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Esta publicación es una forma de resistir a la insistencia a ese querer pasar la página. Durante estas últimas semanas,

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53RG10 ADOLFO MARIO MURO BEDOYA ADOLFO VINCENZO HERNANDEZ VELASQUEZ ADRIAN PORTUGAL ADRIANA PERALTA ALDAIR MEJIA ALDO CALLEGARI ALEJANDRA DEL AGUILA ALEJANDRA DELGADO ALEJANDRA OROSCO ALEJANDRA RÁZURI ALEJANDRO FARFAN RIVERA ALEJANDRO MURILLO ALEJANDRO OLAZO ALEJANDRO SERRUTO ALESSANDRA DANOVARO ALESSANDRA VERA ALFONSO SILVA-SANTISTEBAN ALFREDO VELARDE ALLISON REATEGUI ANA SOFIA ZALDIVAR ANDRÉ RODRIGUEZ ANDRE SOTOMAYOR ANDREA A. CALDERÓN LUNA VICTORIA ANDREA ALBA ANDREA PEREZ LLACZA ANDRES AGUILAR ANIBAL VARGAS ANTHONY LEE ANCHANTE ANTONIO MELGAREJO ARA OLORTEGUI ARTURO GUTARRA AURORA PEÑA ARIAS AURORE-ALEXANDRA CASTELLACCI BORIS IVAN BUSTOS BRANDY INGARUCA BRAYAN DIAZ HURTADO BRUNELLA NUÑEZ BRUNO USURIN CARINA ESCUDERO GRANDEZ CARLITA CERNA CARLOS ENRIQUE MUÑANTE RIVAS M CARMELA MONTANCHEZ CARMEN MARGARITA MANAYAY CAROLINA UGARTE CÉSAR CÁCERES M CESAR CAMPOS CHIARA RODRÍGUEZ MARQUINA CINTHYA FUNG CLAUDIA ALVA CLAUDIA CÓRDOVA ZIGNAGO CRISTIAN OLEA

DAMARIS VALDIVIEZO SÁNCHEZ DANIELA MIRANDA DANIELLA MIRANDA DAVID CASAHUAMAN DENISSE MDFK DIANA ARROYO DIANA LIRA SUAREZ DIANA MANDROS DIEGO ARREGUI DIEGO DE LA VEGA ED BAZAN EDUARDO CAPARÓ EDWAR GONZALES EL AMBULANTE AUDIOVISUAL ELIANA SANGAY ELIZABETH FLOREZ ENRIQUE NARVAEZ ERIK LLANOSV ERNESTO BENAVIDES ERNESTO VERGARA ESTEBAN GARAY ESTEFANIA ORTIZ ESTEFANIA SAENZ FIORELLA CÚTOLO FLOR DE MILAGROS NÚÑEZ FRANCO GUERRA FRANK EGOÁVIL FRANK PACHECO FREISY GONZÁLEZ GABRIEL VARGAS GABY CARDENAS GENKO GLADYS ALVARADO GONZALO LO GOSAK O L GRITA LUZ GUILLERMO CERNA HERRERA HANSLITT CRUZADO HAROLL PINEDO HERNAN HERNANDEZ KCOMT IGNACIO PRUDENCIO ILICH ALVAREZ APUCUSI INGRID MURGUÍA IRMA M. CABRERA A. ISIDRO LÁMBARRI CERDEÑA JASON SULLIVAN JERRY CCANTO JESUS NAVARRO JHEFRYN JAMES SEDANO JIMY TAPIA LAZO JOAO GRUNDY JOEL FERNÁNDEZ JOEL LUNA PRADO

11/2O publicación. Se inició así una jornada de movilizaciones que se extendió por siete días consecutivos, y que fue intensificándose a medida que se consolidaba la amenaza autoritaria y se agudizaba el nivel de represión y uso arbitrario de la fuerza policial luego de la primera marcha nacional, el jueves 12 de noviembre. Si bien la brutalidad policial que hemos vivido y presenciado estos días tiene una continuidad con el tratamiento de movilizaciones sociales en años anteriores, Merino radicalizó el uso de la violencia en la capital, alcanzando su pico en la segunda marcha nacional, el sábado 14 de noviembre. Como consecuencia, entre la primera y la segunda marcha nacional, se registraron más de 200 heridos por diversos tipos de proyectiles, casos de secuestro y tortura, y la muerte de Bryan Pintado Sánchez de 22 años, e Inti Sotelo Camargo, de 24, luego de ser fatalmente heridos por múltiples disparos de perdigones de plomo. El nivel de brutalidad policial captado y compartido por fotógrafos independientes y ciudadanos de a pie, junto a la muerte de Inti y Bryan, precipitó el desplome absoluto de la legitimidad del gobierno de facto. Incluso gremios como la CONFIEP, que días antes saludaron su designación, retiraron su apoyo. Así, se llega al punto de quiebre el 15 de noviembre, cuando Manuel Merino se ve obligado a renunciar a la presidencia del Perú. La designación de Francisco Sagasti como el nuevo presidente de transición al día siguiente, apacigua finalmente la movilización civil generalizada. Hemos asistido a la movilización social más grande y descentralizada de nuestra historia reciente. Se estima que el 37% de peruanos mayores de edad participaron en las protestas contra Merino a través de marchas, cacerolazos o en redes sociales (1), y un 13% participó específicamente en marchas, lo que equivale a casi 2,7 millones de ciudadanos en las calles (2). Se ha hablado mucho en las últimas semanas sobre la composición de la sociedad civil movilizada y la forma en que se han ampliado y resignificado los sentidos de la protesta. Al ser la mayoría de los marchantes jóvenes entre 18 a 24 años, se ha resaltado el uso de las redes sociales como eficientes infraestructuras de difusión de información, coordinación para canalizar recursos a la movilización misma (ya sea en las calles o el Internet), y activación de redes de solidaridad para con las familias de las víctimas. Se ha hablado (con sorpresa) de su indignación y hartazgo con una forma de hacer política ensi-

En la tarde del lunes 9 de noviembre se consumó en el Perú un golpe de Estado en plena crisis económica y sanitaria. Ante la sorpresa generalizada de la población, el segundo intento de vacancia contra Martín Vizcarra basado en la causal de “incapacidad moral”, prosperó: 105 de 130 congresistas votaron a favor. Manuel Merino, congresista de Acción Popular y entonces presidente del Congreso, asumió el cargo como presidente interino. Esto constituía la estocada final de una serie de jugadas políticas que los congresistas -y los partidos e intereses a quienes representan- venían orquestando desde el 2016, luego de que Pedro Pablo Kuczyncki asumiera la presidencia junto a una bancada minoritaria. Las pugnas entre el ejecutivo y el legislativo desde entonces llevaron a la renuncia de Kuczynscki en 2018, la disolución del Congreso en 2019, y finalmente la vacancia de Vizcarra en noviembre de 2020. Si bien se puede debatir las formalidades de la definición de esta crisis política como ‘golpe’, no hay dudas de que la vacancia fue resultado de una interpretación convenida de la Constitución con el fin de tomar por asalto el aparato estatal. Los congresistas, en complicidad con sectores de élites empresariales, tecnocracias neoliberales, y conglomerados de medios, pero en muchos casos representando de plano agendas mafiosas, buscaron tomar control del Estado para empujar el coche de sus intereses personales y obstruir procesos judiciales abiertos en contra de sus líderes o de ellos mismos. La naturaleza cortoplacista y carterista de sus intenciones, terminó configurando en pocos horas el esqueleto de un régimen ilegítimo y autoritario. Merino, quien llegó a ser congresista con apenas 5,000 votos, armó a su vez un gabinete sin ningún ánimo de representatividad, compuesto por lo más rancio de la derecha conservadora, encabezado por el dinosaurio político Antero Flores-Áraoz. Rápidamente emprendieron acciones de desmantelamiento y erosión democrática, como amenazas al canal de televisión del Estado, o pedidos expresos de renuncia al procurador público. Mientras tanto, y sin perder tiempo, el Congreso golpista adelantaba discusiones para traerse abajo la ley de reforma universitaria, que tanto malestar viene generando entre ciertos empresarios de la educación. La condena pública fue inmediata, visceral y masiva. Ese mismo lunes, se convocaron plantones espontáneos en distintas regiones del país, como muestran los testimonios de esta

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mismada en torno a un puñado de intereses, de su inmunidad a las viejas tácticas de deslegitimación de las protestas -entre las que prima el terruqueo-, de su interés por los asuntos públicos y sus ánimos por transformaciones profundas cuando se los creía absortos en los pasillos de espejos de TikTok e Instagram. Sin embargo, y como sugieren también los textos a continuación, el discurso público ha sido seducido rápidamente por el magnetismo de los lugares comunes y por la ansiedad de refugiarse en la tranquilidad que otorgan los relatos épicos y heroicos. Las narrativas que surgieron desde el mismo movimiento para pensarse a sí mismos -como la generación del bicentenario o, en versión de negación, la generación equivocada- han sido cooptadas y aplanadas por discursos oficiales apurados por volver a la “calma”. Se ha simplificado la hidra popular de mil cabezas, de la que habla Yago Martínez, en un sujeto político domesticado -y, por ello, despolitizado- por los discursos oficialistas y del mercado. Con el nombramiento de Francisco Sagasti como nuevo presidente interino y la composición de un nuevo gabinete, hemos caído en el triunfalismo vano del “retorno a la democracia”, cuando las fuerzas golpistas continúan activas, reacomodándose en el Congreso, y la (in)decisión del Tribunal Constitucional ha dejado abiertas las puertas para que una vacancia de este tipo se repita. Y, sobretodo, como alerta Teresa Cabrera, permanecen otras formas de control más letales, como la impunidad: ha pasado casi un mes desde la muerte de Inti y Bryan y no hay aún ni responsables, ni sanciones, ni reparación. Más aún, parecemos haber pasado ante una nueva fase de estallidos múltiples y simultáneos, en donde la pus de conflictos sociales macerados largamente revienta en distintas regiones del país. Mientras escribo estas líneas, la represión policial contra el paro agrario de trabajadores, organizado para demandar mejores condiciones laborales a las agroexportadoras, ha cobrado una nueva víctima: Jorge Muñoz Jiménez, trabajador de 20 años, asesinado por un proyectil en la cabeza. Pero ya no hay ahora palcos para que los familiares de Jorge escuchen al presidente recitar poemas. Ya no hay homenajes en los museos. Ya no hay héroes. Esta publicación es una forma de resistir a la insistencia a ese querer pasar la página. Durante estas últimas semanas, el material visual ha venido cumpliendo un rol decisivo en la movilización: ha circulado información e indignación, ha desmen-

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tido a una policía empeñada en negar el uso de armas letales, e incluso ha ayudado a reconstruir paso a paso los momentos previos a los asesinatos de Inti y Bryan, información que será clave en la búsqueda por justicia. Este archivo visual colectivo (3), y los textos en clave de reflexión y testimonios que lo acompañan, no tiene la intención de presentar una interpretación exhaustiva y cerrada de las protestas. Más bien, sacamos esta publicación en caliente queriéndonos lejos de las certezas de los diagnósticos, haciéndole espacio a la perplejidad y los afectos que emergen para, desde ahí, contribuir a la maduración de los debates que nos tocan. En ese sentido, antes que construir espectadores de una crisis que ya pasó, busca mantenernos como testigos y agentes de procesos que siguen en pie. Estamos hablando de procesos de cuestionamiento y construcción de ciudadanía, entendida no como una membresía, sino como un acto político que re-elabora nuestra relación con el Estado y nuestras comunidades. Ni es la ciudadanía un brevete, ni la democracia un interruptor que se apaga o se prende. Ambas están en reinvención permanente. Este es un esfuerzo no por representar el pasado, sino por seguir poniendo el cuerpo para intervenir en el presente. SANDRA RODRÍGUEZ

1 Encuesta del IEP: https://iep.org.pe/wp-content/uploads/2020/11/ Informe-IEP-OP-Noviembre-2020.pdf?fbclid=IwAR1aMVzueoKedERMKpqP0SIdltUwgeJkRRpL6epPmCKpGHK3M5bQ3WP4whA 2 Encuesta de IPSOS: https://www.ipsos.com/sites/default/files/ct/ news/documents/2020-11/la_crisis_politica_noviembre_2020.pdf?fbclid=IwAR0Evk1Iqg5d3AkKOk8xrTzqRnihNgbaIiA2V_YMQETJ0wzm5_HZp0Fw9ok 3 La colección de imágenes reunidas en esta publicación es el resultado de una convocatoria abierta a nivel nacional hecha por KWY. Se ha seleccionado el trabajo de más de 200 fotógrafas y fotógrafos de distintas regiones del país.

ACAB: UNA CANCIÓN DE CUNA

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en vez de “te amo” di tombos cagones / en vez de “los fuegos del cielo” di tombo conchatumare, no digas “reclutamiento” no digas “mariátegui” di a la mierda la tombería en vez de “despertador” di perros del estado en vez de “mi rutina diaria” en vez de “sistema electoral” en vez de “brisa solar interminable” di tombos cagones no digas “he dejado de comprender mis propias visiones” no digas “aquella facultad humana tan despreciada” no digas “suicidada por la sociedad” di tombo conchatumare / en vez de “el movimiento de las esferas celestiales” di tombos cagones / en vez de “el globo brillante lunar” en vez de “la reina del carnaval” di tombos cagones / no digas “bono universal” no digas “milita en el partido” di “qué vergüenza estar mirando / cuando el pueblo está luchando” y luego di tombos cagones no digas “hora punta javier prado” di tombería conchatumare / no digas “aquí están los pasos que seguí para encontrar chamba” di tombos cagones no digas “un cafecito en la mañana” di tombos cagones / en vez de “atracción gravitacional de la tierra” di tombos cagones/ en vez de “me viene, hay días, una gana ubérrima, política” di tombos cagones cualquier otra palabra está enterrada ahí todas las otras palabras están dichas allí / no digas “gobierno de transición” di tombos cagones / no digas “feliz año nuevo” di tombos cagones tal vez di “re-escriban el calendario” pero luego, inmediatamente después de eso di tombos conchatumare / en vez de “piedra filosofal” en vez de “beto ortiz” en vez de “trabajo de transmutación” en vez de “amor por la belleza” di tombos cagones / no digas “aquí está mi nuevo poema” di gobierno de facto / di golpe de estado / di prensa cómplice / di en avenida abancay no puedo respirar di estado policial y terrorista / di viejos rancios en el congreso / en el gabinete de ministros / di inti / di bryan / di tombos cagones di sin justicia no hay paz di ni olvido ni perdón y luego di tombos cagones VALERIA ROMÁN

1 Esta es una adaptación de “ACAB: A Nursery Rhyme” del poeta inglés Sean Bonney (1969 – 2019), realizada a partir de los sucesos de la semana del 14 de noviembre. Está dedicado a la memoria de Inti Sotelo y Bryan Pintado; a las personas heridas, detenidas y torturadas por la Policía Nacional del Perú y el gobierno de facto de Manuel Merino; a la primera línea y las brigadas de primeros auxilios; a todxs lxs que pusieron el cuerpo y la mente para resistir; a la urgencia de cambiar las cosas y la esperanza de recuperar el presente y el futuro.

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La última vez que peruanos y peruanas elegimos quién debía ejercer la presidencia del país fue en 2016, año desde el cual hemos tenido cuatro presidentes: Pedro Pablo Kuczinsky, Martín Vizcarra, Manuel Merino y Francisco Sagasti. Solo al primero de ellos el pueblo delegó el poder de acuerdo a la más elemental regla de las democracias procedimentales modernas: por las urnas. Los otros tres son producto de designaciones carambolescas en las que la sociedad peruana ha visto reflejadas la frivolidad de quienes ejercen la representación popular en el Congreso y la vocería en los medios de comunicación, así como la fragilidad de las instituciones que rigen la administración estatal. Lo vivido entre la noche del 9 de noviembre y la mañana del domingo 15 de noviembre de 2020 puede leerse en buena medida como el crujido definitivo de la estructura política heredada del autoproclamado “arquitecto de la democracia moderna”, Alberto Fujimori. Esa semana todas las ciudades del país fueron escenario de movilizaciones callejeras de distinta intensidad, alimentadas por varios factores que convergieron en el desconcierto por un recambio nominal en el gobierno sin que medien las urnas, todo ello con un acumulado de dolor por la irresuelta epidemia de Covid-19 y sin señales de superar la más incierta crisis económica experimentada desde el shock neoliberal de inicios de los años noventa del siglo pasado. Una situación política inédita en general, pero quizá más intragable para quienes se estrenaron como electores en 2016, en realidad para cualquiera que se haya iniciado en el voto en las sucesiones ocurridas tras la caída de la dictadura. Pese a que el ejercicio político en

estas décadas ha sido de una excesiva transparencia en cuanto a amarres, deserciones e ilegalidades, la sensación de que el poder último, el soberano, sea arrebatado y entregado sin ningún control funcionó como detonante de una movilización ciudadana masiva, que se alimentó también de una frustración macerada en meses en que el movimiento público de los cuerpos estuvo contenido por mandatos sanitarios y represivos. Las imágenes de esta repentina, enorme y disgregada movilización -circuladas en diarios, en televisión y sobre todo en plataformas como instagram, tik tok, whatsapp, facebook y twitter- muestran el agón del pueblo soberano, en el sentido en que su reconstitución como fuente de la que emana el poder es una posibilidad trabada en el propio cauce democrático, un destino cifrado en treinta años de dar vuelta a la tuerca de un Estado inhabilitado para proveer mínimos de bienestar a las mayorías que le dan sentido, y ahora incapaz siquiera de organizar la fantasía de un equilibrio del poder y una racionalidad en su uso, incluido el de la fuerza física. Y este último es un aspecto esencial. Lo vivido entre la noche del 9 de noviembre y la mañana del domingo 15 de noviembre de 2020, en particular lo ocurrido en Lima las noches del jueves 12 y el sábado 14, puede leerse también como expresión del método de control último contra el soberano, que me parece conveniente, por revelador, expresar con su término forense: la muerte por PAF (proyectil de arma de fuego) Muestras de esta aplicación de la fuerza estatal para control del soberano las hemos tenido profusamente en el Perú. En los últimos años quizá ha sido menos evidente como forma

AGONÍA, MUERTE Y 16

PROMESA

DE

RESURRECIÓN DEL SOBERANO

de control del demos en tanto la comunidad política no se veía conmocionada en su totalidad, o en su centralidad, sino apenas en espacios que el poder representa como periféricos, pese a que resultan esenciales dada la consagración del territorio a una economía extractivista, donde lo definitorio es la ubicación del recurso a explotar (la provincia de Espinar, las lagunas de Cajamarca, las alturas de Las Bambas, el Valle de Tambo, el eje petrolero amazónico…). De manera más clara que en los llamados “conflictos sociales” relacionados a la minería o a la explotación de hidrocarburos, la contención de las movilizaciones reactivas contra el gobierno de facto muestran el alcance de la muerte por PAF como una práctica de la “democracia moderna”, como forma última de administración de la comunidad política peruana. Esa es la importancia de las imágenes que muestran la escala de la brutalidad policial ejercida en Lima durantes las

revueltas de noviembre. Las así llamadas “crisis políticas” pueden amainar con un nuevo reparto del poder entre los ocupantes de los edificios públicos en el centro de la ciudad, pero las formas de control más brutales pasan apenas a una latencia criminal bien conocida en el Perú: la impunidad. No sé si las imágenes registradas puedan ser efectivas en procesos justos para castigar a los represores de estas trágicas noches. Quisiera que sí, pero en el fondo no lo creo. De lo que sí estoy segura es de su potencial para fijar en nuestras mentes peruanas el temor y el alcance de las reacciones que genera el cuerpo soberano incontrolado en las calles, apenas expresando su desconcierto. ¿Y si fuera consciente de su poder y lo expresara? Esa memoria será crucial en los años venideros.

TERESA CABRERA 17

YENIFER CHÁVEZ ALARCÓN, ESTUDIANTE DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN CRISTÓBAL DE HUAMANGA

Testimoniar lo vivido durante las movilizaciones en contra del golpe de Estado es doloroso, sobre todo teniendo en cuenta que, hasta la fecha, los asesinatos de Inti Sotelo y Bryan Pintado continúan impunes. Como poder evitar el llanto cuando eres consiente que las mismas motivaciones que llevaron a esos dos jóvenes a salir a protestar fueron también las tuyas, pero a diferencia de ellos, tu sí volviste a casa. Al consumarse el golpe, el 9 de noviembre, nos autoconvocamos a un plantón frente a la Prefectura. Desempolvamos nuestros tambores y partimos hacia el centro. Al llegar junto a mis compañeras de Taki Warmi, encontramos un señor agitando dos tapas de ollas y otros más portando carteles. En unas horas, pasamos de ser 20 a ser más de 100 personas. Ese mismo día coordinamos las acciones del día siguiente. Fuimos consciente desde un inicio de que el camino iba a ser largo, que nadie podía bajar la guardia, que a pesar de estar en plena pandemia no era una opción quedarse en casa. Los próximos días fuimos cientos de ayacuchanos en las calles. No recuerdo haber visto antes tantas personas movilizándose, pronunciándose, compartiendo su indignación. Quienes no podían salir a marchar, se manifestaban desde sus balcones o colgando pancartas en rechazo a Merino en las fachadas de sus casas. Nuestros adultos mayores desde sus ventanas y balcones aplaudían o acompañaban con cacerolazos el andar de la movilización. Las redes sociales fueron fundamentales para autoconvocarnos. Se abrieron chats de Whatsapp con el fin de compartir acciones y convocatorias para las marches. Yo formé parte de uno de ellos, en el que había más de 350 miembros, y supe que como ese grupo de Whatsapp existían como alrededor de 10 más. El 14 de noviembre fue el día que sentimos el mayor despertar. No puedo calcular el número de personas que salimos a marchar. Jamás he visto tanta gente movilizándose. Fuimos un grupo muy diverso: artistas, universitarios, colectivos, gremios, frentes, sindi-

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catos, mercados, clubs deportivos, ciclistas organizados, familias completas. Todas esas voces se unieron en mancomunidad para mostrar su rechazo al gobierno de facto, y con el optimismo de tejer una nueva historia para nuestro país. No vivimos ningún episodio de represión policial. Fuimos por cuantas calles quisimos, e incluso se quemó un ataúd de cartón que tenía pegada la cara de Merino y los tres congresistas representates de Ayacucho que votaron por la vacancia en plena Plaza de Armas, sin embargo, no hubo ninguna respuesta de parte de los policías. Esa noche nadie durmió. A través de las noticias vimos la brutal represión en Lima, la saña y crueldad con lo que actuaron y nuevamente la indolencia del Estado. Cuando se supo del primer joven asesinado algo en mí se rompió por dentro, me invadió el dolor y la rabia. Estaba recién procesando esa muerte y solo unos minutos después se confirmó la muerte de otro joven; al dolor y rabia se sumó el miedo. En el insomnio de esa madrugada, nos volvimos a organizar para salir en la tarde de ese mismo día. El 15 de noviembre se dio una marcha de duelo. Se armó un altar con sus nombres, y velas y flores alrededor de ellos. Cantamos Adiós Pueblo de Ayacuho y Flor de Retama. El momento más sentido para mi de la protesta fue cantar: “van a matar estudiantes, huantinos de corazón, amarillito, amarillando flor de retama”. Y también escuchar a una señora coger el megáfono al final de la marcha para decir: “La pandemia mata, es verdad, pero lo que mata más es la miseria y el hambre que acaba con nosotros poco a poco y con nuestro pueblo, siendo esta una larga agonía, lo peor de todo es que no tiene cura.” Para muchos de nosotros queda mucho por hacer. Seguimos planificando actividades. Seguimos exigiendo justicia y reparación. Creemos que somos la generación que puede y tiene el poder de hacer cambios estructurales en el país, para garantizar justicia social y dignidad humana. Para salir de esa larga agonía, para encontrar la cura.

GENERACIÓN

BICENTENARIO

El lenguaje es una herramienta poderosa. Crea realidades, permite su trascendencia, tanto para quienes habitan la realidad en cuestión, como para los que, desde fuera, adoptan una postura más contemplativa de los hechos. Al mismo tiempo, puede colocar camisas de fuerza a su interpretación, ocultando circunstancias a conveniencia. En esa disputa de sentidos se encuentra la “Generación del Bicentenario” como rótulo. Era un lunes 9 de noviembre. Estaba almorzando cuando llovieron los mensajes alertando del golpe que se cocía entre congresistas. Alcé los ojos del celular. “Nos van a hacer marchar en medio de una pandemia estos desgraciados”, dije en voz alta. Y así fue. La Plaza San Martín se llenó de gente, de indignación, de rabia, de hartazgo. El Centro de Lima se desbordó como nunca en la primera Marcha Nacional autoconvocada, y en la segunda y la tercera. La novedosa desconcentración de la protesta, la politización de distintos territorios de la ciudad sirvió de altavoz: estábamos por todos lados. En medio de mi desconcierto por la ausencia de liderazgos y de estructuras más o menos estables que sostengan la ira, y la efervescencia de una multitud de juventudes diversas, autoorganizadas, sin banderas partidarias o gremiales, que confluían bajo el sentimiento de rechazo a la clase política, escribí la frase “generación del bicentenario” en un tweet. Sin hashtag. Sin mayor pretensión que el exteriorizar una épica que veía gestarse en ese momento, juventudes empujando una movilización policlasista e intergeneracional sin fatiga. La frase intentó canalizar un sentimiento que navegaba entre los cánticos y carteles: “se metieron con la generación equivocada”. No podemos negar un espíritu colectivo detrás de cada rostro. Encontramos coincidencias en edades, expresiones, repertorios de protesta, organización del cuidado, uso intensivo de las redes sociales, burla frente a los estigmas y la consigna de “no nos vamos a quedar callados”. Esa fuerza podría, tal vez, hacer devenir la narrativa de celebración apática de los 200 años de nuestra “independencia” en un grito renegado con nuestra oficialidad, que abra posibilidades de cambio, como tantos disidentes lo han intentado en nuestra historia. La “generación del bicentenario”, entonces, aportó a esa construcción de identidad colectiva en los momentos de síntesis de la diversidad y propuso un interlocutor colectivo de la protesta. La idea de “generación” es más fructífera si dejamos de pensar en edades como el criterio unificador y nos concentramos, en cambio, en las experiencias sociopolíticas compartidas entre coetáneos que cohabitan en un tiempo histórico, comparten intereses, disputan significados e interpretaciones de la realidad con otras generaciones, y permiten entender procesos sociales y políticos(1). Por eso, a mi parecer, el rótulo “generación del bicentenario” no puede entenderse solo como individuos que usan tik-tok, sino como las juventudes (en plural) que protestan por recuperar lo público, y que comparten, hasta donde sabemos, un renovado interés por la política. Sin embargo, el lenguaje, facilitador de procesos y generador de identidades, también es verdugo y opresor. En su afán simplificador y traductor de realidades complejas, termina por disolver la diversidad, desaparecer las desigualdades, ocultar las injusticias y condensar voces que no gritan lo mismo en los mismos decibeles. Quienes ponen el cuerpo en la primera fila, estudiantes de bajos recursos y trabajadores precarizados, pro-

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Y DISPUTA DE SENTIDOS NOELIA S. CHÁVEZ ANGELES bablemente compartan el rechazo a políticos trasnochados con los marchantes de clases medias o altas, pero difícilmente tendrán las mismas demandas y expectativas de cambio social. En boca de sujetos poderosos (gobierno, medios y empresas), los grandes gorros lingüísticos son útiles más bien para apaciguar, domesticar y reponer una realidad que les es funcional a sus privilegios. Prefieren solo celebrar a la “generación del bicentenario” antes que reconocer las raíces más profundas y diversas del descontento. Para los manifestantes, el rótulo puede construir un lugar demasiado cómodo que disuelva las distintas realidades y reclamos de quienes marcharon codo a codo. Entonces, creo necesario proveer a la colectividad de existencia y reconocimiento. La gesta ha sido histórica: millones de ciudadanas y ciudadanos rescatamos una democracia que, aunque frágil, estuvo a punto de devenir en autoritarismo. Sin embargo, si el gorro lingüístico impide que examinemos nuestras desigualdades y privilegios, dificultando el tránsito de protesta puntual a movimiento social, hay que tener cuidado. Ahí es momento de levantarlo para vernos, escucharnos y pensar si acaso las juventudes marchantes podremos confluir en agendas que incomoden la estabilidad recuperada que parece funcionar solo para algunos. Pero este es un deseo más que una certeza. Ojalá logremos que el bicentenario, antes que un rótulo celebratorio de una república a medias, se resignifique como una gran protesta, como la gesta ciudadana para construir, en adelante, una verdadera república de iguales. 1 Reflexión a partir de las ideas sobre generación de Ferrater (1999) y Ortega y Gasset (1983). Referencias Ferrater Mora, José (1999) Diccionario de Filosofía. Ariel, Barcelona, Volumen I. Ortega y Gasset, José (1983) El tema de nuestro tiempo. Alianza Editorial / Revista de Occidente, Madrid.

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NADIE TIENE POR QUÉ HABLAR POR NOSOTRES: OCUPAMOS LAS

PLAZAS VIDAS

PARA RECUPERAR NUESTRAS

La rabia de las calles jamás es televisada: las cámaras eligen voltear apenas la macana se agita y los rifles apuntan. Esta clase de violencia no es conveniente ni rentable como para mostrarla: los relatores de noticias ocupan las pantallas mientras, a unos cuantos kilómetros, policías bien equipados disparan directamente los cuerpos protestantes. Cuerpos indistintos y voces reducidas, sobrepuestos los unos contra los otros entre el humo de las lacrimógenas. Cuando en el hemiciclo alguien clama por el pueblo peruano, esta es la masa en la que yo pienso. Arden los químicos y, sin embargo, avanzar apenas una cuadra de la avenida Abancay aparece como un deber sagrado, monumental. Pienso en la primera línea: en los cascos rotos y el vinagre que jamás es suficiente; en las cartulinas contra las balas, las arengas contra la orden de “recuperar el orden”. Pienso en las veces que nos tocó -gobierno tras gobierno, nuevos presidentes con las mismas costumbres del poder- recibir el desprecio de la cachiporra y la falta de presupuesto, las veces que escuchamos “es que así son las cosas, joven”. Pienso en los compas que siempre estuvieron, y que sé, siguen ahí. Insatisfecha, también me pregunto por qué me encuentro lejos de la muchedumbre que resiste y avanza: si todes son como yo, por qué ahora no estoy con elles. Por qué, si todes somos muchaches sin salud, sin casa, sin educación, sin trabajo. Por qué, si yo también siento rabia cuando el lacrimógeno golpea mi rostro y siento un amor profundo por quien me alcanza el bicarbonato. Por qué, si yo también siento rabia por las botas lustrosas del policía, por la soberbia del político y sus partidos, sus empresas, su agenda que de nada me sirve. Por qué, si yo tampoco creo en las fantasías de la bonanza económica, si nunca me hicieron gracia las ofertas de la democracia de este siglo; si las promesas del progreso y la abundancia del nuevo milenio jamás se cumplieron para nosotros. Si a mí también

VALERIA ROMÁN 36

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me arrebataron el futuro, y los mismos que se encargaron de hacerlo me exigen que tome las riendas del desastre suyo. Si estoy tan cansada, si estoy tan harta, por qué no estoy con elles, que son mis idénticos: idénticos precarios, resistiendo a la ansiedad de ser nombrados homogéneos y uniformes. Una generación de la que todos dicen cosas. Cosas que no dicen nada sobre nosotres. Hay heridos, hay desaparecidos, hay detenidos. Hay muertos. Muertes injustas, absurdas: muertes orquestadas por la lógica que nos ha gobernado mucho antes del 09 de noviembre. Nos preferirían aterrorizados. Hay lamentos, hay impostaciones y hay palabras bien articuladas: nadie se quiere hacer responsable de todo esto. Nadie responde. En cambio, los rostros del poder rotan nuevamente y nos piden olvidar ¿Es esto suficiente? Relatores y periodistas, padres de la nación y altos funcionarios apuntan ahora hacia la promesa mesiánica de la renovación y la tranquilidad política ¿De quiénes hablan los poderosos ahora? ¿De quién es esta generación de celebración y triunfo cuando cada palabra dicha sobre la patria termina por sangrar? Todo esto me es ajeno, no me reconozco en las historias sobre una juventud gloriosa y un mañana por llegar: nacimos en el esplendor de un nuevo país, de abundancia y reconciliación; hoy encontramos todas las puertas cerradas. Y sin embargo nos piden calma, nos piden orden y razón. La diferencia es que ya nadie quiere esta tranquilidad: no somos los tontos útiles ni los muchachos confundidos e idiotizados. No queremos héroes, no queremos monumentos ni grandes discursos: queremos refundarlo todo. Nadie tiene por qué hablar por nosotres: ocupamos las plazas para recuperar nuestras vidas. Reclamamos la justicia que nos negaron. Sepan que no gozarán de nuestro silencio nunca más.

NORMA STEPHANY RIVAS BARTENS, ARTISTA Y ABOGADA, COLECTIVA YUCAS BRAVAS

Si tuviera que renombrar a Loreto de alguna manera, sería como “la isla de la indiferencia”. Una región que por décadas ha sido violentada sistemáticamente por el gobierno central y autoridades locales, pero quizá sobre todo por su misma gente: siempre sumisos y ajenos ante los abusos e irregularidades. Sin embargo, la coyuntura política vivida en las últimas semanas enardeció y motivó a alzar la voz y tomar las calles a miles. Tengo 23 años y nunca he visto a tanta gente unida, luchando por un mismo fin en mi tierra. Las manifestaciones que en los primeros días de consumado el golpe no pasaban de las 50 personas, se convirtieron en un mar de gente al convocarse las marchas nacionales. El día de la primera marcha nacional, el pueblo loretano despertó. Y fueron las vigilias en homenaje a Inti Sotelo y Bryan Pintado, asesinados en la segunda marcha nacional en Lima, en donde se reunió la mayor cantidad de gente. En estas vigilias se combinó el homenaje a nuestros héroes del bicentenario con el de las víctimas del Covid-19, en acompañamiento a aquellas familias que esperan aún darles una sepultura digna. Resulta simbólico que estos homenajes se hayan realizado juntos, ya que remarca no solo la condición de víctimas del gobierno de facto de ese momento, sino también la naturaleza de víctimas producto de un Estado negligente, que a través del olvido ha profanado a Loreto. Esta semana de crisis hizo que retumbe en mi consciencia una pregunta que me persigue en los últimos años. La combinación de emociones me interpela con el constante ¿qué hago? Si me encuentro en la posición de saber que todo está mal, y conozco la razón, me situó también en la obligación de hacer algo al respecto: desde mi esfera de dominio, accionar. ¿Cómo

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lograr llegar a una población con niveles bajísimos en educación, en hogares con la tv prendida más de la mitad del día? ¿Cómo logro despertar pizcas de curiosidad que abran paso a cuestionar en una sociedad profundamente adormecida? El arte es mi herramienta. Mi rabia e indignación se ha canalizado al diseño de stencils, estampado de polos y muralización colectiva, trabajando conceptos como amo mi país me avergüenza mi gobierno, este congreso no me representa, golpe al golpe, fuera mierdas, amor propio Loreto y todo el Perú. Para borrar así la propaganda política en la ciudad y transformarla en mensajes que nos sostengan y alienten, ya que como artista reconozco el poder que poseen las palabras -más aún si nos hablan desde el espacio público. Aquí es donde reconozco que no todo ha sido negativo. Sentir toda esta energía ha sido increíble. Nunca nos he sentido tan juntos, y tan dispuestos y decididos. Pero para que la acción se de, se requiere también de esfuerzo, tiempo, organización y compromiso. ¿Ha inaugurado esta crisis un hito histórico? Diversos espacios y movimiento juveniles, como Generación del Cambio y Frente Juvenil Loretano, se han creado y activado con el fin de diagnosticar problemas, plantear soluciones, educar, ejecutar, pero principalmente demandar acciones al Estado, empezando por nuestra región. ¿Estamos gestando una ciudadanía verdaderamente activa? Hoy más que nunca siento esperanza e ímpetu. No quiero permitir que se desaproveche esa energía, que se disipe en apatía. Quiero creer que el momento de revolucionar la revolución ha llegado, es ahora.

YAGO MARTÍNEZ, COMUNICADOR, MIEMBRO DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL LIBERACIÓN ARTÍSTICA “Y cómo no voy a cantarle a este amor que día a día me enseña la dignidad. Y cómo no llevar la Patria al corazón: todas las manos al Gobierno del Amor” JORGE MILLONES

Nunca pensé que me alcanzaría vida para ver una movilización tan contundente: aún se me llenan los ojos de lágrimas y no dejo de asombrarme cuando recuerdo la Plaza de Armas de Trujillo repleta y, todavía, recibiendo a un río humano que no terminaba de llegar: jamás olvidaré esta escena. ¿Alguien imaginó ver (ser) un mar de gente gritando a una sola voz? ¿alguien pensó que la “generación de cristal” desactivaría bombas y combatiría cuerpo a cuerpo la represión fascista? ¿alguien pensó que Tik Tok, los OTAKUS y los KPOP se transformarían en verdaderos guerrilleros digitales? Fueron más de siete meses los que nos tuvieron contenidos, sin caches, sin trabajo, sin amigos, sin posibilidad de duelo por la muerte de nuestros seres queridos, sin escape, soportando a nuestras familias, sin juergas ni salidas, con hartazgo y desgastados física y emocionalmente. Todo ese hartazgo y esa arrechura masiva y colectiva se volcaron en una gran Revuelta a lo largo y ancho del país. Aquí en Trujillo nos fuimos contra los locales del APRA, FUERZA POPULAR y ALIANZA PARA EL PROGRESO: nunca más, la politiquería del narcotráfico y la estafa. Y no fueron los de siempre quienes se pusieron en primera línea. Fuimos los débiles, los desviados, las feministas, los maricones, las tracas, los comunistas –despreciados y terruqueados por el pueblo que salieron a defender– las juventudes desideologizadas, los bailes celebratorios, el reggaetón; en fin, las, los y les que no teníamos nada que perder excepto nuestra dignidad. Aquí hubo colectivas verdaderamente heroicas: 8M, Paro Internacional de Mujeres, Izquierda Estudiantil, Bloque LGBITQ+, entre otros.

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Hay que reconocer que todo intento de mínima organicidad quedó desbordado por el mar humano que ocupó las calles de Trujillo, incluso, por fuera del cerco del centro histórico: queríamos más y supimos tomar las avenidas Larco y Juan Pablo II. Nos sentimos en una gran hermandad y supimos abrir discusiones sobre lo que estábamos viviendo: la ciudadanía encontró sus medios y la juventud, de manera espontánea, ya empezó a organizar asambleas digitales vía zoom para discutir esta constitución caduca y podrida: se vienen más acciones. ¿Qué nos queda luego de esta semana y media de insurgencia y rebelión? En principio, una hermosa hidra popular de mil cabezas, con nuevos rostros, nuevas historias y trayendo consigo sus periferias. Esta hidra que carga sus dolores y frustraciones, sus problemas y sus retos, pero también, sus colores, sus historias y propuestas. Toca abrir diálogos y reflexionar las causas que nos arrojaron a este hoyo; sobre todo, preguntarnos, ¿qué significa para nosotros ser peruano/a/e? ¿cómo vamos a redefinir nuestro Perú? ¿cuál es el gran pacto social que nos incluye a todas, todos y todes y que estamos dispuesto/a/es a levantar? Hoy es momento de la sana incertidumbre porque las certezas de estos últimos treinta años nos han lastimado demasiado. Decía Juan Carlos Monedero que el Perú es un país hermoso que ha sufrido más de lo que debiera. Y es cierto: hemos sufrido más de la cuenta. Es inevitable que aún nos duelan esas heridas; sin embargo, si ponemos el futuro como objetivo, serán precisamente esas marcas las que nos impulsen a construir un nuevo Perú donde todas, todos y todes podamos vivir dignamente.

FRASEOLOGÍA DE UNA

PROTESTA RECIENTE Poco se ha escrito hasta el momento de uno de los rasgos más resaltantes de las últimas protestas en Lima: el nivel de producción de frases, eslóganes, hashtags, graffiti y texto que acompañó a imágenes y videos que circularon ya sea en cartulinas, afiches, volantes, spray aplicado sobre los muros, estampados en camisetas o banderas o proyectados por aparatos y artistas visuales sobre grandes edificios por la noche. La notoria conexión entre los miles de mensajes circulados y el impacto en la esfera pública de las recientes manifestaciones nos habla de la simbiosis entre lenguaje, protesta y multitud. La fraseología de nuestra multitud tuvo su propia topografía: en las camisetas, frases patrióticas (“Perú, te quiero, por eso te defiendo”); en las cartulinas, humor, referencias de la

cultura popular otaku y memes (“Este es mi camino ninja”) y, tras el asesinato de Inti Sotelo y Jack Bryan Pintado, mensajes memoriales y luto generalizado; en las proyecciones de luz, llamados a la conciencia y recordatorios ciudadanos para zonas urbanizadas de las clases medias altas (“refundemos el Perú”, “Merino culpable”, “aquí comienza el Bicentenario”). En los afiches pegados en los postes, se superponían imágenes -las más de las veces, los rostros de los congresistas que votaron por la vacancia- y frases (que denunciaban sus investigaciones penales). En las paredes del Centro Histórico, con todo lo que significa escribir en los muros de esos edificios –es decir, intervenir la historia-, aparecían las frases más viscerales: desde “Meri-

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MATHEUS CALDERÓN TORRES no, asesino” hasta “tombo [policía] maricón”. En esta última, signo de nuestros tiempos emancipatorios, alguien había tachado la palabra “maricón” y la había reemplazado por “hétero y violador”. Considerando que el altísimo nivel de violencia policial y las violaciones de derechos humanos fue una característica distintiva de las últimas protestas frente a manifestaciones anteriores, una pinta, cerca al Museo de Arte de Lima, resultaba especialmente significativa: “odiar a la Policía es un afecto vital”. Sería imposible disociar esta explosión lingüística de la extracción social de buena parte de les marchantes: jóvenes de entre 18 a 24, organizades precisamente a través de redes e interfaces virtuales. De allí que en los espacios físicos materiales de la manifestación se superponga el espacio de lo virtual: asistimos a un conjunto de marchas masivas y descentralizadas donde los carteles de protesta estaban mayoritariamente pensados no solo para circular por las calles, sino para ser captados por las cámaras de los smartphones y recircular virtualmente a altas velocidades: las del reposteo de Instagram, la publicación de TikTok o el retuit de Twitter. Frente al lente de la cámara, quizás en Miraflores o San Borja, distritos de las clases medias altas, un joven posa, coqueto, con un cartel muy celebrado y viralizado en redes, que delata bien esa mezcla de coraje político y al mismo tiempo adrenalina lúdica que acompañó a muchos de los marchantes en esos días: “estos congresistas son unas ratas, lo que no saben es que llegaron las gatas”. En el Mayo del 68 francés, mitologías aparte, varias de las frases más célebres (“…bajo los adoquines, la playa…”) salieron de la cabeza de jóvenes estudiantes de publicidad o de petit comités de intelectuales, poetas y artistas. Nada cercano a eso sería replicable en una protesta de la multitud hoy: no centralizada, sin líderes claros –no tenemos, ni tendremos, un Dany le Rouge–, las frases fueron por iguales dosis espontáneas y

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pirateadas del inconsciente político colectivo de la Internet, y sirven hoy para considerar las consecuencias de la explosiva politización de jóvenes y clases sociales que crecieron bajo la promesa de la estabilidad democrática y el boom económico (y que vieron a ambos pilares derrumbarse antes de cumplir 20 años). Las frases escritas en carteles, en calles, proyectadas en paredes y posteadas en redes terminan por no ser solo lenguaje, sino constituir cuerpo. Existe, no obstante, un riesgo con todo esto: que las frases, que representan momentos, afectos específicos, terminen convirtiéndose en piezas de la parafernalia capitalista que mercantiliza la protesta o de la maquinaria estatal que la suaviza. El caso más inmediato, inevitable, ha ocurrido con la apropiación estatal de la frase #GeneraciónDelBicentenario. Pero también puede –y eso sería una victoria– que les primerizes marchantes aprendan a partir de estas marchas que la única posibilidad de autonomía de la protesta, que la única forma de que el lenguaje producido la protesta diga algo es precisamente si este existe siempre en disputa. Aunque el costo sea el habitar una contradicción de euforia y depresión que conocen bien, de grito y de luto. Muralizar, a coste de que mañana el mural sea borrado, para pasado mañana volver a hacerlo más grande y más fuerte, y así.

WILLIAMS ALEXANDER AYLAS MENDOZA, ESTUDIANTE DE DERECHO Y CIENCIA POLÍTICA DE LA UNIVERSIDAD ALAS PERUANAS, FILIAL PUCALLPA

TESTIMONIO

El 9 de noviembre del año 2020 todo el pueblo peruano fue testigo de una vacancia presidencial ocasionada por un Congreso de la República incapaz y corrupto, en medio de una crisis económica y sanitaria. La inconformidad de la población se hizo notar en todo el país, incluyendo a la región de Ucayali. En la ciudad de Pucallpa, esa misma noche, alrededor de unos diez jóvenes mostramos nuestra indignación en la Plaza de Armas, convocando a la población pucallpina a unirse a la lucha. Haciendo uso de nuestro derecho a la insurgencia, mostramos nuestro rechazo ante políticos que no nos representan, involucrados en evidentes actos de corrupción. Al día siguiente, martes 10 de noviembre, nos congregamos nuevamente en la Plaza de Armas, a partir de las 9 de la mañana, con pancartas, banderas, y mascarillas, respetando la distancia social. Si bien la acogida fue pequeña, fue muy significativa, y dejó en claro que las protestas no iban a cesar, ya que la elección del nuevo Presidente representaba una falta de respeto para cada ciudadano y ciudadana del país. Las redes sociales se llenaron de comentarios de apoyo, aunque lamentablemente se leían burlas a las manifestaciones del tipo “5 pelagatos protestando”, “pulpines que solo se quejan” y “vayan a trabajar vagos”, entre las más frecuentes. Cabe mencionar que las redes sociales cumplieron un rol fundamental para convocar a estas y las siguientes manifestaciones, creándose así grupos de whatsapp donde cualquier persona podía ingresar, compartir información y propuestas. El jueves 12 de noviembre, día de la primera marcha nacional, la Plaza de Armas se llenó de cientos de civiles de todas las edades, pero principalmente entre los 16 y 25 años de edad. Con gran entusiasmo se empezaron a escuchar todas y cada una de sus voces, exigiendo respeto al pueblo peruano, el retiro del presidente interino Manuel Merino, el fin de la corrupción y una reforma constitucional. Entre puños alzados, arengas y pancartas coloridas, los pucallpinos recorrieron las principales calles del centro de la ciudad como la Av. Tarapacá, Av. Saenz Peña, Jr. 7 de junio y Jr. 9 de diciembre. A pesar de la acogida, la prensa local -al igual que la nacional- se refirió a las protestas con comentarios de rechazo y desagrado. El día de la segunda marcha nacional, el sábado 14, la acogida fue mucho mayor. Jóvenes y adultos marchamos por las principales calles de la ciudad, y desde allí sentimos el apoyo del pueblo

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pucallpino que nos saludaba con aplausos y cacerolazos desde sus casas. La marcha fue muy diversa, si bien la mayoría eran jóvenes autoconvocados, también se hicieron presentes agrupaciones de cine como ACAPE, colectivos feministas como Las Cantoritas, el colectivo LGTBQ Monsefú, las facultades de Derecho y Psicología de la Universidad Nacional de Ucayali, entre otros grupos. Se podría decir que las voces que más arengaban eran voces de mujeres. La marcha concluyó entre arengas, cánticos y números artísticos como canto y baile. Al enterarnos de la devastadora noticia del asesinato de Inti Sotelo Bryan Pintado, el resultado de una policía despiadada y un gobierno incapaz, nos unimos mucho más. Esto hizo que al día siguiente, la tarde del domingo 15, nos volviésemos a encontrar en la Plaza de Armas. Vestidos de negro, entre tristeza y mucha rabia, armamos un altar de pelas y flores para rendir homenaje de los dos jóvenes asesinados. Fuimos alrededor de mil pucallpinos, según el diario local “Ímpetu”, entre estudiantes universitarios, distintas organizaciones juveniles, además de colegiales, madres con niños y demás civiles, quienes recorrimos esta tercera marcha por las principales calles de la ciudad hasta que solo quedaron unas cuantas personas para realizar una vigilia por los jóvenes asesinados hasta el toque de queda. Si bien el lunes 16, como consecuencia de las masivas movilizaciones, se designó a Francisco Sagasti como el nuevo presidente interino, la atención de la gente continúa alerta. Hemos dejado bien en claro que nuestra sociedad está cansada de la corrupción, y que un pueblo unido es capaz de luchar. Y que no somos la generación del tik tok, como nos llamaban, pensándonos incapaces de entender de temas políticos. Somos una generación despierta, y estamos hartos y no nos conformamos.

Estas semanas hemos presenciado el despliegue de una violencia policial para reprimir las manifestaciones contra el ilegítimo gobierno de Merino. El resultado de esa brutalidad ha sido la muerte de dos jóvenes, 201 personas heridas (entre ellos, decenas de casos graves) y otras violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, esta violencia policial no es un hecho aislado. Contrariamente a lo que declaran las autoridades políticas y difunden los medios masivos de comunicación, el uso abusivo de la fuerza policial y militar tiene un carácter sistémico: se planea en las altas esferas de poder, se transmite a las líneas de comando y se ejecuta sin contemplaciones contra las protestas ciudadanas. Esta violencia es posible por su historia de impunidad, su carácter institucional y su sesgo racista y clasista. La violencia policial tiene una historia de impunidad. El 14 de noviembre no fue la primera vez que la policía mató a ciudadanos pacíficos ejerciendo su derecho a la protesta. Solamente en los últimos 18 años, 159 personas han sido asesinadas en protestas sociales y ningún policía acusado recibió sanción(1). Ninguno. La violencia es el recurso de la corrupción; ante la falta de garantías para los derechos sociales y ambientales, el poder económico y

normas de gatillo fácil como la Ley N° 31012 que vulnera el uso proporcional de la fuerza. En los últimos años, se han creado nuevos delitos y agravantes para perseguir a líderes sociales: disturbios, entorpecimiento de servicios, extorsión agravada. Líderes indígenas y campesinos son procesados penalmente en juicios que duran años por un Ministerio Público que carece de autonomía y que es incapaz de investigar los excesos policiales. Los estados de emergencia se declaran libremente sin respetar los límites constitucionales; entre otras razones, a causa del Decreto Legislativo 1095, aprobado por Alan García, que permite a las fuerzas militares intervenir en protestas sociales. El estado de derecho ha erosionado, vivimos en un estado de excepción permanente. La violencia policial es racista y clasista. Más del 90% de asesinados en protestas sociales pertenecen a pueblos indígenas y comunidades campesinas. Quintino Cereceda Huiza, de la comunidad campesina Choquecca (Apurímac) fue asesinado con un impacto de bala en la cabeza mientras protestaba contra el proyecto minero Las Bambas. Elmer Campos, rondero campesino de Celedín (Cajamarca), recibió un disparo en la espalda

VIOLENCIA POLICIAL Y CRIMINALIZACIÓN DE LA PROTESTA la clase política recurre a la fuerza militar y policial para imponer sus intereses económicos sobre el interés público. La memoria colectiva de las luchas del pueblo no debe olvidar las masacres de Bagua (2009), Conga (2012), Tía María (2012 y 2015), Las Bambas (2016) y decenas de proyectos extractivos que todavía pretenden imponerse a sangre y fuego. La violencia policial está institucionalizada. La criminalización de la protesta social es posible por un complejo entramado legal que castiga con cárcel a los defensores de derechos humanos y garantiza la impunidad de los agentes estatales por medio de

JOSÉ SALDAÑA CUBA 66

EL 14-N NO ES UN HECHO AISLADO defendiendo las lagunas del proyecto minero Conga y quedó con una hemiplejia por el resto de su vida. Andrés Taipe, agricultor de 23 años en el Valle de Tambo (Arequipa), fue asesinado por policías durante las protestas contra el proyecto Tía María. A estos y otros cientos de víctimas se suman Jack Bryan Pintado Sánchez y Jordan Inti Sotelo Camargo, jóvenes que militaron en la primera línea de las protestas, provenientes de los barrios populares de la ciudad, estudiantes de universidades públicas. Son los hijos del pueblo los que ponen el cuerpo. Son sus cuerpos los que reciben los disparos y son sus muertes las que quedan impunes. 1 Ver: Nota de Convoca, 25 de noviembre de 2020: https://convoca.pe/agenda-propia/en-ocho-anos-159-personas-murieron-en-protestas-sociales-y-ningun-policia-acusado

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ADRIANA ISABEL CHÁVEZ PAJARES JRISANTI YANELI DELGADO ABAD

TESTIMONIO Después de las masivas movilizaciones contra el proyecto minero Conga (2012), las manifestaciones de las últimas semanas son las que mayor concurrencia han logrado en Cajamarca. La indignación no fue detenida por la pandemia, y quizá hasta más bien fue magnificada por la crisis económica y sanitaria desatada por esta. Nos encontrabamos en las calles con mascarillas, protectores y alcohol, desde niños hasta adultos, si bien la gran mayoría fuimos jóvenes entre 19 a 28 años. Las marchas del bicentenario duraron una semana y unos días más aproximadamente en Cajamarca. Alrededor de 40 personas nos manifestamos el mismo 9 de noviembre en la Plaza de Armas, gritando: “Congreso, escucha, Cajamarca te repudia”. Los dos días siguientes se realizaron marchas en la mañana y en la tarde, para continuar mostrando el rechazo al Congreso antes que la adhesión a alguna postura política (derecha o izquierda) en específico. Se compartía información de los congresistas investigados que habían votado a favor de la vacancia, afianzando la sensación de no sentirse representados por los partidos políticos tradicionales. La convocatoria para la primera marcha nacional, el 12 de noviembre, y las siguientes, se realizó a través de varios grupos de whatsapp (8 de Marzo, Red Nacional de Actores Políticos, La voz de los Jóvenes, etc.) y la página de Facebook la Voz Cajamarquina. Llenando aproximadamente seis cuadras, marchamos por Amalia puga, Angamos, Colegio San Ramón, el Arco del Triunfo, finalizando la concentración general en la Plaza de Armas. La consigna ahora era más directa, se pedía la renuncia de Merino. Además, habían ya otras demandas, tales como, gobierno de transición elegido por congresistas que no votaron a favor de la vacancia, no elección del Tribunal Constitucional, no aprobación de leyes que signifiquen retroceso en las reformas educativas,

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que se aseguren las elecciones para abril del 2021, asamblea constituyente y nueva Constitución. Desde sus casas, varias personas nos saludaron con sus cacerolas, aplaudiendo y gritando en favor de la marcha. Aunque no faltaron quienes estuvieron en contra, creyendo que la marcha era a favor de Vizcarra, o gritándonos: “¡Inconscientes!”, “¡La marcha originará más contagios!”, “¡Estamos en pandemia!”. El 14 de noviembre, la segunda marcha nacional, marchamos llenando más de seis cuadras mientras gritábamos ¡Fuera Merino!, si bien en un momento la policía se opuso a que continuáramos el recorrido, tuvimos los protestantes que abrir el paso para encontrarnos en otra cuadra, ya con los policías detrás, no hubo violencia. Al enterarnos de las muertes de los dos jóvenes en Lima, volvimos a salir a las calles con rosas blancas y una bandera. Ahí se escuchaba: “Nadie debería morir protestando por su patria a manos de la policía”. En las calles recibimos la noticia de la renuncia de Merino. Y empezó entonces a formularse la pregunta: ¿Qué sigue ahora? Iniciaron las discusiones sobre la necesidad de una reforma total o parcial de la Constitución. En reuniones más pequeñas convocadas incluso hasta el 22 de noviembre, algunos jóvenes se reunieron para continuar discutiendo precisamente esto. Tal vez como jóvenes no nos identificamos en sí con la izquierda o la derecha. Pero algo tenemos claro todos, queremos honestidad por parte de candidatos políticos. Hemos demostrado que no somos indiferentes, no somos desinformados, inconscientes o desentendidos de la política. Hemos usado la tecnología para informarnos entre nosotros de las verdades que la prensa no informa. Queremos cambios, sí, y seguiremos en la lucha social hasta buscar una sociedad más justa y equitativa.

ALLÍ MISMITO FLORECE SANDRA ROGRÍGUEZ 78

“Por cinco esquinas están, los Sinchis entrando están, van a matar campesinos, huantinos de corazón. Van a matar estudiantes, huantinos de corazón. Amarillito, amarillando, flor de retama”.

Cuentan que ese domingo 22 de junio de 1969 fue espantoso. Queriendo unirse al mitin de estudiantes y padres de familia en la plaza de armas de Huanta, un grupo de campesinos pretendió superar a los policías y Sinchis que les cerraban el paso a la altura de la comisaría. Cuentan que una campesina, palo en mano, les gritó “una sola es la vida, una sola es la muerte”, antes de ser acribillada a quemarropa. Desde ese momento todo se volvió incontrolable. Los Sinchis dispararon a matar a 21 personas más entre campesinos y estudiantes de secundaria. Los Sinchis eran el grupo antimotines de la Policía del gobierno militar. Los estudiantes y campesinos protestaban defendiendo la gratuidad de la enseñanza, ante una medida que penaba con cien soles a los alumnos que desaprobaran asignaturas y deseaban continuar el año escolar. Las más perjudicadas por esta medida, por supuesto, eran las familias campesinas y quechuablantes. Entre los estudiantes muertos estaban dos alumnas del profesor huantino Ricardo Dolorier. De su indignación y su llanto fue forjando poco a poco la canción Flor de Retama. La armó por piezas, desde Lima, recordando los caminos de Huanta. El domingo 14 de noviembre de 2020 fue espantoso. Fuera de la vista de las cámaras de seguridad de la municipalidad, desviadas de antemano, y de las cámaras de los medios, también desviadas de antemano, los policías disparan a matar. Entre el humo de las lacrimógenas, los policías sueltan disparos contra los manifestantes de la primera fila para hacer que retrocedan. De cientos de heridos, dos no se salvan. Bryan Pintado, diez disparos de plomo. Inti Sotelo, cuatro disparos de plomo. Días después, desde una plaza de armas llena en Huamanga, la multitud canta nuevamente la canción Flor de la Retama. Inti Sotelo era un ayacuchano viviendo en Lima, al igual que su padre. Bryan, también migrante, llegó de Loreto a Lima cuando tenía tres años. Violencias estructurales que se heredan y se entrelazan. Cincuenta años después tenemos nuevos muertos y los mismos asesinos. La misma sangre derramada. Sangre

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del pueblo que, según Ricardo Dolorier, huele a jazmines, violetas, geranios y margaritas, a pólvora y dinamita. Inti, presente, Bryan, presente, arengan al final de la canción. Dos nombres que cargamos ahora como un tatuaje nacional, o más bien como una herida que se nos abre paso en la piel. Les dicen héroes de la democracia. ¿Qué democracia? No es democracia la que tiene que pagarse con la vida. *** La tarde del lunes 16 dos rituales coincidían a pocos metros de distancia. Mientras las bandas presidenciales removidas se volvían a colocar en Palacio, a sus espaldas, detrás del río Rímac, se velaba el cuerpo de Inti Sotelo entre flores y danzantes de tijeras. Sus padres, junto a los padres de Bryan, asistieron a la juramentación del nuevo presidente al interior de un edificio público que encarnaba ambiguamente al verdugo y la esperanza de lograr al menos justicia. Ahora, muchos días después de su muerte, otras estructuras, como los andamios de la impunidad, se revelan más persistentes que lo que sugieren los gestos políticos. Las violencias no son nuevas; tampoco las resistencias. Otra canción popular andina que le canta también a los muertos de los tiranos, dice: “Aunque el tirano te muerda, siempre serás maíz maíz. Aunque te arranquen los ojos, siempre serás maíz maíz”. La vida que arrebatan a hambre y a balas, se reclama a sí misma, permanece. Granito eterno: “no eres la brizna reseca, eres el nido que abriga la esperanza”. Porque a quienes nos gobiernan con la muerte, se les responde con la energía de la rabia y la ternura. Porque allí donde derraman la sangre, allí mismito florece la flor de la retama. Este un grito por la vida: reclama más que las migajas que tiran desde sus barrios amurallados y el Estado al que tratan como botín. Este es un grito por la vida.

A MÍ NO ME DUELE LA PATRIA A mí no me duele la patria porque no la tengo, yo crecí en sus márgenes la patria nunca me nombró. A mí me duele la herida de lo injusto la vida que se negocia por progreso la confirmación del patrón de poder en el que mi voz siempre tiene que gritar más alto para ser escuchada. A mí me duele la rabia que quema en mi garganta. Mi patria soy yo y mis hermanes que ya ni tienen lágrimas pero aún siguen cantando siguen gritando siguen llorando. No me pidan calma. No merecen calma aquellos que desde la comodidad de su blanquitud pueden observar la injusticia sin hacer nada. No me hablen de buenas formas, no mencionen la paciencia. No tenemos paciencia para seguir cargando a nuestros muertos, para seguir aguantando el hambre de la esclavización que hacen llamar país. A mí no me duele la patria, a mí me duele la historia que cargan mis ancestras expertas en pedir justicia y no recibirla. A mí me duele el orden colonial. Yo no quiero democracia, quiero vida y dignidad.

MERCEDES CONDORI (@INDIAESCRIBE)

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TIEMPO PASADO JOSÉ CARLOS AGÜERO 90

Que no se busquen las causas de mi muerte nadie es culpable, ni siquiera yo GHERASIM LUCA A inicios de noviembre de 2020 se produjo un golpe de Estado en Perú. El proceso de interrupción de la vida institucional aún se encuentra en desarrollo. El gobierno de facto duró una semana, derribado por una revuelta ciudadana sin precedentes. Le ha sucedido un gobierno de transición que debe convivir con las fuerzas golpistas intactas en el Congreso. En las pocas semanas que siguieron al golpe y a la revuelta ciudadana, los actores con poder político, económico o simbólico, se esforzaron por imponer la idea de que era necesario pasar pronto la página, regresar a lo que consideran la normalidad, e invocar a la calma. La violencia y sus efectos, descritos retóricamente como hechos lamentables, debían de ceder su lugar a las urgencias de la gobernabilidad. Gran parte de la ciudadanía, quizá agotada y saturada por un incesante proceso de información y desinformación, parece haberse entregado a este pedido, atrapada por este tiempo ultracorto que se nos ha impuesto como la única realidad significativa o como el único horizonte de reflexión de los procesos sociales. Un tiempo nervioso donde un evento sustituye a otro sin dejar huella, y todo parece consumirse en la coyuntura y el día a día. Pero esta invitación aparentemente constructiva a mirar hacia adelante es una trampa reaccionaria. El desmontaje de un momento peligroso para los poderes establecidos, que, entre otros mecanismos, viene usando profusamente el lenguaje. TRANSICIÓN. - Se pone énfasis en que ya estamos en otro periodo. Que vivimos algo análogo a lo del 2000, con Paniagua asumiendo el reto de salir del periodo de dictadura fujimorista. Sólo que se obvian elementos fundamentales. Que el fujimorismo congresal fue derrotado, así como sus aliados militares, policiales y parcialmente los económicos. Que Paniagua estaba dotado de enorme legitimidad y no se limitó a una estrategia de sobrevivencia. Que se convocó al gabinete a personas valiosas que representaban algo o a alguien, y que empezaron importantes reformas. Hoy Sagasti gobierna bajo vigilancia y los mafiosos golpistas no solo no están derrotados, sino que operan y van a postular en las elecciones. Al insistir en “la transición” se escamotea la evidencia de que un puente debe de llevar a otro lado, y no dejar a los caminantes en el lugar de origen. Pero, sobre todo, este uso ligero del concepto, obliga a nuestra percepción a organizar un discurso en términos de tiempo pasado. Obliga a mirar hacia adelante. VACANCIA. - Obviamente, los grupos golpistas no quieren esta identidad. Ayudados por el Tribunal Constitucional, analistas, medios de comunicación e incluso voceros del nuevo Ejecutivo, se emplean eufemismos y el golpe de Estado pierde su carácter de quiebre, delito, sedición y, sobre todo, de asalto violento. A los grupos mafiosos esto les permite permanecer incluidos en eso que llaman el mundo político como actores válidos, y

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no como lo que son, grupos de interés, muchos directamente redes de mafia. A los otros actores, políticos tradicionales, gobierno y agentes económicos, les permite enfatizar la necesidad de comprar tranquilidad a costa de verdad. Por eso los llamados unánimes a contemporizar, conversar, cooperar, traer tranquilidad que facilite la recuperación económica y la lucha contra los “reales males” del país, como la crisis económica, sanitaria e incluso, la lucha contra la corrupción, por descarado que parezca. Interesante mecanismo simbólico que además chantajea emocional y moralmente a aquellos sectores de la ciudadanía que podrían estar evaluando permanecer activos: estarían comportándose con irresponsabilidad, sin empatía por los que sufren, fascinados por el caos. POLÍTICOS. - El golpe de Estado, con todo su drama, ha sido sólo la expresión más desvergonzada de una estructura social y de poder, donde grupos mafiosos pugnan desde hace una década o más, por articular sus negocios legales e ilegales bajo el amparo del aparato estatal. Estos grupos tienen puntos de convergencia con sectores de las élites del empresariado, de grupos religiosos y de las fuerzas de seguridad. Son una expresión de ultraderecha como en tantos países hoy, pero, son, sobre todo, una red de intereses inmorales. Esta red, con la complicidad de los actores que construyen la legitimidad social (medios, opinantes, intelectuales, gremios, instituciones, partidos), ha usurpado para sí el campo semántico de lo político. Se llaman a sí mismos clase política. Sus caporegime se presentan como líderes políticos. Sus organizaciones mafiosas como partidos políticos. Han logrado con los años y la repetición, disociar la realidad de su actividad delictiva, de una realidad alternativa hecha solo de discurso y mentira pero donde son validados como actores legítimos. A este juego cínico se prestan todos los demás actores con algún tipo de relevancia. HÉROES. - El control de daños, luego de las graves violaciones de derechos humanos, ha incluido como uno de sus mecanismos un intento por lograr con enorme rapidez, que lo vivido se convierta en puro pasado muerto. La rapidez con la que los formadores de opinión han buscado convertir en héroes a los dos jóvenes asesinados por la policía es un ejemplo de manipulación de la memoria para que sea sólo un cementerio cívico o un repertorio de lugares comunes. Fabricar héroes ayuda a fosilizar, a entroncar la resistencia civil dentro de una tradición patria que la domestica. Que asimila la razón exacerbada y civil en un tronco de discurso rancio, que es sobre todo militar y oficial. Una patria que siempre pide héroes, es una patria que se incomoda por los simples ciudadanos. Este proceso de edificación de una buena memoria, una memoria burocrática y llena a de automatismos, convierte la singularidad de la vida humana, corriente, indignada, pequeña pero que ha resistido y

luchado, en una regularidad, en parte de una tradición de figuras ejemplares indistinguibles una de otra, moldes de valores conservadores como patria, dios y ley. En este caso, lo extraordinario del héroe, lo aleja de la esencia radical del ciudadano, que esta vez, sobretodo, ha sido un sujeto sencillo, corriente, y, que, desde allí, como tantos otros sujetos corrientes y sencillos, resiste a la injusticia. GENERACIÓN BICENTENARIO. - Es muy significativo también que, para consolidar alguna imaginación de lo vivido que sea tranquilizadora, se recurra a imágenes que aluden al carácter hipermoderno de la nueva generación del siglo XXI, describiéndola casi como extravagante o incognoscible, pero que, al mismo tiempo, se la haga encajar en discursos propios del siglo XIX, que fueron funcionales para la consolidación de los Estados-nación y sus proyectos civilizatorios. Es curioso porque el desmontaje de este discurso desde el pensamiento crítico lleva ya décadas, y es muy claro que la modernidad es más que progreso y bienestar, es cinismo y barbarie, en partes iguales. Usar el membrete “generación del bicentenario”, remite ya a un anclaje hacia lo viejo. A encausar lo no encausado, lo dicho de mal modo, enervadamente, en pleno proceso de creación, en una revuelta social, que ha sido en muchos sentidos antisistémica. La revuelta, aparte de expresión de un basta ya, ha sido un caos creativo, un fondo confundido con una forma, una movilización que no ha sido clara, terminante, ni coherente, pero que ha expresado profunda disconformidad, y que no se detuvo o menguó por no tener un programa claro. Quizá no tener un programa claro ni adscripciones identitarias, no estar atada a viejas representaciones ahora vacías de sentido, fue una de sus fuerzas vitales y capital de su magnitud. Sin embargo, rotularla como bicentenarial produce un efecto discursivo que la incluye de manera aparentemente positiva en un devenir lógico que se auto explica, que hace decaer esta lucha y esta crítica con posibilidades radicales, bajo la línea punteada de una supuesta saga republicana. Así, lo nuevo, lo que aún no se sabe bien qué es, es traducido para ser solo un episodio menor, una pequeña hazaña que debe celebrarse tibiamente, y ser pronto convertida en memorial. LOS JÓVENES. - El énfasis en anclar lo sucedido en lo joven, también es muy significativo. Es obvio que el papel jugado por los jóvenes ha sido protagónico, pero la narrativa sobre la revuelta la hace ser casi exclusivamente adolescente o juvenil. En poco tiempo una revuelta masiva, poderosa, nacional, y multigeneracional, es reelaborada por el lenguaje ya clásico de la “fiesta ciudadana”, un accidente, un despertar juvenil, al que hay que tratar con condescendencia de maestros, ponerle un membrete, controlarla para que muy pronto, se convierta en memoria superficial. “Los jóvenes”, la “generación del bicentenario”, “la generación subestimada”, “la generación equivocada”, el énfasis en su cultura, su moda, sus coloquialismos, parece resaltar que esto fue un carnaval, una explosión,

la sola subjetividad y emoción de adolescentes rebeldes. La intención de esta operación, de esta insistencia en la juventud y las redes, el Instagram y el Tiktok, es la de despolitizar lo que fue una lucha política. Finalmente, una vez que los jóvenes hacen su parte y ponen su cuerpo y su energía, les tocará a los adultos de verdad encaminar la gobernabilidad, generar el consenso, garantizar la convivencia, la normalización que facilite la marcha de los negocios. La “calle”, deberá regresar a ocupar el lugar secundario que le corresponde. La pacífica y celebratoria protesta de los centenials, la aprobación que tienen desde arriba, los sermones sobre lo bueno que es protestar, lo mucho que se gana, que se logra, las enseñanzas que nos dejan “los jóvenes” con su emoción pura. Esta condescendencia falsa, es aviesa. Porque se mezclan mentiras con manipulación y con intentos de contención, de limitación de la crítica radical. La democracia debemos vivirla, no arrancharla desesperadamente cada año de tantas mafias. Los jóvenes no tienen que morir y dejarnos enseñanzas, tienen que vivir y aprender, porque son jóvenes no expertos en la vida. Las marchas han tenido decenas de miles de personas adultas, de tercera edad, que ya han luchado innumerables veces y que merecen obtener un final digno a sus luchas. Reducir todo a una expresión “incompresible”, “cuyos códigos no entendemos”, casi ingenua de los adolescentes revela un afán de despolitizar hasta la más antigua expresión política: la protesta, la revuelta; y recurrir a un carnaval pintoresco que acabo mortalmente en una noche de terror. La noche del sábado 14 de noviembre, mientras algunos aún estábamos en la avenida Abancay, los familiares de uno de los jóvenes asesinados, eran impedidos de ingresar a reconocer su cuerpo, sin que mediara razonamiento alguno, solo prepotencia. Ante la presencia de cámaras de televisión, los guardias permitieron que el padre ingresara a local. El reportero, finalmente entrenado en este ejercicio de la crueldad espectacular, no dejó de importunar a una abuela casi en crisis, que se ahogaba de llanto. Pero el tío, alguien como de mi edad, un viejo, un tipo sencillo, habló como para sí, como para el maldito Perú que ama. Mi sobrino ha muerto, por protestar. Me duele, yo sé cómo es, yo he protestado, desde lo de Fujimori, pero ahora no pude ir por problemas, y me duele porque yo debería haber ido y no mi sobrino y como quisiera ser yo el que esté muerto y no él. El ejercicio de la ciudadanía en el Perú es permanente y tenso, la lucha es sostenida, y muchas veces triste, se vive políticamente, como pérdida y como logro, al mismo tiempo. No es que no haya una república o que esté vacía o que no haya ciudadanos y ciudadanas. Creo que más bien, que estamos participando de procesos sociales de largo plazo, que contienen tradiciones de resistencia y lucha y también de dolor, y que esto construye una institucionalidad y una cultura que es la que nos frustra y también, también, la que nos da el piso y el bagaje para poder vivir, soñar y aspirar a más dignidad.

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DIRECCIÓN EDITORIAL

Musuk Nolte

DIRECCIÓN DE CONTENIDOS Y EDICIÓN DE TEXTOS

Sandra Rodríguez

DISEÑO GRÁFICO Y DIAGRAMACIÓN

Vera Lucía Jiménez EDICIÓN GRÁFICA

Fernando Fujimoto, Paul Gambin y Musuk Nolte PREPRENSA

Omar Pérez TEXTOS

Sandra Rodríguez, antropóloga Teresa Cabrera, socióloga y poeta Noelia Chávez, socióloga Valeria Roman Marroquin, poeta Matheus Calderón, crítico cultural José Saldaña Cuba, abogado Mercedes Condori, poeta Jose Carlos Agüero, historiador y escritor TESTIMONIOS

Adriana Isabel Chávez Pajares, Cajamarca Jrisanti Yaneli Delgado Abad, Cajamarca Norma Stephany Rivas Bartens, Loreto Williams Alexander Aylas Mendoza, Ucayali Yago Martínez, La Libertad Yenifer Chávez Alarcón, Ayacucho AGRADECIMIENTOS

Liliana Takashima

Editado por KWY Ediciones Bellavista 590, Miraflores Lima-Perú. 1a. Edición, 2020. HECHO EL DEPOSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERU N° 2020-09517 Se terminó de imprimir en diciembre del 2020 en Tarea Asociación Gráfica Educativa pj. Maria Auxiliadora Nro.156, Breña.

Este proyecto es una iniciativa gestada a través de una convocatoria abierta de colaboración a nivel nacional, buscando dar testimonio visual y escrito de la crisis política y social ocurrida en el mes de noviembre del 2020.

JORGE SUEÑO JORGE VARGAS CUBAS JOSE ANTONIO ROSAS JOSE AYLLON VELEZ JOSÉ CARLOS ROZAS CARAZAS JOSE MARIA OLIVO LOPEZ JOSE MORALES JOSE SOLIS JOSE VIDAL JOSÉCARLOS ROZAS JOSEPH LADRÓN DE GUEVARA JUAN PACHECO SAUÑE JUAN CARLOS CISNEROS JUAN CARLOS HUINCHO JUAN PABLO AZABACHE JUAN PACHECO JUAN ZAPATA JULIO REAÑO KEVIN CASTRO PINTO KLEBHER VASQUEZ LALY GABRIELA TELLO CARBAJAL LAURENT VALDIVIA LIBERTAD GAMARRA LUCIA FERNANDA BALLERO LUCIO MORA LUIS CACERES LUIS DIEGO MARAVI TRAUCO LUIS FIERRO CHIPANA LUIS JAVIER MAGUIÑA LUIS ENRRIQUE BECERRA LUZ ACHA MARCO COTRINA MARÍA VALQUI MARIE-CHARLOTTE BÉJA MARLON DEL AGUILA MARLON FLORES MARTIN DEL POZO MAURICIO MENDOZA MAX CABELLO MEL SOTO ÀLVAREZ MERCEDES ESPINOZA CHOQUE MICA SIME MICAELA ILLARY CAMA MIKE PAREDES MOVIMIENTO GRAFFITI PERUANO NATALIA RONCAL NATHALIE FLORES NICOLAS GARRIDO MUSUK NOLTE OJOS VIEJOS OMAR LUCAS OMAR REVES OSCAR ÑAHUE

OSCAR ROSARIO YLATAYPE PABLO COLONIA PALACÌN MARA PAOLA PAREDES PAOLO AGUILAR PAUL GAMBIN PACHA SOTELO PEDRO CH VALLEJOS PEDRO CÓRDOVA MALCA PIERO SANCHEZ TORRES PO-THE-JEDI RAFO MARCA RAI ACOSTA RAMÓN P. YELO RENATA NIÑO DE GUZMAN RENATO ANGELEZ MENDEZ RENATO VALDEZ RICARDO ESPINOZA SUSANIBAR RICARDO ZEGAKAWA RICHAR BUSTILLOS ESPINOZA RICHARD AVILA ROCIO DIAZ RODRIGO ABD ROSA ANTINORI ROSA MARÍA SILVA ROSARIO MUCHOTRIGO SAMANTHA PALOMINO SAMUEL HURTADO SANDRO M. URBINA SARA ASPAJO SEBASTIAN CASTAÑEDA SEBASTIÁN GALLIANI SEBASTIAN INCIO SEBASTIAN LORENZO SERGIO DIAZ RENGIFO SHARON CASTELLANOS THELMO HOYLE URIEL MONTUFAR BUTRON URSULA INGA VALERIA OBLITAS NOVOA VALERIA RAMIREZ CASTILLO VICTOR ZEA WALTER HUPIU WILNER GARCÍA WILSON MONTOYA XIME IZQUIERDO UGAZ XIMENA ALDANA MOSTAJO YDA ELISA PONCE VILCA YESSENIA MONTES DE OCA SILVA YTALO BISSO ZOILA OLGUIN ZONIA ZEN