1492-1992: La interminable Conquista
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Gioconda Belli • Miguel Bonasso Tomás Borge



Luis Cardoza y Aragón

Pedro Casaldáliga • Agustín Cueva

• Rubén Dri

Enrique Dussel • Roberto García Pablo González Casanova • Ruy Mauro Marini Rafael Murillo-Selva • Adolfo Pérez Esquivel Rafael Sánchez Ferlosio J. Enrique Adoum • Noam Chomsky •Mario Vargas Llosa

Rigoberta Menchú • Alejo Carpentier

1492-1992 La.interminable Conquista il \\

Ensayos



Diálogos



Poemas y cantares

horas de latinoamérica

México, 1990

1492-1992 La interminable Conquista EMANCIPACION E IDENTIDAD DE AMERICALATINA 1492-1992 Ensayos

Gioconda Belli• Miguel Bonasso Tomás Borge• Luis Cardoza y Aragón Pedro Casaldáliga • Agustín Cueva • Rubén Dri Enrique Dussel • Roberto García Pablo González Casanova • Ruy Mauro Marini Rafael Murillo-Selva • Adolfo Pérez Esquivel Rafael Sánchez Ferlosio Diálogos

J. Enrique Adoum. Noam Chomsky. Rigoberta Menchú• Mario VargasLlosa Poemas y cantares

Rigoberta Menchú• Alejo Carpentier Silvio Rodríguez Obra gráfica

Apebas• Eko• Galo Galecio• Manrique Mercader• Naranjo• Sendra Coordinación/Edición: Heinz Dieterich JOAQUIN MORTIZ



PLANETA

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1492-1992: La interminable conquista Emancipación e Identidad de América Latina

Coordinación/Edición: Heinz Dieterich Steffan Asistente editorial: Arturo Peña ©1990 Copyright para texto y gráfica en su totalidad: Emancipación e Identidad de América Latina:1492-1992 A.C. y Center for International Studies, A.C. D.R. ©1990 para la presente edición, Editorial Joaquín Mortíz, S.A. de C.V. Grupo Editorial Planeta Insurgentes Sur 1162, Col. del Valle Deleg. Benito Juárez, C.P. 10100, México, D.F. Diseño: Mario Netzul Pérez Ilustración de portada: Eko; ©copyright: Eko/Emancipación e Identidad de América Latina: 1492-1992 A.C. Primera Edición, noviembre 1990, 3000 ejemplares. ISBN 968-27-0402-2

Introducción En búsqueda de la segunda emancipación

Al publicar el segundo tomo de la serie Nuestra América frente al VCentenario constatamos con satisfacción que el Foro y Concurso Internacional Independiente, "Emancipación e Identidad de América Latina: 1492-1992'', está cumpliendo cada vez más con su meta de contribuir a la reflexión crítica sobre el "sistema de los 500 años'', impuesto a la mayoría del género humano desde el 12 de octubre de 1492. Con nuestras actividades hemos iniciado un proceso de aprendizaje colectivo, en el cual los mitos regresivos y las ideologías interesadas de dominación están quedando atrás, dejando vislumbrar los contornos reales de los aconteci­ mientos del medio milenio iniciado por la efeméride de 1492 y de las tareas contemporáneas que se desprenden de ellos. Decifrar el "códice" de estos quinientos años ha sido y es un proceso afanoso y dialéctico que se nutre de las experiencias prácticas de los movimientos sociales y de los aportes de científicos y artistas comprometidos con la verdad histórica. Tanto la evolución política latinoamericana y mundial de los ultimas años como la lectura crítica del "Reich de los quinientos años" han puesto en "el orden del día" la tarea de construir nuevos espacios políticos que permitan a Nues­ tra América extraerse del remolino de decadencia e insignificancia en que se encuentra. Desvalorizados los dos grandes paradigmas orientadores de organización social -el capitalismo por su balance catastrófico de desarrollo, violen­ cia e injusticia en Nuestra América; el socialismo, por su fracaso de arraigar y consolidarse en Europa-, y frente a la omnipresente influencia enajenante de las empresas multi-

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nacionales, peligra cada vez más la identidad latinoamerica­ na y, con ella, la segunda emancipación. Pero, ldónde podrá encontrarse el sendero de una evo­ lución alternativa? Una evolución autodeterminada, popular, democrática y anti-imperialista. lCuál sería el ca­ mino de los buscadores de la nueva utopía concreta que nos llevara más allá del año dos mil? No se encontrará esa utopía, sin duda, en los escritorios de los intelectuales ni en los restiradores de planificación de los tecnócratas o en el oscu­ rantismo reaccionario de las sectas religiosas. Tampoco la encontraremos en el quehacer empírico de las masas o en las utopías retrogradas del tradicionalismo. La respuesta a las preguntas hechas consiste en que el nuevo proyecto histórico para las mayorías de Nuestra Amé­ rica se halla todavía en status nascendi. Sin embargo, se vislumbran ya algunas areas de reflexión y trabajo del discur­ so político-económico y cultural para la década de los años noventa, discurso que, dicho sea de paso, decidirá en gran medida el rumbo de los acontecimientos en el hemisferio occidental hasta el fin del milenio. Entre esas temáticas y tareas por resolver destacan las siguientes: En lo ecónomico se trata del desarrollo de un modelo de acumulación que sustituya al actual. La coyuntura capitalista de la última década ha incrementado fuertemente la riqueza social del Primer Mundo. Sin embargo, no todos los ciuda­ danos de estas "islas de abundancia" han participado de igual manera en su distribución. Cada vez es más clara la tenden­ cia de la sociedad metropolitana a evolucionar hacia un sistema social que margina alrededor del treinta por ciento de sus propios ciudadanos de esta creciente riqueza. En los Estados Unidos se calcula, que cerca de treinta millones de sus ciudadanos viven debajo de la "línea de pobreza"oficial (poverty line). Para la República Federal de Alemania, la cifra alcanza a unos diez millones de ciudadanos. Abstrayendo de esta tendencia metropolitana, es obvio que el precio del enriquecimiento neo-liberal de los últimos diez años lo pagaron las mayorías del Tercer Mundo, a tal �

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grado, que sus niveles de vida han involucionado a los están­ dares de los años sesenta. Ni en los planteamientos económicos de las élites metropolitanas, ni en los modelos económicos de las élites del Tercer Mundo se encuentran elementos estratégicos de restructuración de la economía mundial que permitan suponer un futuro más esperanzador para los pueblos de Nuestra América. En lo político han de replantearse las interrogantes de la revolución nacional, la viabilidad de una "democracia sin pan", la posibilidad del desarrollo de una sociedad herma­ nada "en un sólo país", la relación entre cambio reformista y revolucionario, etcétera. En lo cultural la tarea de construir lo nuevo no es menor. El dominio hegemónico sobre las cabezas por medio de las empresas multinacionales de la información y opinión -que ejercen influencias regresivas hacia el consumismo, la diso­ lución de la conciencia histórica y la difusión de actitudes subjetivistas, poco responsables y éticas frente a los demás­ presenta a las fuerzas democráticas, nacionales y progresistas el desafío de mantener y, de ser posible, extender las esferas culturales alternativas que constituyen medios de auto-reali­ zación y auto-determinación para individuos, clases sociales y pueblos enteros. Esto en lo cotidiano. En un nivel más profundo, la filosofía, el arte, la ciencia y la religión progre­ sistas, tendrán que re-descubrir los últimos quinientos años de la historia humana a la luz del concepto soberanía. Para ser más específico: a la luz de la soberanía secuestrada al 85 por ciento de la especie humana -las masas del Tercer Mun­ do- a partir de la expansión europea del siglo XV. La misma categoría y, por ende, praxis de la solidaridad internacional (primermundista) ha de encontrar una nueva determinación, diferente a la de tipo paternalista o asisten­ cialista que fue característica del último decenio. Mientras que en los movimientos de solidaridad de los años sesenta, fundamentalmente con Vietnám, prevalecía una clara concepción política anti-imperialista, el interna­ cionalismo europeo y estadunidense de los años ochenta se

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nutrió básicamente de preocupaciones filantrópicas y racio­ cinios liberales. De ahí se derivó, en la práctica, una relación jerárquica entre los comités de solidaridad primermundistas y los representantes de los movimientos de liberación nacio­ nal latinoamericanos, la que dificultó el diálogo político y equitativo, que hubiera beneficiado a ambas partes. lPor qué será tan importante la construcción de una nueva relación política y equitativa entre las fuerzas de cambio latinoamericanas y las fuerzas de solidaridad en el Primer Mundo? Simplemente por la experiencia de Nicaragua. Una de las principales lecciones de este rico caudal de experien­ cias revolucionarias que constituye el proceso sandinista consiste en que la correlación de fuerzas en las metrópolis es una variable decisiva no sólo para el triunfo de las fuerzas revolucionarias, sino aún más para la consolidación del pro­ ceso de cambio hacia una sociedad más humana. La batalla por la revolución en Nicaragua se perdió en las metrópolis, no en el istmo centroamericano. No cabe duda que los sandinistas cometieron errores, pero fueron secun­ darios comparados con la gigantesca tarea de defenderse de la agresión de los Estados Unidos y sus aliados europeos. Frente al abismático diferencial de poder existente entre la pequeña Nicaragua y los dos bloques imperiales agresores, cualquier vanguardia en el poder en Nicaragua estaba con­ denada a la derrota salvo que se hubiera logrado obligar a los gobiernos imperiales de ambos continentes a actuar dentro de las normas del derecho internacional. Dado que los movimientos de solidaridad en el Primer Mundo no fueron capaces de convertirse en agentes de presión política con el poder suficiente para alcanzar tal meta, el imperio estadunidense estaba en condiciones de escoger un campo de acción, donde no pudo ser derrotado: la agresión militar. Para cualquier movimiento de autodeterminación nacio­ nal del Tercer Mundo que llegue al poder, se convierte, en una necesidad vital para la realización de su proyecto histó­ rico, la existencia de movimientos de solidaridad en América del Norte y en Europa que tengan el poder suficiente para

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obligar a sus gobiernos nacionales a observar una conducta de política exterior acorde con las normas del derecho inter­ nacional. De este raciocinio se deriva otro de trascendental impor­ tancia. Si las relaciones inter-estatales no se rigen por la ley, sino por la fuerza, entonces constituye una responsabilidad histórica de los sujetos de cambio -que hayan logrado con­ vertirse en Estado- acumular el volumen y las formas de poder necesarios para defender el proyecto nacional en beneficio de las mayorías de la embestida de los imperios. Algunas de estas temáticas profundas y trascendentes han sido abordadas en los extraordinarios ensayos reunidos en este libro. Otras se volverán asunto de acalorado debate, diálogo y praxis transformadora en el futuro, como parte del laborioso, paciente y nunca consumado proceso de creación de la utopía concreta que algun día llevará a los pueblos de América la Patria Grande a su segunda emancipación. En este proceso de creación estamos con los "optimistas histó­ ricos" y con las mayorías - si no, lcuál sería nuestro lugar en la historia?

Heinz Dieterich Steffan

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. Luis Cardoza y Aragón

Los indios de Guatemala

La cultura dominante deja en la sombra a lo demás, que es igualmente representativo y ejerce acción sobre los domina­ dores. En mi tierra también todo es mío. De súbito, al unísono, se resume mi tierra en un sabor, en una textura, en un olor, en el acorde de un vitral para los cinco sentidos; en la retar­ dada sílaba de un coro, donde leemos el polen de los mitos. Quien escribe se halla saturado de lo imaginario. El indio es quien mejor crea y recrea en Guatemala. En Guatemala, a veces, el indio es artista y muchas veces más lo hemos vuelto artesano, lo hemos desposeído nosotros, sus parásitos. Cuando fue libre fue artista, más que artesano. Lo que produce posee la fuerza de lo mágico. iHasta su sencillo fervor de existir! iHasta su propia, mágica superviviencia! El indio y sus metá­ foras fatales: con su imbatible estilo es inalcanzable. No podemos apelar de la condena que el indio nos impuso. Le he ofrecido además de mi voz equitativa, mi fervor. No soporto que se continúe con la apoteosis de las plumas de nylon, que se tome como tradición el atraso. Abomino del folklore como opio del pueblo. Nuestro sistema de gobierno es incongruencia suma con la realidad. La incongruencia suma intenta "resolverla" con genocidios. Los genocidas son desarraigados que sufren complejos de inferioridad, de colonialismo cultural y cegue­ ra de aldeanismo. La solución habrá de ser de la mayoría misma, sin odios ni resentimientos a pesar de holocaustos y tan larga espera. Hemos de exceder la herencia colonial, y darnos cuenta que el indio ama la vida, el conocimiento, ama el color, la danza, la música, los ornamentos, la pompa, todo

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dentro del ritmo que crea aun con el estruendo de la pólvora y el júbilo de las campanas. Con su historia, sus textiles y cerámicas, con su poesia nos induce a su ser profundo. La normalización del conflicto será dentro de los horizon­ tes de culturas realmente vivas, reflexionadas, amadas por nosotros: América es un monumento a la epopeya del mes­ tizaje. lSe puede crear una nación moderna basándose en la civilización precolombina? La pregunta les insensata? No es insensata, es tonta. Las civilizaciones precolombinas carecen de porvenir, pertenecen a la Historia. Mi empeño no es actualizarlas, de ser posible; mi empeño lo pongo en la vida de los indios vivos, con mi sorpresa y mi admiración por sus obras de ayer; mi empeño es su presente y su futuro. Su ayer también está lejos para ellos, inaccesible sin nuestra cultura. Me doy cuenta, en Guatemala es indígena la inmensa mayoría y es campesi­ na -fijémonos en ello-y lucha por liberarse de un despotismo secular, sin mayor interés, imagino, que una evolución hacia la modernidad y una integración nacional. lNo es etnocen­ trista cada etnia? La connotación mestiza es conciencia de ese pasado his­ tórico al propio tiempo que devuelve ese pasado histórico a sus creadores. A tal punto de negación y de enajenaciones hemos conducido a los indios, que ellos no se reconocen sino a medias en ese pasado. Los hemos despojado aún de su pasado, explotándolo como un pasado nuestro, y al terminar mi sentencia descubro que estoy hablando como un mestizo de mierda. El asunto lo veo diferente a indianizar o desin­ dianizar: lo formulo en términos despreocupados de las castas o las etnias, de lo racial. Laborar ajenos a todo popu­ lismo y toda quimera. Exagerado es aseverar que no tenemos nación; escribí en alguna parte que tenemos un feudo para concretar una idea de nuestra estructura. Seguimos colonizando al indio, he tocado apenas caminos que no están atrás en los abuelos. Con los fulgores culturales que los propios indios conservan, lvamos ya a parte alguna? La civilización occidental es

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nuestra. iAh, qué descubrimiento! No tengo nostalgia de Tecún Umán ni de Pedro de Alvarado. Tal vez no sé bien qué somos, pero tal vez sí sé que vamos siendo, y cómo vamos siendo y por qué vamos así siendo. A medio milenio de la conquista no cabe afirmar que es exótica la civilización occidental. Me imagino que no somos el mo­ delo de las culturas precolombinas, que este modelo fue rebasado por la historia. Mi sugerencia resumida es extraña a todo silvestre romanticismo racial. Advierto que mi imagi­ nario no es el imaginario indígena, sino el imaginario mestizo. Como el de Arguedas, Asturias, !caza. La esquizofrenia no es mi fuerte. El imaginario indígena es el dominante en sectores en los cuales no hay grandes filtraciones afines al imaginario indígena occidentalizándose. El avance del ima­ ginario de Occidente en la mentalidad indígena es un hecho real, paulatino, indetenible; supongo que no ocurre el avance inverso. Cuando el imaginario indio no sea capaz de creación y rectoría real la cultura india pasará a constituir un hecho histórico por no ser ya fundadora, por no ser ya creadora. No es el indígena con mentalidad de ayer el que está combatiendo en Guatemala, el que está resistiendo cons­ cientemente; es el indígena de hoy que ve el mañana. Lo de antaño carece de cabida, el ámbito es otro, lo inamovible estorba y se autodestruye; la evolución de su cultura les dona conciencia que les hace ver, entender los mecanismos de la dominación y de la liberación. lA qué conduce aferrarse a modos de vida, a pensamientos de hace medio milenio? lPor qué ese mundo tan aparte y cerrado? lPor qué ensimismarse en el ombligo inmemorial? lHay muchas utopías en los indios? Han sido impelidos a ello por la fuerza más feroz y salen de sus catacumbas cuando están solos o cuando están auxiliados por sus sincretismos. La primera persecución, la que supongo más los martirizó, fue la persecución religiosa, tal como sucedió con los prime­ ros cristianos. No podemos dejarlos en paz; dependen de nosotros, de nuestra riqueza, tanto como nosotros depende­ mos de ellos. La relación del cuchillo y el pescado.

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En verdad, en Guatemala coexisten dos culturas, la indí­ gena y la occidental; la indígena, me atrevería a decir, de tan aplastada no existe sino agónicamente y se sobrevive muy disminuída. No es una coexistencia tranquila; hay una exis­ tencia pesada y sorda o violentísima, que se siente al aspirar hondo. La cultura indígena existe cuando toma conciencia, cuando es conciencia actuante; antes de esta toma de con­ ciencia sufrieron y recrearon su rémora y su espolio. lHan descuidado la bala lenta del alcohol, certeramente mortal? En el indígena existe un impulso cósmico en todos los niveles que lo mueve a instruirse, a luchar, a ser, La tarea del explotador ha sido detener tal impulso. No vivimos propia­ mente el dilema de dos culturas: la hegemónica ha casi despedazado la gran cultura indígena, y son las "ruinas de la cultura indígena" que puestas al día por los indígenas revo­ lucionarios y por la propia cultura dominante, la que obliga a la creación de una cultura que, por todas las razones históricas y geográficas, se irá paulatinamente mestizando. lEs esto etnocentrismo? lEs el tiempo racista? No avanza­ mos hacia una coexistencia de culturas sino hacia la fusión y la unidad de ellas en la pluralidad. En la sociedad contem­ poránea, es más con los medios de los opresores que con sus propios medios que los indígenas pueden vencer la sujeción. En Guatemala ningún proyecto de nación es nacional si los indígenas no desempeñan en ese proyecto un papel prota­ gónico. El indígena no ha de apropiarse de nuestra cultura; ha de expropiarla. No he desconocido o negado las civiliza­ ciones de las creaciones de los indios... de ayer. Los indios se van occidentalizando con nuevos conoci­ mientos de todo orden. lQué porvenir tendría un periódico diario en quiché, en cakchiquel, ediciones en Kekchí cuando ellos supieran leer en su gran mayoría? lNo se conservaría rector el español, nacional e internacionalmente? Cuando se reúnen indios que hablan distintas lenguas recurren al español para entenderse. lPrevalecerían las culturas aborígenes hasta el punto que tales culturas se conservarían conscientemente en lo que son?

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lQué son? lQué otra salida hay contemplando el pasado y contemplando el presente y avizorando el futuro? No van a dejar de ser sino van a ser con renovada plenitud otra, allende sus actuales tierras erosionadas. De la civilización prehispánica nos quedan sobrevivencias de un "naufragio" tenaz de medio milenio, hecho real con­ creto. El romanticismo de "wishful thinking" imagina que aún es posible poner a flote lo hundido, como si hubiese pasado en vano el tiempo. lQué sería lo rescatable? Lo hundido seguiría hundido, vivo en nuestra historia. No se propone solución fija y arcaíca; se propone cambiar radical­ mente la relación de poder que nos rige. El cambio nos daría una identidad nacional verdadera; no nos daría una nebulosidad, sino un mosaico preciso. Es el pensamiento contemporáneo no racista el que rescata al indígena y lo indígena, no con nostalgia del pasado, sino con nostalgia del futuro, de retorno al futuro. Con pensa­ miento utópico, es decir, anacrónico, el indígena no conquista su cultura y su libertad. En Guatemala no se trata sólo de tomar en cuenta al indio; se trata de que mañana el indio nos tome en cuenta. Estoy seguro, al indio lo han obligado a que agradezca el sitio que ocupa y lo estime como el mejor de su destino. Es una degradación de quinientos años en la cual lo más prodi­ gioso es el hecho mismo de existir aún cuando muchos de ellos no refuten las condiciones y vivan con osadía de por­ venir, por cuanto tener porvenir es desorbitada esperanza. lNo sería adelanto que dejarán estructuras de casta y parti­ ciparan con noción de clase? Como clase verían hacia un mañana difícil muy distante, iluminado por la impaciencia. Pero con los utópicos no vamos a ninguna parte. Aunque innecesario escribo que no soy antiespañol. España es también nuestra; dejemos ese tópico y repitamos que fue abominable madrastra. Me duele que España se haya compor­ tado como era casi imposible que no lo hiciese, no nos consideraba humanos y con la ferocidad de sus días, que es la misma del hombre de hoy, nos trajo una iglesia que no tuvo

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carácter humanitario sino carácter totalitario, conquistador, rapaz, mortal: nos bautizaba y con tal pasaporte nos mandaba con hogueras, horca y tizonas al Paraiso. Abolir la homogenización en el conflicto étnico nacional (dentro de la lucha de clase) dándole al indio su sitio ganado con la presencia viva de que tenemos nacionalidades y co­ munidades indígenas. Cuando hablo de vestigios, cuando hablo de naufragios se debe a que a mi entender es profunda, muy profunda, la significación de la Destrucción de las Indias. Las raíces históricas existen, los derechos históricos existen: tratamos de construir una nación. Como mestizo pertenezco a una sociedad dominate pero, precisamente, por ello mi afán es buscar, con todos los medios, una equidad nacional. Por lo que he visto y leído para descifrar mi propia historia, todos los indigenismos oficiales mantienen lo mis­ mo, hacen cambios aparentes, nunca van y ni pueden ir a las raíces de la infamia como organismos de nuestros estados: es más, no quieren ir al fondo de las cosas. Tenemos que contribuir a que, cada día, los indígenas se ocupen más ellos mismos de sus cosas. No es grande mi creencia en filántropos, humanitaristas y piadosos y demás paños tibios, con sus lamentaciones y presuntos remordimientos expiatorios. Idealizar al indio y su cultura no es acompañarlo. No más añoranzas y enfrentemos el presente sin populismos utópicos. Los indios están escri­ biendo su versión de la hist0ria, ya no como víctimas satánicas, como paganos dignos de la hoguera, como atrac­ ción turística ni como entes pintorecos para la sociedad que los sacrifica. Quieren conservar sus culturas comunitarias, su lengua, su tierra, de la cual suele surgir la lucha por su derecho a la ciencia y la técnica; lucha para entregarse, todavía más a proteger sus valores. Lucha por su autodeter­ minación. La tradición, escribió André Malraux, no se hereda, se conquista. Los indios, cuanto más se aferran al pasado más contribu­ yen a su decaimiento; se diría que para algunos de ellos evolucionar de su inmediatez étnica y tribal equivale a ani-

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quilarse. Con esta idea de auxiliar sus valores con la reclu­ sión en todos los terrenos, sólo van sobreviviendo; se diría que muchos quizás prefieran tales condiciones y anhelos, con el fin de resguardar los usos y las costumbres; su rezago es fundamentalmente socioeconómico y el tiempo actúa por encima y por abajo de dichas condiciones y anhelos: los indios han de ser coetáneos, actuales, y sin que lo adviertan o quieran advertirlo, cuando de ello y con ellos discurrimos lo hacemos en lengua española. Su batalla por la tierra no la emprenden con flechas y cerbatanas. No propugno un quizás irrealizable Estado indio, una fe­ deración de comunidades indias, incluyendo la etnia mestiza. Me parece que cada día nos vamos occidentalizando, que los regresos históricos además de absurdos son imposibles. Es un avance lo que ocurre en la URSS y pueblos del este de Europa. La alternativa sería un Estado cuyas clases, en el caso de tenerlas, gozasen de plenos derechos y oportunidades. Ahora que escribo no sé cuál es más intenso: si el descrédito del capitalismo o el descrédito de cierto socialismo. La realidad domeña a las doctrinas sociales más serias y científicas y las desnuda y comprueba su eficacia o las destruye. Gozo un amor inmenso por las dos ramas de mi mestizaje; por otra parte estoy pensando y escribiendo en español. En las literaturas localistas me molesta que el indio sea parte del paisaje como los guacamayos, las orquideas, las mariposas, los pájaros. Se les rebaja, como lo he ido diciendo en mis vagancias, divagan­ cias y extravagancias. No me inclino con los ojos entrecerrados hacia la desin­ dianización: romper el aislamiento impuesto, lo estan haciendo los indios con fusiles y el alfabeto, en selvas y montañas. Ec;;ta toma de conciencia la juzgo como el acon­ tecimiento cultural, social y político más importante de Guatemala desde 1 524. Los estáticos, los invariables en su pensar son los ladinos; no lo olvidemos. El desarrollo en la vida toda develará el rostro verdero de la nación. Desapare­ cerán las fronteras raciales y todos seremos sencillamente guatemaltecos. La toma de conciencia es una perestroika

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que ha incidido profundamenre en indios, mestizos y criollos (si los hay en Guatemala). Nos estamos aculturando con los indígenas y ellos con nosotros. Los indios quieren ser indios, y para seguirlo siendo tienen que sobrevivir; la supervivencia se encuentra ligada a su pros­ peridad cultural que debe ser imponente, como ha sido su resistencia a lo largo de siglos. Los indios quieren ser lo que son, y para alcanzarlo han de situarse a la altura de nuestros días. De hecho, están siendo lo que son al avanzar en su justísimo rescate. Despues del holocausto de los judíos durante la segunda guerra mundial, los genocidios guatemaltecos ocu­ pan en proporción el segundo lugar, a escala universal. Los indios no quieren dejar de ser indios y los dominado­ res no quieren que dejen de ser indios. lEn qué consiste para los indios ser indios? lEn qué consiste para nosotros que ellos sean indios? Las preguntas no son de sencilla respues­ ta. Sospecho que ser indio estriba en la opresión y el despojo, en la inalteración, en la fijeza de su habitat, de usos y costumbres y tradiciones, elementos que a pesar de todo se han ido hibridando. lLa condición india se enmaraña en la permanencia de las condiciones en las cuales viven? La falta de evolución no los ha liquidado pero sí los ha esclavizado. La constancia en su rutina es inestimable para su explotación despiadada. Si este criterio del indio y de lo indio guarda cierta verosimilitud, lse debe a que no sabe defenderse ni sabe protegerse? Su condición es un requerimiento de los dominadores. Algunos indios evalúan tal condición como protectora y defensora de ancestrales privativas esencias. lDe qué se protegen asi, de qué se defienden así? Las respuestas de los indios son más abundantes que mis supo­ siciones y preguntas. Sus más claras respuestas son sus rebeliones en el curso de siglos. El indio es candor, valor, color, sabor, amor, dolor de Guatemala. Sin el indio Guatemala sería bella en su natura­ leza unánime pero no sería tan honda y mítica. Lo indio, más que una sápida especial, es mítico cantar que escucho em­ belesado. A Guatemala la crean día con día las manos de los

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indios en las llanuras y en los bosques, en sus ranchos, y la crean sus desnudos pies en los caminos. La contrainsurgencia de los gobiernos guatemaltecos es desde luego una guerra colonial apoyada en el interior por la oligarquía y en el exterior por Estados Unidos. Todo lo que tienda a la división de los indígenas es antinacional. Debemos enterarnos de que sólo en ciertos grupos el indí­ gena se sitúa aparte y opuesto a la cultura occidental. El yerro en la apreciación surge de las generalizaciones. El indio lucha por la cultura. Existen plurales corrientes para comprender que el indio se encuentra dentro de la proble­ mática universal de las nuevas formas de colonialismo. Reconozcamos plenos derechos a los pueblos naturales, como los nombra el comandante Gaspar Ilom. De lo más obligado, inmediato y justo sería restituirles siquiera las tierras de las que fueron despojados por el liberalismo. Confío en que no se desborden en su triunfo. Pienso en este punto que lo de Nicaragua es muy distinto de lo que sucederá en Guatemala. Las dimensiones de la cuestión indígena son otras, pero tales experiencias (auto­ nomía regional) nos enseñan caminos. Guatemala vive una diversidad: su cultura nacional. Guatemala es una nación perfectamente definida aun por sus indefiniciones. El racismo y la vileza que ello compendia, es el problema de Guatemala, es cimiento de todas las injusticias que crean inestabilidad enfrentada con torturas, crimen, genocidio. Sin descartar la existencia de etnias, existe unidad frente al opre­ sor. El apanheid guatemalteco ha originado un racismo recíproco. Los indios experimentan un racismo defensivo ante el racismo agresor ladino que los infama. Así, en la lucha armada, tienden a desaparecer las dife­ rencias étnicas y las diferencias de orígenes sociales; es el primer paso de un gran desafío al racismo de parte de los �adinos o de parte de los indígenas. Tal unidad se forja porque se genera una identidad precursora, una conciencia definida. El rasgo más significativo actual de la identidad nacional guatemalteca es el racismo.

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El humanismo (occidental) me ha hecho ver la inh umani­ dad de nuestra vida, sobre todo para eso me ha servido. Lo que escriba, quiero que sirva para derrotar el egoísmo esqui­ zofrénico de mi clase. El racismo occidental, todo racismo, tiende a deshumanizar: se trata, como dice Sartre, "de des­ truir su cultura sin darles la nuestra". Eticamente todo ello es indefendible. Las condenas son innumerables, no bastan las condenas, hay que estar con el indio. La mayoría de las condenas son de labios afuera, como lo hace la "novela etnográfica". Nunca he hablado de un regreso, de un impo­ sible regreso a un ayer ido para siempre. Aquí observo que nuestros ejércitos son mercenarios por partida doble: del colonialismo interno y del colonialismo externo. El indio como sujeto de la historia es comprensión que confiere sentido universal a la� insurgencias locales. La vida del indio se entrelaza con la lucha de clases y con el imperialismo.

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Roberto García

¿Qué es el indio?

Gentes y criaturas 'J4l cumplirse el cuarto siglo desde que un hombre de Liguria, con los auspicios de Dios, anibó elprimero a las ignotasplayas de allende el Océano Atlántico, las gentes se regocijan y celebran la memoria de tan grato acontecimiento y enaltecen a su autor. {. .. ] Por obra suya, del seno del inexplorado Océano emergió otro mundo; innumerables criaturas salieron del olvido y las tinieblas para ser restituídas a la sociedad común del género humano, cambiando sus hábitos salvajes por mansedumbre y humanidad.[... ] Se aparecían a su ánimo [de Colón] ingentes multitudes sumidas en lamentables tinieblas, ritos insanos y supersticio­ nes idolátricas. Gran miseria es el vivir con hábitos y costumbres salvajes; pero mayor miseria aún el no tener noti­ cias de las cosas trascendentales y permanecer en la ignorancia del único y verdadero Dios. Movido su ánimo por estas cosas, su ferviente deseo fue extender por Occidente el pueblo cristiano y los beneficios de la caridad cristiana. " De un lado "gentes" y del otro "criaturas" ignorantes, sumer­ gidas en "lamentables tinieblas, ritos insanos y supersticiones idolátricas". Esta visión maniquea del mundo y de su elemento humano no data del siglo XV, sino del año 1892. Es parte de la "Epístola de su Santidad nuestro Señor León, por la Divina Providencia Papa XIII, a los arzobispos y obispos de España, Italia y ambas Américas", escrita con motivo de las celebraciones del "IV Centenario del Descubrimiento de América" ( l ) .

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"Indios" y "negros" Cuando Cristóbal Colón arribó a las costas del hemisferio occidental, creyó que había tocado tierra en la India. Y sin carecer de cierta lógica infirió que sus habitantes eran "in­ dios". Sin embargo, transcurridos siete años de su muerte, divisó Vasco Núñez de Balboa en el "istmo de Darién" el "mar occidental" -tan buscado por Colón en su cuarto viaje- y quedó establecido el hecho de que la inferencia del almirante se había basado en una falacia geográfica. A pesar de haberse rectificado este error geográfico desde hace casi medio milenio, se sigue utilizando la falsa inferencia de Colón, utilizándose el nombre de "indios" hasta hoy en día. El por qué de esta persistencia es fácil de entender. Se trata de un mecanismo psico-lingüístico de dominación social muy útil, que convierte al "indio" en un ser humano de segunda clase, al igual que al "negro", es decir a todos aque­ llos que al primer mundo le sirven como animales de trabajo o que le resultan superfluos por no explotables.

Colón demiurgo No carece de ironía que se festeje a Colón por el "descu­ brimiento" de América -que no es de él-, mientras que sus verdaderas hazañas no encuentran el reconocimiento debi­ do en los monumentos ni en las celebraciones de la historia oficial. Y estas hazañas no son nada despreciables. El genovés cambió el plan bíblico de la génesis conside­ rablemente, al generar las condiciones para crear el establecimiento del Primer y Tercer Mundo. Esto sucedió de la siguiente manera: Los europeos ya habían "descubierto" al sur del "viejo mundo" un continente lleno de "negros". Y ahora el "hom­ bre de Liguria, con los auspicios de Dios", había "descubierto" un nuevo continente en el hemisferio occi­ dental con abundantes "indios". Era cuestión de sentido

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común que las élites de poder europeas, experimentadas en siglos de guerra fraticida y de rapiña, armadas con la lógica política de Maquiavelo y la amoral e insaciable codicia mer­ cantilista, llegasen a la conclusión de que había que poner a trabaj ar a "indios" y "negros" para el propio bien y el pro­ greso de la civilización. Los europeos entendieron entonces que en este mundo se podía vivir bien poniendo a trabajar a los demás y expropian­ do sus riquezas. Cuando llegaron al Africa dijeron: "esos van a laborar para nosotros" y cuando desembarcaron en Amé­ rica repitieron el veredicto/sentencia. Y de esta manera nació el próspero comercio mundial con el "oro negro" de Africa, el "oro blanco" (azúcar) y los metales preciosos de América por las baratij as y productos mercantiles de Europa.

El "indio": una especie fantasma No existían en el hemisferio occidental "indios", como tampóco había en Africa "negros". Ni uno solo de ellos. Mas el interés de explotación de los colonizadores exigía su exis­ tencia y de este modo fueron creadas las especies fantasmas de "indios" y "negros". "Indios", "negros", "indígenas" etc. son, como mostraron Franz Fanon y Jean Paul Sartre en brillante reflexión, el pro­ ducto necesario del proceso de colonización: ni ser humano ni animal, sino un término medio entre ambos. En el lenguaje brutal-revelador del fascismo: Untennenschen (infrahuma­ nos), que en su totalidad constituyen los pueblos marginales (Raruivoelker), que sirven a los pueblos dominantes (He1ren­ volker) del Primer Mundo como esclavos de trabajo. "Indios" y "negros " nacieron de la dialéctica de la explo­ tación. Los invasores europeos requerían bestias de trabajo para minas y plantaciones. De ahí que los seres humanos encontrados no podían ser tratados como tales. Tenían que ser destruidos en su identidad y dignidad humana. Por otra parte era impresci ndible mantener un mínimo

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de capacidad racional de producción que garantizara u n superior valor d e uso del "indio" frente al animal de traba jo. De esta dialéctica nacieron, en una metamorfosis kafkiana, el "indio" y el "negro". Un parangón histórico nos ilustra acerca de este impor­ tante aspecto: en la economía esclavista romana se diferenciaba entre el instrumentum mutum, el inst111mentwn semivocale y el instrumentum vocale, referiéndose estas ca­ tegorías a la herramienta, los animales (de uso) y los esclavos; en esta escala, el esclavo era el "más perfeccionado de los instrumentos" o sea, una cosa con voz. Esta práctica de la cuna de la civilización europeo-cristiana fue extendida al "nuevo mundo", adaptándose y perfeccionándose según las exigencias de la explotación colonial. La continuidad del discurso respectivo muestra, más que todos los sermones dominicales y solemnes declara­ ciones de los políticos apologéticos del Primer y Tercer Mundo, que sustancialmente no ha cambiado nada, que el hecho fundamental de la degradación y explotación de estos pueblos sigue en pie.

La internalizacion de la opresión Y tampoco ha cambiado mucho en la opresión internali­ zada en las cabezas de los "indios" que se identificaron con el término peyorativo impuesto, integrando el estigma como parte -no comprendida- de su identidad. Los conquistados llevan al conquistador en sí. "Indio" no representa -como pretenden los ensueños románticos pequeñoburgueses de tantos ciudadanos del Pri­ mer Mundo y las i lusiones obsoletas de muchos antropólogos sociales metropolitanos- la auténtica cultura originaria pre-europea, más pura y más humana que ésta, sino que es el producto sincretista, en rigor, Frankensteinia­ no, que resultó del terrorismo de Estado de los i nvasores: el infrahumano (unde1man ) como "el hombre que está debajo

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de los standards de capacidad y adaptabilidad impuestos por el orden social en que vive" (2), es decir, del orden social que le fue impuesto por los conquistadores. Mestizaje y enajenación El "indio" es, etnolingüísticamente, el producto del "mesti­ zaje", id est, de la imposición del vencedor, al igual que el mestizo como entidad biológica es ontogenéticamente el pro­ ducto de la violación física y apropiación de facto de las mujeres americanas. La función psico-social del término corresponde a la función de la "estrella de David" usada durante el nacional­ socialismo en Alemania. Esto evidencia nuevamente el continuismo de 500 años de relaciones sociales de dominación, de privación material y destrucción psico-cultural. Obviamente, el nombre y auto-nombre "indio", son sólo síntomas de un síndrome de dominación. No carece de cierta comicidad, cuando los bien-intencionados habitantes del Pri­ mer Mundo admiran la vestimenta de las "cholas" bolivianas o el sombrero de ciertas etnias ecuatorianas como algo au­ ténticamente "indio", sin tener conciencia del hecho de que, por ejemplo, el sombrero de los últimos es originalmente italiano, y fue introducido por los españoles en el siglo XVI. Otro tanto ocurre, cuando en la música "india" de México aparecen trompetas o en la de la Amazonía peruana guita­ rras -ambos instrumentos musicales que pertenecen a la cultura dominante europea- o cuando determinados bailes del folklore, que son sátiras sobre los conqu istadores, son identificados como "indígenas".

"lndigenas, naturales y aborigenes" Cuando los vencedores no quieren hablar de "indios", esos "abortos de la especie humana", como decía el Abad Luigi Brenna (3) -como sucede a veces entre intelectuales liberales

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del sector cultural- prefieren utilizar el término "indígenas" y nos aclaran que se trata de una categoría etimológica y semán­ ticamente correcta y no discriminatoria. Esta categoría tiene, en efecto, un carácter descriptivo-objetivo, pero sólo in a bstrac­ to. Al ser utilizada en los contextos concretos neo-coloniales, pierde su "inocencia". Y para entender esto, no necesita el lector someterse a un profundo análisis lingüístico. Basta con dirigirse a un ciudadano del Primer Mundo, o sea, de los p ueblos dominantes, y llamarlo "indígena" y su reacción demostrará, inmediatamente, en qué contextos el término opera como categoría objetiva y cuándo se trata de un término peyorativo. "Los naturales" es otro sinónimo para "indígenas" e "indios". En este concepto queda aún más clara la relación opresiva La diferencia específica entre hombre y naturaleza consiste precisa­ mente, en que el primero es una entidad dotada de razón y de capacidad de trabajo racional-sistemático pre-planeado. Al cate­ gorizar un grupo de seres humanos como "naturales" o "nativos", son excluidos de la clase lógica y, en consecuencia, real, de los seres humanos: se vuelven parte del reino de la naturaleza de Hegel, extensión del sector no-espiritual del universo. 'f\borígenes" es otra categoría que cumple l a función de mantener vivo el discurso neocolonial y las relaciones socia­ les que lo sostienen. Activa asociaciones de p re-historia y de paleontología que perpetúan la percepción de los pueblos colonizados como antropoides en lugar de seres humanos. Los ejemplos para mostrar la persistencia del discurso chau­ vinista y neocolonial son casi ilimitados: nuevo mundo, caciques, chief, tribu etc., son sólo algunos de los baluartes psico-lingüísti­ cos de una línea de defensa neocolonial invisible, erigida por los afortunados ganadores del sistema de 1492 en nuestras cabezas.

El "Pequeño Larousse" y la "Real Academia" Son innumerables las manifestaciones de este discurso neo­ colonial. Basten dos ejemplos bien ilustrativos: en el Pequeño Larousse flLL'itrado, que según los editores, "no es -no puede

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ser en ningún caso- instrumento de ninguna propaganda", se define a los apaches de la siguiente manera: '.;4.pache:... Indii)i­ duo de una tribu_de pieles rojas, célebres por su astucia ". (4) Por su parte, en el Diccionario de la Lengu,a Española, editado por la Real Academia Española, se lée bajo la en­ trada " apache": "Dícese de ciertos indios salvajes y sangu,inarios que habitaban en los confines del noroeste de la antigu,a provincia de Nueva España "(5). El contenido abiertamente racista y propagandístico de estos textos que constituyen, repito, sólo unparspro tato, no requiere de comentarios. Ilustra, empero, la necesidad imperativa de enfrentarse al eurocentrismo y chauvinismo primermundistas, en general, y considerar este campo como uno de los frentes de lucha principales en el trabajo emancipador hacia 19