de materiales acorde con necesidades de contexto. Algunos objetos, sin embargo, parecen insuficientes. ¿Podrías mencionar los que, a tu juicio, han resultado más fructíferos y también aquellos con los que aún tenemos deuda?

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—Me parece que entre los materiales más interesantes se encuentran los videos y otras formas de mostrar imágenes, tanto para transmitir nociones sobre las relaciones de género en la historia como en otras disciplinas. Estoy pensando en las experiencias educativas tantos en el nivel primario como en la enseñanza media. Sin duda, también es muy estimulante la enseñanza a través de imágenes en la universidad. Se han hecho numerosos videos, y no faltan filmes, pero tengo la impresión de que sigue siendo una producción vacante. —Estas últimas décadas han producido, asimismo, cambios en la vida social familiar ya por vía de la cultura como por nueva legislación. ¿Cómo estimas estos resultados por lo que se puede percibir cotidianamente, mediáticamente o por vía de investigación reciente? —Estamos viviendo una época acelerada de cambios, cambios que estábamos muy lejos de imaginar cuando se recuperó la democracia. De los tres poderes del Estado no hay duda de que las transformaciones mayores provinieron del Legislativo. No hace mucho, dediqué un análisis muy crítico a la naturaleza de nuestro «liberalismo», a su índole pacata en materia de soberanía individual a lo largo del siglo XX, que ha afectado sobre todo a las mujeres. Pero en esta primera década del XXI nuestra propia sociedad ha dado pasos notables, sin su aggiornamiento la legislación no hubiera avanzado. No creo que los medios se pusieran al frente —basta pensar en la campaña para criminalizar la prostitución, y sobre todo a las travestis, en la ciudad de Buenos Aires cuando yo era legisladora, hacia 1998—, lo que forzó un cambio ominoso en el progresista Código de Convivencia. Es bien constatable que, más allá de lo mediático, está la agencia por derechos: fue gracias al feminismo y a las batallas de las y los afectados por algún signo de diversidad sexual que pudo avanzarse en una sociedad más igualitaria. Y aunque la investigación académica no haya sido decisiva, no podemos dejar de pensar que buena parte de la información en manos de las y los representantes en el Congreso ha provenido de la investigación académica. —Carlos Marx manifestó que la única propiedad legítima que tenemos es la de nuestro cuerpo —aunque por motivos diferentes a la soberanía que reclamamos hoy, y que nadie tiene derecho de acceso a él sin nuestra voluntad. ¿A qué atribuyes que se haya tardado tanto tiempo en comprenderlo? Y aun comprendiendo, ¿el abuso sobre el cuerpo de las mujeres parece incrementarse o, al menos, no disminuirse? —Hay una polémica en el seno del movimiento feminista acerca de si ha aumentado o no la violencia contra las mujeres. Mi opinión es sobre todo como historiadora y creo que no puede afirmarse que haya aumentado pues no tenemos datos del pasado, aún, porque durante buena parte del siglo pasado —sin ir más lejos— no existían el concepto, la resonancia valorativa y mucho menos cualquier legislación para sancionarla. La cuestión era también tímida entre las feministas inaugurales, aunque he encontrado denuncias en nuestra primera publicación feminista, Nosotras, de 1901, producida en La Plata. Ha sido sobre todo después de la «segunda ola feminista» que la agenda incorporó la grave cuestión. Pienso que lo que ha cambiado en muchos sectores sociales es la actitud, la resonancia de la lucha por los derechos,

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lo que ha hecho posible la visibilidad del flagelo y una expansión del sentimiento de que los victimarios no pueden ser tolerados. Es más difícil, de cualquier modo, advertir la violencia simbólica, cuestión a menudo legitimada en los propios medios de comunicación. —Pese al reconocimiento de identidades sexuales diversas, las relaciones heterosexuales siguen constituyendo la norma predominante. ¿Son las religiones monoteístas las responsables de esta determinación? ¿O señalarías otras causales? —No tendría una respuesta tajante. Algunas investigaciones muestran, en efecto, que las religiones monoteístas han sido las grandes sostenedoras de la norma heterosexual, pero creo que es necesario comparar muchas experiencias a lo largo de los tiempos. Pienso que no hay ningún paraíso plenamente restaurador en materia de trato de la sexualidad por parte del orden religioso. Son las particulares condiciones sociales y culturales, según tiempos y lugares, sus relativas complejidades, las formas de la dominación y los atributos que tales formas asignan a la sexualidad, lo que en definitiva ha canonizado la heterosexualidad, y creo que va más allá de las características de la religiosidad. —La aprobación del cupo femenino para las listas de candidatos/as de las fuerzas políticas que aspiran a las elecciones de cuerpos colegiados ha incrementado el número de mujeres en los gobiernos municipales, provinciales, y nacional de Argentina. Sin embargo, muchas veces, desde los movimientos de mujeres se estima que aún no se ha alcanzado aquello de «con más mujeres en política, cambia la política», por considerar que las funcionarias accionan con mayor lealtad a su partidos que a las demandas de las mujeres. Considerando que has tenido experiencia como legisladora, ¿cuál es tu opinión al respecto? —Tal vez en las primeras experiencias a que dio lugar el cupo, la mengua de representación feminista significaba escasa atención a los derechos propios. Pero los avances han sido notables en la última década. Si todavía hay mucho de «lealtad a los partidos» —y puedo testimoniar acerca de las dificultades para sortear ese fórceps, aún en fuerzas que se dicen progresistas—, lo que resulta incontestable es que gracias a la mayor representación femenina han sido posibles leyes como la ley contra todas las formas de violencia. También me animaría a sostener que fueron las nuevas perspectivas de derechos abiertas por el feminismo lo que penetró la sensibilidad de muchas legisladoras, y gracias a ese impacto se arribó al matrimonia igualitario y ahora a la ley de identidad de género. —El ingreso de mujeres a organismos tradicionalmente masculinos –policía, ejército— suele mencionarse también como un progreso social. Paralelamente, la violencia de género ha crecido de forma notable, incluyendo violencia contra niñas pequeñas. ¿Cómo se entienden estos puntos paradójicos? —Bueno, ya he sostenido que no creo que haya aumentado la violencia contra las mujeres, y que lo que sí se ha incrementado es su visibilidad y la intolerancia social al flagelo. Justamente en lugares como las fuerzas armadas se han creado oficinas de atención a las mujeres

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debido a la notable acción que llevó a cabo Nilda Garré cuando estuvo al frente del Ministerio de Defensa. Recordaré que se le debe la creación del Consejo de Políticas de Género en ese Ministerio, y está intentando cambios fundamentales en las fuerzas se seguridad. Desde la creación de aquellas oficinas en el ámbito de Defensa se ha incrementado extraordinariamente el número de denuncias. El CONICET mantiene hoy día una firme política antiviolencia, antiacoso en los lugares de trabajo, y desde luego, cada vez más se reciben denuncias. Pero eso no quiere decir que haya aumentado la violencia, el acoso, sino que las afectadas ya no guardan silencio. —Levy Strauss señaló hace ya décadas que uno de los signos civilizatorios era la oposición al incesto. Hoy, sin embargo, hay regiones adonde es una práctica habitual atribuida a veces a «una forma de cultura». ¿Qué dices al respecto? —Tengo una posición terminante contra el incesto. No se puede tener ninguna contemplación contra violadores que someten a hijas e hijos, o a hermanas y hermanos. Se trata de la más aberrante manifestación de avasallamiento de la condición humana, y no tengo dudas de que el tabú del incesto es el inicio de separación de nuestra especie de todas las otras, a partir del cual somos sobre todo cultura. No hay términos atenuadores basados en el «relativismo cultural», aun porque éste no constituye un principio que comparta gran parte del feminismo, tal como lo ha manifestado Sheila Benhabib. Si hay «culturas» protectoras del incesto, es un oxímoron para la condición humana, hay que denunciarlas en nombre de los derechos humanos fundamentales. —Colega y amiga, gracias nuevamente por concedernos esta entrevista cuyo contenido será, para lectores y lectoras, un estímulo en nuestro oficio.

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79 Abogada. Docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Directora de Derechos Humanos, UNLP. Alumna de la Maestría en Ciencia Política, UNLP.

Los Derechos Humanos son aquellos derechos de las personas que son inherentes a su condición de seres humanos, exigibles universalmente y que sólo encuentran límite ante los derechos que, con el mismo rango, poseen otros seres humanos. Desde el ámbito internacional se sostiene que estos derechos afirman la dignidad de la persona frente al Estado. “La sociedad contemporánea reconoce que todo ser humano, por el sólo hecho de serlo, tiene derechos frente al Estado, derechos que éste, o bien tiene el deber de respetar y garantizar o bien está llamado a organizar su acción a fin de satisfacer su plena realización”1.

La Declaración y Programa de Acción de Viena aprobada por la Conferencia Mundial de Derechos Humanos en 1993 expresa que todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes. Desde este punto de vista, hablar de Derechos Humanos de las mujeres puede parecer contradictorio. Sin embargo, los mismos aparecen como tales en el arco normativo tanto nacional como internacional. Las razones históricas Sin bien la consagración internacional de los Derechos Humanos tiene lugar a partir de la finaliza-

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ción de la Segunda Guerra Mundial, la preocupación por la limitación del poder del Estado y la imposición al mismo del respeto de determinadas libertades y derechos individuales es consagrada por primera vez con carácter universal en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa. La misma establecía en su artículo 1° que: “Los hombres nacen libres e iguales en derechos y las distinciones sociales no pueden fundarse más que en la utilidad común”. Pero aún así no se consagraba una efectiva universalidad, como lo demuestra la denuncia de Olimpia de Gouges en su Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana de 1791: “los derechos naturales de la mujer están limitados por la tiranía del hombre, situación que debe ser reformada según las leyes de la naturaleza y la razón”2. Es que el reconocimiento de derechos individuales y la consiguiente obtención del estatus de ciudadano iban unidos a una concepción formal de la ciudadanía, en donde la idea de igualdad que ella lleva ínsita es formal y abstracta. Esta igualdad no sólo era formal porque en la dinámica social se negaba en los hechos lo que aparecía consagrado en las leyes -como en muchos casos sucede en la actualidad- sino que también era fundamentada desde el punto de vista teórico. Así, uno de los principales teóricos del contractualismo, Jean Jacques Rousseau, se abocó a marcar las diferencias entre la educación de Emilio, de cara a su

rol de ciudadano y al ámbito público-político y, diferencialmente, la de Sofía, destinada a cumplir su rol de madre. En este sentido, la mujer, en lugar de ser educada para tomar decisiones y contribuir al establecimiento de la norma común -atributos del ciudadanoes educada para aceptar en forma voluntaria la sujeción a la voluntad de otro, una voluntad que lícitamente puede ser arbitraria3. Así, el reclamo de Olimpia de Gouges no tuvo otra respuesta que la guillotina por haber olvidado las virtudes de su sexo para mezclarse en los asuntos de la república. Hoy sabemos que la condición de ciudadano y el arco de derechos que confieren han sido difíciles de alcanzar incluso desde el punto de vista formal, ampliándose a lo largo de la historia, ya que en un principio -como lo habían estado en la antigua Atenas- eran excluidas de la misma todas las personas económicamente dependientes, las mujeres, los niños y los extranjeros. Así, el principio igualitario presente en el concepto de ciudadanía debió ser reforzado a través de normas complementarias que cristalizaron las conquistas obtenidas en el ámbito sociopolítico4. Al igual que el concepto de ciudadanía, el Derecho de los Derechos Humanos está asociado de forma inescindible a la idea de igualdad, pues para gozar de estos derechos no existen condicionamientos raciales, religiosos, sexuales o nacionales. Todos los instrumentos de protección de los Derechos Humanos, partiendo de la Declaración Universal de

los Derechos Humanos de 1948, consagran este derecho y este principio. Sin embargo, la afirmación de que los derechos son los mismos para todas las personas no significa que las personas sean idénticas ni que tengan las mismas posibilidades de vida. Mucho menos implica para la cultura de los Derechos Humanos un deber de igualarse, sino que involucra un respeto por la diferencia. Así como la propia noción de igualdad en boca de los históricamente segregados contuvo una impronta transformadora al convertirse en un reclamo de una igualdad de hecho, de rangos y de fortunas5, en el Derecho de los Derechos Humanos, el reconocimiento de la existencia de desigualdades en el ejercicio de los derechos dio lugar a la construcción de herramientas para la equiparación en el goce de los mismos. Por ello, tanto los mecanismos internacionales como regionales de protección de los Derechos Humanos han dado cuenta de la necesidad de brindar plexos normativos especiales para la protección de personas o grupos de personas signadas por una historia de desigualdad, intolerancia y discriminación. Están inscriptos en este marco los instrumentos específicos de protección de los derechos de las mujeres6. Los que se destacan son la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) de 1979, en el ámbito de las Naciones Unidas, y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra

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misma no podía escapar. Soledad G. permaneció tres años en prisión preventiva –ámbito en el que nació y vivió hasta hace pocos días su segundo hijo- en virtud de este proceso sobre el que finalmente y felizmente no pesó acusación fiscal. El caso es una muestra más de las situaciones en las que el sistema judicial invisibiliza la violencia familiar a partir de concepciones prejuiciosas10. En el mismo extremo, se percibe que el feminicidio es tipificado en muchos casos por el sistema jurídico y por los propios medios de prensa como un acto cometido en un estado de emoción violenta en el que la pasión lleva al hombre a la dominación absoluta de una persona a la que considera no un sujeto sino un objeto de su pertenencia (“La maté porque era mía”). Al respecto, reflexiona Diana Mafia: “¿Qué cosa es la emoción violenta? Es algo absolutamente manipulado por la Justicia. Basta ver lo que pasó con Romina Tejerina, que no logró que se le aplicara esa figura, ni siquiera que se le considerara el estado puerperal como un momento de alteración psíquica. Porque hay una manipulación y una arbitrariedad respecto de lo que una jueza o un juez puede decidir en cada caso. En Santiago del Estero hubo un hecho que, en su momento, fue bastante criticado porque un hom-

En el caso de las mujeres, las normas que formalmente las segregaron fueron la expresión de una ideología dominante patriarcal de la que hoy, no tanto las normas, pero sí muchos de los operadores jurídicos y administrativos dan cuenta.

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ma goce dentro de los operadores del sistema de una interpretación unívoca. En el caso de las mujeres, las normas que formalmente las segregaron fueron la expresión de una ideología dominante patriarcal de la que hoy, no tanto las normas8, pero sí muchos de los operadores jurídicos y administrativos dan cuenta. Esto es palpable en uno de los problemas más generalizados que afectan mayoritariamente a las mujeres, como la violencia familiar. Las estadísticas sobre el tópico muestran que se denuncian pocos casos respecto de los existentes; que se concibe a la violencia reducida a su expresión física; que las propias víctimas, sumidas en un marco de opresión, se conciben a sí mismas como inferiores y por tanto responsables y merecedoras de la violencia de la que son objeto; que las denuncias de las mujeres no son tomadas como tales sino como simples exposiciones civiles que invisibilizan la situación en forma persistente9. Un caso paradigmático al respecto es el de Soledad G., víctima de la violencia de su pareja, al igual que su hija, y procesada como copartícipe del delito de abuso sexual y lesiones graves contra la menor de seis años por no haber protegido a la niña frente a una violencia paterna de la que ella

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la Mujer, aprobada en 1994 por la Asamblea General de la OEA. Estos instrumentos particulares refuerzan el principio de universalidad de los Derechos Humanos a partir de la certeza de que existen particularidades que deben atenderse: subrayan especificidades relacionadas con el género y ofrecen un marco jurídico para la superación de discriminaciones y la definición de estrategias que contribuyan a construir la igualdad real. En este sentido, la categoría o el concepto de género, uno de los aportes del feminismo a las ciencias sociales, explica las desigualdades entre hombres y mujeres remitiendo a los rasgos socioculturales que se atribuyen en cada momento histórico y en cada sociedad a cada uno de los sexos. De esta manera rompe con el carácter natural de las diferencias entre los sexos y colabora con la destrucción de una lógica que esencializa las diferencias entre hombres y mujeres y que al mismo tiempo legitima la desigualad social7. Estas normas dan cuenta de la existencia de violaciones a los Derechos Humanos que afectan con una incidencia mayor a las mujeres, como la violación y la violencia familiar, pero que no son percibidas como tales porque en muchos casos se dan en el ámbito privado y familiar. La pregunta ahora es si siguen siendo necesarios estos instrumentos y si son suficientes. La existencia de una concepción formal de la ciudadanía dio cuenta de que la sola consagración de una fórmula normativa, por hermenéutica más amplia que le asignemos, no garantiza ni la vigencia efectiva del contenido de la norma ni que el texto de la mis-

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bre mató a su mujer y el juez consideró la emoción violenta fundada en que la mujer hacía tres meses que no quería hacerle la comida ni plancharle la ropa, y eso se había convertido en una enorme violencia sobre él...”11. También es palpable a simple vista la discriminación de género en los delitos sexuales. Según la Asesoría de la Mujer, sólo es denunciado el 10 por ciento de los casos. En parte porque las víctimas de estos delitos vuelven a ser victimizadas en el momento de la denuncia e interrogadas sobre la supuesta “provocación” de la acción del perpetrador. Lo mismo sucede con el acoso sexual o las situaciones genéricas de utilización de la jerarquía laboral o educativa para obtener favores sexuales que no exclusivamente pero sí mayoritariamente afectan a las mujeres12. El otro tema central e insoslayable en la agenda de las mujeres es el derecho al aborto. Más allá de la situación lamentable en la que nos encontramos como sociedad al no poder dar un debate ni dogmático ni principista sobre un tema conflictivo, lo indudablemente violatorio en el caso es lo refractaria que resulta la Justicia y otros agentes involucrados cuando se dan los supuestos que en la actual legislación lo habilita. El Código Penal sanciona esta práctica como un delito contra la vida del que es responsable tanto la mujer que se somete al procedimiento como quienes la asisten. Sin embargo, el hecho no resulta punible frente al riesgo de vida de la madre o cuando el embarazo es producto de una violación por la cual se haya iniciado una acción penal.

Pese a ello, encontramos casos como el de L.M.R. -una joven menor de edad y discapacitada mental abusada- a quien en primer lugar le fue negado el derecho por la Justicia, con consideraciones que ponían en duda su honestidad; luego, en una instancia judicial superior, se habilitó la práctica para, finalmente, encontrarse con la negativa del hospital a realizarla mediante diversos artilugios13. En estos temas y casos paradigmáticos se percibe cómo el derecho opera como un dispositivo de poder, una herramienta de una forma de dominación, que debe ser revisada desde una perspectiva de género. Un análisis a partir de esta noción permite concebir cómo las construcciones histórico-culturales elaboradas sobre la base de las diferencias entre los sexos van creando mediante la socialización ideas colectivas acerca de las conductas y roles esperables y apropiados para hombres y mujeres. Sobre esta concepción se asientan las prácticas de disciplinamiento de la que son objeto quienes no se someten a la voluntad del otro como en los casos que señalamos. Para cambiar una concepción social arraigada, no alcanza sólo con cambiar las normas. Estas son una herramienta central, pero es la sociedad la que debe transformarse. Las leyes colaboran con el cambio y pueden fomentar la igualdad, pero van a un saco vacío si no son acompañadas de un discurso y una sensibilización respecto de que el derecho a la libertad y a la igualdad es idéntico para todos pese a nuestras dife-

rencias. El Derecho de los Derechos Humanos desde una perspectiva feminista exige que las mujeres gocen de un pleno derecho a su integridad física, que incluye la potestad sobre su cuerpo, propia del ámbito privado y, a su vez, exige en el campo público que la ciudadanía sea realmente un espacio de transformación de las relaciones sociales que incluyen las relaciones de género. Reflexiones finales En tiempos en que es más visible el acceso de algunas mujeres a lo público, incluso con la posibilidad cierta del acceso a la máxima magistratura, es importante ver aquello a lo que otras mujeres no pueden acceder. Si podemos reconocer una creciente, aunque no suficiente, participación de la mujer en lo público, en el otro extremo percibimos la falta de protección sobre las violaciones más graves producidas en ámbitos más privados. Es palpable de esta manera como ciertas mujeres escapan a esta dicotomía y otras, inmersas en un mundo en el que sufren otras discriminaciones como la pobreza o la exclusión, continúan encerradas en el lugar que les asignaron y sin posibilidad, cuando intentan el reconocimiento legal de su situación en el campo público, de que el Derecho reconozca su situación con todo el valor que ello tiene como objetivador de la verdad y la justicia. Si creemos efectivamente que los Derechos Humanos son universales, pero reconocemos que las personas son distintas, debemos concluir que las respuestas a cada

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caso deben ser disímiles. El acceso a la justicia no debe estar en los hechos limitado sólo a quienes cumplen determinados estereotipos y, mucho menos, quienes tienen a su cargo funciones públicas pueden guiarse por ellos para la resolución de los conflictos sociales. Cuando esto sucede, se

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continúa, como antaño, excluyendo de la ciudadanía arbitrariamente a una parte sustancial de la población. En definitiva, hablar de Derechos Humanos de las mujeres, así como de los de otros que han sido históricamente objeto de segregación y discriminación, es recono-

cer la desigualad de los puntos de partida, es consagrar no sólo la igualdad formal sino incluso la desigualad formal -como lo hacen las acciones positivas- en pos de alcanzar la igualdad plebeya, la igualdad de puntos de partida. La pregunta que queda es si estamos preparados para ello.

Notas en: FAUR, Eleonor y LIPSZYC, Cecilia; compiladoras, Discriminación de género y educación en la Argentina contemporánea, INADI UNICEF, Buenos Aires, 2003, pág. 133.

2 GAMBA, S. “Feminismo”, pág. 276, en Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas, supervisión de Torcuato Di Tella, Hugo Chumbita, Paz Gajardo y Susana Gamba, 2° Edición, Emecé, Buenos Aires, 2001.

8 Igualmente, debe señalarse que fue a partir de la incorporación en mayor número de mujeres en los cuerpos legislativos –producto del cupo femenino como acción de discriminación positivaque se sancionaron más normas destinadas a la protección contra la violencia familiar, el acoso sexual y los derechos sexuales y reproductivos.

3 CIRIZA, A. “A propósito de Jean Jacques Rousseau. Contrato, educación y subjetividad”, en AAVV, Cap. 3, pág. 1. 4 Por caso, la pretendida universalidad contenida en la Ley Sáenz Peña respecto del derecho al sufragio para cargos nacionales en la República Argentina sólo fue universal a partir de 1947 cuando se habilitó el voto de la mujer.

9 Ley 12.569 de la Provincia de Buenos Aires. Tiene por fin, entre otros, ordenar que estas denuncias sean tomadas como tales.

5 EMILIOZZI, S. “Vida pública y ciudadanía en los orígenes de la modernidad”, en: AAVV, La política en conflicto, Cap. 2, pp. 37-68, Ed. Prometeo, Buenos Aires, 2004.

11 Entrevista a Diana Maffía, Página/12, 20 de febrero de 2006, pp. 12 y 13.

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FERNÁNDEZ, A. M. “Mujeres: historia de una discriminación”,

Página/12, jueves 17 de mayo de 2007.

12 Varios de ellos han sido dirimidos con resultados dispares en la Justicia Civil o Laboral. 13 Véase el relato de la madre y la hermana de la menor L.M.R en Página/12, pp. 1-2, 13 de agosto de 2006.

Bibliografía CIRIZA, A. “A propósito de Jean Jacques Rousseau. Contrato, educación y subjetividad”, en: La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx, compilador Borón, Atilio, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Cuyo, UNCuyo, Mendoza, Argentina, 2000, Pp 77-109.

FERNÁNDEZ, A. M. “Mujeres: historia de una discriminación”, en FAUR, Eleonor y LIPSZYC, Cecilia; compiladoras, Discriminación de género y educación en la Argentina contemporánea, INADI, UNICEF, Buenos Aires, 2003, pp.125 – 142.

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Facultad de Periodismo y Comunicación Social • Universidad Nacional de La Plata

83 Tram[p]as

6 Así como los que protegen los derechos del niño o de las personas con capacidades especiales.

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A N C L A J E S

1 NIKKEN, P. “El concepto de Derechos Humanos”, en Estudios Básicos de Derechos Humanos, Tomo I, Ed. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica, 1994.

Vol. 1, N.° 43 (julio-septiembre de 2014)

“Cuando termine de contar, ¿me voy a seguir acordando de lo que pasó?” Análisis de la experiencia narrativa del abuso sexual infantil en clave comunicacional Rosaura Barrios Universidad de Buenos Aires (Argentina) Resumen Las siguientes líneas son avances de una investigación en curso con una beca doctoral AVG CONICET (Área de Vacancia Geográfica) por la Universidad Nacional de Misiones. Pretendemos cruzar parte del trabajo de campo iniciado en el 2012 (y continúa) con aportes teóricos que nos traen los estudios culturales en comunicación y algunos cruces desde las teorías de género. Trataremos de dar cuenta del desafío, de la complejidad que significa representar/pensar/escribir sobre el/los otro(s) (¿o será con-un-otro?) a partir de sus experiencias traumáticas vividas durante la infancia que tengan que ver con el abuso sexual. El objetivo de estas líneas es la autorreflexión del trabajo científico en un campo fuertemente intervenido por otras disciplinas, cómo dialogamos con las ellas, cómo operamos en márgenes legales tan rigurosos sin perder la sensibilidad que nos mueve el trabajo con el otro; pero respetando criterios de cientificidad que organismos como CONICET exigen. Palabras clave: abuso sexual, comunicación, género.

Pistas para el Lector No daremos precisiones sobre la ONG en cuestión para preservar no solo a las víctimas, sino al equipo de salud que trabaja allí. Solo diremos que es una institución que se especializa en la detección y la atención de abuso sexual infantil y aborda otras problemáticas como drogadicción, anorexia y bulimia; hace tratamientos psicológicos en general y evaluaciones psicodiagnósticas. La escucha y observación de los casos (1) se dio en el marco de un grupo de estudios sobre abuso que se conformó interdisciplinariamente y del cual formo parte desde el 2012. Todos los nombres y datos filiales de las jóvenes y equipo de salud, como así también el período de asistencia que aparecen en el presente trabajo fueron cambiados sujetándonos al código de ética que prohíbe romper con el secreto profesional. Las decisiones metodológicas y políticas que tomamos con respecto a estas reservas buscan siempre el respeto a la intimidad de los y las jóvenes.

Las siguientes líneas son avances de una investigación en curso con una beca doctoral AVG CONICET (Área de Vacancia Geográfica) por la Universidad Nacional de Misiones. Pretendemos cruzar parte del

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Vol. 1, N.° 43 (julio-septiembre de 2014) trabajo de campo iniciado en el 2012 (y continúa) con aportes teóricos que nos traen los estudios culturales en comunicación y algunos cruces desde las teorías de género. Trataremos de dar cuenta del desafío, de la complejidad que significa representar, pensar, escribir sobre el/los otro(s) (¿o será con-un-otro?) a partir de sus experiencias traumáticas vividas durante la infancia.

Algunas aclaraciones sobre la dinámica de asistencia La evaluación psicodiagnóstica es realizada a cualquier persona que llegue a la institución y quiera o deba tratarse, sea cual fuere el motivo tenga o no que ver con la violencia sexual. Es el proceso de recolección e interpretación de toda la información recabada sobre la persona a los fines de efectuar el diagnóstico psicológico y “detectar” el “problema”; en el caso de menores de edad la evaluación siempre es realizada y grabada en cámara Gesell. Se trata de un cuarto ambientado para niños, niñas y jóvenes, donde cada mobiliario, colores, juguetes y material didáctico tiene una finalidad concreta dentro del espacio. El vidrio espejado es un cuadrado no muy grande, que divide la cámara de una oficina pequeña en la que se encuentra la computadora y la grabadora que cumple la función de registrar todo el desarrollo de la relación terapeuta-niño/a/joven. El objetivo de realizar las evaluaciones aquí es mantener lo más tranquilo posible al niño, niña o joven que está en ese momento, simula su “hábitat natural” si hablamos en términos del mismo Gesell (1967). El formato del informe sobre esta evaluación es forense (ya que se eleva a Fiscalía) y es presentado primero a la coordinación de la ONG, que se encarga de elevar al órgano pertinente en el caso. Estas grabaciones, en caso de ser necesarias en un futuro, son utilizadas en instancia judicial. El objetivo de grabar a todos los niños, niñas y jóvenes que pasan por la cámara es solo preventivo, ante una denuncia no pasan de nuevo por las mismas preguntas, esto es respetando la premisa máxima de la institución que es no revictimizar a las víctimas. La institución no realiza testimonial (2) solo evaluación, única en la región por este trabajo que siempre busca no atormentar con más preguntas al menor. De acuerdo con la edad de la víctima y las características del crimen o caso, la dirección de la ONG asigna los casos a determinadas profesionales preparadas y entrenadas dentro de la misma institución para trabajar bajo las citadas condiciones.

¿Por qué Estudios Culturales y Estudios sobre Subalternidad? Más allá o más acá, lo que intenta este trabajo es visibilizar la dificultad que significa trabajar con el otro, y no solo trabajar sino pensar(lo), (des)escribir(lo) y, porque no, sentir(lo). Ya no es representar sus prácticas codificadas en un lenguaje académico, sino que trato de comprender por qué es tan difícil pensar a esa persona a partir de su experiencia (traumática). Hay algo allí en el plano de lo sensorial o emocional mediando la relación entre la terapeuta y el menor, algo inentendible en nuestro sistema racional que merece ser pensado en clave sensorial más que letrada. Es en esta instancia que me animo a decir esto

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Vol. 1, N.° 43 (julio-septiembre de 2014) pero veremos a lo largo del trabajo las dificultades de pensarlas, de sentir, de escribir y de comprender esa sensación inaprensible que es suya pero que está siendo mía en este momento también (Figari, 2005). Así, y en esta línea, recojo fragmentos de Beverly que me ayudan a pensar lo propuesto, “los estudios subalternos pueden o deben representar no tanto al subalterno como sujeto social concreto sino, en cambio, la dificultad de representar al subalterno en nuestros discursos disciplinarios y en nuestras prácticas dentro de la academia” (Beverly, 2004: 23; en Alabarces y Añón, 2008: 281). Y los estudios culturales o las reflexiones en torno a lo popular suman al debate la tarea de nombrar/pensar estas tradiciones centradas en el estudio de (los) otro(s), de comprenderlas, de buscar sus particularidades. “Los estudios sobre cultura popular se resienten cuando se achacan las definiciones, y esta advertencia no responde a un afán maníaco y trivial de definir todo lo que se nos ponga enfrente, pero sí de la necesidad de discernir desde dónde se habla, de qué se habla, con quién se habla […] de conocer el escenario de interlocución” (Rodríguez, 2011: 2). Las preguntas no son nuevas, pero me las hago desde un lugar concreto, bien situadas, con características que limitan muchísimo la mirada, pero también la enriquecen por sus particularidades. Más que autores tengo muchas preguntas en la cabeza cuando camino por los pasillos de la ONG, cuando escucho el dolor de esa terapeuta cuando comparte las dificultades de su caso, cuando la abogada dice que es un caso perdido, cuando se resignan a pelear contra un sistema que les plantea reglas de juego difíciles. Si bien Hall se mueve por terrenos de Marx, a nosotras nos ayuda a pensar las “opciones axiomáticas” en cruce con nuestro análisis a partir de preguntas: ¿desde dónde miramos, pensamos?; ¿qué lugar de privilegio ocupamos en la reconstrucción de las tramas narrativas académicas, en la construcción del “saber”? “Política de la ubicación” (2010), si la realidad está constituida discursivamente, el discurso es un hecho social que produce efectos bien reales que atraviesan, en este caso más que nunca, la subjetividad de los sujetos. Y por último, no hay nada más político que transparentar nuestros intereses en el proceso de construcción de saberes, del conocimiento: ¿cómo damos cuenta de la incapacidad del lenguaje académico para comprender, para nominar algunos procesos internos que atraviesan y constituyen a los sujetos? Con estas ideas, cruces, textos, aportes, preguntas intentaré desplegar una serie de dificultades más que de sentencias analíticas, un mapa construido analíticamente a partir de los aportes de los estudios culturales estimulando la duda y la extrañeza de aquello que es no solo conocido sino sentido también. Un mapa no para seguirlo al pie de la letra, sino más bien una bitácora de viaje que dé cuenta de las dificultades del recorrido, de los obstáculos, de los remansos, pero también de los remolinos que el agua siempre trae. Bien flexible, bien maleable, cambiante, útil pero no imprescindible en la tarea… para no perderse sino para encontrarnos en la travesía.

“Cuando te cuente todo, ¿ya no me va a doler más?”(3) N. nunca menciona a sus progenitores como mamá o papá, adopta este recurso para protegerse, aquello

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Vol. 1, N.° 43 (julio-septiembre de 2014) innombrable es lo que más miedo le causa, terror: “es porque si digo papá y mamá me pone mal. Una mamá haría algo, lo denunciaría, haría algo, lucharía… M. me tocó y todo eso y un papá no hace eso, un papá cuida a los chicos, no los maltrata”. Es tan fuerte la palabra, es tan doloroso el recuerdo que encarna en palabra, es de los efectos de la historia de lo que se protege, de lo que encarna el recuerdo, debe nombrarlo por otro nombre, reconocerlo distinto para seguir contando, narrando. Son estrategias discursivas tomadas por estos niños: “mi hermanita, la de dos años, tres… a M. le dice Cuco. Ella le tiene miedo, a ella la tocaba también […]”. Ellas vuelven a vivir a través del relato, y ese relato es tan doloroso que deben volver “soportable” el dolor (Feld, 2002) para seguir contando, para seguir viviendo. [Las citas recuperadas son de la página 6 del informe hecho por la terapeuta a partir de la evaluación psicodiagnóstica realizada a N. en el 2000]. ¿Cómo dar cuenta de algo innombrable hasta para ellos mismos?, ¿cómo analizar, sistematizar, nominar relatos sobre experiencias traumáticas si hay una incapacidad hasta del mismo niño de nombrarlo, de etiquetarlo, de desarrollarlo, de hablarlo siquiera? Este fue uno de los primeros obstáculos con los que me encontré, central para el eje de este trabajo, pero disperso si quiero complejizarlo aún más. Con esto en la cabeza empecé a ajustar aún más las preguntas, a mirar hacia otro lugar… o quizás volver a mirar lo mismo pero con otras lecturas.

¿Qué lugar tiene la experiencia en estos/as t(d)ramas científicos? Si hablamos de experiencia no podemos dejar de lado los estudios en materia de género que durante años pusieron y ponen la lupa sobre este concepto. De hecho, estas preguntas por la experiencia marcan un tercer momento de desarrollo del movimiento feminista, hablamos de su etapa actual de reconfiguración de los términos, de la desintegración de algunas identidades, del desplazamiento identitario, de la marginalidad como lugar desde donde reflexionar, de la conciencia de la situacionalidad de los debates y análisis (De Lauretis, 1993). ¿Qué papel cumple la experiencia en la elaboración de estas tramas científicas?, ¿qué conocimientos podemos extraer, pensar, elaborar y reelaborar a partir de pensar la centralidad epistemológica de la experiencia? Las reflexiones son muchas y vienen desde varios lugares; desde quienes abogan por una deconstrucción total de la experiencia corporal para cuestionar las ideologías dominantes de opresión de género y de las sexualidades, hasta aquellas que la reivindican como cimiento de las teorías feministas y queer, como respuesta o prueba de las explicaciones que se puedan llegar a dar. De uno u otro(s) lado(s), la pregunta por la experiencia corporal como insumo a las reflexiones sobre y desde los sectores oprimidos sigue constituyendo un interrogante en esta clase de estudios. Nos quita el sueño pensar su lugar y objetivo. Aquí, la pregunta por la autoridad epistemológica y la crítica metodológica merece repensar la relación entre experiencia corporal, el lenguaje y el conocimiento.

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Vol. 1, N.° 43 (julio-septiembre de 2014) La primera a quien traemos para entrar en discordia es Joan Scott. En su artículo titulado Experiencia, la autora advierte sobre la posibilidad de tomar la experiencia como un hecho en sí mismo, deshistorizado y descontextualizado, marcado por la subjetividad ideológica. Poner al descubierto la experiencia de grupos oprimidos deja ver los procesos de opresión que rigen sobre ellos pero no su lógica ni mecanismos internos. “No son los individuos los que tienen la experiencia, sino los sujetos los que son constituidos por medio de la experiencia. […] [esta] se convierte [así] no en el origen de nuestra explicación, no en la evidencia definitiva (porque ha sido vista o sentida) que fundamenta lo conocido, sino en aquello que buscamos explicar, aquello acerca de lo cual se produce el conocimiento” (Scott, 2011: 8-9). Pensar de esta manera, sostiene la autora, es darle historicidad a la reflexión. Alcoff (1999) hace esta misma lectura que Scott: los peligros de adherir a una postura contraria es pensar el lugar de la ideología falocéntrica como parte de la experiencia, es el foco, matriz de reproducción de los mecanismos de opresión que intentamos denunciar. Esta postura (la de Scott y otras), que forma parte del feminismo postestructuralista, resta importancia cognitiva al valor de la experiencia como parte del proceso de conocimiento para correr el foco hacia el análisis textual y del lenguaje, es decir, a la interacción de discursos. Siguiendo con estos alertas sobre la esencialización de la experiencia y la percepción –y complejizando aún más estos términos que parecieran ser bien rígidos– las exponentes del feminismo poscolonial, entre ellas Chandra Mohanty, nacieron al calor de las denuncias por la homogeneización de las experiencias de las mujeres. Insisten: “las mujeres”. Alertan sobre pensar a las mujeres del “tercer mundo”, “postcoloniales”, o “negras” a partir del discurso académico hegemónico de Occidente, “la conexión entre las mujeres como sujetos históricos y la representación de Mujer producida por los discursos hegemónicos no es una relación de identidad directa, ni una relación de correspondencia o simple implicación. Se trata de una relación arbitraria” (Mohanty, 2008: 115). Fueron las experiencias (distintas) a las denunciantes de Occidente que se levantaron en voz para dejar en claro que las experiencias y las percepciones no eran las mismas. Que ellas querían pensarse a partir de categorías propias distintas a las del discurso hegemónico, que las mujeres no (somos) son todas iguales y es preciso hacer estas distinciones. “… las obras del feminismo de occidente sobre las mujeres del tercer mundo deben ser consideradas en el contexto de la hegemonía global de la academia occidental, es decir, la producción, publicación, distribución y consumo de información de ideas” (Ibídem, 118). Si seguimos enredando este nudo podemos citar también a Alejandro Haber y Carlos Figari (2011) que retoman los apuntes de Haraway, quien cree firmemente en localizar la posición desde donde se enuncian los análisis, si bien la identidad –autoidentidad– (1999) no produce ciencia, el posicionamiento crítico sí. Es la objetividad, transparentar quién habla, desde dónde, bajo qué perspectiva, con qué influencias, en definitiva, su experiencia. En términos comunicacionales, un lugar de enunciación (Bajtín) es ese lugar

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Vol. 1, N.° 43 (julio-septiembre de 2014) social-discursivo y de sentido desde donde uno habla, donde se empieza a construir la difícil relación con el otro. En las últimas líneas se deduce la importancia de la experiencia y la percepción como el lugar desde donde hablar, determinante a la hora de pensar y analizar. La experiencia aquí son las coordenadas para empezar a trazar un conocimiento situado, responsable con el lector/decodificador, dando las líneas de lectura para seguir los razonamientos de quien escribe. Acá la experiencia no es motivo, resultado ni prueba cognitiva sino contexto de enunciación de los discursos. Forman parte de los materiales de estudio, de análisis. Aun así, sobrevuela la idea del lenguaje y el análisis de estos discursos como salida a sortear estos obstáculos de la reproducción de las disposiciones de opresión. Para finalizar (por ahora) este apartado, sumamos a estos enredos dos perspectivas que son (por ahora) con las que más simpatizamos: Teresa de Lauretis y Merleau-Ponty. Alcoff hace una reivindicación de Merleau-Ponty sugiriendo volver a darle centralidad epistemológica a la experiencia, sin olvidar los orígenes de las teorías feministas que nacieron al calor de las denuncias de opresión y discriminación desde sus experiencias. Parafraseando sus inquietudes: si le quitamos centralidad epistemológica a la experiencia, ¿qué les/nos queda (aportar) como “feministas intelectuales” al campo social y académico? Así adhiere De Lauretis en “Alicia ya no” (1992). “La dificultad real, pero también el proyecto más audaz, más original de la teoría feminista sigue siendo precisamente ese: como dar forma teórica a esa experiencia, que es a la vez social y personal, y como construir al sujeto femenino a partir de esa rabia intelectual y política” (Ibídem, 264). ¿Qué más genuino que un inconformismo para empezar a pensar los mecanismos injustos, desiguales, violentos, censuradores que oprimen no solo a las mujeres, sino a todos los sectores distintos al varón rico y occidental? En el último capítulo del mismo libro, De Lauretis abre el apartado con una cita de Virginia Woolf y a partir de ese pasaje se pregunta: “¿Qué término, distinto de instinto o de razón puede designar mejor ese proceso de comprensión, […] ese proceso de autorrepresentación que define el yo como mujer o, en otras palabras, crea al sujeto como femenino? Pierce lo habría llamado hábito, como veremos. Pero yo propongo, al menos provisionalmente, el término experiencia” (Ibídem, 252). Dicho esto, reconoce la experiencia como crucial para la teoría feminista en la medida en que se ocupe de la subjetividad, la sexualidad, el cuerpo y la actividad política feminista.

De la institucionalización de la experiencia (¿traumática?) ¿Qué requisitos “formales” debe cumplir la experiencia para que sea tenida en cuenta?

Ahora bien, la función de la ONG es volver “útil” esa experiencia sensorial, emocional con la que llega el menor, es convertir esa experiencia traumática en algo (distinto) compartible con la Fiscalía (4) (por ejemplo), con abogados, tutores. Eso inaprensible que aparece en un primer momento –dicho por las

229

Vol. 1, N.° 43 (julio-septiembre de 2014) mismas psicólogas– de puro dolor hay que transformarlo en algo “entendible” para un sujeto otro que está implicado en el asunto (tutores, jueces, abogados). El testimonio que dé cuenta de un delito es bien particular: debe tener precisión, lugar, reiteración, temporalidad… no deja de ser un mapa donde (volver a) marcar los lugares lastimados, donde reconstruir los daños que le provocaron. “Hasta aquí se puede concluir en el relato de C. que es confiable, verídico, consistente, preciso y sin lagunas. Presenta una estructura lógica contextualizada respecto del tiempo y espacio en el que sucedieron los hechos. No se observan signos de mendicidad, sugestionabilidad, ni fabulación” [Páginas 6, 7 y 8 del informe de la profesional. Año 2000]. Y atención a las aclaraciones de la profesional quien debe dejar constancia de que ese relato es creíble y verídico, que la menor está en condiciones psíquicas de prestar una declaración contundente (5). Debe presentarse como prueba un cuerpo lastimado, señalando las partes ultrajadas, (de)mostrando lo quebrado que quedó. Las “autoridades” deben creer lo que está contando ese niño. Así, ese relato debe ser moldeado, codificado, volverlo “compartible” con un juez, un fiscal, un abogado (esa emoción repugnancia, asco, vergüenza, miedo y podemos seguir enumerando) debe ser institucionalizado, es decir, debe cumplir con la mayor cantidad de requisitos/pruebas lingüísticas para que pueda convertirse en un testimonio verídico: ubicación en la trama de personajes, villanos, móvil, requisitos de temporalidad y espacialidad… y si hay marcas físicas, mejor: quien no ve no cree, dicen por estos pasillos. Y si pensamos en el contexto desde donde hacemos estos análisis: es un lugar ajustado, limitado, lidio (peleo a veces) con un discurso institucional hipercodificado como lo son las ONG, en(tre) medio de estos reparos, cabe preguntarnos: ¿cómo movernos dentro de estas simplificaciones, limitaciones, fronteras laborales?, ¿cómo articular los objetivos personales de investigación con los comunes que nuclean a las personas que trabajan en una ONG? Porque a pesar y además de todo, nosotras estamos allí para hacernos no pocas preguntas, para concretar una beca “… en qué medida nuestra mirada analítica está permeada por una lógica que pretende poder delimitar al individuo y la identidad” (Alabarces y Añón, 2008: 283). El desafío, o mejor aún, esta pregunta siempre está recorriendo mis prácticas dentro de la ONG, siempre presente en mis escritos.

¿Cómo te pienso?, ¿cómo te (des)escribo? La complejidad que implica pensar en el otro, o dar cuenta de él, no solo acarrea una “violencia letrada”, sino que escapa a la lógica de representación que queremos cercar, dar forma, enrejar su sentido, atarlo, anclarlo. Más allá de no disponer de palabras, del instrumental simbólico –quizás– lo que falte sea la sensibilidad corporal para dar cuenta de esa sensación. En las reuniones se deja leer la imposibilidad de las terapeutas de dar cuenta, de describir, de “tomar notas” de “eso” que le causaron al niño… entonces pide

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Vol. 1, N.° 43 (julio-septiembre de 2014) lugares, sensaciones, recuerdos borrosos de un niño que muchas veces se niega a hablar, se niega a confiar en otro adulto, que dicho sea de paso lo abusaron al interior de su familia. ¿Por qué confiar en otro adulto y desconocido al fin?, ¿en qué medida nuestra mirada no está pudiendo decodificar esos sentires? Ni siquiera se asoman a los registros normativos que indican los protocolos, los informes, “las pruebas”, no encajan en las contrapericias, no entienden cómo pudo ser, cómo pudo suceder. “¿Qué significa que te violó? […] -Se le pregunta el nombre de la persona que lo abusó, responde- “Era la pareja de mi mamá” [Página 7 del mismo informe de evaluación a C.] Entonces aparecen las contrapreguntas, las preguntas detalle (qué significa tal cosa, qué querés decir con tal otra, te acordás del lugar). En charlas circunstanciales con las terapeutas o en instancia de entrevista pasa algo bien curioso, dicen poder entender por lo que ese niño está atravesando y salvo algunos casos aislados reconocen la dureza de trabajar con estas problemáticas; sin embargo, aquellas más preparadas o con más experiencia, al momento de enfrentarse a mi pregunta de cómo se sienten frente al relato de esa violación o abuso admiten no recordar qué sintieron, “no sé cómo explicarte”; la terapeuta que trabaja con la franja de niños más pequeños (diez años para abajo) más de una vez me dijo no sentir tanto “la cuestión sexual del delito”, sino el desamparo de ese niño frente al delito… pero ante el ejercicio de definir este tipo de crímenes no puede, “no sé qué pienso cuando escucho (esos testimonios), no sé qué siento, la verdad” [Entrevista a la terapeuta de N. 07.08.2013]. “Pero esto no nos condena a la metacrítica como única posibilidad. Ambos planos son complementarios: es preciso dar cuenta tanto de la dificultad de representar lo subalterno como de producir conocimiento sobre la cultura impuesta a las clases populares (Ginzburg, 1981; en Alabarces y Añón) y sobre la cultura de las clases subalternas” (Alabarces y Añón, 2008: 293). Si bien el término “subalterno” así planteado no se ajusta a nuestra propuesta de trabajo por las características del campo, hago la salvedad, la cita ayuda a pensar la problemática de dar cuenta del otro, y en este caso, de la experiencia del otro. Pareciera que las palabras no alcanzan, que las estrategias se nos escapan “… violencia que constituye un cuerpo subalterno, internalizada en prácticas, discursos y vínculos; violencia de la superposición de memorias, representaciones, lenguas y tecnologías de la palabra. Violencia también en el modo en que un sujeto subalterno identifica y reconoce al otro […] reproduciendo, en la configuración de identidades, estigmatizaciones y rechazos” (Ibídem, 2008: 283). Digamos lo que digamos siempre va a mediar la imposibilidad de nombrar, de entender lo que está pasando aquí no solo los niños, niñas y jóvenes, sino la sorpresa de las terapeutas ante esta pregunta o ejercicio de nombrar quedan desconcertadas. La terapeuta de N. me dijo en una oportunidad que le había dado una buena idea para tratarlo durante su terapia: “no sé qué siento en ese momento”, exclamó asombrada ya al final de la entrevista.

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Vol. 1, N.° 43 (julio-septiembre de 2014) Algunas inacabadas y transitorias conclusiones El desafío siempre es continuar

Cada vez que “entro” a campo me hago la misma pregunta: ¿cómo convertir un problema social en un problema epistemológico, teórico? En definitiva, creo, es eso: ¿Cómo lograr despegarme, apartarme de la aversión que me provocan los casos y convertirlo en un trabajo prolijo, serio, que cumpla con todos los requisitos que una tesis doctoral requiere? Muchas veces me he cruzado con los abusadores que aparecen en sus relatos, en sus pesadillas, en sus secretos. Muchas veces mis preguntas no encuentran oídos porque hay algo del plano de lo emocional sensitivo que no estoy pudiendo sortear aún, casi no lo puedo traducir en palabras y no se me ocurre mejor idea que describirlo, como aquí por ejemplo, todo lo escribo… aún lo académicamente incorrecto. A lo largo de estas líneas intenté dar cuenta de lo difícil que es trabajar con el otro y, en menor medida, cómo se convirtió casi en mi obsesión tomar aquello que, paradójicamente, es lo más intransferible e inaprensible: El Dolor. Ese otro que estamos siendo nosotros al momento de hablar, de llorar. Hay lugar para los problemas sociales dentro del espectro de las ciencias, no son pocos los que apuestan por una ciencia no solo comprometida sino sentida, escrita en narrativas que retomen a la primera persona del singular y rescaten la subjetividad del investigador al momento de hacer su trabajo analítico, comprensivo y reflexivo. Hacernos estas preguntas preocupadas por la calidad de las producciones sin perder la sensibilidad por el trabajo de campo, significa posicionarnos bajo ciertos paraguas metodológicos; hay preguntas que todavía no me animo a enunciar por compromiso político quizás, por inexperta también, pero lo aquí presentado es un avance de mi trabajo de tesis, amasado hasta donde pude, enfrentándome con fantasmas y desafíos como nunca creí que iba a significar esta problemática. Todo con la firme convicción de que las ciencias pueden ofrecer mucho más, ahí embarradas con la gente, ahí metidas en las miserias, llorando también, sintiendo también. Aportando con lo que sabemos hacer: preguntas.

Notas (1)

Con esto nos referimos a la escucha y observación durante las reuniones con el equipo (con participación) y lectura grupal de

algunas evaluaciones psicodiagnósticas que datan de algún tiempo atrás. El objetivo de este grupo es producir material científico interdisciplinar desde la ONG que dé cuenta de la complejidad de las terapeutas al trabajar con traumas de estas características. (2)

La testimonial es un interrogatorio que se realiza al niño o niña en cámara Gesell con el objetivo de crear un procedimiento

protector para su declaración cuando ha sido víctima o testigo de un delito de índole sexual o peligra la vida. La diferencia con la evaluación que realiza la Institución es el respeto por los tiempos del niño/a para contar/hablar del porqué está ahí, hay una psicóloga entrenada que lo está escuchando y del otro lado del vidrio espejado nadie lo está mirando (salvo en casos particulares): son ella y el niño/a nada más. En cambio, en la testimonial, es un fiscal, juez o abogado quien dicta las preguntas a la psicóloga en un tiempo real que coincide con el juicio, quien a su vez debe “dar con el testimonio”. Del otro lado del espejo están todas las partes intervinientes en el juicio y el niño sabe que lo están escuchando.

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Vol. 1, N.° 43 (julio-septiembre de 2014) (3)

C. (16 años) a su terapeuta durante su primera sesión en Cámara.

(4)

Recordemos que la ONG al trabajar con delitos siempre lo hace con denuncias de por medio, si no la hacen los tutores del menor

o sus responsables la ONG avanza sobre esta cuestión. (5)

Informe presentado a la dirección de la ONG el día 04-03-2000.

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