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SOLUCIONARLA
1276
el
17
de
Señor Ministro de. Relaciones Exteriores; Señoras Vuelvo
y señores: con
emoción
a este
recinto.
Siempre me ha sido propicia esta vieja casa del Cabildo de Montevideo, poblada de históricas resonancias. Aquí ingresé, en 1897, a la Cámara de Diputados; integré
sucesivamente,
además
de ese Cuerpo
Legislativo,
el Consejo
de Notables de 1898 y el Senado de la República; defendí la sanción de leyes fundamentales para la economía nacional, como Ministro de Fomento en 1903 y 1904, y de Hacienda, de 1904 a 1907 y de 1911 a 1913; juré mi cargo de Presidente constitucional en 1923; y regresé veinte años después, en un período singularmente difícil de la historia del mundo, para dirigir la política internacional del país, conducirlo a la declaración de guerra a las naciones del Eje y prepararlo para actuar con honor en las deliberaciones de la paz, a la luz de “su vocación jurídica y de su amor a la usticia. Gran parte de mi vida, pues, ha corrido entre estos aírtiguos muros que cobijaron la primer manifestación de la voluntad de independencia americana, y dieron hogar, en días
lejanos, a la representación de la soberanía nacional Al paso de los años, mantengo .en la República y sus destinos.
la misma
fe del comienzo E
Y ella es la que me anima, accediendo a una honrosa in“vitación del destacado compatriota Dr. Daniel Castellanos, a reanudar el diálogo con mis antiguos colaboradores del Ministerio de Relaciones Exteriores, tan apreciados y recordados, y a entablarlo con los que, colmados de igual fervor patriótico, han ingresado recientemente a la diplomacia. Procuraré no apartarme mucho del propósito de la dirección honoraria, tan superiormente desempeñada por el doctor Castellanos, de la sección “Artigas” del Ministerio de Relaciones Exteriores, “de poner en acción cursos de información especializada sobre temas de primordial interés para el acer“vo cultural de los funcionarios de esa Secretaría de Estado y,
6
a la vez enfocando problemas afines con las actividades de la: nusma”.
No puedo sino aplaudir las finalidades de ampliación cul-tural y técnica de estas conferencias. Si algún oficio requiere trabajo, estudio y superación. constantes, es el de la diplomacia. La recepción, el “cocktail”, y la vida mundana, son sóloreflejos
externos
de la carrera,
pero
no
su substancia.
Bien hayan la simpatía personal, la elegancia y las buenas maneras, que ayudan al diplomático a cumplir sus funciones, más no lo constituyen, ni lo llevan por sí solas al éxito.. El éxito es obra de la inteligencia y, sobre todo, de la. cultura, de la información pormenorizada de problemas y de: hombres, de la destreza en el pensar y en el hacer —orientación y tacto —que viene de la reflexión y del estudio. La formación profesional debe de comenzar por las cues-tiones nacionales y culminar también en ellas. De nada nos valdría una diplomacia sapiente de textos jurídicos extranjeros, si mo poseyese, a la vez, el concepto cabal de su misión, con el sentido estratégico y táctico de su ejer-CICiO.
Sería temerario
enviar
al mundo
unos
diplomáticos
sin
conocimientos lúcidos y exactos respecto de los problemas in-ternacionales, concretos y vivos, de la República. Entre esos problemas se destaca el del Río de la Plata, porsu entraña histórica, por su gravitación nía, por las consecuencias funestas que
sobre nuestra sobera-comportaría una so-
lución deficiente, y por la propia significación geopolítica, por” así decirlo, del gran Estuario. : Yo he vivido ese problema en varios momentos, algunos sumamente agitados, de mi vida pública. Lo viví angustiosamente, como ciudadano y como sena-dor por Tacuarembó, cuando la Cancillería Argentina, a cargo entonces del Dr. Estanislao Zeballos, sostuvo doctrinas que:
negaban nuestro derecho;
lo viví como integrante de la Co--
misión convocada por el Presidente Dr. Claudio Williman para asesorar a su Gobierno en aquellos días azarosos; lo viví en: 1923, en el inicio de mi Presidencia, al discutir con el Dr. Leo--
poldo Melo
las proposiciones que había yo presentado
al Pre--
7 sidente
Marcelo
Gobierno ranía;
T. de Alvear;
del Argentino
y volví
a vivirlo
un
lo viví
en
1925,
reconocimiento
y encararlo
en
1943
al obtener
de nuestra y
1944,
mi
sobeen
cir-
cunstancias que parecían romper el equilibrio pacífico del Plata y me determinaron a concebir el Tratado Interamericano de Ayuda Mutua contra la Agresión, que fué planteado en la. Conferencia de Chapultepec por la delegación uruguaya y se destinaba a preservar nuestra integridad y la integridad de todos los pueblos amenazados por cualquier posible agresión. La doctrina, la tesis y el espíritu del Tratado se impusieron y plasmaron, triunfantes, en la letra de Quitandinha y en la de Bogotá. Bien puede el país reivindicar estos Acuerdos como productos de su iniciativa. Me ocuparé del majestuoso Río de la Plata, hidráulicamente un estuario, formado por la confluencia de grandes ríos,. el Uruguay, el Paraná y el Paraguay, que nacen en las mesetas del Brasil y de Bolivia, y, de otros muchos afluentes de menor: cuantía.
Me propongo hablar sobre el tema, en nombre de mi propia experiencia, sin más rigor que el de la verdad nutrida por: la historia y el derecho, y sin olvidar, desde luego, el interés nacional, ni los fraternos lazos que nos vinculan, pese a cual-
quier transitoria contingencia, al pueblo de allende el Río común.. “El Río de la Plata une y no separa a los pueblos que baña”. Esa y no otra distinta, debe ser siempre nuestra divisa en
las luchas por alcanzar la realización integral de nuestras aspi-raciones políticas, económicas y sociales. , El Río de la Plata es un caso único en la hidrología mundial. Se destaca por su extensión, anchos diversos, configuración de sus costas, naturaleza y variedad de sus fondos, canales en ambos lados de su margen, distintas salsedumbres de sus aguas, profundidades diversas, y, grandes afluentes.
Como característica saliente puede señalarse: la costa uruguaya es alta; la argentina es baja y anegadiza, cubierta y des-
cubierta por la marea; los canales del lado orientl son más profundos que los del Argentino; sus fondos son, en general, de: arena en nuestro lado y de barro y arena arcillosa, muy fina, en el Argentino.
8 Por la configuración
de ambas
costas del Río
de la Pla-
“ta, por la naturaleza de sus fondos y por los regímenes que lo «dominan, puede ser dividido en tres secciones, perfectamente delimitadas: la inferior, comprendida entre el cabo de San Antonio en la Provincia de Buenos Aires, y, el de Santa María o Punta del Este, que es el frente oceánico, o sea, el límite con «el mar libre, y, la línea que va de Montevideo, a Punta Piedras; el Plata medio entre esta última línea y Punta Lara y la Colonia; y, la sección superior, que se extiende desde ésta, hasta el -delta del Paraná y Punta Gorda. Las aguas conservan sus características fluviales hasta la línea Montevideo-Punta Piedras;
desde ésta hasta el Oceáno Atlántico, es lo que puede, propia“mente, denominarse el Estuario del Plata. La onda de marea Atlántica llega al Plata en forma irre-
gular y con amplitud
distinta;
domina
en ella, la influencia
lunar; en Montevideo llega en mediana a 45 centímetros, y se propaga en el Paraná y el Uruguay. Los vientos que soplan sobre la superficie de nuestro gran Río, tienen señalada e importante influencia sobre el nivel de sus
aguas.
Dominan los vientos de Noreste, pero como su velocidad es moderada poca es la importancia que tienen sobre el nivel de las aguas, y la marea lunar se trasmite normal y regularmente. Siguen en frecuencia los vientos del Norte y del Noroeste. Estos producen una bajante general y se oponen a la propagación de la marea. Los vientos realmente importantes son los del Sur y Sureste, que tienen a menudo carácter tempestuoso, du-= ran varios días y elevan apreciablemente el nivel de las aguas
del Plata. Los vientos del Oeste y del Suroeste son menos frecuentes, pero, generalmente, son muy fuertes, plan, elevan las aguas en nuestra costa. Como
hemos
visto,
por
esa somera
y, cuando
descripción,
so-
tres gran-
des fuerazs de la naturaleza dominan o regulan las aguas del Río de la Plata: las mareas, los vientos y los ríos que en él des-embocan. Al hombre corresponderá, mañana, procurar utilizar mejor el formidable poder del gran Río limitrofe. Por el momento, nuestro problema no es de utilización técnica y económica, sino de otra naturaleza mo menos deli-
9
cada, como lo son todas aquellas que se refieren a los límites: territoriales, que, quiérase o no, afectan siempre y debemos. felicitarnos de que así sea, la dignidad internacional de los pue-blos y de los Estados.
La Argentina ha delimitado sus aguas fronterizas con el Brasil, el Paraguay y Bolivia, ya sea siguiendo el talweg o la línea media de los ríos. No lo ha hecho con el Uruguay. Rige con nosotros el “statu quo” que fijó el protocolo RamírezSaenz Peña, firmado en Montevideo el 5 de Enero de 1910. Con aquellos países procuró la Argentina fijar fronteras perfectamente delimitadas, con lo que siempre se evitan posibles choques. Con el Uruguay, ya debiera haberse hecho lo mismo, par-tiendo de la hermandad en el proceso histórico que une a los. dos pueblos, de las aspiraciones y problemas comunes que nos preocupan y, de la seguridad de que nunca podrán chocar en luchas regionales, ni en generales de amplitud internacional. Aunque los gobiernos del Uruguay y la Argentina nofueran igualmente democráticos e institucionales, o entendie-ran la democracia y el funcionamiento de las imstituciones de: distinta manera y alcance, sus pueblos sienten, a pesar de todo, la solidaridad histórica que nos ha vinculado y comprenden que no podrán
separarse porque
han nacido
al mismo
tiempo
a
la libertad e independencia republicana, con sacrificios, glorias e intereses comunes, y deberán resolver de igual manera pro-blemas políticos, económicos y sociales a venir. Debemos unirnos y no separarnos para afrontar y resol-ver juntos, la scuestiones que se plantearán pronto en la América del Sud. Los problemas políticos, económicos y sociales tomarán gran impulso. Habrá que ayudar a los países contimentales de escasa renta nacional, o de deficiente desarrollo. Ayuda técnica y aporte de capitales se impondrán para elevar el standard de vida y unirnos y, dar, así, satisfacción a la inquie-tud, grave y profunda, que siente la masa del pueblo, y, explotan los agitadores que desean producir el caos, el choque violento, y, con ellos, la miseria, para obtener el descontento de los hombres. - No he olvidado y me parece muy indicado recordarlo en este momento de mis palabras, lo que he leído en una de las obras, del renombrado y mundialmente apreciado tratadista de
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derecho internacional público, F. de Martens, “aunque no fuese, dice, más que desde el punto de vista de la administración interior, se debe propender a que las fronteras no sean objeto
de la menor impugnación”. Nosotros, en el Plata, sensiblemente, no hemos atendido hasta ahora esa savia y prudente recomendación. sx El protocolo de 1910, nada resolvió en definitiva sobre el problema jurisdiccional. Fué una solución transitoria, que, co“mo muy a menudo acontece, tiende a transformarse en permanente, para aquietar los espíritus que habían empezado a agitarse seriamente, y podían tener gravísimas consecuencias. Tuvo la virtud, enorme, y, muy apreciada virtud, de alejar del campo candente y agitado de la calle, explotado por los irres-
ponsables, el problema de la jurisdicción de las aguas platenses, aplazando su solución para mejor oportunidad. Ese protocolo serenó los espíritus Argentino-Uruguayo. Nada perdimos. Fué más bien una declaración reiterando, como se dice en él, “los antiguos vínculos de amistad, fortalecidos por el común origen de ambas naciones”. Ese reconocimiento del condominio «existe, pero, no es una delimitación. Lo sustancial del documen-to referido es lo establecido en la base 30 que dice: “La navegación y uso de las aguas del Río de la Plata con-
tinuará sin alteración, como hasta el presente, y cualquier diferencia que con ese motivo pudiese surgir, será allanada y resuelta con el mismo espíritu de cordialidad y buena armonía que han existido siempre entre ambos países”. Con
ese espíritu
y buena
armonía,
y para
evitar
la posi-
bilidad de esas diferencias, han intervenido, después, hombres eminentes y publicistas de ambos países. Entre ellos debo mencionar y rendirle el justo homenaje que merece a Marcelo de Alvear, aceptando fórmulas, desde la Presidencia de la República Argentina, y propiciando otras, durante el período que ejercí el cargo de Presidente de la República de nuestro país, que si bien no pudieron cristalizar definitivamente en un protocolo formal, representan un sensible reconocimiento de nues-
tra soberanía y de nuestros derechos con relación a puntos de vista y criterios anteriores, y, constituyen una firme y segura base para gestiones que deben intentarse en el futuro.
Los espíritus más prevenidos
han señalado la convenien-
11 «cia de dar solución amistosa, en tiempo no lejano al problema
referido. América, debería ser el conjunto de naciones que, en el campo
de la civilización, resolviera sus cuestiones de límites
“y de otra indole, con un gran espíritu de justicia para ir ocupando la posición que le corresponderá en lo futuro. Las desinteligencias pueden reproducirse, creando un cli-ma inconveniente y peligroso y complicando cuestiones de vecindad que no debieran producirse. El del Plata es un asunto largamente debatido, a veces entre amenazas de violencias que afectaron hondamente la soberanía de la República. El protocolo ha confirmado una situación de hecho. Pero el problema a resolver es de hecho y de derecho. Dos países li.mitrofes que no saben definir o no han definido, después de más de un siglo, sus derechos de propiedad, en el linde que los separa, es algo que no puede bien explicarse en el derecho de
gentes. Las respectivas jurisdicciones deberán ser fijadas sobre la base de los hechos, y del derecho. Lo que hemos realizado hasta ahora no ha sido más que ir aplazando la solución a la espera del momento propicio para hacerlo. La demarcación no se ha realizado; debemos reconocer sin .embargo, lealmente, que se han agregado desde la firma del protocolo de 1910, actos y hechos que afirman nuestra posición.
Tiene que ser siempre verdad la bella y feliz expresión de Roque Sáenz Peña refiriéndose a la Argentina y el Uruguay “deben vivir como una misma familia sentada en dos soberanías”. Participando de esa idea y refiriéndome a mi amigo Marcelo de Alvear, eminente argentino que por su conducta, su pensamiento y su Obra, alcanzó la dignidad de un insigne americano, expresé, con motivo de su muerte, en artículo que publicó “La Nación” de Bueno Aires con fecha 25 de Mayo de 1842 y reprodujo la Revista Nacional que con tanto talento y tacto dirige mi amigo Raúl Montero Bustamante lo siguiente: “Cuidó con afanoso empeño el mantenimiento de la solidaridad entre nuestros dos pueblos, nacida del determinismo histórico y de las tendeneias sanas y claras del alma colectiva”. Fué, Alvear, ejemplo de hidalguía y bondad, portaestan-
12 darte en la llanura de la ciudadanía, y, en las cumbres del gobierno, de la confraternidad de las patrias rioplantenses. Su nombre sobrevive en mí en el recuerdo emocionado, como un simbolo de entrañables afectos compartidos. Al hablar del Río de la Plata no puedo dejar de mencio-: nar de inmediato los magistrales y concluyentes artículos publicados en noviembre y diciembre de 1898 en “La Razón” de Montevideo, que dirigió el doctor Carlos María Ramírez, que conservo desde entonces en mi biblioteca y, atribuídos al pro--
pio director, con los títulos “Jurisdicción sobre el Río de la Plata”, “Nuestra Jurisdicción en el estuario del Plata” y “Jurisdicción del Río de la Plata”, “El Tratado de 1928”. Aprovecho esta oportunidad para cumplir con un deber ciudadano, rindiendo un justo homenaje al eminente historiador, pensador político, parlamentario y publicista. Quedaría incompleto el estudio que estoy realizando, si mo-
me refiriera a las opiniones Argentinas. sobre rías. guay ción,
La prensa y políticos de ese país hermano han sostenido: el Río de la Plata, las más extrañas y extravagantes teoEl gran diario “La Nación” siempre tan amigo del Urusostuvo en ese mismo año, de 1898, que nuestra jurisdiclo mismo que la de la Argentina no se extienden más allá
de la rada de cada puerto; lo demás son aguas neutrales. Eso significaba declarar libres las aguas del Plata fuera de las tres millas de la costa. Propiamente esa es la doctrina inglesa como: veremos dentro de un momento. Estimo que se confundía el principio proclamado por el Congreso de Viena de 1815, de la
libre navegación de los ríos abierta a todas las banderas, aún rige en las relaciones internacionales,
ción que corresponde
con
a los estados constituidos
que
el de la jurisdic-
a sus costados.
Esa jurisdicción debe ser dividida entre los dos rebereños; ya. sea por la línea media del Río, ya sea por la del canal o talweg. Otro gran diario argentino “La Prensa”, que, al igual de “La Nación” era verdadero órgano de la opinión, y tenía gran influencia en el gobierno de la época, sostuvo en esos momen-
tos, la curiosa teoría de que el Río de la Plata pertenecía exclusivamente a la Argentina, negando por tanto, la jurisdicción del Uruguay. ¡Una nueva humillación para los uruguayos, como lo fué
15 sin duda, por muchos años, la que debimos soportar por el régimen imperante en la Laguna Marín, limítrofe con el Brasil! Fundaba “La Prensa” su novedosa teoría en la pretensión de que la Argentina era la única heredera de España y del dominio que ésta se reservó por el Tratado de San Ildefonso. Esa herencia se refería, según expresaba a la totalidad de sus dominios
territoriales, marítimos
y fluviales, inherentes
al Virrey-
nato. Agregaba que en el Tratado de 1828, entre la Argentina y el Brasil que proclamó y reconoció la existencia de la Nación Oriental como Estado nuevo e independiente, nada se dijo sobre el Río de la Plata en lo que atañe a su jurisdicción y sólo se refiere a la Banda Oriental, en momentos que ese Río estaba bajo la autoridad exclusiva del Virreynato. No puedo dejar de decir que aquel Tratado se combinó y firmó sin intervención alguna del Uruguay. La tesis era de que el dominio de los Ríos Uruguay y el Plata pertenecía exclusivamente a la Corona de España por el Tratado de San Ildefonso, y a ese dominio no había renunciado la Argentina, ni lo compartió con la Banda Oriental, al firmar en Río de Janeiro, con el Brasil, el tratado preliminar de paz de 1828, que la declaraba nación independiente. ¿Si heredó esos derechos por qué no los ha hecho valer, ni los ha mencionado nunca sobre el Río Uruguay? Es que era
otro el motivo de la oposición a nuestra jurisdicción. Los doctores Elizalde y Zeballos, entre otros ministros argentinos, han sostenido excentricidades idénticas en cuanto al dominio argentino sobre el Plata y el Uruguay. Con todo han habido y habrá, unos por comodidad e inercia, y Otros, por convicción, que sostengan el mantenimiento indefinido del “stater quo” que estableció el protocolo de 1910. Emilio Mitre, entre los segundos, sostuvo esa tesis, con gran persistencia, tanto en “La Nación” como en la Cámara Argentina. Argúía, “de que según estudios geológicos practicados, una gran parte del Río de la Plata, tiene una tendencia natural a convertirse en tierra firme, debido a la acción lenta pero ininterrumpida del delta del Paraná, que al igual de otros grandes deltas del mundo crece cada vez más”. Sostenía el ingeniero Mitre que si no se podía resolver el problema atendiendo los
14
intereses defensivos de la Argentina, habría que mantener por lo menos, lo acordado en 1910, o sea, el “stater quo”. Darwin, Smith y d'Orbigny, han sostenido, mucho antes, igual opinión con respecto a los estuarios, en general, o sea el terraplenamiento continuo y en gran escala de ellos.
Y
ya
también,
Sarmiento,
recordando
posiblemente esa
tesis, había dicho que, en pocos siglos, Buenos Aires dejaría de ser puerto por el embancamiento del Río de la Plata. Siendo así, agrego yo, el tiempo y las fuerzas naturales, serían las que entonces se encargarían de resolver el problema del Plata, tarde, muy tarde sin duda, y con todos sus inconvenientes y riesgos, ya que los hombres no habían sabido o podido resolverlo. La doctrina de Gran Bretaña sobre el Río de la Plata y sostenida ya en su tercería de 1908, es de que es un mar libre al cual deben serle aplicados los principios que lo rigen en el Derecho Internacional Público. Esa tesis fué la defendida por Gran Bretaña, con motivo del apresamiento de un buque cadiense que cazaba lobos próximo a nuestras costas. Mientras que nosotros sostenemos con la Argentina que ejercemos jurisdicción, de todo orden, respetando la libre navegación, sobre todo el Río de la Plata, vale decir, hasta la línea que nos separa históricamente del mar libre, o sea del océano, que une al cabo de San Antonio a Punta del Este. En el mar libre ningún Estado ejerce derechos o actos de soberanía. No así en el mar territorial o aguas jurisdiccionales, “cuyo ancho no ha sido fijado: definitivamente, no obstante la conveniencia de hacerlo y haber sido la cuestión muy debatida por los juristas. En el mar territorial cuya extensión minima clásica, es de tres millas marinas a contar de la línea de las mareas bajas es donde rige la soberanía ilimitada, sin perjuicio de ejercer un derecho de policía sobre una zona mayor, que generalmente llega hasta 12 millas. Quiere decir pues, que según la tesis de Gran Bretaña, el problema con la Argentina se resolvería aplicando al Río de la Plata, los principios del derecho de gentes y, considerando dicho Río, como si fuera el Océano Atlántico. Solo mos correspondería, por ello, uma jurisdicción de 3 millas a contar de nuestra
costa!
15
El eminente internacionalista y jurista Luis María Drago entendía que el Río de la Plata era común entre la Argentina y el Uruguay y, que por tanto, debía ser la línea media la divisoria. Fundaba su opinión, aplicándola al Plata, en la doctrina de las “Bahías históricas”, tan brillantemente sostenida por él en el Tribunal Arbitral de que formaba parte, sobre las “Pesquerías del Atlántico Norte”. Vuelvo a repetirlo: puede haber jurisdicción con la libertad de navegación, principio que ha sustentado siempre el Uruguay, tanto en tiempos de paz como de guerra, sin más restric-
ciones que las admitidas por el derecho internacional. La jurisdicción del Uruguay y de la Argentina sobre el Plata, en los límites del derecho aplicable, se fundamenta en los antecedentes históricos y en las leyes de la naturaleza. Mucho se ha investigado y escrito tanto en el Uruguay como en la Argentina sobre la cuestión plantense. Diversas han sido también las intervenciones de los respectivos gobiernos y
del de Gran Bretaña. Un buen número de hombres muy capacitados y estudio"sos, y eminentes directores de la opinión pública de ambos países se han ocupado, en su tiempo, del espinoso problema. Los antecedentes y hechos se acumulan, pero no se resuelve la cuestión. Debemos creer que pronto, ha de serlo, pasadas las desinteligencias actuales, que tan sin fundamento, han creado un estado inconveniente en las relaciones entre ambos países. He tenido personalmente diversas intervenciones en esos estudios y discusiones. Siempre bajo la influencia de que la finalidad a buscarse, entre hermanos, que no deben separarse jamás, deshaciendo la gran familia rioplatense, es aquélla que los acerque más, si es posible, y, no la que los aleje de ese pensamiento.
Voy a referirme a algunos de esos estudios y tentativas de solucionar el problema pendiente, porque ello me dará oportunidad para esclarecer algunos puntos fundamentales relacionados con él. No puedo dejar de citar en primer término y de llamar la atención
de los estudiosos,
sobre
el magistral
libro
de Agustín
de Vedia titulado “Martín García y la Jurisdicción del Plata”. No puede prescindir de su conocimiento a fondo el que pre-
16 tenda saber algo sobre el tema. Ese libro es un monumento erigido a nuestros derechos sobre el Río de la Plata. En el mismo año 1908, en que se escribió ese profundo y
completo estudio, el Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, Antonio Bachini, autorizado al efecto, en acuerdo general de Gobierno, invitó para una reunión a celebrarse el 20 de Junio de ese año, en el salón de recepciones del Ministerio, a un grupo de 32 ciudadanos, de todas las tendencias políticas en que se dividía la opinión pública de la época, en “la cual” decía la invitación, “serán sometidos al ilustrado criterio de usted
los puntos de derecho que dan base a una consulta, de alto interés patriótico sobre asuntos internacionales”. Entre esos ciudadanos estaba yo. Respondí a ese alto honor, contestando las seis cuestiones confidenciales, que nos fueron planteadas por escrito, en esa reunión, con un largo informes. No me refiero a él, porque su carácter es confidencial como lo fueron las preguntas formuladas por el señor Ministro. Debo hacer mención especial, por su procedencia de un trabajo muy serio y meditado publicado a grandes y llamativos títulos en el diario “El Tiempo” de Montevideo, en 8 extensos artículos que empezaron a serlo el 23 de Enero de 1910,
bajo el título “Jurisdicción en el Río de la Plata y las relaciones Internacionales”; “El Pensamiento político de Emilio Mibrea Tengo desde entonces en mi poder, esos sustanciosos ar-
tículos, que entiendo constituyen el discurso del ingeniero Mitre en la Cámara de Diputados Argentina, al considerarse un proyecto de balizamiento luminosos en el Río de la Plata. Eran momentos de gran agitación internacional sudamericana. El Brasil y la Argentina pedían fondos a sus parlamentos para comprar grandes buques de guerra y modernos armamentos, en vista de un posible conflicto. El problema jurisdiccional tenía entonces, gran interés a los efectos de la defensa militar. De ahí la intervención de técnicos y publicistas para estudiarlo. En la actualidad esos motivos han desaparecido, quedando en sustitución otros, bajo un punto de vista mucho más secundario. Refiérese en ese estudio “la expresión gráfica muy exacta” del General Mitre, de que los canales del Plata son la pro-
17
longación sumergida de los grandes ríos que lo forman, y se repite lo que ya dije, hace un momento, de que ese Río es un hecho transitorio, en el que los canales hoy del estuario,
serán mañana
ríos que en él desembocan
y buscan salida al
océano.
Emilio Mitre dice en ese estudio que con motivo
de la
ubicación de boyas luminosas en el Plata superior se cambiaron notas entre el Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina Doctor Alcorta y el de igual clase del Uruguay, en las que se establece de la manera más categórica y precisa, el reconocimiento del gobierno argentino a una jurisdicción uruguaya en las aguas del Río de la Plata. Agrega que tres presidentes de la Argentina, Pellegrini, Uriburu y Roca se han expresado de igual manera, transcribiendo una carta del primero al Ministro Enrique Moreno de su país, en el Uruguay,
en la que reconoce expresamente
nues-
tra jurisdicción sobre el Plata; y, más adelante dice que tam-
bién la han reconocido Tejedor, Ministro de Sarmiento, Quirno
Costa,
Ministro
de
Uriburu
y Alcorta,
Ministro
de Roca,
todo lo que consignan documentos de la cancillería Argentina, y no documentos reservados, sino notas pasadas al Uruguay como la de Alcorta a Pérez Gomar, que tiene toda la fuerza de un compromiso, porque reconoce la jurisdicción común como condición para obtener la aquiescencia de aquel gobierno a la colocación de las boyas luminosas. “Como pensar dice el ingeniero Mitre que se podría borrar todo esto y salir diciendo que lo reconocido antes, no lo reconocemos ahora, porque no lo consignan los tratados entre España y Portugal y no lo estipuló tampoco la Convención Preliminar de Paz del año 1828”. El ingeniero Mitre en ese sustancial estudio llega a la conclusión de que “sin incurrir en un error se puede llegar a establecer fórmulas de solución en la cuestión jurisdiccional basándose en los hechos existentes, sin alterar ninguna de las condiciones naturales del estuario y haciendo desaparecer toda causa de desavenencia y de conflicto entre estos dos países. Este resultado sería de trascendencia, fuera de toda ponderación por lo que hace a la conservación de la paz, internacional. Yo
creo agrega Mitre como he dicho antes que la República Ar-
18 gentina
es suficientemente
fuerte
para
imponer
respeto
y re-
chazar toda agresión caprichosa o inmotivada de un estado americano; pero enel caso de estar la República Argentina vin-
culada estrechamente a la República Oriental del Uruguay en la guerra y en la paz, estas fuerzas resultarian cuadruplicadas”. “Creo, termina diciendo, que encarada así la cuestión, an-
teponiendo
el examen
directivo de los hechos a la interpela-
ción delos antecedentes jurídicos, se puede afirmar
con entera
certidumbre que la cuestión de la jurisdicción de las aguas del Río de la Plata no puede comprometer en ningún tiempo las buenas relaciones de nuestro país con el vecino, a menos que se quiera violentar situaciones que vienen prolongándose sin inconveniente de años atrás, y se crea mejor trocar un presente feliz y honroso por un mañana turbio y sin horizontes”. Y sintetizando su opinión establece: “Si fuéramos a un arbitraje con estos antecedentes (eran todos los conocidos y esgrimidos) saldríamos lucidos. Nos veríamos derrotados hastacon nuestras propias memorias oficiales”. Conviene también que refiera a esta altura de mi exposición las últimas opiniones de juristas y técnicos uruguayos, porque el desarrollo del tema es en ellas, más objetivo y completo que en otras publicaciones. Pero antes de hacerlo debo mencionar muy especialmente dos estudios publicados en la “Revista Histórica” correspondiente al año 1909-10. El primero lleva la firma de Lorenzo Barbagelata, prestigioso, al par que muy modesto, historiador compatriota. Se titula, “La pretendida hijuela Argentina sobre el Río de la Plata”. Es un trabajo profundo sobre el tema. Nuestro derecho al Plata es claro, a la luz delos antecedentes presentados. Su demostración es elocuente y no puede ser contradicha. El segundo, es la transcripción de un notable estudio, que en forma de reportaje publicara “El Siglo” con el seudónimo de “Ignotus”. El título es el siguiente: “La Cuestión del Plata. Pruebas de nuestro derecho. Nueva faz del asunto”. Muy poca cosa más puede decirse para defender nuestro derecho al Plata. Por su elevación de pensamiento y la im-
19
discutible argumentación y conclusiones presentadas, ese estudio será en todo tiempo leído con gran interés y provecho por los estudiosos y por los hombres de gobierno de nuestro país. “Ignotus” era el doctor Gonzalo Ramírez, Ministro Plenipotenciario del Uruguay en Buenos Aires, que remitía a su hijo Juan Andrés, todo el material adecuado para la demostración de nuestro derecho, el cual se encargaba de darle forma, en varios reportajes con ese seudónimo. (Esto está revelado en una carta del segundo publicada en la página 173 del Diccionario de seudónimos en el Uruguay, notable obra de Arturo
Scarone).
:
Como a Carlos María Ramírez rindo a don Gonzalo, su hermano, mi respetuoso y admirativo homenaje por su talento
y valiosos servicios prestados a la República, en diversas actividades, especialmente en la docente, en la jurídica y en la representación del país. Hechas esas menciones me referiré a las últimas publicaciones sobre el tema. En primer término debo mencionar la magnífica obra del Doctor Luis M. Baumgartner titulada “La Jurisdicción del Plata”. En ella, después de considerar el problema, y como síntesis del estudio realizado se dice que, “además de los derechos que nos acuerda el “Derecho de Gentes”, o como consecuencia de ellos, está el derecho adquirido por “un uso largo e ininterrumpido, público y de buena fe”. Una realidad que atestiguan una serie de documentos cambiados en distintas épocas entre los dos gobiernos ribereños del Plata, entre ellos los que llevan las fechas de 1829, 1833 y 1892, y, es-
pecialmente el del Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, Doctor Pérez Gomar, a cuyos documentos me he referido antes. Más tarde el Dr. Eustaquio Tomé, en la “Revista de Derecho, Jurisprudencia y Administración” de 15 de Julio de 1930,
al
analizar
en
un
erudito
artículo
la obra
del
Doctor
Baumgartner, hace referencia a una intervención mía, que por la naturaleza informativa de la exposición que estoy hacienciendo, y sólo por ella, no puedo pasar por alto. Así se expresa en la página 311 de la citada Revista:
20 “Durante
la presidencia
del
Ing.
José
Serrato,
tanto
la
cuestión de las aguas del Río de la Plata, como lo relativoa la Isla de Martín García, estuvieron a punto de solucionarse a entera satisfacción de los dos países interesados”. “Partió la iniciativa del presidente uruguayo, quien remitió al mandatario argentino un excelente y equitativo ante
proyecto que fué contestado con otro ante proyecto, cuya principal falla radicaba en la divisoria para el Plata superior. Esta circunstancia hizo entrar las negociaciones en un “impasse”. “Dos años más tarde se reanudaron las tratativas de acuerdo con motivo de los preparativos de una visita del presidente uruguayo a Buenos Aires que era hasta anhelada por el sentimiento republicano y democrático argentino, algo alarmado por los homenajes tributados a los príncipes de Piamonte y de Gales. La situación política interna de nuestro país era demasiado difícil par aque el primer mandatario realizara una visita de pura cortesía, y, contemplando únicamente los supremos intereses de la Nación, dejó entrever el Ing. Serrato, que sólo abandonaría el territorio de la República para finiquitar la cuestión de las aguas. Se produjo, entonces un nuevo cambio de ante proyectos y la nueva propuesta argentina pareció a los uruguayos, todavía menos aceptable que la anterior”. A “Aunque no se llegó a nada definitivo, se puede asegurar que, las negociaciones seguidas por el Gobierno del Ing. Serrato importan para el Uruguay un verdadero progreso sobre las anteriores por cuanto implican por parte de la Argentina un principio de reconocimiento de nuestros derechos históricos, hasta entonces desconocidos por algunos de los prohombres de allende el Plata”. “Para
completar
esta
reseña,
que
por
referirse
a sucesos
recientes no podemos llamar histórica, debemos decir dos palabras sobre el decreto de abril 17 de 1925, del Presidente Serrato, refrendado por los ministros de Relaciones Exteriores, Doctor Blanco Acevedo, y de Guerra y Marina, Gral. Bazzano. El decreto de nuestro Gobierno adopta el “Reglamento Es-
pecial” sobre navegación en el Canal de Punto Indio, — confeccionado
por el gobierno
argentino, —
pero los fundamen-
tos, notables por su claridad y precisión, dejan bien sentado
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que el Canal se interna en aguas uruguayas, que ambos paí-ses ribereños mantienen de acuerdo las profundidades reque“ ridas por la navegación, y que medió un cambio de ideas para que el Uruguay adoptase una reglamentación sobre “la zona del Canal que se encuentra dentro de su jurisdicción” (Registro Nacional de Leyes y Decretos. Año 1925, página 179)”. Indudablemente el decreto extractado, por su oportunidad y solidez, constituye un digno coronamiento de la política internacional desarrollada por la República”. Ese decreto del año 1925 sobre Punta del Indio, mi in-tervención para solucionar el problema de la jurisdicción del Río de la Plata, con el presidente Alvear, por intermedio de un amigo común el doctor Leopoldo Melo, la asistencia y colaboración ilustrada e inteligente del Dr. Manini Ríos en esos. momentos Ministro de Relaciones Exteriores, y, otros antecedentes y documentos protocolizados en esa Secretaría de Estado, son referidos y analizados con la maestría que le son propias por mi ilustrado y prestigioso amigo Ariosto D. González, en uno de sus eruditos estudios. Debo mencionar también el importante trabajo dol Capitán de Navío, José Aguiar, titulado “El Río de la Plata y el Mar Territorial” que fuera publicado en el tomo X de la Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Y por último, debe hacerlo especialmente de la obra del Capitán de Navío, doctor Carlos Carbajal, catedrático de Derecho Internacional Público en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y en la Escuela Superior de Guerra del Ejército, titulada “Nuestro dominio fluvial en los tratados internacionales”. Es una de las más completas y jurídicas sobre el tema. Ese concienzudo estudio demuestra una profunda ilustración puesta al servicio de la patria. Arranca desde principios del siglo XIX, para enseguida analizar nuestras fronteras, referirse a las misiones de Magariños y Lamas, al espíritu de la convención de 1828 que nos declaró libres e independientes, a la discusión de los tratados de 1851 con el Brasil, a la isla de Martín García, a la doctrina Zaballista, al “Statu quo” Ramirez-Sáenz Peña, a los opiniones de publicistas argentinos sobre el problema del Plata, a las aguas de la Lagunan Merín
y Río Yaguarón,
al tratado con el Brasil de 7 de Mayo
de
22 1910 a la convención de 7 de mayo de 1913 sobre el San Mi.guel, a nuestra jurisdicción en el Río Uruguay, y por último, a otras cuestiones igualmente importantes sobre este últi-mo río y el de la Plata. Debo
terminar:
Mi opinión es que
el problema
del Río
de la Plata debe
“ser abordado, no con un espíritu estrictamente jurídico
que
seguiría entorpeciendo su solución, sino aplicando un criterio parecido al defendido por Emilio Mitre, en el importante estudio que he comentado, que parte del principio aceptado ya, «por todos, de la copropiedad, a delimitarse, y, aprecia y no desdeña, debidamente los hechos, que son muchos y muy serios, para fijar definitivamente normas de convivencia defensiva y progresista necesarias tanto a la Argentina como al Uruguay. Los pueblos del Uruguay y la Argentina, vinculados por la comunidad de vida y de los hechos de sus respectivas formaciones históricas y políticas no pueden separarse, ni menos “alejarse de un estrecho convivir.
En
esta exposición
del estado
actual
de la cuestión
de
nuestro gran Río limítrofe podrá decirse que faltan los após“trofes que merecieron ciertos sucesos que hirieron el sentimiento nacionalista de nuestro pueblo. A eso contestaría que no
quiero ser un colocador de obstáculos y dificultades que en“torpezcan la solución del problema, sino un modesto, pero útil obrero, en la necesaria obra de reconstrucción de la cordial amistad que jamás debe aminorarse entre ambos pueblos del Plata. 7
La Argentina
ha opuesto
resistencia a la solución de. la
“cuestión debatida, por razones militares, de defensa del estuario y de seguridad territorial, tanto presentes como futuras. Sin embargo, el desarrollo y cambios en la organización del
ejército, y de las fuerzas aéreas y mavales de los grandes países, como
la Argentina
y el Brasil,
y con
ellos, los métodos
“y medios defensivos puestos en acción, hacen que el problema haya perdido su gravedad y honda dar reducido, entre colindantes, como de salvamento y policía, fácilmente . Fórmulas de advenimiento tienen
preocupación, para quenosotros, a una cuestión solucionable. ahora, desaparecidas esas
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resistencias, que encontrarse fácilmente. En alguna parte se: aplicaría la regla del “thalweg”, en otra, la línea media, y co-mo excepción, por razones muy especiales, una línea convencional, con lo que alejaríamos para siempre a la Argentina. de toda preocupación sobre la defensa de su patrimonio terri-torial Central y Norte, cuando emerjan tierras en el delta del Plata, y, los canales hoy del Estuario, sean ríos con orillas ele--
vadas que no serán, por tanto, las actuales conocidas por ellos: y nosotros!
Y bien, señores: el problema del Plata sigue siendo nuestro problema, nuestro primer problema internacional. Aún está en pie, pero estimo habrá de resolverse algún: día por las vías de la razón, de la justicia, del derecho, de las recíprocas y legítimas conveniencias de los pueblos hermanos. Nada hay que el buen sentido no pueda solucionar, y menos todavía cuando una antigua solidaridad de raza, de sangre, de sentimientos y sacrificios, como la que existe entre los: pueblos uruguayo y argentino, contribuye a facilitar su tarea. El mundo actual, con sus crudas características, exige coo--
peración y no vanas discordias. La
cooperación,
además
de
un
principio
lógico,
es
una
ley biológica entre las naciones afines y vecinas. Son ellas las que deben ofrecer el buen ejemplo a-los países distantes y heterogéneos. Lo comprendan perfectamente O no ciertos espíritus, el Uruguay y la Argentina nacieron para ser hermanos. Entre familiares, en realidad, no puede haber problemas insolubles, ni irremisibles. Esa es mi esperanza, o mejor dicho, mi seguridad. Simpre trabajé, como ciudadano y como gobernante, por la comprensión y la buena amistad entre nuestros pueblos. He tenido entre los argentinos grandes e inolvidables amigos. Tengo descendientes nacidos en la otra orilla, en el seno del noble: pueblo que surgió de la misma matriz que el nuestro. Mi ilusión se renueva, toda vez que veo mezclarse y remozarse sangres uruguaya y, argentina en el destino de una nueva gene--