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ESTUDIOS
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SUPERIORES
NEWTON POR
E. GARCíA CONFERENCIA EN
EL
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LEíDA DE
INVITACiÓN
EL
ACTOS DEL
DE ZÚÑIGA 18
DE
SEPTIEMBRE
PÚBLICOS
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DE LA REPUBlICA
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25
DE MAYO
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PRESENTACiÓN POR
EL
ING.
FEDERICO
E.
CAPURRO
El Ing. Eduardo García de Zúfíiga no.'! va a hablar de Neuiton y de sus trascendentales creaciones. Nadie, entiendo, dentro de nuestro ambiente intelectual, podría desarrollar con más conocimiento, con más penetración, tan hondo e interesante tema. La preparacion. científica del conferenciante, su especialización matemática y vasta cultura, y su talento, han de abrirle fácilmente camino a través de los descubrimientos asombrosos, de las especulaciones no menos maravillosas, de las tcoriae astronómicas, de los tratados de física y fórmulas de matemáticas superiores, que ha dejado tras de sí la inmortal figura del sabio inglés de Woolsthorp. Yo imagino al Ing. García de Zúñiga evocando la vida y milagros de N ewton, tal como un virtuoso en su más deleitosa exprelsión musical. Lo veo, obedeciendo a la afinidad de tendencias, introducirse en los oscu'ros pensamientos, en la filosofía, en la original biografía del célebre matemático; pero aun incluyendo dentro de tal. afinidad cierta resistencia a intervenir en actividades extrañas al estudio y a la enseñomea, entre ellas la política, nunca hemos pensado que llegaría el Ing. Garcia. de Zúñiga, diputado, a lo que, según cuentan, hizo Neioton, el hombre genial, durante los siete años que representé a sus colegas en el Parlamento: una sola vez habló, para rogarle al ujier que cerrase la ventana. Yo podría, con el material que me ofrecen los valores morales del Ing. García de Zúñiga, y su larga y destacada actuación, modelar una obra de arte, pero me temo que pueda ocurrirle a. mi trabajo lo' que acontece con harta frecuencia a los bronces erigidos en el centro de las plazas, en homenaje a próceres contemporáneos. De tal manera se les ha conocido, se les ha admirado, que el público pasa de largo, indiferente, cerca de los pedeetales, sin ni siquiero. advertir su existencia. Por lo demás, estoy seguro que mi estimado colega no me lo agradecería. No turbemos, pues, su espíritu cuando estamos esperomdo de él la expresión de la sabiduría y del juicio, y también la anécdota ameno. que nos dé a conocer al hombre, para apreciar mejor el genio. Sólo agregaré dos palabras acerca del significad'o que envuelve la presenca del insigne profesor de la Facultad de Ingeniería en este estrado. En su prestigiosa cátedra, en su austera gestión de funcionario, en
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PRESENTACIÓN
su vida de hombre íntegro U ecuánime, viene presentándose a las generaciones que han desfilado y siguen desfilando por su aula, como un alto ejemplo de conducta, de carácter U de amplísima U sólida ilustración. Yo pertenezco a una de ellas, U confieso que la coincidencia de ideas ha constituido siempre, para mí, un poderoso estímulo. Hoy, en esta hora trágica de la historia, me complacerá einqularmenie oír la palabra del maestro, en un acto que responde al propósito de difundir el conocimiento de la influencia de la cultura británica en Occidente. ,y ello es realmente confortante, para los que consideramos que su grado, sus principios realizados, definen la aspiración de las jóvenes sociedades sudamericanas. El Ing. Garcia de Zúñiga nos revelará particularidades de la fecundidad prodigiosa de un sabio inglés, U, al hacerlo, pondrá de manifiesto la cultura, la ciencia, la civilización, que, paralelamente, han crecido co'n la gran democracia británica, tesoros inmensos de los cuales ha participado el mundo entero, tesoros coetosamenie conquistados y penoeamenie distribuidos U conservados, y cuya custodia se sacude! ahora, altiva, firme, confiada, bajo el terror de toneladas de explosivos. Justo es, pues, realzar en este instante tal significado, instante en el que todas nueetras esperanzas están pendientes del poderío U del valor de aquella civilización, de aquella ciencia, de aquella cultura, de aquello. democracia que, sin detenerse ante los más fantásticos sacrificios, hace frente a la fuerza desbordada en defensa de sus islas que ua han pasado a ser coniinentes ilimitados, por el alcance de las ideas que ellas encarnan y por la universal adhesión U la simpatía que inspiran el más grandioso e impresionante de los gestos y el más consciente de los heroísmos.
CONFERENCIA LErDA
EN
EL EL
SOBRE
SALÓN
DE ACTOS
18 DE
SEPTIEMBRE
DE
LA
NEWTON UNIVERSIDAD
DE 1940
Señor Ministro de Gran Bretaña. Señores miembros del "Comité de Amigos de Inglaterra". Señoras, señores: He elegido mi tema consultando - lo confieso - más que otra cosa, mis condiciones personales de relativa competencia y decidida vocación; tema que no promete grandes atractivos para los que no han dedicado a las ciencias físicas y matemáticas más tiempo que el consagrado a esos áridos estudios por la generalidad de las personas cultas. Me propongo hablar de Newton, de su obra y de su época, y forzosamente, para no fatigar demasiado la atención que benévolamente quieran Vds. concederme, tendré que reducir al mínimo el análisis de los descubrimientos que han inmortalizado el nombre del matemático, físico y astrónomo, para dedicar la mayor parte del tiempo disponible a la semblanza del hombre, que fué en s1,1vida privada muy inferior a su altísima personalidad de sabio. Tendré que pronunciar muy duras apreciaciones; pues mi objeto no es hacer un panegírico más de este hombre de genio incomparable, pero lleno de lamentables defectos y debilidades de carácter, sino decir sobre él todo lo que sabemos. La oportunidad de este estudio franco y sin miramientos, podrá ciertamente discutirse, pero, aceptado el tema, la parte poco amable de mi exposición es inseparable de él y no puede eludirse. Hablando de otro personaje célebre por sus hazañas como por sus vicios, decía Voltaire estas palabras que me servirán de disculpa: "La curiosidad, esa debilidad tan común a todos nosotros, deja de serIo cuando tiene por objeto a hombres que atraen las miradas de la posteridad". y yo me permitiré agregar que la Biografía - rama de la Historia debe, como ella, ser el fiel testigo de los tiempos pasados, de acuerdo con la definición cinceroniana, y está por consiguiente obligada, no sólo a decir la verdad, sino también toda la verdad: la vérite, toute la vérité, den que la vérité.
Isaac N ewton nació el 25 de Diciembre de 1642 del calendario antiguo, o sea el 5 de Enero de 1643 del nuevo calendario, veintidós años después de la muerte de Shakespeare. y es éste ya un fenómeno singular en la Historia: la aparición casi simultánea del poeta dramático más
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CONFERENCIA
grande y del más alto genio científico de todos los siglos y de todos los países. Pero hay en este hecho, otra circunstancia que lo hace más admirable, y es que él se produce en un país poco extenso y exiguamente poblado. La Inglaterra de la primera mitad del siglo XVII no contaba, en efecto, con más de tres millones de habitantes sobre un territorio que alcanzaba apenas al de nuestro pequeño Uruguay. La gran Isabel había asegurado a su país un vasto comercio y el dominio de los mares, que Holanda y Francia intentaron vanamente arrebatarle después, y había, sobre todo, sabido fomentar durablemente el desarrollo de la cultura científica y de las bellas artes. Alrededor de los dos genios máximos de Shakespeare y Newton, un numeroso grupo de poetas, filósofos y sabios competían valientemente con los más grandes de sus contemporáneos extranjeros: Bacon fundaba el método experimental, Guillermo Harvey descubría la ley de la generación animal y la doble circulación de la sangre, el ingeniero Beaumont introducía el transporte de carros sobre rieles, Hooke enunciaba los principios básicos de la teoría de la Electricidad, Highrnore y Sydenham (llamado el Hipócrates inglés) .señalaban adelantos importantes en la Odontología y en la Medicina, Boyle contribuía con numerosos trabajos al progreso de la Física y la Química, Juan Grant creaba la Estadística médica, Tomás Willis investigaba la Anatomía del cerebro, Juan Mayow revelaba por primera vez la analogía del fenómeno respiratorio con un proceso de combustión, Edmundo Halley, autor de notables y variados descubrimientos astronéenicos, observaba en la Isla de Santa Elena el tránsito de Mercurio y preveía la importancia de observaciones análogas para el cálculo de la paralaje solar, provocando así las expediciones de 1761 y 1769; Juan Flamsteed preparaba y publicaba su catálogo de las estrellas. Y no seguiremos esta enumeración cronológica para no sobrepasar la fecha de la muerte de Newton. La literatura dramática, la poesía lírica y filosófica, la crítica literaria, florecen con esplendor magnífico en este gran siglo de la cultura inglesa. Mílton que muere en 1674, pobre, ciego, olvidado, deja a su país y a la posteridad el más admirable poema épico escrito en lengua inglesa. Ben Jonson, Dryden, Beaumont y Fletcher, Juan Bunyan, autor de una inmortal alegoría religiosa, los filósofos Hobbes y Locke y tantos otros espíritus sublimes, bastarían para justificar la denominación de Edad Clásica con que ha pasado a la Historia de Inglaterra el siglo en que nació y floreció Isaac Newton. ,
La primera infancia de Newton fué entristecida por una debilidad física extrema. Su organismo reaccionó pronto, sin embargo. Fuera de una ligera miopía y de un ataque de neurastenia, resultado del exceso de trabajo intelectual, Newton fué en su juventud, en su edad madura y en su misma vejez, un ejemplo de vigor poco común. Su precocidad prodigiosa se mostró en la habilidad, que siempre conservó, para fabricar mecanismos complicados. A la edad de 12 años fué enviado a la escuela de la ciudad de Grantham, a seis millas de su aldea natal de Woolsthorpe, en Lincolnshire, donde se distinguió bien luego por su vivacísima inteligencia y especiales aptitudes para la Mecá-
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níca aplicada. Vuelto a su aldea, su total incapacidad para las tareas rurales obligó felizmente a mandarlo de nuevo a la escuela de Grantham a fin de que se preparara a ingresar en el célebre Trinity College de Cambridge. A esa época hay que remontarse para descubrir en el corazón de Newton lo que su biógrafo italiano, mi ilustre amigo Gino Loria, con visible exageración o ironía, califica de amorosa [iamma y que su biógrafo inglés J. W. Sullivan designa con la expresión más moderada y verosímil de lukeunirm. love affair. Su corta pasión, si así puede ser llamada, se convirtió en platónica amistad. Entró al Trinity College en el 1660, el mismo año que vió la restauración de la monarquía con la elevación de Carlos II al trono de Inglaterra. Sus conocimientos matemáticos eran todavía escasos y desordenados. El misma lamentaba más tarde su desconocimiento de Euclides, demasiado fácil ya para su naciente genio. Su profesor Isaac Barrow supo apreciar sus dotes excepcionales, fué el confidente de sus primeros trabajos y ejerció un saludable influjo sobre su desarrollo intelectual. Sus costumbres privadas en los primeros años de residencia en Cambridge no revelan nada de anormal. Se conserva una de sus cuentas de gastos, prueba manifiesta de que el joven Newton de 1664 era sociable y alegre todavía. De un total de .:S 4.15 s. 8 d, .:S 1.3 s. 6 d son gastos de taberna; 15 s figuran como perdidos en el juego. De otros gastos más reprobables, pero muy comunes en la juventud masculina de aquellos tiempos, los más corrompidos de la Historia de Inglaterra, no hay mención, ni podía haberla, tratándose de un hombre cuya castidad no conoció en sus ochenta y cuatro años de vida un solo desfallecimiento. La doble tragedia de la vida de Newton se perfila .desde entonces cada vez más sombría, y explica muchos de los odiosos rasgos de su carácter en la edad madura y en la vejez. Dotado del genio matemático más profundo que se conoce, Newton mira las Matemáticas con indiferencia o con desvío. Las ciencias en que tanto sobresalió no son sus ciencias predilectas: hubiera querido distinguirse en Teología, en Historia, en Alquimia, y a ellas dedicó gran parte de su tiempo con resultado mediocre o nulo. A este respecto, uno de sus biógrafos no teme estampar esta curiosa afirmación: "Hay pruebas de que Newton llegó a sentir una especie de repugnancia por su genio matemático. De aquellos períodos en que lograba controlar su concentración y obtener sus mayores éxitos científicos, salía irritable y deprimido como si hubiera estado entregándose a un oculto vicio". La otra causa que contribuyó a agriar su carácter fué la dolorosa anormalidad psico-f'isiológica, de la que no pudo menos que darse cuenta desde su primera juventud y que lo aislaba de placeres que sus contemporáneos gozaban hasta el exceso y con cinismo. La conciencia de esta su incapacidad sexual, natura frigida, para emplear la expresión técnica, amargó todos sus intantes y fué origen de algunas aberraciones de su carácter. Su carencia de entereza varonil lo hace prudente hasta la cobardía. Se suele citar una carta a un amigo que iba a emprender viaje en el extranjero, en la que puede leerse este extraordinario consejo: "Si te insultan, acepta la ofensa en silencio o contéstala con un chiste. Esa
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actitud, aunque algo deshonrosa, es preferible a la de una tentativa de venganza; porque en el primer caso tu crédito no habrá sufrido desmedro cuando vuelvas a Inglaterra, mientras que, en el segundo, puedes salir con marcas de la pendencia que duren mientras vivas, si es que sobrevives". Su natural indiferencia hacia las mujeres fué trocándose, con la edad, en irreconciliable antipatía que le hacía huir de toda relación femenina. En una carta al filósofo Locke, le reprocha indignado la supuesta intención de haber querido enredarlo con mujeres: "You honre
tried to embroil me with women!" Que esta absoluta insensibilidad al encanto femínino fuera el resultado, no de una tendencia innata, sino de la excesiva y frecuente tensión espiritual dedicada al estudio y solución de los más arduos problemas científicos, es hipótesis de todo punto discutible. Los ejemplos semejantes al del doctor védico cuyo nombre según Burnouf significaba ou "to a1tEpf1-'" El, "t1)Y Y.1)'P",A1)Y an~1), son extremadamente raros; y frente a ellos podrían citarse innumerables sabios que han hecho' vida conyugal fecunda e inclusive han conquistado fama de afortunados galanteadores. Si su desapego más o menos sincero por la gloria permitiera la comparación, nos inclinaríamos a ver en su ambición de renombre, común a otros empedernidos antifeministas -Carlos XII, Federico el Grandela búsqueda de una compensación a la felicidad imposible, le deuil éclatant du bonheur. Por 10 demás, tanto la edad juvenil como la madurez de Newton, no se singularizaron, salvo en algunos breves períodos, por un trabajo mental de excepción. La rapidez milagrosa de sus geniales intuiciones convertía en un juego lo que para talentos ordinarios significada una fatiga sobrehumana. Su misoginia cada vez más exacerbada parece haber sido en definitiva la natural repercusión de su innata incapacidad para el amor sexual. Fué esta aversión por las mujeres, durante muchos años, la única pasión que llegó a turbar su hosca insensibilidad. "De todas las pasiones, - dice Sullivan, - que dirigen la vida de la mayoría de los hombres: amor sexual, paternidad, amistad, patriotismo, aspiraciones religiosas, ambición de gloria, deseo de beneficiar a sus semejantes, Newton parece haber estado exento. Del punto de vista corriente, su vida, no obstante sus prodigiosos éxitos científicos, se muestra sin relieve (pointless)". No le basta despreciar la pública estimación; la abomina y la teme: "No veo nada deseable en la estimación pública, si fuera capaz de adquirirla y conservarla. Aumentaría el número de mis conocidos, cosa que yo me empeño en evitar". Hay, sin embargo, justo es reconocerlo, en la vida de este ser impasible, diez y siete meses de divino entusiasmo: los que consagró a su obra capital, los Philosophise Naturalis Principia Mathematica. Su amanuense, Humphrey Newton (que, a pesar de su nombre, no era pariente de Isaac) nos ha dejado algunos ingenuos detalles de ese período. Arrastrado casi inconscientemente por su genio, duerme y carne apenas, pasa largos ratos inmóvil y abstraído, totalmente olvidado del mundo exterior. Empezada a fines de Diciembre de 1684 y terminada en Mayo de 1686, la obra, de valor único en la Historia de las Ciencias, contiene la exposición de teorías que su autor había madurado ya en gran parte
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durante su adolescencia y primera juventud. Pero el descubrimiento esencial y nuevo está en la ley de gravitación, demostrada allí por primera vez con argumentos matemáticos irrefutables y basándose en las leyes planetarias enunciadas por Kepler, y en principios generales de Mecánica. Newton, lejos de pretender haber descubierto la ley de la gravitación universal, sólo reivindica el mérito. innegable de haberla demostrado. Da, a este propósito, los nombres de Borelli, Bauillaud y otros muchos, llegando hasta admitir que Cristóbal Wren, arquitecto de la iglesia de San Pablo, había mostrado ya que la ley de la gravitación explicaba la elipticidad de las órbitas planetarias. Reconoció casi siempre su deuda a los que habían facilitado el camino de sus descubrimientos y si no es de él, merecería serlo, aquella mentada frase que se le atribuye, en la cual se compara humildemente a un enano que, trepado sobre los hombros de un gigante, ve más lejos, no por la mayor agudeza de la propia vista, sino por la más alta posición que gracias a él ocupa. Los tres libros de los Principia acabaron de publícarsa a mediados de 1687, y esta su primera ediciónfué rápidamente agotada. Pocas personas, no obstante, tuvieron el valor de leer todo' el libro, que ha hecho inmortal más que ninguna de sus otras producciones, el nombre de Isaac N ewton; y de los que tuvieron la heroica paciencia de leerlo, ninguno quizá pudo jactarse de haberlo comprendido plenamente. Los temas tratados son difíciles por sí mismos, y más todavía a causa de la voluntaria obscuridad de la exposición. Todas las demostraciones son de tipo geométrico, elegido para ocultar o disfrazar el empleo del Cálculo de las fluxiones, instrumento matemático fecundísimo, en posesión de Newton desde muchos años atrás, pero que mantuvo secreto hasta su polémica de prioridad con Leibniz, quien había desarrollado, independientemente, el mismo cálculo con el nombre de Cálculo Infínítesímal. Es en esta primera edición de los Principia que encontramos el discutido Escollo donde por primera vez aparece el nombre del ilustre filósofo y matemático Leibniz, a propósito del Cálculo de las Fluxiones, origen de una de las más despiadadas polémicas que registra la Historia de las Ciencias: "En el curso de la correspondencia que mantuve hace unos quince años con el eminente geómetra G. G. Leibniz, habíéndole anunciado que yo estaba en posesión de un método para determinar máximos y mínimos, trazar tangentes y resolver otros problemas, método aplicable a cantidades racionales e rrracionalee, ocultando mi descubrimiento' en una transposición de las letras que entran en la frase Data. sequaiione quoicumque fluentes quantitates involvente, fluxiones inoenire, et viceversa, me contestó aquel hombre ilustre que él también había encontrado un procedimiento de la misma especie y me comunicó su método, que sólo difiere del mío en las palabras y en las notaciones". Esta franca declaración que hacía debida justicia a Leibniz fué arteramente sustituida en la tercera edición de los Principia por otra que, bajo una aparente semejanza, contiene un cambio esencial astutamente disimulado. Con tal subterfugio pronunció Newton contra sí mismo "una implícita y severa condena que la Historia imparcial se ha apresurado a ratificar". Los partidarios de Newton llegaron a acusar de plagio al -,
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